“Si al hablar de vivienda se menciona más la ocupación que los altos precios tenemos un problema”

Elisa Molina Viruela, Pablo Pérez Ruiz y Alberto Martínez Casado son integrantes del Sindicato de Inquilinas de Madrid. Han participado en la obra colectiva ‘Poder inquilino’ (Traficantes de Sueños, 2025) en la que esta organización explica su visión sobre la lucha por la vivienda digna.
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David F. Sabadell De izquierda a derecha, Alberto Martínez Casado, Pablo Pérez Ruiz y Elisa Molina Viruela, activistas del Sindicato de Inquilinas de Madrid.
@MartinCuneo78
@martincuneo.bsky.social
3 ago 2025 06:00

Los sindicatos de inquilinos e inquilinas se han convertido desde su nacimiento en 2017 en una de las principales piezas para entender la disputa sobre la vivienda, convertido desde hace medio año en el primer problema de la población española, según el CIS. Desde Barcelona y Madrid este modelo de sindicalismo de base aplicado a la lucha por la vivienda digna se ha extendido por Catalunya, por las grandes ciudades de la Zona Sur de la Comunidad de Madrid, por el Corredor del Henares, también por Asturias, Zaragoza, Málaga, Cádiz, Sevilla, Tenerife o Ibiza entre otras localidades tensionadas por la especulación inmobiliaria.

La organización de las inquilinas y los inquilinos en bloques de lucha y por secciones sindicales por propietario han recuperado algunas de las herramientas de lucha del primer movimiento obrero. En vez de fábricas como lugar de encuentro y organización, el sindicalismo inquilino se centra en los bloques de vivienda y conecta con una larguísima historia de luchas por la vivienda que tuvieron a la población inquilina como protagonista.

“El bloque de viviendas es el centro en el que tú puedes organizar un grupo, en este caso de inquilinas, que tienen un problema en común generalmente porque tienen un el mismo casero”, comenta Elisa Molina Viruela, integrante del Sindicato de Inquilinas de Madrid. Junto con Pablo Pérez Ruiz y Alberto Martínez Casado, otros dos miembros de la organización, desgranan en esta entrevista a tres voces las principales líneas de trabajo del sindicato y su visión de la gran crisis de la vivienda que arrastra el Estado español, con diferentes caras, desde hace dos décadas, un relato que han recogido en el reciente libro de autoría colectiva Poder Inquilino (Traficantes de Sueños, 2025). 

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Elisa Molina Viruela, integrante del Sindicato de Inquilinas de Madrid. Vive en Tetuán, donde experimenta de primera mano el "proceso de expulsión" y gentrificación del barrio. David F. Sabadell

Sin la labor de los sindicatos de inquilinos sería difícil entender los cambios legislativos de los últimos años, desde la reforma de la ley estatal de alquileres de 2019, que amplió la duración de los alquileres, a la ley de vivienda de 2023, una normas cuyas escasas conquistas solo son aplicadas cuando el movimiento de vivienda presiona para que se respete la ley, según cuentan estos tres activistas.

Muchas veces se habla de la vivienda como si fuera un sector económico más. Vosotros que trabajáis con hogares especialmente afectados por la crisis de vivienda, ¿con qué casos os encontráis?
ALBERTO MARTÍNEZ CASADO: La vivienda no es una cosa más en la vida, es la principal, porque si no tienes acceso a una vivienda, todo lo demás se empieza a desmoronar. Y esto es lo que vemos en las asambleas día a día, empezando por problemas de pareja. También existe un claro vínculo con la educación y con la salud, un tema fundamental conectado con la crisis de los servicios públicos. Al final, muchos de nuestros problemas de ansiedad tienen relación con la vivienda, de no poder disfrutar libremente y pacíficamente de un derecho básico como es la vivienda.

