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Música
Música y reivindicación: así fue el II Festival Tejiendo Redes en Valdencín
Organizado por el Espacio Utopía, en colaboración con la Asociación Bellota Rock, una organización autogestionada y sin ánimo de lucro que promueve la cultura musical alternativa en Extremadura, y Mumex, la Asociación de Mujeres Músicas Extremeñas, el festival no solo celebró la música en directo, sino que también se consolidó como un acto reivindicativo, reafirmando que la cultura no debe ser el privilegio de unos pocos y subrayando la necesidad de seguir luchando por el espacio de las mujeres en la música.
En el marco del festival, se presentó una jornada de actividades que incluyó una comida comunitaria, mercado artesanal, presentaciones de proyectos feministas del medio rural y una mesa redonda con las mujeres músicas presentes. Entre los proyectos destacados, se presentaron Lavanderas Tour y el documental La historia de Valdencín vista a través de los ojos de sus mujeres.
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El proyecto Lavanderas, presentado por Sandra, una de sus componentes, rescata las historias de mujeres que, en los lavaderos, ríos o incluso charcos, encontraron no solo un espacio de trabajo, sino también un refugio de apoyo mutuo y comunidad. Desde una perspectiva de género y clase, este proyecto analiza estos espacios, identificando las relaciones de solidaridad que allí se generaron, y recupera la memoria colectiva de estos lugares de resistencia femenina, donde las mujeres forjaron lazos de apoyo y colaboración.
Las consecuencias de la invisibilización de los trabajos asociados a las mujeres son evidentes en las narrativas recopiladas. A modo de ejemplo, revelan un denominador común en los diversos territorios donde se ha llevado a cabo el proyecto: la experiencia de las mujeres de desplazarse a pie, recorriendo kilómetros de ida y vuelta con el peso de la ropa mojada, mientras a sus hermanos se les compraba una bicicleta para ir a trabajar. Estos testimonios reflejan de forma clara y dolorosa las desigualdades de género y las estructuras de poder que no solo invisibilizaban su trabajo, sino que lo sobrecargaban y desvalorizaban. Lavanderas también busca dar voz a estas mujeres cuyo trabajo ha sido históricamente silenciado, recordando, además, que la “incorporación al mercado laboral” no es algo que pueda representarlas, porque las mujeres de la clase obrera han trabajado siempre, desde pequeñas. En la sala, este proyecto despertó en mujeres de Valdencín el deseo de compartir sus propias vivencias, compartiendo allí mismo sus propias historias.
Estas iniciativas rescataron las historias de mujeres rurales, desafiando las concepciones tradicionales sobre el trabajo y la familia y promoviendo una reflexión crítica sobre las estructuras de clase y género que aún hoy afectan la vida de tantas mujeres
Por otro lado, la Asociación de Mujeres de Valdencín, representada por Azucena Martín, explicó la experiencia de su documental La historia de Valdencín vista a través de los ojos de sus mujeres. Esta obra invita a una reflexión sobre el papel fundamental de las mujeres en la evolución de la comunidad, visibilizando tanto su trabajo como sus luchas en este pueblo de colonos. Destaca cómo, aunque históricamente se les ha negado el protagonismo, fueron piezas clave en el desarrollo social y económico de su entorno, desempeñando labores esenciales para la cohesión y sostenibilidad de la vida comunitaria. Aún así, como recuerdan, al llegar a Valdencín, oficialmente no eran más que las acompañantes de los titulares de las tierras: sus maridos. El requisito para formar parte del nuevo pueblo era claro: estar casado y tener al menos dos hijos.
Estas iniciativas rescataron las historias de mujeres rurales, desafiando las concepciones tradicionales sobre el trabajo y la familia y promoviendo una reflexión crítica sobre las estructuras de clase y género que aún hoy afectan la vida de tantas mujeres. Invitaron a los presentes a repensar el valor de los trabajos, remunerados o no, subrayando la importancia de reconocer estos esfuerzos deslegitimados por estructuras de poder que han ocultado sistemáticamente a las mujeres, especialmente a las de entornos rurales.
Las presentaciones de la mañana concluyeron con un deseo explícito en boca de Judith Santano, vecina de Valdencín, que moderaba la mesa: “Ojalá haya mucha más gente a la que le apetezca escarbar un poco en la historia, para darle voz a todas estas mujeres que todavía están entre nosotros. Vamos a darle el sitio que se merecen”.
Trazando un vínculo entre el pasado y el presente y recordándonos que el feminismo es una cuestión de historia, pero también de raíces y de comunidad nos encontramos con Mumex, la primera Asociación de Mujeres Músicas de Extremadura, fundada en enero de este año por Cristina Escobar, Hache Retamar y Paloma Pascua. Surgió como surgen las cosas importantes: una noche, cansadas, en un banco de Badajoz a la salida de un concierto, al poner sobre la mesa las realidades que las oprimían. Mismas problemáticas. El diagnóstico era claro y urgente: invisibilización, exclusión, falta de profesionalización y de oportunidades. Según Paloma Pascua, el colectivo, que hoy reúne a casi 70 mujeres, nace con una misión firme: tomar los espacios y asegurar que las nuevas generaciones encuentren referentes femeninos visibles en la música.
