Andalucismo
Reverdecer el presente para conquistar el futuro

Los procesos naturales requieren de tiempo, así un desierto puede acabar convirtiéndose en bosque, pero no de un día para otro, hasta que eso ocurre hay muchas fases intermedias, de las cuales algunas no pueden ser observadas a simple vista, lo que no quiere decir que no estén teniendo lugar. El desierto es la Andalucía del paro, la emigración, la militarización forzada de la población, las bases desde las que asesinar pueblos, el latifundismo, la del racismo iletrado que aprovechan quienes quieren a los inmigrantes, pero los quieren sin derechos, para explotar su fuerza de trabajo sin trabas, como lo es la fosa común en la que permitimos que se convierta el Mediterráneo. El desierto es la desaparición de los acuíferos, la desprotección de nuestros espacios naturales, la de ser el cementerio de residuos tóxicos de todo el mundo, los campos de cultivo envenenados o reconvertidos en lugares de extracción energética, el colonialismo interno, la pérdida de identidad, la Andalucía que cimenta su Historia más antigua en lugar de protegerla, la que destruye su urbanismo inteligente con milenios de experiencia para construir mamotretos ilógicos y desalmados, la que convierte sus ciudades y playas en parques temáticos para el turismo masivo, la del “a por ellos”, la que se autoinsulta por hablar con lengua propia, se menosprecia y se odia.
Bandera 4D 2022
Foto de @PHABOOcaulfield Pensar Jondo
Javier Zarco es politólogo, docente y miembro de Defender Andalucía
8 dic 2022 17:20

Aunque la mayor parte del pueblo no participe directamente en las dinámicas políticas, pasan cosas, hay procesos en marcha, sin ir más lejos hemos visto un 4 de diciembre atípico. Primero de todo hay que señalar que es el primer 4 de diciembre de la Historia de Andalucía en el que celebramos algo oficialmente declarado desde las instituciones constituidas por el pueblo andaluz gracias a unas movilizaciones que, no casualmente, tuvieron lugar un 4 de diciembre, concretamente de 1977. Uno en el que el Presidente de la Junta de Andalucía, del Partido Popular, abrazándose a un representante del extinto Partido Andalucista, decide nombrar ese día histórico como “Día de la Bandera”, ofreciendo institucionalidad y de paso dándose un baño de “andalucismo moderado”, robando esa cartera a un PSOE andaluz que sobrevive del aparato que pudo montar durante todos los años que estuvo robando al pueblo andaluz, al tiempo que trataba de vaciar de todo contenido revolucionario al pueblo al que decía defender y a la bandera a la que decía representar, del mismo modo que hace en este momento el actual Presidente sin mucho esfuerzo.

Mientras a nivel institucional ocurría esto, hemos podido contemplar una serie de escritos, reivindicaciones, anuncios y debates venidos de una pluralidad de organizaciones sociales y civiles que defendían diferentes posiciones políticas con respecto a la señalada fecha, manifestaciones, concentraciones, actos locales de todo tipo, ante la pasividad casi generalizada de un pueblo ajeno a todo esto. Un pueblo harto de todo, porque viene tan de vuelta de todo ya, que parece estar sedado ante cualquier cosa. Esto es un éxito rotundo del regionalismo andalucista: se institucionaliza el 4 de diciembre, la derecha se apropia del potencial revolucionario convirtiéndolo en una fecha más y a otra cosa. Aun así, creo que es necesario celebrar lo que considero una pequeña victoria –si logramos que el enemigo de clase asuma marcos que son nuestros es sin duda dar pasos adelante-, lo que no debería ser impedimento para ir más allá, y plantear debates que sigan haciendo avanzar nuestras posiciones en la batalla cultural que tiene lugar.

Indaguemos un poco: en el primer 4 de diciembre en el que hay un partido que se declara abiertamente soberanista andaluz en San Telmo –Adelante Andalucía- con un programa revolucionario y anticapitalista, resucita Rojas Marcos para, de la mano del regionalista Juanma Moreno, tratar de vaciar la fecha de contenido revolucionario, mientras logra que se asuma este día tan simbólico para el pueblo andaluz desde la institución andaluza. Días después, en esta tormenta de ideas que desatan los hechos, el amigo Rojas Marcos reivindica la necesidad de un partido andalucista de derechas. Se acaba de anotar un tanto después de años oculto y yo no puedo evitar preguntarme donde ha estado este señor y los que defienden tales cosas todos estos años atrás donde el andalucismo no tenía representación institucional en San Telmo,  por qué ahora y sobre todo por qué con estos socios y estos modos. 

