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Memoria popular
Emilio Guerrero, un sembrador de rebeldía campesina

“¡Qué habría sido de nosotros sin las revoluciones pasadas, sin los que dejaron sus vidas en la lucha! ¿Dónde estaríamos ahora?”. Esto se preguntaba Örzse Brasz, una de las protagonistas de La verdadera historia de Matías Bran, una novela de Isabel Alba enmarcada en la efímera revolución húngara de 1919, de la que nacería una república soviética que duró poco más de cuatro meses.
Emilio Guerrero encarnó, con Santiago Leal, Alonso Rodríguez “Pichurrín”, Paulino Luna, Damián Bohoyo, Víctor Jesús González, Santi Velarde, José María Villar, Pepe el Negro, Isidoro Moreno y tantos otros, una lucha enorme y ejemplar. Un sueño derrotado pero nunca en doma. El sueño de los campesinos libres, el sueño inextinguible de la Reforma Agraria.
Memoria histórica
Extremadura El Otro 92 en Extremadura: La revuelta de los agricultores
Durante más de dos décadas, desde principios de los años setenta y hasta casi finales de los años noventa, el campesinado extremeño se erigió en uno de los principales motores de transformación social en Extremadura. Las Vegas del Guadiana, el cacareado Plan Badajoz, constituiría de modo muy especial el vivero de aquella rebelde e inesperada hidra popular. Los aguilillas del franquismo no alcanzaban a explicárselo. Cómo era posible que aquellos destripaterrones, a los que el Caudillo había “gratificado” con una parcela, no besaran el anillo de la dictadura. Y no sólo no lo besaran sino que además se convirtieran en la principal punta de lanza contra el régimen y sus secuelas. En los surcos llenos de tomateras, en las tierras anegadas de arroz, se había puesto en pie un movimiento poderoso, desobediente, que andando el tiempo llevaría por nombre Unión de Campesinos Extremeños, la UCE.
Emilio fue uno de los forjadores de esa organización singular surgida de las entrañas del mundo campesino y durante nueve años, entre 1987 y 1996, desempeñaría en la UCE la responsabilidad de coordinador regional. Tenaz, implacable, “machacando el esparto” -como decían los viejos militantes- día a día, noche a noche, pueblo a pueblo. Alimentando las duras luchas de los productores del tomate, del pimiento, de la remolacha o de la leche. Organizando a los compañeros de las abejas, a los que fabrican con ellas la miel. Movilizando a los tabaqueros o a los fruticultores. Denunciando siempre los atropellos del GATT, de la OMC y de los demás engendros puestos en marcha por la agroindustria y el gran capital, disfrazados de globalización y “libre comercio”.
Al final, tras años de sostenida reconversión, como apuntaba Emilio “consiguieron hundir el movimiento cooperativo y el movimiento sindical”, a mayor gloria de la agroindustria y las grandes empresas
Y así, batallando contra las conserveras y los caciques, contra los manijeros y algüacilillos del poder económico y político, fueron peleando precios y contratos, levantando cooperativas, almacenes, fábricas, un entramado del que ACOREX o la Caja Rural serían las expresiones más emblemáticas. Pero al poder, a los viejos y a los nuevos potentados, les inquietó aquel entramado construido desde abajo. Temblaron, maniobraron, metieron cuñas entre técnicos y productores, urdieron gerentes a la medida y larvas de capitalista, no pararon hasta desbaratarlo, hasta dividirlo y doblegarlo.

La reforma de la Política Agrícola Comunitaria (PAC) de 1992 supondrá un momento crucial en el pulso. Al calor de esos cambios los gobiernos regional y estatal acometen una brutal reconversión agraria. “Está claro que se va a acelerar el proceso de disminución de la población activa agraria y hay que adaptarse a ello y los dos factores clave en el futuro serán el tamaño de la explotación y los flujos financieros”, afirmará por entonces Francisco Amarillo, el consejero de la Junta de Extremadura, que prevé que al menos 25.000 agricultores deberán abandonar el cultivo de la tierra. El 18 de marzo de 1992 tendrá lugar en Mérida una de las manifestaciones más grandes del movimiento campesino, que termina con 28 heridos, víctimas de la represión policial. Las organizaciones agrarias y especialmente la UCE sufrirán la persecución por parte del poder. Curiosamente a la UCE se la multa con 250.000 pesetas mientras que a la UPA y a ASAJA, que son también convocantes, sólo con 55.000. Y de los once sindicalistas expedientados al único que se enjuicia por la vía penal es a Emilio Guerrero, para el que pedirán cuatro meses de arresto mayor y 200.000 pesetas de multa. Dos años después de los hechos, el 1 de marzo de 1994 se zanja el juicio, que queda en falta leve y multa de 5000 pesetas. Este hecho por sí solo da cuenta del encanallamiento contra él por parte de quienes detentaban el mando político en Extremadura.
Al final, tras años de sostenida reconversión, como apuntaba Emilio “consiguieron hundir el movimiento cooperativo y el movimiento sindical”, a mayor gloria de la agroindustria y las grandes empresas. Y en 2002 la Junta de Extremadura daría otro golpe decisivo asaltando la dirección de la Caja Rural de Extremadura.
Emilio siguió batallando toda su vida, y no solo por los derechos de los campesinos. En Izquierda Unida, en el movimiento 25 de Marzo, por la memoria histórica, contra la refinería y contra otros despropósitos
A Rosa Luxemburgo le gustaba subrayar que es precisamente del tronco de las derrotas ―siempre que estas sean analizadas a conciencia― de donde florecen las luchas posteriores. “¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas “derrotas”, de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo!”, afirmaba la gran pensadora y activista alemana. La conciencia de necesidad de la Reforma Agraria volverá, está volviendo ya, de la mano de la emergencia climática y de las grandes desigualdades sociales. “Hay una ley más fuerte que la del país, la de la tierra”, dice un personaje de la película El prado, de Jim Sheridan. Pero la ley justa de la tierra, la Reforma Agraria, está por escribir. Y el ejemplo de la Unión de Campesinos Extremeños y de personas incorruptibles como Emilio Guerrero es y será una fuente fundamental donde mirarse para luchar por ella.
Emilio siguió batallando toda su vida, y no solo por los derechos de los campesinos. En Izquierda Unida, en el movimiento 25 de Marzo, por la memoria histórica, contra la refinería y contra otros despropósitos que han querido imponer en Extremadura. Y en los últimos años, participando activamente en la Plataforma por la Sanidad Pública y en el movimiento de pensionistas.
“Todos querían ser labradores de la historia; nadie quería ser estiércol de la historia. Pero, ¿se puede arar la tierra sin haber echado antes el abono?”, se preguntaba Antonio Gramsci. Emilio sembró y abonó mucho, y lo hizo con generosidad y firmeza. Su ejemplo hará más fértiles las luchas y revoluciones por venir.
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Precioso artículo, y precioso el reconocimiento que se le hace a Emilio. Se lo merece!!
Pero además, necesitamos de textos como éste para poder reconstruir parte de la história del campesinado Español.
JEROMO