Y a veces se convierte en un problema existencial, de no poder planificar o tener una vida propia.
PABLO PÉREZ RUIZ: Me gusta decir que en el sindicato organizamos a las personas que no tienen control sobre su vivienda y creo que ahí está la raíz de lo que significa vivir con inseguridad y con inestabilidad a todos los niveles. No saber si vas a poder permanecer en tu casa de un año para otro, no saber si algo se te rompe se va a arreglar, no saber con quién vas a vivir porque ya no puedes ni siquiera tener un piso para ti o elegir dónde vas a estar.

La realidad es que la gran mayoría de los españoles vive hipotecado o de alquiler. Entonces esto significa que el control sobre la vivienda la tiene el banco o la tiene el casero

La lucha por la vivienda digna lleva muchas décadas con distintos tipos de organizaciones. Hay asambleas, colectivos, plataformas... pero vosotros habéis elegido un modelo que es relativamente nuevo, que es un sindicato y que es de inquilinas. ¿Por qué un sindicato? ¿Y por qué de inquilinas?
A.M.C.: En realidad, el sindicato es el modelo histórico, las primeras organizaciones de vivienda que estaban conectadas con el seno del movimiento obrero eran sindicatos de inquilinos, porque básicamente los inquilinos eran la población mayoritaria de la clase trabajadora y eran los que más sufrían el problema. 

ELISA MOLINA VIRUELA: Hay un elemento fundamental, de aprendizaje, de construir unas estructuras, una organización que nos permita mantener esos conflictos que están ahí. Vivir de alquiler es un conflicto en sí mismo, y de ese conflicto surge la necesidad de generar unas herramientas propias, una estructura en la que organizar ese conflicto con recursos propios que nos permita orientarlo. 

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Pablo Pérez Ruiz, del Sindicato de Inquilinas de Madrid, es de Torrejón de Ardoz, donde esta organización recientemente ha creado un nodo territorial para organizar los grupos locales del Corredor del Henares. David F. Sabadell

Me imagino que alguna vez habéis tenido este debate o alguien se ha acercado a vosotros para preguntar “¿y por qué un sindicato de inquilinos y no de trabajadores?”. ¿Por qué os centráis en el inquilino?
A.M.C.: Insistimos mucho en decir que en el sindicato nos organizamos las personas que no tenemos control sobre nuestra vivienda. Esto lo cogimos del Sindicato de Inquilinos de Los Ángeles, que nació dos años antes. Organizamos a la gente que no tiene control sobre su vivienda y eso quiere decir que tocamos todas las problemáticas en torno a la vivienda. A veces desde fuera se puede malentender. En el sindicato no hay solo inquilinos que tienen un contrato, no es la realidad de nuestras asambleas, aunque sí es verdad que hay una centralidad en el problema del alquiler.

Tanto aquí en Madrid como en Barcelona, los sindicatos de inquilinos son organizaciones relativamente pequeñas y, sin embargo, tienen una visibilidad y una capacidad de situarse en el centro del debate que no termina de cuadrar con sus dimensiones.
P.P.R.: En parte se debe a que ahora mismo la vivienda es el principal problema del país. Los sindicatos de inquilinas son las organizaciones que han dado una respuesta organizada o en forma de estructuras visibles, aunque el tamaño a lo mejor no sea el más grande. Somos de las que estamos respondiendo ante la situación y eso también nos da un foco que no tiene que ver con el tamaño, pero sí tiene que ver con el lugar dónde nos situamos en el momento que vivimos.

Eso es lo que decimos nosotras, que el poder que tenemos organizándonos desde la base es el que va a hacer que las cosas cambien

E.M.V.: De alguna manera, lo que nosotras verbalizamos tiene sentido para la gente, le resuena de alguna manera. ¿Organizar huelgas de alquileres para rebajar los precios? Funciona porque, más allá de cuánta gente esté organizada dentro de nuestro sindicato, ponemos el foco donde hace falta.

