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Inteligencia artificial
Internet y la inteligencia artificial no son invisibles: su huella de carbono es igual a la de los aviones

Mientras escribo este artículo me pregunto si una máquina lo haría mejor. Me resulta gracioso pensar que la IA sea capaz de escribir un texto que ataca directamente su propia entidad, pero, como dice Juan José Millás: ¿Será que la inteligencia artificial se hace la tonta?
Por lo pronto, he decidido escribir a la antigua y no recurrir a la IA para la recolección de datos ni la búsqueda de sinónimos. Pese a que su sesgo puede resultar cuestionable y me preocupa que nos esté robando el trabajo a los periodistas, estos no son los principales motivos para dejar de usarla. Mi rebelión contra ChatGPT se debe a mi último descubrimiento: se trata de una fuente muy contaminante y que dilapida ingentes cantidades de energía.
Inteligencia artificial
Inteligencia artificial La inteligencia artificial en la encrucijada: qué hay detrás del ruido sobre ChatGPT
Los servicios y tecnologías emergentes como la Inteligencia Artificial (IA), machine learning o la realidad virtual han impactado directamente en el crecimiento de los centros de datos y por ende en el consumo de energía y agua, pues necesitan de sistemas de refrigeración muy potentes.
Según publicaba la Cámara de València, la huella de carbono desprendida por los centros de datos se acerca al 2% de CO₂ liberado a nivel mundial, una cifra similar al sector aéreo
En otras palabras, mis diez preguntas matutinas a ChatGPT suponen un gasto equivalente a diez vasos de agua. Según publicaba hace unos meses la Cámara de València, la huella de carbono desprendida de los centros de datos se acerca al 2% de CO₂ liberado a nivel mundial, igualando al sector de las aerolíneas.
La realidad es que la IA, al igual que Internet, no funciona sola: existe todo un engranaje y cableado detrás que permiten el almacenamiento y envío de mensajes y datos. Este intercambio de información tiene lugar en los llamados data center o centros de datos.
En España hay 45 centros de datos para el funcionamiento de la IA
Los centros de datos son construcciones muy costosas y extensas, bastante misteriosas, pero con las que interaccionamos cada 20 segundos. Mientras la tecnología y la IA cada vez son más intuitivas, los sistemas e infraestructuras que hacen posible su funcionamiento se vuelven más complejos, costosos y contaminantes.
Si bien no se habla mucho de ellos ni en la política ni en los medios, cada vez hay más y amenazan con destruir nuestro hábitat y también apropiarse de nuestras reservas de agua; necesitan de sistemas de refrigeración muy potentes y esto requiere un elevadísimo consumo de agua. Según un estudio publicado en 2021, se estima que los data centers de Estados Unidos consumen 1700 millones de litros de agua al día.
En España existen 45 centros de datos. Uno de los más recientes, aún por construir, estará en Talavera de la Reina y ocupará 190 hectáreas de terreno
España está viviendo un crecimiento sin precedentes de la industria de los data center. Las principales compañías e inversores del mundo han puesto sus ojos sobre nuestro país. Un informe de SpainDC de 2024 revela que, en total, existen en España 45 centros de datos, de los que más de la mitad —26— se encuentran en la capital, muy por encima de la segunda provincia que más tiene, Barcelona, con ocho. Uno de los más recientes, aún por construir, pero cuyo proyecto ya ha sido aprobado, es el centro de datos de Meta de Talavera de la Reina. Se estima que ocupe nada más y nada menos que 190 hectáreas, además funcionará gracias a una planta fotovoltaica de nueva construcción.

A raíz de la invasión de los data center en los últimos años y su impacto medioambiental, han surgido varios grupos ecologistas en contra de estas nuevas construcciones. Tu nube seca mi río es uno de ellos. Se trata de una iniciativa surgida en 2023 que pretende concienciar sobre el peligro de la expansión de los centros de datos y su impacto en los recursos hídricos en España.
Desde Tu nube seca mi río señalan que la situación es alarmante y ponen como ejemplo Marsella, donde se han demolido barrios urbanos para construir centros de datos. En Londres, la construcción de centros de datos ya ha tenido una repercusión en el mercado inmobiliario aumentando los precios de las zonas cercanas al no existir espacio habitable.
La nube de Internet es solo ficticia. Internet no va por el aire, la materialidad de la red existe, consume y genera residuos. Desde las fábricas de chips hasta los centros de datos, todos repercuten en el gasto energético e hídrico. Es importante concienciar a la población sobre sus efectos en el medio ambiente. Cada vez surgen más colectivos ecologistas, pero todavía se habla poco sobre el tema.
Tras lo ocurrido en Marsella y alrededores, Francia ha experimentado un auge en el número de asociaciones. Una de ellas es StopMicro. Se trata de un colectivo que visibiliza el impacto medioambiental de las fábricas de chips en un pequeño pueblo de Grenoble. “Una sola fábrica de chips utiliza tanta agua como toda la ciudad”, alegan.
No es cuestión de ir en contra de la tecnología, pero sí de buscar alternativas más sostenibles de comunicación y uso de nuestra red sin abusar de los recursos energéticos e hídricos. Está claro que a las empresas no les interesa que hablemos de la materialidad de Internet, pero habrá que comenzar a hacerlo si queremos cuidar el medioambiente. Yo, de momento, he bloqueado ChatGPT. Intentaré mantenerme firme en mi postura. Parece que nuestra relación era más tóxica de lo que yo pensaba y en el sentido literal de la palabra.
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