Sería, a mi juicio, pecar de una ingenuidad absoluta creer en casuísticas inocentes. Si el andalucismo resurgió en la transición con unas reivindicaciones totalmente revolucionarias y murió con un partido totalmente entregado al oportunismo de derechas y a la desideologización y el olvido total de aquello que le hizo nacer, me parece que ya en esta tercera ola deberíamos ser lo suficientemente inteligentes y maduros de no volver a caer otra vez en los cantos de sirena de los liquidadores de la segunda ola. El andalucismo, por la propia estructura social y la Historia reciente de Andalucía o es revolucionario o es mero españolismo disfrazado de verdiblanco, un lobo con piel de cordero agazapado, esperando pacientemente a que el andalucismo revolucionario de un paso en falso de nuevo, para liquidarlo y hacer primar un andalucismo dócil, amable para las élites. 

Un desierto puede convertirse en bosque, pero no basta con que llueva de vez en cuando, del mismo modo no basta con que logremos victorias aunque solo sea porque el Presidente sienta la necesidad de parecerse ligera y superficialmente a nosotros para mantener su poder. También hay que atar en corto a los pirómanos capaces de convertir en cenizas en cuestión de horas lo que tardó años en florecer. Digo esto tras leer a algunos reivindicar que la bandera andaluza es de todos, faltaría más. Los bosques son de todos, de quienes los cuidan, de quienes viven ajenos a ellos y también de los pirómanos, aunque estos últimos sean nefastos para su supervivencia. Las banderas no son solo trapos, representan cosas materiales e inmateriales. Por ejemplo la arbonaida entre otras cosas representa una Historia –que es común-, pero también unas aspiraciones, que en ningún caso son de todos. Algunos directamente la niegan y con ella sus aspiraciones, otros más avispados la abrazan negando las aspiraciones que representan –así se vacía un símbolo de lo que representa-. Si preguntáramos al Duque de Alba probablemente no tendrá reparo en decir que es andaluz y que es su bandera, pero difícilmente estará de acuerdo con que la tierra es para quien la trabaja y que Andalucía necesita una reforma agraria que la ponga en manos de los jornaleros desposeídos. ¿Puede alguien decirse de derechas y sostener esa reivindicación histórica? 

Pretender una Andalucía soberana de derechas es negar la bandera, el himno y hasta la Historia de Andalucía, porque los tres conceptos de los que hablamos no se entienden sin la cuestión de la tierra. Esta fue repartida en la conquista de Andalucía entre los señores que la ganaron con la espada en tiempos medievales y que, tras el fracaso de unos “repartimentos” mal diseñados (podríamos especular una vez más desde una posición ingenua y pensar que no fue aposta), unos cuantos se quedaron la mayor parte de las mismas haciendo nacer el sujeto revolucionario en Andalucía que es el desposeído, el campesino sin tierra, el jornalero andaluz. Una Historia que se repetirá con las desamortizaciones del siglo XIX, confirmando una tendencia hacia la concentración de tierra y poder ya iniciada siglos antes, donde una vez más, los que mandan, esta vez bajo la bandera de España, ningunearán a la mayoría social de Andalucía que eran los jornaleros, para volver a repartir las tierras entre la burguesía y la alta nobleza que ya la poseía en forma de mayorazgo, imposibilitando un proceso de reforma agraria que diera justicia e igualdad social, y de paso imposibilitando que esa burguesía se viera empujada a invertir en sectores productivos como hubiera podido ser utilizar sus recursos en industrializar el país, en lugar de dedicarlos a la compra de tierras y a sentarse a esperar como las mismas producían beneficios, como finalmente hicieron.