A.M.C.: Hay un clima general de declive en las organizaciones autónomas, en las organizaciones de izquierdas y, en cambio, las organizaciones de inquilinas están en auge. Y si ocurre esto no es solo porque a la gente le resuene, sino porque también son herramientas útiles, que sirven para conquistar derechos. El hecho de estar en un momento en el que realmente somos capaces de dar una respuesta también está haciendo que nos coloquemos en el foco del debate.

Según las estadísticas, la mayoría de la población española es propietaria y vive en su propia casa. ¿Esto quiere decir que el problema de la vivienda es un problema que afecta solo a una minoría?
A.M.C.: Obviamente no. Si no, no sería el principal problema de los españoles. La realidad es que la gran mayoría de los españoles vive hipotecado o de alquiler. Esto significa que el control sobre la vivienda la tiene el banco o la tiene el casero. Y es verdad que históricamente se ha intentado construir en el Estado español una sociedad de propietarios, pero esa sociedad de propietarios se está resquebrajando y vamos avanzando hacia un sistema en el que lo principal es la herencia, tener padres que te puedan dar una vivienda o, al menos, dinero para una entrada. Si no tienes esto, la vía hacia la propiedad está cerrada. Por eso, en una sociedad históricamente construida como una sociedad de propietarios, hay un problema grave que no es solo de unas pocas personas, sino un problema creciente que estructura cada vez más la sociedad, que la separa, que la hace cada vez más desigual. 

P.P.R.: No es solo una cuestión porcentual, de cuántos propietarios hay. Estamos viviendo un cambio de época que está generando una gran brecha social, una tendencia en aumento que no tiene ahora mismo visos de parar. Y esta deriva está generando una gran desigualdad, una acumulación de riqueza por parte de ciertos sectores y un empobrecimiento masivo tanto de migrantes que han llegado al país a partir de los 2000, como de personas que se han intentado emancipar a partir de 2008, y también muchas otras que ya vivían de alquiler desde antes.

E.M.V.: No tener control sobre tu vivienda también se extiende a no tener control sobre tu barrio. Y en ese sentido, da igual que tú seas propietaria, que lleves 20 años con la hipoteca ya pagada. Carabanchel, Torrejón o Tetuán se van vaciando de tus vecinas, no conoces a la gente, no tienes esa vida cultural de barrio porque está desapareciendo todo y está siendo sustituido por pisos turísticos, alquileres temporales o lo que sea… Claro que es un problema que afecta a la mayoría.

Sabemos que incluso en las pequeñas victorias que hemos rascado en los proyectos legislativos somos nosotras las que tenemos que asegurarnos de que se cumplan

La derecha ha pasado de negar el problema de la vivienda a aceptar que sí existe, pero lo achaca a la ley de vivienda o a los inquiokupas. ¿Creéis que la derecha está consiguiendo llevar el debate hacia esos puntos?
A.M.C.: Ha habido una ofensiva por parte de la derecha y de la patronal inmobiliaria con el tema de la okupación en los últimos años que ha conseguido calar y ha sido una respuesta clara al movimiento de vivienda y en concreto a la gran legitimidad que tenía, por ejemplo, la Obra Social de la PAH cuando ocupaba bloques enteros de viviendas para realojar a personas que habían sido desahuciadas. Y esa reacción por parte de la patronal ha tenido su efecto y nos encontramos muchas veces a inquilinos que tienen miedo a que les ocupen la casa, sobre todo cuando la gente se va haciendo más mayor. En las asambleas hay mucha gente que tiene pánico a irse de su casa o dejar la casa sola. Han conseguido instalar una alarma social. Si al hablar del problema de la vivienda se menciona más la ocupación en vez de que los precios han subido en los últimos años un 100% o más en ciudades como Madrid, pues obviamente ahí hay un problema. Pero, por otro lado, creo que el sentido común es contradictorio, porque también hay una sensibilidad mayoritaria entre la población de que los precios están altísimos, de que la gente no se puede mudar… Ahí hay una disputa entre el bloque rentista del bloque propietario y el bloque Inquilino.

