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Ayuda al desarrollo
La guerra en Ucrania condiciona la Ayuda al Desarrollo en el mundo en 2022
Doctor en sociología. Especialista en políticas de cooperación al desarrollo y profesor de la Universitat d’Alacant (UA)
Sorprende comprobar que, mientras se facilitan las cifras de ejecución de la ayuda al desarrollo a nivel mundial, en España los últimos datos con un desglose pormenorizado difundidos por el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (MAEUEC) sean del año 2019 y que en relación con la AOD del año 2022 el gobierno español solo haya publicado una hoja que contiene ocho líneas y 5 tablas muy vagas y genéricas, sin ninguna otra información adicional, acompañadas de un módulo estadístico en inglés.
Dice muy poco de la Cooperación Española esta permanente falta de transparencia, publicidad y ausencia de rendición de cuentas en la que está instalada desde hace tiempo, siendo como es uno de los compromisos de mejora de la nueva Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global (LCDSySG).
La pandemia y la guerra en Ucrania marcan las políticas de cooperación al desarrollo y abren importantes interrogantes sobre el futuro de la ayuda mundial
A lo largo de 2022 hay dos acontecimientos que marcan profundamente la evolución de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en el mundo. El primero de ellos tiene que ver con el peso que siguen teniendo los gastos y programas de ayuda relacionados con los efectos de la pandemia de Covid19, iniciada a principios de 2020. Una primera estimación eleva a 11.200 millones de dólares los gastos relacionados con el Covid19, que si bien representan un descenso del 45% respecto a 2021, siguen siendo relevantes. A medida que la pandemia se ha cronificado como una enfermedad contagiosa más, es de prever que estos gastos vayan perdiendo la importancia que han tenido desde 2020, disminuyendo hasta desaparecer.
Sin embargo, el elemento más llamativo es la manera en que la guerra en Ucrania toma cuerpo en la Ayuda al Desarrollo en el mundo en 2022 de manera inequívoca, a través de dos elementos distintos y singulares. El primero de ellos es el impresionante crecimiento de recursos de todos los países donantes hacia Ucrania, que se ha convertido en uno de los principales receptores de ayuda, al haber recibido a lo largo de 2022 más de 16.121 millones de dólares, de los cuales, 1.755 millones lo fueron en ayuda humanitaria. De esta forma, Ucrania recibió el 7,8% de toda la ayuda mundial de los países donantes del CAD (Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE), destinándose a ayuda humanitaria el 10,8% de esa cantidad total.
Ucrania recibió el 7,8% de toda la ayuda mundial de los países donantes del CAD (Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE), destinándose a ayuda humanitaria el 10,8% de esa cantidad total
El segundo factor que demuestra el peso de la Guerra en Ucrania en la asignación de la ayuda mundial en el pasado año se confirma, a su vez, por el espectacular crecimiento que ha experimentado el controvertido capítulo de ayuda a refugiados en los propios países donantes, que alcanzó la mayor cifra de gastos en toda la historia, llegando a los 29.300 millones de dólares, el 14,4% de la AOD mundial en 2022. La ayuda a refugiados ucranianos por los países occidentales, y en el caso particular de los pertenecientes a la Unión Europea, todos aquellos acogidos a través de la Directiva Europea de Protección Temporal, reactivada con motivo de esta guerra, sería la causa fundamental de este espectacular aumento. Recordemos que durante la crisis de los refugiados de 2016, con motivo de la guerra en Siria, se elevó ese capítulo a su anterior máximo histórico, que ascendió a 16.000 millones de dólares, el 11% de la AOD mundial. Nunca, en toda la historia de la AOD se habría producido un fenómeno de esta naturaleza con esta partida tan polémica de ayuda a refugiados en los propios países occidentales.
