El 21 de septiembre tuvo lugar en la Peña de la Platería la gala del I Festival de Cine Flamenco de Granada. Además de las secciones de cortometrajes y largometrajes, como es habitual, hubo una nueva sección de videoclips flamencos, un género muy especial y poco cultivado que combina la propuesta visual del cine y el lenguaje musical del flamenco. El primer premio de videoclip flamenco fue para Juan Escribano Tamayo, un joven cineasta de Arcos de la Frontera, viviendo entre Islandia y Andalucía, por la propuesta que elaboró para el tema Andaluçê yorá (Hierofanía de los moriscos y el gran expolio) de Califato ¾ junto al cantaor Andrés de Jerez. Así que hablamos con él de cine, flamenco, diásporas y formas de pensar la cultura en andaluz.
Hola Juan, ¿un cineasta de Arcos viviendo en Islandia? Es más habitual Barcelona, Berlín o Londres, ¿no? Háblanos de tu trayectoria vital hasta ahora, ¿desde dónde y hacia qué?
Bueno, Islandia es ahora, pero he vivido cuatro años en Barcelona, dos en Londres y casi tres en Ciudad de México, trabajando de lo que iba encontrando y siempre volviendo al sur durante temporadas entre una transición y otra. Crecí en un entorno rural en Arcos de la Frontera, muy conectado con la naturaleza. Lo recuerdo como una infancia solitaria, donde los días se hacían eternos. Con el paso de los años me doy cuenta que aquello fue clave: el aburrimiento daba paso a una creatividad ilimitada y mucha independencia. La adolescencia la pasé en Jerez y cuando cumplí los 18 me fui a Sevilla a estudiar audiovisuales. Me gustaba el cine, pero no me visualizaba como director, era un espacio que consideraba que no me pertenecía. Hasta que un verano con 20 años me fui a trabajar de friegaplatos a la costa brava y decidí quedarme en Barcelona para estudiar artes visuales. Allí descubrí el arte de la creación y sobre todo la reivindicación de defender nuestras verdades a través del arte. Después vino Londres que tratan a los españoles como perros cuando llegamos allí, y de ahí México, que fue totalmente lo contrario. He sido el buen inmigrante en un sitio, y el mal inmigrante en otro. En Islandia todavía no sé qué soy. Barcelona fue un punto intermedio. Ahora reivindicamos nuestra identidad, pero hace diez años eso ni se verbalizaba. A mí me tocó aguantar muchos “Repítemelo que no te entiendo” o que repitan tus palabras imitando tu acento. Lo peor de todo es que lo normalizas y generas un complejo que luego es difícil de soltar. De todas formas, todas esas situaciones me han ayudado a entender las injusticias de los movimientos migratorios. Cuando comienzas tu vida en una tierra que no es la tuya no sentir el calor de una sociedad es una pesadilla. Primero porque no estás en tu tierra y segundo porque no siempre puedes volver. Terminas sintiéndose de ningún sitio.
Hoy estamos viviendo una nueva explosión cultural andaluza, que yo he llamado la tercera ola andalucista (pensando que Blas Infante fue la primera en los años treinta, la segunda fue la cultura andaluza de los setenta y en esta última década ha surgido una nueva ola cultural). Parte de esta nueva generación está atravesada por las diásporas, la emigración, quizás el exilio económico, o la búsqueda de horizontes más allá de nuestra Andalucía. ¿Cómo es para ti pensar Andalucía desde la diáspora?
No pienso en Andalucía concretamente, pero sí pienso en andaluz, y ahí creo que recae parte de nuestra cultura. Lo tenemos integrado. Entiendo esta nueva explosión cultural andaluza, pero me da miedo cuando los movimientos se catalogan o se definen. Resistimos y de la forma en la que sea: creamos, habitando nuestra tierra o no. Yo en mi caso estoy creando desde la distancia por una necesidad económica. Es duro. Pero por ahora es el mejor plan que he podido encontrar para ir ejecutando proyectos a los que quiero dar vida en Andalucía. Me cuesta imaginarlo como una nueva ola, aunque es evidente que algo muy bueno se está cociendo. Solo tienes que ver Dolores Guapa de Jesús Pascual, Cuando las cigarras callen de Bea Hohen o Uranites de Marina Arenas para entender las ganas y la necesidad que tenemos hoy los y las cineastas andaluzas de contar nuestras propias historias.
