Opinión
La Generación Z nepalí graba su propia historia

En Katmandú, una generación de jóvenes tomó las calles para desafiar décadas de corrupción y desigualdad, transformando avenidas y barricadas en escenario de una revolución que duró cinco días.
Gen Z durante las protestas en Katmandú
Fotografía del grupo Gen Z durante las protestas en Katmandú. Foto: rrss.
29 sep 2025 07:34

Un perfecto turista británico deambulaba por las calles de Katmandú haciendo lo que suelen hacer los perfectos turistas, grabando con su pequeña cámara compacta y resistente aquello que proyectan las expectativas occidentales sobre los territorios tibetanos. Al doblar hacia la avenida principal, estalló la revolución. Así fue, un estallido, un instante en el que todo deja de funcionar como acostumbraba, en el que miles de motocicletas cesan su caótico flujo (imagen proyectada) para pasar a formar barricadas, o simples hogueras, y cumplir así con el compromiso estético de un levantamiento popular. Un marco se resquebraja, el que acepta la situación existente e intenta no ahogarse, y entre gritos y detonaciones, surge uno nuevo, flamante, ese cuya conclusión final es que se acabó, que si algo resulta inaguantable no hay por qué vivir sometidos.

La mirada cambia, los cuerpos se tensionan, sobrevuelan las primeras columnas de humo. Las categorías habituales del orden impuesto de las cosas comienzan a tambalearse, de un lado a otro, junto con las primeras estampidas y los objetos volantes lanzados hacia los pelotones de antidisturbios. Un adoquín suelto deja de ser un incordio para las bicicletas, para ser un proyectil de mano, muy funcional, que cae obedientemente sobre lo que antes representaba el Estado, sus instituciones, también las móviles, como los camiones de bomberos, y por supuesto, esas ancladas en el mapa de la ciudad, como el Parlamento nepalí, ni más ni menos. Un topónimo que es un punto de conquista, el escaparate de un reclamo profundo sobre los engranajes de un sistema fallido.

Bueno, es así. En efecto, falló porque no cumplió los objetivos prometidos, no es ninguna exageración. Y no falló a cualquiera, sino a una generación entera que no estaba acostumbrada a las promesas incumplidas. Tras el nuevo sistema tripartito del 2008, abolida la anacrónica monarquía, todo siguió como era, pues como reza la expresión popular, acuñada por las élites, si algo funciona para qué cambiarlo. Pero no contaban con los cuerpos eléctricamente conectados de esta generación, la Z, que podían experimentar ahora, además de su propia experiencia individualizada de opresión, la excéntrica ostentosidad, cortada en crudo y lista para consumir por redes sociales, de los hijos de las élites políticas. Si entonces los preocupados padres censuran hasta 26 plataformas, se confecciona cuidadosamente el detonante del posterior estallido, que ya contaba con toneladas de material inflamable, a base de décadas de desigualdad económica y corrupción sistémica. Un tímido y vacilante intento de verticalizar la opinión pública y el flujo informativo, de volver a esa época en el que la realidad se construía artesanalmente, en un solo despacho y hacia abajo. Pobres de ellos, entiéndase, que no han asumido que la realidad está fragmentada en millones de imágenes, en paralelo, y que fluyen con igual persuasión hasta la punta de los dedos.

Asumiendo cómo el poder se había diluido en centenares de miles de jóvenes por todo el país, declararon la guerra. En total, 51 muertos, más de 1.300 heridos, según fuentes oficiales. No fue una declaración formal, ni mucho menos, pero cuando se dispararon las primeras balas de fuego real contra estudiantes uniformados, los manifestantes entendieron la naturaleza bélica de su nuevo paradigma. Cinco días duró, aunque conflictos más extensos no pusieron en jaque la supervivencia de todo un Estado. La nueva primera ministra interina, Sushila Karki, nombre refrendado por los estudiantes, y quien fue Presidenta de la Corte Suprema de Nepal, dijo, “Mi nombre fue traído por las calles, el pueblo me ha traído aquí”, y parece que lo entendió. Porque si las calles hubiesen permanecido imperfectamente adoquinadas, y las motocicletas respirarían aliviadas, el mundo de una generación que supone el casi el 30% de la población nepalí se habría apagado, las injusticias sistémicas fortalecido, y la ostentosa desigualdad, aunque opacada, habría redoblado su excentricidad, impune. La alternativa era lo suficientemente distópica como para no querer volver, y han demostrado al planeta que no están de paso, que a ellos también les importa. La revolución Z ha quedado ya grabada en la historia nepalí, como también en sus móviles, en vídeos virales y en bailes en TikTok.

Nepal
La Generación Z hace caer al Gobierno nepalí
Los jóvenes se alzan contra el Gobierno por el cierre de redes sociales, la corrupción generalizada y las desigualdades. Las protestas de esta semana han dejado medio centenar de muertos.
Movimientos sociales
La Generación Z lidera el movimiento climático

Con el ascenso de organizaciones como Zero Hour (Hora Cero) o Fridays For Future (Los Viernes para el Futuro) de Greta Thunberg, el movimiento climático juvenil no ha hecho más que empezar.

Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Cargando...
Cargando...
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...