Tanto la pandemia de COVID-19 como particularmente la guerra en Ucrania representan, por tanto, dos acontecimientos puntuales que están absorbiendo importantes recursos de la ayuda mundial en detrimento de otras prioridades. Como sabemos, la pandemia se está cronificando y desapareciendo sus dañinos efectos iniciales, aunque no los daños sobre los sistemas públicos de salud. Y la guerra en Ucrania representa un suceso que ha reavivado una nueva guerra fría global, con un impacto incuestionable en las políticas exteriores y de defensa de los países occidentales, pero que esperemos, termine próximamente. Por tanto, se han dedicado recursos de una exigua Ayuda al Desarrollo para una emergencia pandémica global, descuidando otras necesidades en materia de lucha contra la pobreza y la vulnerabilidad, así como para otras prioridades geoestratégicas en el marco del enfrentamiento de Rusia con los países de la OTAN. Todo ello cuando la sucesión de crisis, hambrunas, el avance de la emergencia climática y los compromisos adquiridos vinculados con la Agenda 2030 debería haber llevado a destinar medios y recursos a otras prioridades desatendidas.
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Así, las prioridades geoestratégicas en la cooperación mundial castigan a la lucha contra la pobreza, al disminuir la ayuda a los países subsaharianos. Los datos avanzados para el año 2022 demuestran que los flujos de ayuda a África desde todos los países donantes ascendieron a 34.000 millones de dólares, lo que representa un descenso del 7,4% respecto a 2021. En el caso de la ayuda a África Subsahariana, este descenso es ligeramente superior todavía, al elevarse hasta los 29.000 millones, con un retroceso del 7,8% respecto a la ayuda otorgada en el año anterior.
Cuatro países han alcanzado la meta del 0,7%, siendo Luxemburgo, con el 1% de AOD, seguida de Suecia con un 0,96%, Noruega con un 0,86%, Alemania con un 0,83% y Dinamarca con un 0,70%.
España se mantiene entre el grupo de donantes de cola, avanzando en centésimas su AOD y fuera de los países con volúmenes medios de AOD/RNB del CAD y de la UE
Con los datos preliminares para 2022, la Ayuda al Desarrollo habría aumentado ligeramente en España, pasando del 0,26% de AOD/RNB en 2021 al 0,30% en 2022, una subida de cuatro centésimas. España sigue por debajo de la media de Ayuda de los países del CAD, que para 2022 alcanzó el 0,36%, y muy por debajo de la media de los países de la UE que se situó en el 0,57% para este mismo año, ocupando el puesto 20 de entre los 30 países donantes en su AOD en relación con su riqueza en términos de Renta Nacional Bruta.
Es importante destacar que, cuando nos encontramos en el ecuador del cumplimiento de la Agenda 2030 suscrita por España y que afirma cumplir, la cooperación española no habría sido capaz de superar el 0,3%, haciendo muy difícil, por no decir imposible, el cumplimiento del 0,7% contenido en la meta 16 del ODS 17, como se afirma también en la nueva Ley de Cooperación al Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global (LCDSySG). También debe mencionarse que este Gobierno se comprometió a elevar su Ayuda Oficial al Desarrollo hasta el 0,5% en el año 2023, tal y como se recogía en la Comunicación 2020 de la Cooperación Española remitida al Parlamento, un compromiso alejado de su cumplimiento, a la luz de la situación real de nuestra política de ayuda al desarrollo hoy en día.
El aparente crecimiento homeopático experimentado por la Ayuda española en 2022 es, si cabe, todavía más frágil e inestable, si tenemos en cuenta que se apoya en dos elementos muy coyunturales, mencionados anteriormente, como son el gasto aplicado a la pandemia de Covid19 junto a las partidas de atención a refugiados en suelo español, con especial incidencia en los refugiados ucranianos. En el primer capítulo, España ha dedicado un total de 305 millones de dólares, mientras que al segundo ha contribuido con 850 millones, lo que totalizaría únicamente en estas dos partidas 1.155 millones de dólares en 2022, representando el 29% de la AOD total de España en 2022 y el 56% de toda su AOD bilateral.
