La violencia en la campaña de la aceituna en Cisjordania bate todos los récords

Esta ha sido la campaña de la aceituna con más violencia en Cisjordania. Los colonos israelíes, con el beneplácito del Ejército, protagonizaron más ataques en el mes de octubre que en todo el año 2024.
Ataque colonos 2025 - 1
Soldados israelíes han dado cobertura militar a la agresión de los colonos. Foto: Rafaela Cortez y Ricardo Esteves Ribeiro.
Cisjordania.
13 dic 2025 06:00

Desde octubre de 2025, mes en el que empezó la campaña de la recolecta de la aceituna en Cisjordania, la violencia ha sido diaria y ha ido en aumento semana tras semana. Según ha podido documentar la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), en octubre de 2025 se registró el mayor número mensual de ataques de colonos israelíes desde que OCHA comenzó a documentar tales incidentes en 2006, con más de 260 ataques que resultaron en víctimas, daños a la propiedad o ambos, un promedio de ocho incidentes por día.

Los incidentes, que van desde las peleas, a los ataques indiscriminados, también han incluido el robo de cosecha y equipamiento de recolección y vandalismo de diferente índole, como la quema de vehículos. Según las agencia de las Naciones Unidas, un total de 87 aldeas y pueblos han sufrido estos ataques. Más de un centenar personas de origen palestino han sufrido lesiones, ocasionadas tanto por los colonos como por las autoridades israelíes. Además, ocho voluntarios israelíes e internacionales fueron heridos por colonos mientras brindaban presencia de protección a la población palestina.

La vulneración de derechos humanos no queda aquí: a lo largo de estos dos meses y medio de campaña de recolección, se ha reportado un incremento de la limitación de movimientos de la población palestina, ya de por sí muy escasa, y restricciones de acceso a tierras. También los tiempos de espera en los puestos de control israelíes han aumentado considerablemente, lo que ha entorpecido las labores agrícolas. Las restricciones del acceso a las tierras ha permitido a los colonos israelíes vandalizar campos enteros de olivos, arrancar árboles o incluso llevar a cabo la cosecha en tierras que no les pertenecían.

Hasta ahora, y desde que se registran estos episodios violentos, 2024 había sido el año con más ataques documentados: 1.449. En 2025, hasta finales de octubre, las organizaciones internacionales de derechos humanos habían contabilizado hasta 1.475; eso sin contar los meses de noviembre y diciembre. Con los datos en la mano, no hace falta esperar para decir que esta ha sido la campaña de la aceituna con más violencia contra la población palestina.

Los campos de olivares convertidos en líneas de frente

Todavía no son las diez de la mañana cuando el Ejército israelí lanza las primeras granadas de gas. La jornada de cosecha de la aceituna ha empezado hace menos de media hora, pero ya se ha tenido que suspender. Hay lonas extendidas debajo de los olivos, e incluso ha dado tiempo a repartir unas tazas de café caliente entre los agricultores. En el suelo, se extienden algunas ramas de olivo ya vareadas. La recolección, sin embargo, se ha visto interrumpida cuando un grupo de colonos que ha empezado a descender por una de las colinas aledañas. A pesar de que algunas personas han intentado frenar su avance, el Ejército sionista los ha protegido. En una coreografía mil veces ensayada y mil veces ejecutada, y bajo el pretexto de proteger a los colonos, los soldados israelíes han empezado a lanzar gas lacrimógeno, granadas de aturdimiento y a disparar.

Aceituna palestina - 2
Los agricultores palestinos han tenido que hacer frente a insultos y agresiones de todo tipo por parte de los colonos y de los soldados israelíes. Foto: Rafaela Cortez y Ricardo Esteves Ribeiro.

Es 10 de octubre, el primer día oficial de la Zaytoun 2025, una campaña de cosecha de aceitunas organizada por varios colectivos palestinos con el objetivo de apoyar a agricultores poseedores de olivares cerca de asentamientos en Cisjordania. Cerca de un centenar de personas —mayoritariamente palestinas, apoyadas por militantes de solidaridad internacional y antisionistas de los territorios ocupados en 1948 — han respondido al llamado internacional y se reúnen en los bancales de una de las laderas de Beita, una aldea al norte de la Cisjordania ocupada. “No hacemos esto porque pensemos que [estos agricultores] son pobres y débiles”, dice Munther Amira, uno de los organizadores que desde hace años acompaña a la población palestina en la época de la cosecha; “hacemos esto como forma de decir ‘gracias por estar en las líneas del frente’”.

En los últimos años, se han multiplicado las líneas del frente en Cisjordania. Terrenos en los que antes los agricultores circulaban libremente ahora les han sido vetados. El motivo se debe a la expansión de asentamientos y la proliferación de puestos de control del ejército israelí; dos elementos que funcionan como pilares de la arquitectura colonial del régimen sionista.

A medida que, a lo largo de los años, los campos de olivares se han ido transformando en líneas del frente de la resistencia palestina, la recolección de la aceituna ha dejado de ser un ritual comunitario en el que las familias se reunían alrededor de los olivares para trabajar pero también para compartir almuerzos para convertirse en un acto de contestación. Hoy, la escena es otra. “Tengo un hijo de cinco años”, explica uno de los agricultores de Beita, “le gusta venir aquí en esta época para ver las aceitunas. Pero, ahora, con el gas lacrimógeno, mi hijo podría morir”. Entonces, parte de la familia se queda en casa. En estos campos, donde antaño se cocinaba un almuerzo, el acto de compartir también ha desaparecido: los agricultores se llevan la comida de casa y se paran apenas pocos minutos para comer; hay que hacer la faena antes de que les toque huir.