Ante la desinformación, la precarización y el machismo en la industria musical, Mumex defiende la autogestión y la construcción de redes sólidas que permitan a las mujeres crecer y reclamar los espacios históricamente negados
Ante la desinformación, la precarización y el machismo en la industria musical, Mumex defiende la autogestión y la construcción de redes sólidas que permitan a las mujeres crecer y reclamar los espacios históricamente negados. “¿Necesitas ayuda, información o apoyo? Aquí estamos; cuéntanos”, afirman sus fundadoras, mostrando la filosofía de apoyo mutuo que las sustenta. No buscan adaptación a una industria que las margina: Mumex construye un espacio propio, libre de condescendencia y paternalismo, donde cada artista encuentra la libertad para desarrollarse y aprender con autonomía y solidaridad.
La mesa redonda “Mujeres en la música: una mirada hacia nuestra realidad”, dinamizada por Paloma, contó con una amplia participación de las músicas presentes. Se compartieron experiencias sobre los mismos obstáculos, como las desigualdades, la discriminación, el machismo o la dificultad de conciliación. Juntas, analizaron las barreras persistentes y la urgencia de reimaginar el sector desde una perspectiva crítica, inclusiva y horizontal. Algo quedó claro en muchas trayectorias, el apoyo, entre compañeras, era fundamental.
El festival Tejiendo Redes es una extensión de toda esta filosofía: ¿Por qué un festival exclusivamente femenino? Porque las mujeres han estado siempre en la sombra, relegadas, incluso negadas, bajo el pretexto de que “no hay mujeres en la música”. Y para quienes no las encuentren, Mumex nos avisa de que está mapeando los proyectos extremeños, para que ya no haya excusas.
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Tejiendo Redes es una declaración de intenciones, un grito colectivo que afirma que las mujeres están aquí, tomando el escenario y ocupando el espacio que les corresponde. En Valdencín, en el Espacio Utopía, la creatividad y autonomía femenina encontraron un lugar propio durante el fin de semana, un escenario que no buscaba protagonismos aislados, sino la construcción de redes donde la reivindicación y el apoyo mutuo eran igualmente necesarios.
Como explica Samu Bellota, alma del Espacio Utopía, el cartel fue elegido colectivamente, con representantes tanto del panorama extremeño como de fuera de la comunidad, y así reunieron a todas estas artistas que reflejaron la diversidad y la fuerza de la escena femenina: Mar Marrachas, Áurea Mancha, Morena Jiménez, Tres en Raya, Lucy, DJ Lore y Loop Up. Cada actuación se convirtió también en un acto de resistencia, dejando al público con el deseo de seguir encontrándose en las músicas de otras.
El Punkto Violeta, coordinado por compañeras de la Asociación Bellota Rock, se consolidó una vez más como un pilar esencial en la lucha contra la violencia machista, fortaleciendo a las mujeres dentro de la escena musical. Este espacio no solo brinda apoyo y acompañamiento en casos de conflicto, sino que también actúa de manera preventiva, garantizando entornos seguros donde las mujeres puedan disfrutar y expresarse con total libertad, mientras se tejen esas redes que buscan la fuerza, la capacidad y la hermandad colectiva.
“Nosotras nos hemos bautizado como unas ‘arañitas’ ya que desde el principio hemos estado tejiendo nuestro trabajo: elaborando protocolos tanto de funcionamiento interno como de actuación ante casos de violencia, reuniéndonos a pesar de estar lejos”
“Nosotras nos hemos bautizado como unas ‘arañitas’ ya que desde el principio hemos estado tejiendo nuestro trabajo: elaborando protocolos tanto de funcionamiento interno como de actuación ante casos de violencia, reuniéndonos a pesar de estar lejos”. explica Ana Granado, integrante del Punkto, subrayando el compromiso colectivo con la creación de redes de apoyo sólidas y efectivas.
Además, lanzaron una tirada especial de camisetas con el logo feminista de la Asociación, cuya venta financia su labor de autogestión y refuerza su compromiso con la creación de espacios culturales 100% libres de violencia y exclusión. “Estamos muy contentas porque somos unas punkis y unas jabatas”. Recalcan con orgullo.
Tejiendo Redes no se limita a ser un festival más; es una apuesta por la ruptura con la normatividad de este tipo de eventos. El 9 de noviembre, en Valdencín, se demostró que la música es una herramienta poderosa para la transformación social, que la cultura ha de ser política y el feminismo es una necesidad. Con iniciativas como esta, las mujeres de Extremadura están tejiendo redes de apoyo, rebeldía y creatividad, construyendo una escena cultural donde el cariño y la solidaridad pesan tanto como la libertad de expresarse sin restricciones.