En segundo lugar, enhorabuena por el premio, y por el videoclip, me gustaría preguntarte, ¿cómo empezó tu colaboración con Califato ¾?
¡Gracias! Muy agradecidos sobre todo con el Festival de Cine Flamenco de Granada, que han hecho una labor con mucho compromiso y mucha verdad. La colaboración con Califato comenzó hace más de un año. Me contaron la idea y el concepto de su nuevo álbum. En ECCLABÔ DE LIBERTÁ plantean una Nueva Andalucía fundada por las consecuencias devastadoras de una tierra que se queda sin recursos. Había mucho de ciencia ficción, pero paradójicamente también de realidad. Yo me metí en su mundo, y les dije que Pepa Flores (Marisol) tendría que estar allí. La vida de Pepa Flores siempre me ha resultado muy representativa de nuestra historia. Fue un cuerpo andaluz muy instrumentalizado. Por suerte y por sabiduría de ella, supo cómo parar aquello, y le dio mucha dignidad al arte andaluz. Y no hablo de dignidad por no haber vuelto al escenario, tiene todo el derecho de hacerlo cuando quiera. Hablo de la dignidad de su etapa más comprometida socialmente hablando, donde quiso cantar solo para los marginados de la época y donde seleccionaba meticulosamente sus proyectos con una finalidad de concienciar y ayudar. Hay mucho miedo a hablar de arte y de política. Ella supo cómo hacerlo. Públicamente y con mucho coraje y lucha de por medio. Fue una valiente. Recomiendo encarecidamente “Marisol, llámame Pepa” de Blanca Torres. Hay mucho respeto y mucha justicia en ese documental.
Fotograma del videclip Califato ¾ & Andrés de Jerez - Andaluçê yorá {Hierofanía de los moriscos y el gran expolio}, dirigido por Juan Escribano Tamayo y premiado con el I Premio al Videoclip Flamenco en el Festival de Cine Flamenco de Granada
La propuesta del videoclip es muy rompedora porque el tema en sí es la musicalización de un poema de Miguel Romero Esteo que es uno de los poetas malditos de la cultura andaluza de la transición. El poeta forma parte de esa generación oscura que nació en la posguerra, vivió la dictadura y produjo su obra crítica en los albores de una democracia fallida que seguía relegando a Andalucía a los márgenes. Su lenguaje estaba lleno de dolor, zonas oscuras y frustración mal masticada, como Miguel Romero Esteo, Gines Liébana Velasco, Antonio Gala o el propio Salvador Távora. Con tu videoclip cierras una vorágine de lenguajes entre el flamenco, la poesía, el cine y el teatro. ¿Qué te atrajo del tema del Califato y cómo planteaste el videoclip?
Me atrajo desde el primer momento la trascendencia de las palabras del poema de Romero Esteo. Identifiqué muchos aspectos de mi vida en ese expolio andaluz que va más allá de lo material y trasciende a nuestros cuerpos. Pusimos sobre la mesa la vida de Pepa Flores y todas y todos los obreros andaluces que tuvieron que dejar su tierra para sacrificar sus vidas y llenar los bolsillos de otros. Tuve un momento catártico en el que sabía que estábamos dándole voz a muchas personas y que mi aporte en esa historia podía llegar a la gente. Es lo más bonito de este trabajo: contribuir y entregar respeto. Les planteé representar el territorio español a través del escenario. Un escenario donde se representara la injusticia y el maltrato de personas que no quieren estar ahí pero por las circunstancias están obligadas a estarlo. En nuestra pieza hay una lucha entre poderosos y débiles. Abusadores y abusados. La voz desgarradora y flamenca de Andrés de Jerez, la impecable coreografía e interpretación de Carlos Carvento y la magia de Califato hacen el resto.
¿Cómo crees que el cine y el flamenco pueden dialogar en un contexto más amplio? Carmen, de Julio Diamante, de 1976, o Flamenco, de Carlos Saura, de 1995, Camarón. Flamenco y Revolución, de Alexis Morante, de 2018, son algunos casos que nos muestran que el cine flamenco se mueve más por la senda del documental que de la narrativa? ¿Cómo imaginas un diálogo cinematográfico con el flamenco?
