Pensamiento
Lola Olufemi: “No me atraen las utopías lejanas, estoy más interesada en el ahora”

La escritora e investigadora británica Lola Olufemi trabaja desde la certeza de que el presente no es una jaula, desde la confianza en que viviremos cosas diferentes aunque no se sepa exactamente de qué tipo van a ser.
Lola Olufemi
La escritora e investigadora Lola Olufemi. Foto: Robin Christian.

La autora de Feminismo interrumpido firma Experiments per imaginar altrament, una mixtura de ensayo y narrativa publicada por la editorial Raig Verd. A través de una prosa fragmentaria, de retórica contundente y en ocasiones airada, Lola Olufemi habla sobre estos futuros alternativos que nos cuesta poder imaginar, pero no parece que lo haga desde dentro de esa impotencia reflexiva que señalaban autores como Mark Fisher (Realismo capitalista). Fisher y compañía criticaban el “no hay alternativa” neoliberal, pero a la vez parecían atenazados y abatidos por este. La escritora británica parece escribir desde la certeza de que el presente no es una jaula, desde la confianza en que viviremos cosas diferentes aunque no se sepa exactamente de qué tipo van a ser. Porque el futuro no está escrito y porque decidir cómo será es cosa de todos. En breve aparecerá la traducción castellana del libro.

En España están proliferando los libros de autores que intentan pensar sobre la idea de futuro. En muchas de estas propuestas se puede percibir la influencia del crítico cultural Mark Fisher. ¿Tenías en mente su obra cuando escribiste tu libro?
No especialmente. Tenía más en mente a pensadoras de la tradición feminista que priorizan el análisis sobre los efectos del neoliberalismo e intentan emplear esos análisis para poner en palabras nuevos horizontes y para ayudarnos a pensar maneras de organizarse socialmente que podían ser diferentes en el futuro.

¿Es la palabra “experimentos” en el título una pista, un anticipo, para que los lectores no esperen un ensayo o una narración lineal?
Sí, sí, este libro en particular es una especie de proyecto de crítica creativa. Intentaba reflexionar sobre la imaginación como algo material que está conectado con las personas y que les ayuda a resistir sus situaciones sociales o sus contextos políticos. Quería analizar qué provoca que la gente no intervenga, o que se sienta atrapada, o que sienta pesimismo hacia lo que puede ser el futuro. Y también quería explorar cómo la imaginación y las formas de experimentación textual y política pueden ayudar a abrir la puerta a maneras diferentes de concebir el presente y el futuro. No es nada original, es el tipo de pensamiento de Françoise Vergès, o de la tradición negra feminista del Reino Unido, de feministas que han pertenecido a organizaciones marxistas como el Brixton Black Women’s Group. Intentaba pensar con ellas, continuar con su legado.

Estoy muy interesada por lo colectivo, pero no creo que estemos como estamos porque la izquierda no está unida o porque no se presenta de esta manera

Empleas materiales diferentes y muestras cierta atracción por el espacio en blanco, metafórica y literalmente. ¿Hay una idea política detrás de esas formas porosas y fragmentarias, un dejar espacio al lector, a sus palabras y pensamientos, para que dialogue contigo?
Claro, estoy interesada en criticar los absolutos, la noción de la totalidad, especialmente en lo que se refiere a cómo concebimos la historia. Así que uso a menudo la fragmentación y las metáforas. E invito al lector a que colabore conmigo, porque los escritores no tenemos la solución única para los problemas. De hecho, quiero combatir la misma idea de que hay una solución única. Siempre he estado más interesada por la coralidad, por la multiplicidad, por las formas rizomáticas de pensamiento. Y la fragmentación también me sirve para cuestionar que la liberación vendrá mediante un partido político fuerte, un movimiento único y sólido, una masa unida. Estoy muy interesada por lo colectivo, pero no creo que estemos como estamos porque la izquierda no está unida o porque no se presenta de esta manera. La fragmentación me interesa, pero no me la imagino en clave de aislamiento, sino como redes de personas muy diversas que repiensan desde diferentes ángulos y al mismo tiempo las maneras de vivir en sociedad. Creo que los grupos humanos funcionan así realmente, y que la mirada histórica provoca que los grupos del pasado parezcan movimientos verdaderamente unidos cuando no lo eran tanto.