P.P.R.: La extrema derecha ha conseguido conectar con un sentido común propietario, que está instalado. Y esto le está pasando sobre todo a gente mayor y por eso desde el sindicato estamos apostando por estas conversaciones cara a cara, por ir llamando a las puertas para hablar con la gente, porque si te informas solo con la televisión, vas a comprar este discurso, pero en cuanto hables con tres o cuatro personas de tu barrio vas a ver que la realidad no se ajusta a ese discurso, que la realidad tiene que ver con subidas de precio, con expulsiones, con inseguridad e inestabilidad. La extrema derecha ha conectado con ese miedo, pero es un miedo que en realidad tiene otro origen.

En 2023, el Gobierno de coalición presentó la ley de vivienda como una medida histórica que iba a bajar los precios y que iba a acabar con los desahucios. Sin embargo, nada de eso ha pasado. ¿No es contraproducente tanto triunfalismo?
A.M.C.: Todos los partidos de izquierdas se han dado autobombo cuando han estado en el Gobierno. Desde el primer momento, los sindicatos de inquilinas dijimos que esta regulación que había aprobado el Gobierno no solamente era insuficiente, sino que iba a generar más problemas. Y lo hemos visto con el tema de los alquileres de temporada. Nosotros dijimos que ese era un agujero por el que se iba a escapar el control de precios. Y eso es lo que está pasando en Catalunya, que al final la mayor parte de la oferta es alquiler de temporada. Los precios siguen disparados, los propietarios siguen saltándose las propias regulaciones que hay. Si desde el Gobierno lo planteas como un cambio histórico, pues la gente obviamente se va a desilusionar, se va a pensar que entonces eso no sirve para nada. Y realmente es lo que decimos nosotras, que el poder que tenemos organizándonos desde la base es el que va a hacer que las cosas cambien. 

Al final, todos los intentos de regular el alquiler terminan chocando contra el PSOE. ¿Tiene sentido seguir presionando para llevar al PSOE hacia políticas que sirvan para bajar los precios o es una vía que no tiene salida?
P.P.R.: Ahora mismo tienen muy poco recorrido, sobre todo con la actual configuración parlamentaria. Siempre decimos que las reformas legislativas que nos pueden ser útiles son aquellas que nos permiten acumular más poder. Pero es que sabemos que, incluso en las pequeñas victorias que hemos rascado en los proyectos legislativos, somos nosotras las que tenemos que asegurarnos de que se cumplan. Conseguimos que se prolongara la duración de los contratos de alquiler [en la reforma de 2019 de la ley estatal de alquileres] y, aun así, los rentistas se lo intentan saltar constantemente y estamos ahí, detrás de ellos. Hicimos que las comisiones de las inmobiliarias fueran ilegales [en la ley de vivienda de 2023] y aún así se siguen cobrando de forma encubiertas o bajo otros conceptos. Y tenemos que estar detrás persiguiéndolos. Sin sindicatos fuertes, sin organizaciones fuertes políticas que estén ahí, cualquier mejora puede quedarse en algo muy cosmético y ser simplemente una forma de decir “bueno, estamos haciendo algo”, pero ya sabemos que al PSOE le encanta hacer anuncios que luego no tienen mucho recorrido real.

Esta ley de vivienda, estas medidas concretas no están cambiando la situación y nosotras tenemos herramientas propias para  forzar esos cambios que necesitamos como inquilinas

E.M.V.: Durante este curso lo hemos repetido mucho: esta ley de vivienda, estas medidas concretas no están cambiando la situación y nosotras tenemos herramientas propias para forzar esos cambios que necesitamos como inquilinas y creo que eso sí que está funcionando. Por eso vemos que los sindicatos de inquilinas siguen creciendo no solamente en Madrid, en Barcelona, sino también en el resto del Estado. Y si esto está sucediendo, aunque no a los ritmos que nos gustaría, es porque existe una confianza de las inquilinas en estas estructuras propias.

