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Música
Nega: “Ningún grupo de música va a salvarte del fascismo”
El rapero valenciano Nega confiesa haberse quedado “en pelota picada” en su libro de memorias, Llamando a las puertas del cielo. Tras un parón de tres años, su grupo, Los Chikos del Maíz, regresa a la actualidad musical con nuevo disco.
En diciembre de 2016, Ricardo Romero (Nega) y Toni Mejías (El Sucio) anunciaron que dejaban en barbecho el proyecto político-musical de Los Chikos del Maíz. Una decisión que tomaban en el cénit de su trayectoria, después de once años de carretera, varias maquetas, tres álbumes y unas cuantas aventuras. Algunas de ellas se glosan en Llamando a las puertas del cielo (Akal, 2018), un libro misceláneo en el que Nega trenza memorias familiares, anécdotas personales y reflexiones políticas, decapando poco a poco al rapero hasta tocar hueso y encontrar al chico de barrio. “Me he quedado en pelota picada”, confiesa a El Salto con cierta turbación.
El músico valenciano ha puesto luz y taquígrafo sobre experiencias duras que ha vivido en persona o de forma diferida. Historias de represalias franquistas y de resiliencia (su padre creció en un poblado chabolista arrasado por la terrible riada que anegó la capital del Turia en 1957), que sin duda moldearon la cosmovisión de ese niño que ya despuntaba en la EGB como agitador político y outsider.
En todo caso, esta no es de esas autobiografías que uno escribe para esculpirse un trono con peana, sino de esas otras en las que el autor de vez en cuando se da la vuelta como un calcetín y muestra sus costuras (inseguridades, metidas de pata y anécdotas embarazosas). Lo hace, eso sí, sin asomo de victimismo, con toneladas de humor negro, y sin alejarse de su inveterada pasión por la controversia y la observación política. Quizás por todo ello, Llamando a las puertas del cielo es un libro que se lee de una sentada, conmueve por su franqueza y arranca más de una carcajada al lector.
Decíamos que Los Chikos del Maíz se apearon del tren en 2016, pero la orfandad del rap político en España ha durado poco. En enero, el grupo anunció su regreso con Comanchería, disco que verá la luz en los próximos meses y que debe su nombre a la película de David Mackenzie. “Es maravillosa, un western moderno con un trasfondo demoledor. El título nos ha servido para desarrollar la idea y el concepto del disco en su totalidad: dos hermanos desahuciados que se dedican a atracar bancos”, explica Nega a El Salto.
Como adelanto de este cuarto álbum, mañana viernes 1 de marzo se estrena el videoclip del primer sencillo, titulado “Valerie Solanas (Stop Making Stupid People Famous)”. Un claro homenaje a La Chinoise, el filme de Godard que anticipó de alguna manera el levantamiento estudiantil de mayo del 68. El mismo año, por cierto, que Solanas, la activista feminista autora del Manifiesto SCUM, disparó contra el artista y astro mercadotécnico Andy Warhol.
¿En el aspecto estrictamente musical, Comanchería va a ser un disco continuista o vamos a ver un algún cambio sustancial con respecto a Trap Mirror (2016)?
Hay cambios significativos, por encima puedo adelantarte que hay mucho sonido clásico de MPC, los 90 y mucha sabrosura. También estamos añadiendo instrumentos reales; violín, bajo, guitarra acústica.. A nivel puramente musical estamos muy contentos.
¿Habéis cambiado de estudio o de productor?
Hemos trabajado donde siempre, en nuestro estudio de siempre y con nuestro técnico de siempre. Se nos pasó por la cabeza alguna chorrada de esas de irnos a grabar a algún sitio exótico o alguna capital europea en plan “mirad qué interesantes y modernos somos”, pero ¿para qué?
Ese tipo de historias solo son promo y marketing y por tanto humo. Creo que es mejor siempre currar con la gente con la que estás acostumbrado y a la que conoces. Las producciones corren a cargo de gente de Valencia, de Barcelona y del otro lado del charco. El disco, la verdad, está quedando muy internacional.
Vuestro regreso llega en plena vorágine política, con Podemos debililitado por las escisiones internas, el gobierno de Maduro en Venezuela pendiente de un hilo, y Vox frotándose las manos ante la avalancha de convocatorias electorales. Tenéis mucha materia prima para escribir.
