Andalucismo
Y otra vez Infante, otro referente de mi tierra.

Blas Infante no era ningún santo. Tan solo era una persona consciente de su situación en el tiempo y en el espacio que habitaba. Esta conciencia le aportó una responsabilidad que le empujó a ser consecuente y otorgarse un papel de guía y referente dentro de su sociedad, conforme a sus capacidades.
Él, en el congreso de Ronda en 1913 ya afirmaba: “Ha llegado la hora de que el privilegio muera. No puede persistir la terrible iniquidad que divide a los hombres en señores y esclavos (…). Ha llegado la hora de que el hombre se emancipe del yugo del hombre”. (El Impuesto Único, pág. 23).
Han pasado ya más de 100 años y la naturaleza del ser humano sigue estando intacta: no contempla la humillación hacia otro ser humano. La verdad sigue sin dueño, el ser humano no permite intermediarios entre él y su entorno. Sin embargo, cuando perdemos esa sensibilidad natural, en todo lugar y situación, hemos sido dominados y condicionados por el terror y la despersonalización, rebajándonos como individuos. El terror paraliza, la despersonalización incapacita. El miedo produce un sometimiento forzado. La despersonalización logra un sometimiento interiorizado y asumido con normalidad. Pero detrás de esta humillación solo hay intereses personales y materiales externos que intentan sacar un beneficio de esta situación, presionándonos para darles nuestro permiso. Y a veces vamos y hasta se lo damos.
La continua búsqueda del conocimiento emprendida por Blas Infante y su interpretación histórica de Andalucía nos apunta hacia un latente complejo de inferioridad que todavía perdura y nos impide reconocernos como pueblo. Los motivos de este trauma siguen siendo ocultados de forma metódica y mecánica desde hace siglos y siguen haciendo mella en nuestras expresiones y la manera de establecer relaciones. El pueblo andaluz sigue encerrado en sus propias fronteras, sin memoria, y por ello sin respeto hacia los presentes, vertebrando clasismo, trazando jerarquías inhumanas.
Por otro lado, cientos de desplazados andalusíes siguen anhelando su retorno, desde tiempos inmemoriales. Y en la actualidad, cientos de andaluces tienen que emigrar, porque su tierra se ha vuelto inhabitable. Pero quienes nos quedamos, parecemos no encontrarnos y somos incapaces de confraternizar. Seguimos con lo mismo, en el exilio. Un exilio sentimental y mental: no nos acordamos de quienes somos y por ello no nos importa que nos desplacen, nos separen. Este exilio nos autoexcluye de conocernos y de respetarnos. Nos impide un proyecto en común.
Blas Infante, gracias a su inquebrantable voluntad y dedicación, comprensión, tolerancia y determinación, puso sobre la mesa las ideas y límites que trazaban sus acciones, pudiéndose ver un desarrollo en sus planteamientos a lo largo del tiempo hasta llegar a su faceta más madura, en su época final, que fue truncada de forma abrupta por aquellos dominadores que siguen estando presentes. Quienes siguen encubriendo nuestras aspiraciones e inoculando odio e intolerancia entre nosotros. Seguimos aterrorizados y despersonalizados, nos encontramos en plena lucha interna. Debemos distinguir lo que nos sigue esclavizando, y hace que perdamos nuestra orientación y movimiento.
Él, en su lucha contra el terror y la despersonalización, llego a la lucidez, superando aquel trauma, haciéndolo extensible a su comunidad: Andalucía y la humanidad, desmarcándose por mérito propio como un referente:
“teníamos que aguardar a mejores tiempos, coincidentes con la quiebra de aquellos criterios y normas enemigos, cuyo proceso de descredito se desarrollaba a la vista nuestra. Y esos tiempos llegaron ya. (…) vamos a poder venir a comunicar, de un modo mas completo, nuestra verdad (…) No envejeció nuestra ideología, sino su capa, el eufemismo. La timidez natural de los tremendamente y secularmente castigados. Nuestra renovación ideológica ha de consistir, principalmente, en ofrecer desde ahora nuestras aspiraciones al desnudo”. (Fundamentos de Andalucía, pág. 113-114).
Ese tiempo llegó, y ya no existe retorno. Estamos en un mismo punto: el de un 2 de Enero de 1492, y un 24 de Diciembre de 1568; el de un 20 de Noviembre de 1975, y un 4 de Diciembre de 1977. Ya no hay complejos. Blas infante lo testificó con sus palabras, acciones y su propia vida. Nos recordó un camino posible para todas nosotras y todos nosotros. Y apuntó hacia el reconocimiento de todos aquellos andaluces y andaluzas asesinadas, expoliados, expulsadas o forzados a vivir bajo el terror y la despersonalización. Dentro o fuera de las artificiales fronteras de la Andalucía actual. Blas Infante representa el eslabón entre la anterior y aún impune conquista administrativa y militar de nuestros pueblos; y los exterminados y represaliados por el último régimen fascista y sus últimos coletazos: imposible entender el uno sin la otra. Tanto monta.
Al margen de que partiese desde posiciones marxistas, libertarias, cristianas o islámicas; de alguna, ninguna o de todas ellas al unísono. Pues éstas son ideologías defensoras de la justicia, la igualdad, la libertad de los pueblos, y profundamente anticapitalistas y antifascistas.
Estudiemos, rescatemos y reivindiquemos en la práctica a ese Blas Infante pleno, real y auténtico, al soberanista y al revolucionario, y honremos su memoria convirtiéndonos también en referentes: pues la naturaleza del ser humano es ser plenamente soberano; y revolucionario, ya que no permite que nadie le arrebate su naturaleza.
Bibliografía
Revista “El Impuesto Único”. Nº 19. Junio y Julio de 1913, Ronda. Pág. 23. https://universidadnomadaandaluzahome.files.wordpress.com/2023/08/i-congreso-georgista-internacional.pdf
Blas Infante (1984) Fundamentos de Andalucía. Transcripción del manuscrito inédito, edición y estudio por Manuel Ruiz Lagos. Ed. Fundación Blas Infante. Pág. 113-114.
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