P.P.R.: Al final es una cuestión de dónde radica el poder. Si creemos que el poder está únicamente en las instituciones, nos deja en una situación de “bueno, a ver si tenemos suerte y hay unas élites buenas”. Y eso es una concepción del poder que nos lleva a la derrota. Creo que uno de los aciertos que hemos tenido este curso es poner el poder de vuelta en nosotras. Dejando de pagar el alquiler, por ejemplo.

La huelga de alquileres se ha convertido en una especie de fantasma para los propietarios y en una de las herramientas predilectas de los sindicatos de inquilinos. ¿En qué consisten exactamente estas huelgas de alquileres?
A.M.C. En estos años hemos ido desarrollando y recuperando esta herramienta histórica y en la actualidad hemos visto que hay diferentes tipos de huelgas de alquileres. Algunas, como el conflicto con [el fondo de inversión] Nestar, son huelgas parciales en las que los vecinos afectados se están negando a pagar las cláusulas abusivas de IBI o de comunidad que meten a mitad del contrato. Este es un tipo de huelga, pero no la única. Por ejemplo, en Catalunya, se están haciendo huelgas totales contra La Caixa, dejando de pagar todo el alquiler, poniendo las inquilinas el dinero en una cuenta común, porque quieren privatizar esas viviendas que eran de protección oficial. En el horizonte de todos estas diferentes tipos de huelga está una huelga de alquileres general.

¿Estas huelgas son un ensayo para esa huelga general de inquilinos?
A.M.C. Esa es la idea, ir entrenando, Pasa lo mismo con una huelga general laboral. No podemos decretar una huelga general de repente y que todo el mundo deje el trabajo, eso no va a ocurrir si no hay confianza en las organizaciones, si no hay una militancia capaz de sostenerla… Esa huelga general de alquileres hay que prepararla.

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Alberto Martínez Casado, miembro del Sindicato de Inquilinas de Madrid, vive en Carabanchel. El proceso de "lavado de imagen" del barrio para expulsar vecinos y aumentar los precios le ha empujado a participar del sindicato. David F. Sabadell

Otra de las herramientas utilizadas por el sindicato son los bloques en lucha.
E.M.V.: Desde los inicios del sindicato, los bloques en lucha son una herramienta clave para la organización inquilina. Un bloque en lucha sería al sindicalismo inquilino lo que la fábrica es al sindicalismo laboral, el centro en el que tú puedes organizar un grupo, en este caso de inquilinas, que tienen un problema común, generalmente porque tienen el mismo casero. Los bloques en lucha suelen ser propiedad de empresas, fondos de inversión o socimis. A partir de ahí, se genera un trabajo de identificar problemas comunes, de generar formas de organizarse en ese bloque para ir escalando un conflicto que permita alcanzar una victoria colectiva. Los primeros bloques en lucha estuvieron al principio más centrados en Lavapiés, pero luego lo que nos ha permitido esta lógica de bloques es organizarnos contra grandes fondos de inversión y organizarnos también en lo que serían secciones sindicales por propietario. Todo esto va generando una estructura.

Creo que uno de los aciertos que hemos tenido este curso es poner el poder de vuelta en nosotras. Dejando de pagar el alquiler, por ejemplo

¿Qué ventajas tiene la lucha por propietarios?
E.M.V.: Fundamentalmente, puedes atacar a un casero de una manera mucho más contundente. No es lo mismo el impacto que le puedes generar a un fondo de inversión con un conflicto que con 50 o 80 familias organizadas al mismo tiempo. Y también, de alguna manera, sirve como bandera de lo que está ocurriendo: los fondos de inversión tienen mucha responsabilidad en lo que pasa en el mercado de la vivienda y esta es una manera de ir contra ellos y señalarlos.