Sí, es un momento complicado en términos políticos y quizás propicio para un grupo como el nuestro. Pero que nadie se confunda: no venimos a salvar a nadie ni a derrotar a Vox. Hay gente que piensa que con escuchar a un grupo comprometido ya ha cumplido con su cuota contra el fascismo, y no. Para derrotar al fascismo tienes que mover el culo, afiliarte a un sindicato, acudir a la asamblea de vecinos de tu barrio, militar en colectivos antifascistas, y desde luego también votar a partidos antifascistas. Ningún grupo de música va a salvarte del fascismo.
Dice Cristina Fallarás en el prólogo de tu libro que no sabe cuál fue tu intención al escribirlo. ¿Lo has averiguado ya?
Yo tampoco lo sé. No son unas memorias al uso, son más bien unas memorias con anécdotas del grupo. También incluyo historias que han estado siempre presentes en mi vida, o que formaban parte de la memoria colectiva de mi familia. Jamás pensé que acabaría contándolas, pero si no lo hacía iban a quedar olvidadas, y me parecía un poco triste.
También he querido hacerlo porque parece que las únicas historias interesantes son las de la gente de clase media y alta, pero las de las personas de clase humilde hay que contarlas también. Reconozco que hasta que no lo he visto publicado no he sido del todo consciente de hasta qué punto me había quedado en pelotas. Esto no es como los libros de pensamiento político que he escrito anteriormente. Esto es más complicado. Aquí no puedes escudarte. No es como una letra de canción, que se presta a la interpretación y te puedes tomar licencias artísticas.
Quizás era el único formato en el que podías explayarte sin que te interrumpan constantemente decenas de tuits de personas desconocidas.
Sí, es un alivio poder escribir sin la presión de la inmediatez y el bombardeo constante de las redes sociales. No es como cuando cuelgas un tema y al minuto ya hay cien comentarios de fachas y haters, y te pones a sudar y a pensar: “¡Pero qué dice este gilipollas!” [risas]. El libro es un todo, no se puede coger un párrafo únicamente y juzgarlo. Implica un ejercicio intelectual mayor que leer un tuit o escuchar una canción de tres minutos.
Rap
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El rapero sevillano Shotta vuelve a mostrar su lado Salvaje en su nuevo disco en el que se muestra "real y auténtico", se moja y dice lo que piensa.
Una de las razones por las que detuvisteis la actividad de Los Chikos del Maíz fue precisamente la presión de estar en el ojo del huracán. ¿Es posible que este libro haya sido una válvula de escape?
Sí, se podría interpretar como una especie de válvula de escape para salir del personaje. Estar con el grupo en marcha es un no parar: concierto ahí, carretera, concierto allá, fotos, nuevo tema, etcétera. Estar en el centro de forma permanente puede llegar a ser muy agobiante. A veces envidio a esos grupos que se mueven en un nivel tan alto que pueden permitirse hacer una gira cada tres años y luego sentarse a cazar mariposas. Nosotros para vivir dignamente tenemos que hacer mucha carretera. He disfrutado mucho estos meses que hemos estado parados: he podido redescubrir a mis colegas, salir por el barrio los fines de semana, irme al campo a comer paella. Ha sido un paraíso.
En el libro compartes historias muy duras de tu familia, tragedias en muchos casos, pero ¿existiría El Nega sin ellas?
Hay muchas cosas que no elegimos, como la clase social, el barrio en el que creces o quién es tu familia, que condicionan nuestro posicionamiento en la vida de manera brutal. Te atraviesa de forma fundamental en todo lo que vayas a hacer.
Según esta idea, ¿serían igualmente válidos para “la causa” aquellos integrantes de la izquierda cuya adscripción ideológica no ha venido tan marcada desde la cuna?
Eso sería un poco tajante, pero pienso que uno de los dramas de nuestro tiempo es que las formaciones políticas de izquierdas no son suficientemente interclasistas. En este tipo de colectivos casi todo el mundo procede de la clase media y alta, con currículums interminables y un montón de masters, y eso hace que el proyecto se quede cojo. No va a saber conectar con las capas más populares, porque estas nunca van a verles como iguales. Hacen falta más cañameros en la política.
Probablemente a tu pesar, te ha salido un libro muy divertido.