El andalucismo moderno, el de la Constitución de Antequera de 1883 y hechos posteriores, pasando por Blas Infante (primera ola) y el andalucismo posfranquista (segunda ola) beben directamente de esta Historia y quién la niegue está negando la misma Andalucía como hecho político y social. Sería útil que esta gente que reivindica andalucismos de derechas entendiese que las cosas no suceden por “generación espontánea”, todos los grandes hechos político-sociales se explican por acciones premeditadas en el tiempo y el espacio, quien piense lo contrario se ha caído de un guindo. La bandera de los grandes terratenientes fue la de Castilla y es hoy la rojigualda, por eso el andalucismo por naturaleza es revolucionario, por eso nuestro himno reza tan acertadamente “pedid tierra y libertad por Andalucía libre” y por eso el andalucismo de derechas ni puede funcionar ni puede ser andalucismo, por más que se empeñen, más allá de una fachada amable que permita conservar poder y privilegios. También sería útil que el resto de andalucistas entendiesen que las cosas pasan porque las hacen las personas. Puedo entender que el capitalismo esté consiguiendo que pasemos de ser “ciudadanos” con los derechos y deberes políticos que ello conlleva y que los convertía en sujetos activos en política, a considerarnos “consumidores” bajo la advocación capitalista y por tanto sujetos pasivos, esperando que otros nos ofrezca el producto deseado en una bonita bandeja de plata, pero las cosas no funcionan así, si tú no haces política, otros la harán, y la harán contra tí. 

Los que se envuelven en la bandera mientras pisotean las necesidades históricas de los andaluces son los que han preparado la candidatura del Presidente suavón, que se dice andalucista mientras defiende los intereses de las élites extractivistas y antiandalucistas que expulsan a nuestros hijos fuera del país, que tienen sus campos en Andalucía, mientras reciben subvenciones de la Unión Europea y cotizan por ellos desde la Comunidad de Madrid, envenenando nuestros campos, manteniendo a buena parte de nuestro pueblo atado a la miserable cartilla del paro agrario, y otras migajas que no buscan solucionar los problemas estructurales de Andalucía, sino mantener las cosas como están y una mano de obra barata necesaria para seguir produciendo a bajo coste, mientras se llevan el 75% de las subvenciones europeas que usan para comprar las acciones de las energéticas que nos roban zonas de cultivo para llevarse la energía producida a bajo coste al resto de Europa. ¿Qué sentido tiene que el desierto cambie de dueño si va a seguir siendo un territorio yermo? ¿Para qué iba nadie a luchar por ninguna bandera si eso no se traduce en construir un futuro mejor para la mayoría social del país? 

Los debates son el alimento del sustrato andalucista, de los cuales surgen brotes verdes que mantienen la humedad del suelo y permiten convertir la tierra yerma en fértil, dando pie a un terreno que permitirá en el futuro hacer crecer a los árboles que formarán el bosque. No estamos en un momento de formación del bosque sino del sustrato, y esto es importante que lo entendamos. La acumulación de fuerzas que necesita en este momento Andalucía no es repetir errores del pasado ni esperar grandes mayorías absolutas, estamos aún lejos de esto. Para gobernar para los ricos ya están ellos. Toca construir movimiento social fortaleciendo las organizaciones políticas, pero también las civiles, usando la pedagogía, asumiendo aprendizajes, fortaleciendo nuestros sindicatos –para otro día dejamos el debate de la necesidad de un sindicato andaluz de clase amplio capaz de plantar cara a las centrales sindicales maniatadas del régimen del 78, y salir de las dináicas personalistas de poder-, limpiando nuestros campos de venenos impulsando desde el ecologismo una agricultura ecológica que devuelva sabor a nuestros alimentos y salubridad a nuestras aguas subterráneas. Retener a la juventud y evitar que se siga desangrando nuestro pueblo, organizarla, darle conciencia nacional y de clase y seguir abonando la tierra para que las temporadas de lluvias sean mucho más fructíferas en el sentido real y figurado, detener la desertificación real y figurada cuidando nuestros campos y preparando el terreno para las grandes batallas son los objetivos que todo andalucista de conciencia debiera tener en la diana si queremos conquistar el futuro.

Celebro que les obliguemos a dar pasos adelante pero cuidado con asumir que por que el partido fundado por franquistas nos guiñe un ojo ya está todo hecho. Y menos cuentos, que ya somos mayorcitos. Y más organización, que nuestros hijos siguen exiliándose. Y más formación, que los errores del pasado sirvan para aprender. Y más lucha, si no queremos seguir con las lamentaciones eternamente en esta sagrada tierra.



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