Andalucismo
Els altres andalusistes: repensar la memoria andaluza en Catalunya

4D Barcelona
Fotografía de la Colección M. Peña. Manifestación del 4 de Diciembre de 1977 en Barcelona. Fotografía editada por Ferran Cano. Pensar Jondo
Pedro Luna Antúnez es hijo de emigrantes andaluces de Fernán Núñez (Córdoba) en Barcelona. Vecino de Hospitalet, ha sido militante de izquierdas en diferentes organizaciones y actualmente participa en movimiento vecinal de Catalunya.
1 may 2023 17:16
“La parte de Andalucía que más me interesa es Hospitalet.” Así de tajante contestó el cantaor de flamenco Manuel Gerena en una entrevista de 1972 para la revista Triunfo al ser preguntado por cómo vivió su llegada a Cataluña y de cómo ésta le influyó tanto a nivel personal como artístico. Manuel Gerena, nacido en el pueblo sevillano de La Puebla de la Cazalla, emigró a Cataluña a los 24 años huyendo de la censura franquista que le había prohibido cantar en las ocho provincias andaluzas debido al contenido social de sus letras. Vivió en Hospitalet y Santa Coloma de Gramanet entre 1969 y 1974. En 1974 fue el primer cantaor de flamenco que actuó en el Palau de la Música Catalana y el propio Manuel Gerena explicaba que ese día fue la primera vez en el que cientos de emigrantes andaluces, que vivían en los barrios de la periferia y en las llamadas ciudades dormitorio, pisaron un edificio tan exclusivo y hasta ese momento reservado a la burguesía catalana.

Cuando Manuel Gerena se estableció en Cataluña a principios de los 70 coincidió con una numerosa comunidad andaluza. En 1970 residían en Cataluña más de 840.000 andaluces y en Hospitalet de una población de 240.000 habitantes unas 60.000 eran personas nacidas en Andalucía. Es decir, casi el 25% de la población de Hospitalet era natural de Andalucía. En 1973 José María Osuna, médico sevillano que participó con Blas Infante en la Junta Liberalista, escribió La novena provincia andaluza. El concepto, que hacía referencia a la gran concentración de andaluces especialmente en el Área Metropolitana de Barcelona, consiguió arraigar en el imaginario colectivo de la época y adquirió cierta connotación política para varios sectores del andalucismo como el Partido Socialista de Andalucía (embrión del Partido Andalucista) que llegó a presentarse a las elecciones a la Generalitat de Cataluña de 1980 obteniendo dos diputado.

Si bien es cierto que las primeras elecciones autonómicas de Andalucía no se celebraron hasta 1982 el hecho de que los dos primeros diputados andalucistas de la democracia lo fuesen del Parlamento de Cataluña antes que del Parlamento andaluz fue y sigue siendo décadas después un fenómeno sociológico digno de estudio para la ciencia política. Manifestó el gran músculo de la emigración andaluza en su llamada novena provincia y que el andalucismo tenía un nicho de votos en Cataluña. Asimismo, y visto con la perspectiva actual, nos podría sorprender que el 4 de diciembre de 1977, una jornada histórica de movilizaciones en todas las capitales de Andalucía en defensa del autogobierno andaluz, se manifestaran en Barcelona unas 300.000 personas para pedir la autonomía de Andalucía. La manifestación de Barcelona fue la segunda con mayor asistencia sólo por detrás de la de Sevilla con medio millón de manifestantes, pero muy por encima de la tercera que fue la de Málaga con 150.000.

La influencia de la emigración andaluza en Cataluña en la década de los 70 ya se había trasladado al terreno social y político en la clandestinidad durante la dictadura. Su presencia tanto en el movimiento obrero y vecinal como en la izquierda política fue mayúscula y no se entendería la lucha antifranquista en Cataluña sin la contribución de miles de emigrantes andaluces. Podríamos hablar de la participación en las movilizaciones de la Diada Nacional en defensa de las libertades y de los derechos lingüísticos de Cataluña. En aquellos años se acuñó el término de Un sol poble, atribuido al escritor y político catalán Josep Benet, con el objetivo de cohesionar a la sociedad catalana como sujeto político más allá del origen cultural o nacional. El concepto fue explotado por la izquierda catalana, fundamentalmente el PSUC, e incluso por los primeros gobiernos de Jordi Pujol. No fue quizás hasta la eclosión del procés que la idea de Un sol poble, piedra angular durante 40 años, fue revisada de nuevo. Pero de ello hablaré más adelante.