El flamenco es un arte de resistencia. Creo que ese diálogo es posible con una nueva visión en la que su representación vaya más allá de la música. Quedarse con una visión del flamenco estrictamente musical es no entenderlo. Al igual que no reivindicar al pueblo gitano cuando se habla de ello. Pero es un término muy abierto, un debate muy largo en el que no me apetece entrar porque considero que no tengo el suficiente conocimiento. Yo no vengo de una familia flamenca pero si he crecido escuchando flamenco y desde pequeño me han enseñado a respetarlo. Para mí el flamenco es una herramienta de creación porque forma parte de la identidad de mi tierra, pero nunca me lo apropiaría o me sentiría con el poder de juzgar a quién le sirve de inspiración o referente. Este nuevo diálogo con el cine es posible gracias a la escucha continua y a entender que cuando hablamos de flamenco hablamos de muchas cosas más. Hay que tener mucho cuidado para no caer en la trampa de lo estético y lo performativo. Ese es el error.
Hemos hablado de cine, de música y de tu biografía, háblanos de tu bibliografía. ¿Cuáles son los libros que te han obligado a pensar cómo piensas? ¿Cuál es la literatura de tu vida cotidiana?
Mis libros de cabecera son cualquier obra de teatro de Lorca. Soy maricón, artista, y andaluz. No podía ser de otra forma. Cuando descubrí “La Casa de Bernarda Alba” en el colegio entendí un mundo que estaba ahí pero que nadie me verbalizaba. Me identificaba con la opresión. Yo he tenido la suerte de poder reconciliarme con mi pueblo con el tiempo, pero crecer en un entorno donde tus emociones no se adaptan a lo establecido es un calvario. Lorca tiene mucho de eso y cobra mucho más sentido cuando uno se acerca a su vida. Otros libros que no pueden faltar es la obra de Paul B. Preciado. Lo descubrí en la universidad y fue muy liberador en todos los sentidos. A través de sus textos he podido identificarme a mí mismo y ser consciente de la importancia de abrir espacios para todo tipo de identidades de género. También tengo muy presente a Mar Gallego, autora de Como vaya yo y lo encuentre, un libro esencial para entender el feminismo andaluz y con ello nuestra historia. Cuando lo descubrí aprendí lo importante que era no solo hablar en andaluz si no también escuchar en andaluz. Me ayudó a entender a mis abuelas, mujeres de pueblo que a pesar de todas las adversidades de la vida nunca se rendían. No porque no quisieran, sino porque no se les permitía. Hay muchas historias ahí que necesitan ser rescatadas. Sigo muy de cerca el trabajo de Eva Mena Pozo que a través de la fotografía y el documental está haciendo algo precioso con mucha reparación y certeza.
Otra cuestión que nos llama la atención es que el propio título de la canción está escrito en la modalidad lingüística EPA Andaluçê yorá, una propuesta normativa para escribir andaluz. Esto nos lleva a pensar en el andaluz no sólo como lengua, sino también como idioma. ¿Podemos pensar en andaluz? ¿Puede el cine andaluz expresarse en su propia lengua?
Claro que podemos pensar en andaluz. Lo mejor de todo es que es innato y lo estamos haciendo. La diferencia es que ahora si tenemos un poco de espacio de representación y la modalidad EPA es un ejemplo muy claro para identificarnos y mostrar vías de entendimiento. Los andaluces tenemos muchos ejercicios de aceptación a nuestras espaldas, hemos sabido desenvolvernos sin ser escuchados y subsistimos como podemos. Cualquier propuesta que nos identifique tiene que ser bienvenida. Ojalá sirva de algo y no se ancle en lo estético o la novedad. El cine andaluz es una buena herramienta, pero tiene que haber mucho compromiso y mucha consciencia en los procesos. Sobre todo, porque hay mucho por reparar. Tenemos que estar muy juntitos y crear con una visión comunitaria, atendiendo las necesidades de aquí y no lo que se espera de nosotros.
Bueno, para terminar, dinos ¿cuáles son tus próximos proyectos? ¿Puede adelantarnos algo?
Tengo escrito un cortometraje sobre la muerte desde la perspectiva de la infancia en un entorno rural en la sierra de Cádiz. Es un viaje muy bonito en busca de respuestas que nunca llegan, pero con mucha aceptación de por medio. Ahora mismo estoy buscando financiación y viendo como tiro para adelante. En paralelo estoy escribiendo el guion de lo que quiero que sea mi primera película (largometraje), que va sobre infancias rurales andaluzas de personas lgtbi, de cómo habitamos los espacios desde el miedo, la incomprensión y en el mejor de los casos: desde la desobediencia.