No es aventurado sostener que estos crecimientos puntuales en la AOD de España perderán peso en los años futuros, de manera que los importantes aumentos comprometidos para la Cooperación española tendrán que bascular sobre otras partidas y programas, compensando el descenso que se producirá, con toda seguridad, en los gastos aplicados a la pandemia de Covid19 y a la atención de refugiados ucranianos.
La política de cooperación española tiene problemas morfológicos y metabólicos históricos, con el tiempo cronificados, que no consigue superar, lastrando, en buena medida, su impulso y renovación
De hecho, si restamos de la AOD de España en 2022 estas dos partidas, la ayuda española no habría superado el 0,21%, demostrando las bases tan frágiles en las que la cooperación española está instalada. No parece que podamos hablar de que en esta legislatura la Cooperación española haya avanzado por una senda de crecimiento sostenida, como se ha llegado a afirmar.
En España, los gastos en su ayuda al desarrollo destinados a la lucha contra el Covid19 y sus efectos pasaron de 525 millones de dólares en 2021, a 305 millones en 2002, con un descenso del 42%. A su vez, la partida de gastos de ayuda para la atención a refugiados en España paso de 223 millones de dólares en 2021, a 850 millones en 2022, con un incremento del 281%, en el año en que estalla la guerra en Ucrania de la mano de la invasión de Rusia en este país.
El bajo perfil como país donante que España mantiene desde hace tiempo, junto al hecho de que la cooperación española nunca haya ofrecido información pormenorizada sobre estos gastos de atención a refugiados en España, los criterios aplicados y los desembolsos efectuados, e incluso que haya negado esta información a investigadores que la hemos solicitado a través de la Ley de Transparencia, plantea numerosos interrogantes sobre el importante crecimiento de esta partida en la cooperación española, hasta convertirse en el principal capítulo de la ayuda bilateral. De hecho, de los 2.047 millones de dólares de ayuda bilateral en 2022 por parte de España, el 41,5% de la misma correspondería a esta controvertida partida.
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La política de cooperación española tiene problemas morfológicos y metabólicos históricos, con el tiempo cronificados, que no consigue superar, lastrando, en buena medida, su impulso y renovación. Por ello, tenemos que poner las luces largas para comprender otros muchos elementos que necesitan con urgencia de un impulso para evitar el deterioro que ha venido sufriendo desde principios de la pasada década. Y esto va mucho más allá de algo, por supuesto que importante, como es el volumen final de ayuda al desarrollo ejecutada.
Recordemos, brevemente, el incumplimiento del compromiso 20/20 destinado a mejorar y aumentar el gasto en bienes de prioridad social básica, suscrito por España en el año 1995, sin que desde entonces haya sido cumplido y alcanzando en los últimos años los niveles más bajos de su historia. Pero también hay que destacar la ineficiencia del gasto en materia de lucha contra la pobreza, llevando a que el presupuesto gestionado por la AECID sea el más bajo de su historia reciente, de tan solo el 9% de toda la Ayuda Oficial al Desarrollo gestionada. También, España está incumpliendo compromisos básicos en materia de lucha contra la pobreza, como los acuerdos de Naciones Unidas sobre ayuda a los Países Menos Avanzados (PMA) del año 2009, que obligan a destinar al menos el 0,15% de su Ayuda a los países más pobres del mundo y que España debía cumplir desde el año 2015. Pues bien, con las últimas cifras disponibles, España destina tan solo un 0,01% de su AOD a esta finalidad, demostrando la poca importancia que da a estos países.
Por ello, la política de cooperación de España tiene, en su AOD, un verdadero desafío para sacarla de su marginalidad crónica y situarla en una posición de mayor centralidad estratégica y responsabilidad institucional, en línea con los nuevos compromisos de renovación legal e institucional que se han asumido y en los que trabaja todo el sector. Solo así se podrá hacer avanzar una política de cooperación que tiene por delante retos históricos de una enorme profundidad a los que tiene que dar respuesta, tanto a nivel interno como en el mundo.