¿Qué nos queda de la memoria andaluza en Cataluña? Esa es la pregunta que muchos se formulan hoy en día. Es una pregunta que se hacen los propios protagonistas y que asimismo nos hacemos quienes somos hijos de emigrantes andaluces. Porque en ese cruce de identidades que es la sociedad catalana hay quienes, a raíz de los procesos políticos y sociales de la última década en Cataluña, sentimos la necesidad de reflexionar acerca de nuestra propia identidad, así como de las herencias familiares y de clase que de algún modo nos marcaron.

El año pasado la antropóloga gaditana Juana Ibáñez estrenó el documental Cultura de origen andaluz en L'Hospitalet en el Teatro Joventut de la misma ciudad. El audiovisual, una serie de entrevistas a emigrantes y sus familias, revela la pervivencia tanto de la huella andaluza en Hospitalet como de una importante red de entidades culturales andaluzas. Años atrás la propia Juana Ibáñez ya había elaborado un extenso y recomendable estudio sobre el asociacionismo andaluz en la ciudad que publicó el Centro de Estudios de Hospitalet. En ambos trabajos se certifica la buena salud del tejido asociativo andaluz en la segunda ciudad de Cataluña. La difusión del cante flamenco y de la Semana Santa andaluza han consolidado entidades como la Peña Flamenca Antonio Mairena que organiza anualmente el reconocido Festival Flamenco Ciudad de Hospitalet o la popular Cofradía 15+1 que celebra las procesiones más multitudinarias de la semana santa en Cataluña. Podríamos decir que en Hospitalet nos hallamos en el kilómetro cero de la diáspora andaluza en Cataluña. Como el propio Francisco Candel narraba en Els altres catalans, en barrios como el de La Florida de Hospitalet sólo eras consciente de estar en Cataluña y no en Andalucía cuando al pasar por delante de una iglesia leías en la puerta Déu t'estima.

Pero volvamos a la pregunta que me hacía en líneas anteriores. O mejor dicho la reformularé. ¿Es el asociacionismo cultural andaluz todo lo que queda? ¿Son la representación de los andaluces que emigraron a Cataluña? Antes de contestar a tales preguntas creo que es necesaria una puntualización. Habría que dejar de hablar de la emigración andaluza a Cataluña como un proceso exclusivamente del pasado. Desde la crisis financiera de 2008 se han producido nuevos flujos migratorios andaluces a Cataluña de manera que la cifra actual de emigrantes andaluces supera las 570.000 personas. Ya no son los más de 840.000 de los años 70 pero el volumen sigue siendo muy considerable y ello sin contar a hijos y descendientes nacidos en Cataluña. La emigración andaluza sigue constituyendo un fenómeno muy vivo en Cataluña. Si hace 50 años eran jornaleros procedentes del medio rural hoy son jóvenes con formación universitaria. Si hace 50 años los primeros llegaban a Barcelona tras 17 horas de viaje en el tren El Sevillano hoy los segundos se plantan en menos de 5 horas en la estación de Sants tras un cómodo viaje en AVE. Y aunque el perfil laboral haya cambiado las causas de ambas diásporas son similares: el extractivismo de la mano de obra andaluza o en palabras de la escritora cordobesa María Sánchez “Andalucía como fábrica de cuerpos para levantar las grandes ciudades“