P.P.V.: En Madrid hay en torno a 30.000 bloques de propiedad vertical, que son de un mismo propietario. Ahí veíamos mucha potencialidad, no solo a nivel organizativo, sino también para prefigurar otras formas de vivir. Al final, en grandes ciudades como Madrid, muchas veces no conoces a tus vecinos o no te hablas. Y esto también va de reconstruir esos lazos a través de la lucha para que pasen también otras cosas. De hecho, los horizontes que ya nos planteamos en algunos de los bloques en lucha ya no van solo de luchas concretas de hoy, de renovar un contrato de alquiler, por ejemplo, sino también se comienzan a plantear cuestiones como comprar el bloque para hacer una cooperativa de vivienda. Las propias vecinas en la lucha van ampliando el horizonte de lo que imaginan que pueden lograr.

Otro de los grandes problemas de Madrid, Barcelona y muchas otras ciudades es el auge de los pisos turísticos. ¿Qué pueden hacer los sindicatos de Inquilinas o una asamblea de barrio frente a esto?
A.M.C.: Hay 16.000 pisos turísticos ilegales en Madrid. Si el Ayuntamiento no cumple con la normativa la tendremos que hacer cumplir.

P.P.R.: La acción directa es necesaria, porque, además, ya nos estamos encontrando en las asambleas no solo con pisos turísticos, sino también con habitaciones turísticas de caseros que están alquilando una habitación en un piso y la habitación de al lado la han hecho una habitación turística. Entonces tienes una rotación ya no solo en tu bloque, sino en tu propia casa. Y un conocido me contaba que los turistas dejaban la cocina hecho un Cristo y tenía que limpiarla porque es el piso en el que vive y no mandaban a nadie a que haga ese trabajo. Los rentistas siguen profundizando en su extracción de rentas, y nosotros tenemos también que redoblar la apuesta, porque si no nos comen.

Ya lleváis ocho años de sindicato. Cuáles creéis que han sido los principales logros en este tiempo.
A.M.C.: El principal logro es instalar la concepción de que vivir de alquiler es un problema en sí mismo, que el propio alquiler es una forma de extracción de rentas y es una forma de desigualdad. Luego hay otros, como haber organizado las secciones sindicales por propietario. Además, ha habido cambios legislativos, que pueden ser pequeños, pero que en la vida de los inquilinos han sido importantes, como que los contratos pasen de tres a cinco años [en el caso de las personas físicas] o de cinco a siete años [en el caso de las personas jurídicas]. Hay diferentes dimensiones de victorias, pero todas ellas son bastante potentes.

Hay 16.000 pisos turísticos ilegales en Madrid. Si el Ayuntamiento no cumple con la normativa la tendremos que hacer cumplir

P.P.R.: Otra conquista es volver a traer el sindicalismo de base, esta vez aplicado a la vivienda, algo que históricamente ha existido, pero que se había perdido un poco. Las brigadas inquilinas van precisamente de eso, de hablar con la gente en la calle, de crear conciencia de clase, por así decirlo. En realidad, lo que estamos haciendo al hablar con la gente es decir que el enemigo no es tu vecino, no es la persona que acaba de llegar. Ese trabajo de hormiga es de lo que va el sindicalismo de base. Creo que esto es una victoria en sí misma.

E.M.V.: En los últimos tres años, los sindicatos de inquilinas hemos crecido en muchas cosas, ha sido un trabajo de hormiga, de ir trabajando, aplicando la mirada de un poder popular que va más allá de la lucha por la vivienda, vinculándonos con otras luchas sectoriales con las que tenemos que ir de la mano. Y eso también es un acierto, sobre todo en esta lógica de sindicalismo de base, de crear estructuras que nos permitan alcanzar esa transformación social, ese mundo nuevo en el que queremos vivir.

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