Mucha gente me lo ha comentado, lo que me ha sorprendido mucho, porque en ningún momento ha sido mi intención. De hecho, soy un tío bastante rancio [risas]. Y sobre todo teniendo en cuenta que hay una parte del libro en la que le meto mucha caña a los humoristas de este país. A mí lo de intentar ser gracioso no me va nada. Pero mira… Me viene de mi familia eso de utilizar el humor negro y corrosivo hasta en las situaciones más dramáticas.
Como cuando cuentas que una vez le dijiste a una chica pija que estudiabas piano en el Conservatorio. “Es feo mentir —añades en el libro—, pero quizás es más feo un sistema de valores y creencias que juzga a las personas por lo que poseen y te obliga a sentir vergüenza de lo que, sencillamente, eres”. Es una reflexión triste y bonita a la vez.
Todavía no he asimilado en perspectiva todo lo que he contado en el libro [risas], pero sí, es muy duro renegar de ti mismo. Al final, para sobrevivir todos tenemos que construirnos un personaje, una coraza. En este libro me quito esa máscara.
Hubiese sido más fácil y obvio convertir el libro en un ataque sin tregua a la derecha, pero le dedicas mucho más espacio a criticar a la izquierda “de capillita” o a lo mal que montan conciertos a veces en la escena underground.
Lo hemos contado muchas veces. Estas chapuzas y disparates de la izquierda al montar eventos. Lo sabe cualquier grupo del rollo que haya pasado por okupas y centros sociales. Todo es buena voluntad, pero muy cutre. No cuesta nada hacer las cosas de forma más profesional y ordenada, aunque tengo que decir que de un tiempo a esta parte creo que las cosas han mejorado. Hay okupas en Madrid y en País Vasco donde tienes un buen equipo y condiciones dignas. Tampoco pides cachorritos de tigres o toallas perfumadas en plan mega estrella. Eso de que te pongan a dormir en cualquier lado muerto de frío y sin tener donde ducharte y encima te miren mal si lo pides…
De alguna forma, esa idea sacrificial que considera que las penurias son rasgos de honestidad es muy propia del judeocristianismo.
Es un síntoma de nuestra derrota histórica, porque al final es el discurso de la izquierda de capillita, que dice que si uno gana más de mil euros, o toca en un local donde está todo limpio y hay un buen equipo de sonido, eres un vendido. Estamos asumiendo también el discurso de la derecha, que es el que critica si este tiene un chalet y este un Iphone. Esas cosas no forman parte de nuestra tradición política, porque ¿desde cuándo una persona de izquierdas no tiene derecho a beber un buen vino, a salir a cenar o a comprarse un buen chaquetón para no pasar frío en invierno?
Por un lado, protestamos contra la política de austeridad de Bruselas, y por otro nos autoimponemos ese mismo rollo judeocristiano y liberal. Tenemos que ser puros, castos. Hay gente que hasta critica que uno salga de fiesta a pasárselo bien. Igual no me apetece estar todo el tiempo enfadado con cara de antisistema. Acabo de cumplir 40 años y me he dado cuenta de que no todo puede ser autoflagelación.
Echando un ojo a tus redes sociales, y a lo que cuentas en el libro, muchos de tus haters proceden de la propia base de seguidores de Los Chikos del Maíz. ¿Por qué?
Esa es la pasión de la izquierda por lo residual. Mientras eres súper underground y no te conoce nadie, molas. En cuanto trasciendes y te empieza a escuchar más gente, ya no molas. Les has quitado su exclusividad. En el fondo eso tiene un planteamiento muy clasista, y se lo tendrían que hacer mirar. Además, desde un punto de vista puramente estratégico y proselitista, digo yo que es mejor que el mensaje de un grupo como el nuestro llegue a cuanta más gente mejor. Creo que deberíamos romper este razonamiento de la izquierda marginal; esos cordones sanitarios que nos ponemos a nosotros mismos. Parece que hay miedo al exterior, y que no nos sentimos cómodos cuando estamos fuera de nuestros espacios y nuestras dinámicas habituales.
Dices que no te ves del todo a los 50 años rapeando como ahora. ¿Te has imaginado alguna vez en estos últimos años colgándote de nuevo en una pared para colocar equipos de gas natural?
No, ni de coña. Ya veremos qué hago cuando llegue el momento, imagino que algo relacionado con la música y la producción. No me quiero agobiar con eso ahora, aunque lo pienso de vez en cuando. Lo que está claro es que cuando me baje del escenario no van a estar todos los empresarios el país locos por contratarme [ríe a carcajadas] ¿Te imaginas en la entrevista de trabajo? “¿Qué ha hecho usted durante los últimos 20 años?” “¿Yo?, ser el Nega”.