Una vez realizada tan obligada puntualización hablaré de manera somera de las entidades culturales andaluzas en Cataluña. Hablar de ellas es hacerlo asimismo de la FECAC (Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Cataluña) fundada en 1982 con el objetivo de aglutinar a todas las entidades culturales y casas de Andalucía de Cataluña. Que la FECAC se fundara en 1982 podría entenderse como fruto de la casualidad. No lo es. Las crisis internas y los errores propios lastraron el futuro del PSA en Cataluña. Tras las exitosas elecciones autonómicas catalanas de 1980 los andalucistas volvieron a presentarse a las elecciones generales de 1982 pero en esta ocasión apenas obtuvieron 7.000 votos en Cataluña frente a los más de 70.000 que habían logrado dos años antes. Ya no volverían a presentarse a unos comicios electorales en Cataluña. En este contexto no sorprende que en 1982 naciera la FECAC para suplir la vacante del PSA. La FECAC vino a ejercer el papel del PSA, pero sin andalucismo ni reivindicaciones nacionales. Se pasó del andalucismo a la andalucidad. El fomento de las expresiones culturales y folclóricas andaluzas se convierte en la razón de ser de la FECAC. Amén del control del grueso de entidades culturales andaluzas en Cataluña.  

Actualmente, la FECAC agrupa a un centenar de entidades andaluzas y su sombra es alargada, tanto es así que muchos la llaman La Federación del Gran Poder. Porque de poder es de lo que se ha rodeado la FECAC desde su fundación. Conocidas fueron las relaciones de su anterior presidente Francisco García Prieto con la clase gobernante y empresarial de Cataluña, especialmente durante la época del pujolismo. Cercanos a la Convergència i Unió de los años 80 y 90 la federación andaluza realizó un viraje político hacia el PSC y hoy en día esa relación es una unión casi indisociable en los municipios de la periferia de Barcelona. No obstante, influencia política no siempre se traduce en influencia social. Como apunta Luis Cabrera en Catalunya será impura o no será la FECAC apenas representa a 10.000 asociados de los más de 840.000 andaluces que llegaron a Cataluña o del más de medio millón que viven actualmente.

El mundo asociativo andaluz es sin duda un parte destacable pero no es la única representación de la emigración andaluza en Cataluña. La misma FECAC es un espacio que suscita controversia entre la comunidad andaluza. Los casos de corrupción y las investigaciones judiciales han empañado su imagen en los últimos años. En 2013 Francisco García Prieto dimitió tras presidir la FECAC durante más de 25 años acuciado por acusaciones de irregularidades en su gestión. Citábamos antes al jienense Luis Cabrera. Él fundó el colectivo Els altres andalusos como contrapeso a la visión estereotipada sobre la emigración andaluza representada por la FECAC. Los posicionamientos políticos de la FECAC contra el derecho a decidir de Cataluña o el cuestionamiento de la inmersión lingüística del catalán en la enseñanza pública no hicieron sino ensanchar esa brecha entre la federación y una parte de la emigración andaluza que entendía que la reivindicación de su identidad cultural no debía de expresarse como contraposición a la identidad catalana. Es por ello que sería necesario constatar que el movimiento cultural andaluz en Cataluña es diverso y va más allá de la FECAC. Uno de los problemas de base al que se enfrenta ese movimiento y por extensión la comunidad andaluza es que en los últimos 40 años se han alimentado los tópicos atribuidos no sólo a Cataluña sino a la propia Andalucía. Me refiero a esa visión diseñada desde los centros de poder del Estado en el franquismo y que en el caso de Andalucía fue acompañada de la apropiación de su identidad cultural para acabar reduciéndola a un imaginario de folclore regional asociado a la imagen de España como una simple postal para turistas o para divertimento de cuatro terratenientes. Esa caricaturización de lo andaluz también caló en parte de la sociedad catalana y posiblemente desde la FECAC no se supo contrarrestar. Quizás ni siquiera se intentase.

Nuevos relatos en la Cataluña del postprocés                

La noche previa a la celebración del referéndum del 1 de octubre de 2017 la pasé encerrado en un Casal de Gent Gran de Hospitalet al cuidado de las urnas. Nos encerramos un grupo diverso compuesto por activistas de los movimientos sociales de la ciudad, así como de militantes de los partidos y plataformas sociales independentistas. Yo me encontraba entre los primeros y no dudé a la hora de arrimar el hombro para una causa que siempre he defendido: la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos. El procés soberanista catalán, con sus matices y errores, abrió una ventana de ruptura política con el régimen constitucional del 78 y lo hizo situando la cuestión territorial como centro del debate. El procés ha cambiado los consensos sociales y políticos en Cataluña. No sólo ha condicionado el debate político en Cataluña, sino que ha resituado a la misma sociedad catalana en torno a la identidad y al sentimiento de pertenencia. De igual manera ha servido para estimular el debate identitario en otras nacionalidades y para visibilizar sus diversidades. También en la propia Cataluña.

