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Memoria histórica
Olatz Gorrotxategi: “El teatro documento trabaja desde la verdad”
Olatz Gorrotxategi (Bilbao, 1982) empezó a hacer teatro a los 12 años y hoy es actriz, dramaturga, docente y coordina ACT Festival. Ha escrito y dirigido distintas obras sobre memoria histórica, entre ellas, Coordenadas y 43º 13′ 44”N
Olatz Gorrotxategi (Bilbao, 1982) tiene grabado el olor a frío del pueblo costero donde se mudó a los 11 años, la humedad y “la oscuridad de cuando había solo dos farolas”. Se levantaba a las 6.30h para coger el autobús a la ikastola. Cuando se decidió a estudiar artes escénicas, le motivó pensar que sería una profesión en la que no tendría que madrugar tanto. Eso, y que había empezado a hacer teatro a los 12 años. Estudió en Bizkaiko Antzerki Ikastegia y en Leeds Beckett University. Pensó que nunca iba a vivir de ello, pero hoy es actriz, dramaturga, docente y coordina ACT Festival. Ha escrito y dirigido distintas obras, entre ellas, Coordenadas, seleccionada por Nuevas Dramaturgias de Donostia Kultura 2016, y 43º 13′ 44”N, gracias a una residencia artística de Bilbaoeszena.
Coordenadas es una pieza sobre memoria histórica para la que estuviste dos años recopilando testimonios y documentos. ¿Alguno que recuerdes especialmente?
Muchísimos. Hay una carta de un señor a un ayuntamiento que cuenta cómo hizo la mili, le tocó el bando nacional, tuvo que ir allí y fusiló a ocho personas. Antes de morir quería decir dónde estaban para que pudieran exhumarlos. Hubo un momento en el que me obsesioné con las cartas. Ahí están los sentimientos de una persona. Había muchas escritas antes de las sacas. Les sacaban de la cárcel, les llevaban a la iglesia y les obligaban a confesarse y rezar para dejarles escribir. Luego les fusilaban. Todas repetían lo mismo: no os enfadéis, no seáis vengativos, olvidadlo, sed felices, cuidaos los unos a los otros. No sé si hoy, si nos fueran a matar, seríamos tan listas. A una atea le dijeron que, para poder escribir la carta, tenía que confesarse. Hizo todo el paripé y, luego, las carceleras le dijeron: “¿A quién se la vas a mandar? Tus dos hijos que estaban en la cárcel están muertos”. Se quedó desamparada, completamente sola. Y era mentira.
Después escribiste 43º 13′ 44”N, también sobre memoria histórica pero más íntima.
El título son las coordenadas de mi casa porque estoy llamando a Domingo Gangoiti para que vuelva. Es el hermano de mi aitite. En mi casa había oído que su hermano era facha. Le pregunté dónde estaba enterrado, si en el Valle de los Caídos. Me dijo que no. Le dije si entonces estaba en el cementerio de Mungia; respondió que no sabían, que creían que estaba en el monte Bizkargi. “¿Cómo no sabéis? ¿No era del bando nacional?”, le pregunté. “No. Vinieron a cogerle a casa para que luchara”. A raíz de conocer esta historia, la siguiente vez que fui a visitar a mi aitite le grabé. De manera muy rudimentaria, con mi tablet, sin encuadrar… aprovechando el formulario que había hecho para el resto de víctimas.
En la obra utilizas las fotos que decoran tu salón, ¿por qué son tan importantes?
Esta es de la boda de mis aitites, que se hicieron las fotos un año después. Se casaron de negro, estaba de moda. Me interesan mucho los documentos en general. Hay una parte estética, pero no es tanto por lo emocional, porque para eso basta una sola foto, sino por la profundidad. Creo que tendría el mismo valor si me encontrara en la calle un álbum de fotos y lo pusiera en casa. El documento, de cualquier tipo, me parece que tiene mucho valor en teatro porque puedes trabajar desde la verdad. Si quieres que el público empatice, tienes que contar cosas pequeñas.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Me siento un poco caótica. Parto de algo pequeñito, que es la base. Alrededor hay orbitando millones de ideas que no tienen nada que ver: momentos, miniescenas… e intento hacer un collage, algo que al final tenga una coherencia total.
¿En qué obras estás trabajando ahora?
Dirijo una pieza infantil de la compañía Eidabe, escrita por Galder Pérez, Mari eta galleta fabrika, sobre tres generaciones de mujeres y sus luchas. La abuela es trabajadora de una fábrica de galletas de una ribera de Euskal Herria, no puedo decir cuál. También he escrito un musical sobre el rock radical vasco que debería revisar porque no me convence.
¿De dónde surge tu interés por la memoria histórica?
Cuando era adolescente lo vivía como una injusticia política. Que, de repente, un fascista crea que tenía derecho a hacer un alzamiento, matar a tanta gente, hacer que salgan con armas a la calle, 40 años de dictadura, un idioma perdido, Europa que no hace nada… Me hervía la sangre. Es algo que siempre he tenido ahí. Luego se ha convertido en otro tipo de interés. He profundizado más.
¿Por eso te afiliaste a CNT?
Fue por justicia universal. Ni siquiera era por practicidad sindicalista. Siempre he creído en la lucha de los trabajadores y las trabajadores, en la emancipación del pueblo y en la revolución social [sonríe]. Soy una romántica.
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