Tu libro incluye segmentos sobre futuros de acción contra situaciones distópicas y sobre viajes en el tiempo. ¿Por qué escogiste incluir ficción narrativa?
Cuando empecé a escribir el libro se me ocurrió anclar cada sección mediante un relato. No hay tantas maneras de intentar proveer al lector de una mirada alternativa, especialmente cuando escribes, que no se relacionen con la narrativa. La narrativa fija la historia, las historias de la historia que intento cuestionar. Y los relatos breves me parecen una manera acotada y ordenada de exponer un tema, o aspectos concretos de este. En este caso, jugar con los viajes en el tiempo y las distopías me servía para examinar cómo las colectividades resisten e impulsan maneras alternativas de vivir.

¿En tu propuesta hay rastros del trabajo de narradoras como Octavia Butler (Parentesco) o Marge Piercy (Mujer al borde del tiempo)?
Sí, Marge Piercy, por supuesto. Pienso en lo que he escrito como parte de esa tradición, pero no tan específicamente como parte de la narrativa de ciencia ficción feminista como género. Diría que intento presentar ideas similares a las de Ursula K. Le Guin, Marge Piercy o Octavia Butler, ideas sobre cómo las cosas podrían ser diferentes respecto a como han sido articuladas hasta ahora, pero lo hago de una manera realista, enraizada en el ahora. Creo que pensar utopías puede convertirse en una manera de demorar lo que puede ser posible y efectivamente alcanzable en el presente. Por eso prefiero que lo que cuento se perciba como algo familiar, parecido a lo puede vivir un habitante de una gran ciudad actual.  

Literatura
Literatura Después de la distopía: los días del futuro pasado que imaginó Octavia E. Butler
La editorial Capitán Swing ha publicado en español la segunda novela de la serie de las Parábolas que la escritora de ciencia ficción Octavia E. Butler firmó en los años 90. Se trata de una serie que explora la capacidad de transformación de los seres humanos y la huella del pasado que existe siempre en nuestras proyecciones sobre el futuro.

En los apartados narrativos de tu libro tratas sobre todo de unas personas y sus vínculos, en lugar de abordar grandes tramas argumentales.
Claro, mi trabajo se fundamenta en la idea de la interdependencia humana y el reconocimiento de los lazos de amor y de solidaridad que nos empujan hacia adelante mientras vivimos momentos de fascismo, de incremento de la vigilancia estatal… Siempre estoy interesada en las relaciones sociales, en las condiciones de explotación y dominación que pueden generarse, y en cómo organizarse para evitarlo. Explorar las relaciones entre personas me sirve para comentar el paisaje social, porque ese paisaje produce esas personas con ideales y pensamientos específicos. En la historia sobre viajes en el tiempo, por ejemplo, intentaba mostrar que tienes que lidiar con las fuerzas de la historia si quieres transformar las condiciones materiales del presente. Y hay muchos aspectos que desconoces porque el pasado ha sido narrado por personas determinadas e intereses determinados. Por eso uso a ese personaje que puede viajar a momentos históricos de rebelión y reconstrucción, que los puede ver por sí mismo e intenta traducirlos a sus compañeros del presente. 

Prestar atención a las personas y sus vínculos también sirve para distanciarse de esas maneras de mirar el mundo de las narrativas pulp, donde la vida y la muerte son como peleas de dibujos animados que contemplar con mucha distancia irónica...
Sí, claro, me interesa el realismo, partir de la vida tal y como es, y explorarla de una manera que libere placeres y posibilidades de vivir y de organizarse. Creo que es algo que proviene de ese marxismo de vieja escuela que critica la explotación a través del trabajo y de las marxistas feministas. Por eso no me atraen las utopías lejanas, estoy más interesada en el ahora.

El año pasado le regalé libros de Nancy Fraser y Mark Fisher a un amigo. Él se quejó de que eran demasiado deprimentes, de que no podía soportar pensar largamente en lo que explicaban. Le envié una foto de un párrafo de tu libro, donde escribes: “Quiero que todo el mundo mire el dolor y el horror”. No sé qué opinas de quienes se distancian de los horrores del mundo constantemente, y no solo periódicamente para tomar un poco de aire.
Estoy de acuerdo en que hay que distinguir entre aquellas personas que miran a ese dolor y ese horror y apartan la mirada porque no lo pueden soportar y aquellas personas que simplemente no quieren mirar. Porque vivir en el mundo es extremadamente doloroso. Cada mañana, al levantarte, sabes que hay personas que están muriendo innecesariamente y que ha acostumbrado a ser así desde que los seres humanos existimos. Es algo difícil de confrontar. En todo caso, no quiero que nos otorguemos únicamente la responsabilidad de mirar, de ser testigos. Me interesa más que entendamos de manera crítica lo que está pasando, las estructuras que producen esas condiciones, para que intervengamos y contribuyamos a detener todas las cosas que no deberían repetirse.