El postprocés ha hibernado el conflicto, pero no lo ha finiquitado. En esta transición un tanto difusa que vivimos en Cataluña aún no se han despejado algunas equis. De hecho, han surgido nuevas ecuaciones. Y creo firmemente que necesitamos de nuevos relatos para revisar el ideal de Un sol poble y que éste se configure no desde la homogeneización sino desde el reconocimiento de las diversidades culturales en Cataluña. Acaso exista un espacio que explorar entre la novena provincia andaluza y Un sol poble que incorpore lo mejor de ambas tradiciones, por un lado, el reconocimiento del hecho diferencial andaluz en Cataluña y por otro la cohesión social, así como la confluencia de las luchas populares.

Las generaciones de emigrantes andaluces que llegaron en los años 60 y 70 a Cataluña escapaban de una realidad que los sometía no sólo como clase trabajadora sino también como pueblo. Por eso miles de ellos se involucraron en la lucha antifranquista uniendo lazos con la clase trabajadora catalana. Del mismo modo se movilizaron por las reivindicaciones nacionales y lingüísticas de Cataluña sin que ello fuera incompatible con su identidad como andaluces. Porque no es ni debería de ser antagónico el andalucismo en Cataluña con el soberanismo catalán. Quizás uno de los errores del PSA fuera el de contraponer identidades, probablemente porque adoleciera de un análisis de clase más amplio. La diáspora andaluza está ligada de manera indivisible a la clase social. De articularse un nuevo sentimiento andalucista en Cataluña éste debería de afirmarse desde la clase como eje central sin menoscabo de la cuestión cultural.

“Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano” dijo Blas Infante. En una sociedad catalana cada vez más diversa y multicultural se me antoja fundamental la recuperación de los ideales del andalucismo humanista de Blas Infante. Hoy más que nunca deberíamos de tener memoria. Recordemos que en los años 40 y 50 muchos emigrantes andaluces eran los recluidos en centros de detención a su llegada a Cataluña. Se trata de una historia silenciada: la del Palacio de las Misiones de Barcelona en la que se recluía a los andaluces que no podían demostrar tener un contrato laboral y una vivienda. Se les encerraba en condiciones infrahumanas y al cabo de unos meses se les devolvía en tren a Andalucía. El Palacio de las Misiones fue finalmente derribado en 1969 pero su historia debería recordarnos que hubo un tiempo en el que los CIEs estaban destinados a nuestros padres y abuelos.

En el ensayo Lo Andaluz. Historia de un hecho diferencial, obra de referencia sobre la historia de Andalucía, Carlos Arenas Posadas escribe cómo la llegada de los emigrantes andaluces a Cataluña no fue idílica y cómo desde la prensa local se tachaba a los recién llegados de “ladrones, analfabetos, escandalosos, ruidosos, violentos y como una masa que rechazaba la cultura del entorno.” Ya sabemos que a menudo la historia tiende a repetirse. Por eso de volver a escuchar hoy en día en nuestros barrios esas mismas expresiones dirigidas, esta vez, a nuestros vecinos magrebíes o latinos deberíamos de responder como lo haría Blas Infante: “ni en Andalucía ni en Cataluña hay extranjeros”. Así es como también mantendremos viva nuestra identidad andaluza.

Mis padres emigraron a Hospitalet a principios de los 70 desde Fernán Núñez, pueblo de la campiña sur de Córdoba. Medio siglo después el vínculo familiar con el pueblo no se ha diluido. Las raíces son fuertes y quienes nos sentimos herederos de ellas no dejaremos que se marchiten. Las mantendremos muy vivas. Porque alguien tendrá que escribir nuestra historia tantas veces invisibilizada y recuperar la memoria de los nuestros. No para volver a ser lo que fuimos sino para volver a ser lo que somos. 
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Espacio de enunciación colectiva, encrucijada de ideas y reflexiones en torno a la descolonización de Andalucía, de sus prácticas y de su teoría social crítica. Cooridinado por Javier García Fernández @JavierGarcaFde1
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