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Opinión
Los eufemismos y el gasto militar

Según la Real Academia Española, un eufemismo se define como una expresión o palabra que se utiliza para sustituir a otra que es dura, desagradable o malsonante. Los eufemismos campan a sus anchas en el debate político y económico (por llamar de alguna manera a lo que con frecuencia es mera propaganda). Cada vez más. La ciudadanía, espectadora pasiva indefensa e impotente, a la que sólo se convoca cuando hay elecciones, ante el enorme poder de los grandes medios de comunicación y las redes sociales, nos los tragamos, uno tras otro, incorporándolos a nuestro lenguaje cotidiano como si fueran verdades inapelables.
Abundan los ejemplos. Cuando se habla de “moderación salarial”, ¡ay, la moderación, qué gran virtud!, y en realidad se están aplicando medidas de reducción de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, especialmente de los peor representados sindicalmente. En las ocasiones en las que se postula la bondad de la “flexibilización de las relaciones laborales”, cuando lo que se busca es dar más poder a las empresas y debilitar o eliminar la negociación colectiva. Si se defiende la “austeridad presupuestaria” al tiempo que, de hecho, se está metiendo la tijera en las políticas sociales y medioambientales públicas, permitiendo que los privilegiados se apoderen de los recursos de todos, haciendo de ellos un suculento negocio. Cuando se postula la necesidad de “apretarse el cinturón” y los privilegios y los beneficios de los ricos y las corporaciones, sin apreturas que valgan, han alcanzado, en un proceso de escandaloso suma y sigue, dimensiones astronómicas, simplemente porque hacen valer su condición de privilegiados. Al hablar de “inflación bajo control”, sin reparar en que los precios de los bienes y servicios que forman parte de la cesta de la compra de muchos trabajadores y trabajadoras continúan disparados y ocultando que la inflación ha sido y es un estupendo negocio para las empresas que operan en los mercados en condiciones privilegiadas.
La lista de eufemismos, banales pero eficaces, es interminable. El más reciente, que no el último, es el referido al gasto militar. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, en un alarde de sinceridad, ha utilizado el término “rearme”. Sin pelos en la lengua. Para buena parte de la clase política europea este sería, en su opinión, el gran desafío a acometer de manera inmediata. Con diferentes pretextos, que se presentan con la categoría de argumentos -la retirada del apoyo de Estados Unidos, la necesidad de defenderse de la amenaza rusa, el apoyo al gobierno de Zelenski-, se postula un aumento sustancial del gasto militar.
Pedro Sánchez ahora habla de aumentar las “capacidades de seguridad y defensa”; sin duda alguna un lenguaje más digerible por la opinión pública que los de gasto militar y rearme
Los profesionales en la confección de los mensajes políticos y manipulación de la opinión pública han debido apreciar que el termino “rearme” era demasiado explícito y contundente y que podría provocar cierto rechazo. Inmediatamente, se han puesto manos a la obra para edulcorarlo. Así, por poner un ejemplo cercano, Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español, ahora habla de aumentar las “capacidades de seguridad y defensa”; sin duda alguna un lenguaje más digerible por la opinión pública que los de gasto militar y rearme, aunque en lo fundamental nada cambia, tan sólo una cortina de humo. Contaminando, de esta manera, los términos “seguridad” y “defensa”.
Lo cierto es que avanzar en esa dirección no pasa por rearmar Europa, cuyo presupuesto militar ya está creciendo de manera sustancial y que, de seguir con la actual política militarista, aumentará mucho más en los próximos años. Al contrario, se trataría de dar pasos sustanciales, y no sólo propagandísticos, en materia de derechos sociales y medioambientales, y defender en los escenarios de conflicto como el de Ucrania políticas que garanticen una paz justa y duradera.
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Llegados a este punto, es imposible y no es decente pasar por alto el genocidio que el gobierno y el ejército de Israel están llevando a cabo en Gaza. Una política de exterminio y de expulsión de la población gazatí-y de apropiación de su territorio y recursos-, que, digámoslo fuerte y claro, se beneficia de la complicidad, activa o pasiva, de Europa.
¿Queremos una Europa fuerte y segura? Avanzar en esta dirección no pasa por aumentar el gasto militar, se llame como se llame, ni por convertir al complejo militar-industrial en un eje fundamental de las economías europeas. Estas políticas en realidad nos hacen más débiles y vulnerables, al tiempo que nos sitúan en un escenario de confrontación y de guerra.
Esta es la Europa que se abre camino. ¿Dónde queda el debate político y ciudadano que esta encrucijada merecería? Ni está ni se le espera.
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