“Hoy nos comportamos como si ellos fueran los dueños de la tierra y nosotros fuéramos ladrones, siempre listos para empezar a correr”, comenta otro de los agricultores palestinos allí presente. Y no está equivocado: a medida que avanza la mañana, los correteos se convierten en los protagonistas de la jornada de recolección. La huida es hacia las laderas aledañas a los campos, pero no todos consiguen escapar. Los colonos consiguen atrapar a una de las familias que intenta huir; prenden fuego a los vehículos que encuentran a su paso.

Los campos de olivares se han transformado en líneas del frente de la resistencia palestina; la recolección de la aceituna ha dejado de ser un ritual comunitario para convertirse en un acto de contestación

El primer día de campaña se salda con 10 personas que necesitarán asistencia médica, incluído el periodista palestino Wahaj Bani Moufleh, alcanzado por una granada de gas lacrimógeno en el pie; 8 coches de agricultores palestinos destruidos, entre los cuales el del periodista Jaafar Ishtayeh, que por poco escapa de las llamaradas; y una ambulancia vandalizada. “Va a ser una campaña sangrienta, parece”, augura Munther Amira, mientras el grupo se retira, huyendo de los ataques. La profecía se verá cumplida en las próximas semanas.

Aceitunas, gases lacrimógenos y vandalización

Al día siguiente, también en Beita, uno de los agricultores explica que su abuela, con 95 años, solía traer agua en un burro para regar los árboles, antes de que ni siquiera existieran las carreteras asfaltadas: “Mi abuela daba de beber a todos estos olivos. Los crió como si fueran sus hijos”, dice, y cuenta que cuando se le explica lo que pasa en los campos, la abuela llora. Están destruyendo a sus hijos. Ese mismo día, que tendría que haber sido de júbilo para los agricultores palestinos, una de las cápsulas de gas lacrimógeno disparada por el ejército israelí alcanza a Ayssam Jihad Ma'ala, un niño de 13 años. Ayssam colapsa y empieza a convulsionar en el suelo tras inhalar el gas lacrimógeno. Es transportado al hospital más cercano, pero poco se puede hacer allí por él. Al haber estado tanto tiempo sin oxígeno, sucumbe a un coma que durará varias semanas. Justo un mes más tarde, el 11 de noviembre, Ayssam morirá. 

Los días posteriores la situación no mejora, sino todo lo contrario. El 12 de octubre, en Idna, decenas de colonos armados, con uniformes militares, intimidan a los allí presentes, roban teléfonos móviles e intentan arrastrar a fotógrafos lejos del grupo. Un soldado fractura el brazo de Mu'ayyad Shaaban, uno de los organizadores de la campaña. Dos días más tarde, en al-Nazla al-Sharkyia, la escena se repite: enfrentamientos y lanzamiento de gas lacrimógeno por parte de las Fuerzas Armadas israelíes. Los soldados provocan varios incendios y una mujer palestina cae mientras intenta huir y se fractura una pierna. 

El 17 de octubre, en Silwad, un agricultor palestino hace una videollamada para mostrar al resto de la familia el estado en el que han quedado sus olivares. La mayoría de los árboles tiene varias ramas cortadas, y de algunos olivos ya solo quedan los troncos. Han sido vandalizados por los colonos. Mientras se lleva a cabo esa videollamada, un colono de no más de veinte años pasa tranquilamente con un pequeño rebaño de cabras robadas a esta misma familia, seguido de otros colonos y algunos soldados, que no dudan en expulsar al grupo de palestinos allí presente. “Zona militar cerrada”, dicen. “Es la ley”. Mientras los agricultores huyen, los colonos intentan —sin éxito— confiscarles las camionetas junto con las aceitunas recolectadas durante esa misma mañana. Escenas como esta se repetirán a lo largo de las semanas y hasta que finalice la campaña.

“Todavía estoy aquí”

A pesar de la violencia, la vandalización de los campos, los ataques y las personas heridas, Munther Amira describe la campaña como un éxito. No por la cantidad de aceitunas recolectadas, sino porque la población palestina continúa, a pesar de todo, resistiendo. “La población le ha cogido miedo a ir a sus campos, por eso resulta necesario romper esa barrera de temor”. El simple acto de no abandonar las tierras ya supone un éxito. Sumud, se dice, en árabe. Perseverancia. No irse. Quedarse.

Y se quedan. Pese a haber sido la campaña aceitunera con más ataques desde que hay registros; pese a las amenazas, el peligro, la violencia o el cansancio, todos los días, decenas de agricultores palestinos y varias decenas de voluntarios continúan despertándose a primer hora del día para dirigirse, tozudamente, hacia unos los campos que les quieren extirpar. No se les pasa por la cabeza no volver. Lo explica uno de los agricultores en al-Nazla al-Sharkyia, atacado con gas lacrimógeno y obligado a huir. A la pregunta de si va a volver al día siguiente, no duda: “Voy a intentarlo siempre. Intentaré siempre llegar a mi tierra. Todavía estoy aquí. Todavía estoy aquí. Todavía estoy aquí”, repite de manera incansable.

Palestina
Así es el día a día de la población palestina durante la campaña de recolección de la aceituna en Cisjordania
Esta está siendo una campaña especialmente complicada para los y las palestinas; ya que los ataques de los colonos se han intensificado respecto a años anteriores.
Global
En memoria de Ayssam Jihad Ma’ala
Ayssam Jihad Ma'ala, de 13 años, murió ayer en la Cisjordania ocupada tras ser atacado, el 11 de octubre, con gas lacrimógeno por el Ejército israelí. Desde entonces, había estado en coma a causa del daño cerebral que le ocasionó la inhalación de gas.
VV.AA.
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