Escribes que “el feminismo es una revolución al servicio de todos los seres vivos”.
Algunos dicen que el feminismo tuvo su momento y que ya no es útil. Para mí, el problema es que ha habido una subsunción liberal del feminismo, una cooptación. Hemos visto cómo se extendía por Europa esa idea de feminismo que pasa por que haya mujeres que alcancen y mantengan posiciones de poder. Creo que el neoliberalismo ha conseguido infectar el feminismo y destruir algunas de sus fortalezas. Escribí esta frase porque me avergüenza ver lo que “feminismo” significa en un contexto mainstream y la uso para recordarme a mí misma y a los demás su verdadero significado: es algo poderoso, que lleva a la gente a las calles, a resistirse, a cuestionar las cosas. Necesitamos recordar que nos proporciona una revolución para todos los seres vivos. Y que no podemos aceptar menos que eso.

La violencia hacia las mujeres es un punto de partida para elaborar una herramienta de análisis, pero una feminista materialista está interesada en transformar las condiciones sociales de todas las personas

En los últimos años se han producido reacciones machistas a una nueva ola feminista, pero también divisiones y disensiones en la manera como las personas se posicionan como feministas. Puedes oír a personas afirmando que los hombres vivirán peor si el feminismo ganase, sin importar las condiciones previas de cada hombre, como si se tratase de una lucha política unifactorial.
Obviamente, discrepo de eso. Para mí, el feminismo es un método político que podemos usar para pensar sobre nuestra libertad y la libertad de otras personas. Para mí, es algo que concierne a todo el mundo. La violencia hacia las mujeres es un punto de partida para elaborar una herramienta de análisis, pero una feminista materialista está interesada en transformar las condiciones sociales de todas las personas. Usamos el género como una herramienta analítica para pensar de qué maneras el mundo es como es, cómo disciplina a los individuos y las comunidades, cómo estructura quién tiene salario y por qué... Todas estas preguntas son necesarias para pensar cómo debe cambiar la sociedad. El feminismo liberal simplifica los problemas, los lleva al terreno individual de hablar sobre si la vida de una persona va a ser mejor o peor… Para mí, el feminismo es algo más grande. 

Pienso en la cultura como un campo de batalla de una lucha interpretativa, como algo que nos tiene que servir para entender cómo funciona política y económicamente el mundo que nos rodea

Eres una escritora e investigadora. ¿Puede el trabajo cultural proveernos de esa calidez que escribes que se siente “después de haber hecho un acto de servicio”?
Creo que sí. Pienso en la cultura como un campo de batalla de una lucha interpretativa, como algo que nos tiene que servir para entender cómo funciona política y económicamente el mundo que nos rodea. Los trabajadores culturales contribuyen a modelar las relaciones ideológicas que las personas mantienen con su entorno y creo que tienen que asumir su responsabilidad. Y contribuir, también, a articular visiones sociales diferentes. El trabajo cultural puede ayudarnos a repensar, a reconsiderar, a generar contraideologías. Puede ayudar a cambiar narrativas, pero también modificar las maneras como sentimos el formar parte del mundo, para sentirlo de una manera liberadora y llena de curiosidad en lugar de vernos cautivos y obedientes.

El trabajo cultural también suele ser solitario. ¿Es demasiado solitario porque imaginamos la cultura en estos términos, cuando podría ser de otra manera?
Como escritora e investigadora, soy muy crítica con esa cultura de la academia y de las artes comerciales que te empuja a ser un genio singular con ideas singulares que trabaja en el aislamiento. Estoy a favor de que eliminemos las barreras institucionales que dificultan que trabajemos juntos. Escribir juntos es una manera de abrazar las relaciones entre personas que defendemos en nuestros textos. Uno de los factores que disminuye la efectividad política del trabajo cultural es que tiende a aislar a las personas, muchas de las cuales trabajan como autónomas desde su casa. Es difícil tener colegas, o protestar sobre la manera como tienes que hacer las cosas y sobre las tarifas que te pagan, cuando ni siquiera tienes un lugar de trabajo.

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