¿Cuál es tu opinión sobre la renta básica universal?
Se habla de ella como de una varita mágica que va a solucionar todos los problemas, pero cuando hablas con las personas que están en paro de larga duración, muchos te cuentan que no quieren la paga, que quieren trabajar. Muchas veces pensamos: “Bueno yo estaría muy bien en casa, porque tengo cultura, me pasaría el día haciendo proyectos y en la biblioteca”. Pero es que hay mucha gente que no es así, y si no trabaja se siente una inútil.
Cuando estuvimos tocando en Londres me contaba un chaval que se había ido a vivir a Londres porque prefería estar allí sobreviviendo, compartiendo piso con ocho personas y haciendo más horas que un tonto, que quedarse en España en casa de sus padres mirando el techo de su habitación un lunes por la mañana. Este tema es más complicado de lo que parece.
Renta básica
Renta Básica, un derecho emergente contra el miedo
La renta básica universal es un ingreso monetario e individual que el Estado ingresaría a toda la población. Para quienes la defienden, esta medida apunta a la justicia social y a la libertad de las personas. Pero también aporta un proyecto ilusionante que contraponer al discurso del miedo, seguridad material para pensar en común.
Sí, pero lo que no tienen en cuenta es que la renta básica puede ser la excusa perfecta para criminalizar a ciertos colectivos. Mira qué pasa en Estados Unidos y Reino Unido con las madres solteras. Siempre se las tacha de parásitas. Para poder implantar una renta básica sin que se produzca este tipo de conflictos, antes hay que hacer un trabajo cultural y de cambio de mentalidad muy importante. Hay que asumir que no es una paguita, es un derecho que le corresponde también para ese un señor de 55 años, que es difícil que encuentre trabajo, y que no tiene por qué reinventarse mil veces como nos dicen ahora que tenemos que hacer. Pero claro, llevamos siglos escuchando que el que es pobre es porque quiere, el que esta en su casa es porque es un vago, y el que cobra el paro es un parásito que vive de los demás.
¿Estás de acuerdo con la catedrática Adela Cortina cuando habla de que el mayor problema ético de la sociedad contemporánea es la aporofobia, o la aversión al pobre?
Muchas veces se llama racismo a lo que en realidad es simple odio a los pobres. Porque no hay odio al jeque que viene a Marbella o a los futbolistas que, además, defraudan a Hacienda. Hay odio al que viene en patera. Bauman, en el ensayo Trabajo, consumismo y nuevos pobres, ya hablaba de cómo en la actualidad trabajar, e incluso tener un contrato, no significa escapar de la pobreza. Puedes tener un trabajo de mierda en el que ganas 600 euros y no te da para vivir. Antes podías estar explotado, te matabas a hacer horas, pero había unos mínimos que estaban cubiertos para vivir con cierta dignidad y con algo de tiempo de ocio. Esta ofensiva que se ha lanzado en los últimos años contra las clases populares es muy perversa, porque los conservadores ven mal eso de que los pobres encima quieran ir un día al cine.
Sector del juego
Apuestas, raperos y un público más joven
La aparición de varios cantantes de rap, como el Chojin, ZPU o Arkano, en la publicidad de webs de apuestas online ha desatado las críticas en redes sociales y mostrado una nueva estrategia de estas empresas para llegar a la gente joven.
Lo que no parece tan mal visto es que las clases trabajadoras apuesten su dinero en casas de apuestas.
Puede que suene muy catastrofista, pero las casas de apuestas son la nueva heroína. Están devastando los barrios populares, y se dirigen precisamente a los más jóvenes. Fíjate cómo no las abren en los barrios ricos. Y encima va gente como Casillas y Rafa Nadal, que son ídolos de los chavales, y lo publicitan, haciendo un uso completamente irresponsable de su imagen pública.
Lo peor es cuando se apela a la responsabilidad individual y la moderación de cada uno para jugar o no. Qué vergüenza. Es neoliberalismo de manual. Como cuando la administración de Reagan metió el crack en los barrios de negros. Resulta que la culpa de engancharse fue de ellos. Al final, si apelamos solo a libertad individual, esto acabará siendo la ley de la selva.
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