Periodismo
Pedro Vallín: “Está tan disparado el Estado profundo, que se ha creado un partido político”

El periodista asturiano Pedro Vallín ha publicado ‘C3PO en la corte del rey Felipe‘, un ensayo que explica el deterioro del sistema democrático en el último lustro.
Pedro Vallín entrevista
Pedro Vallín en la redacción de El Salto. Álvaro Minguito
5 ene 2022 05:43

Pedro Vallín (Colunga, Asturias, 1971) es uno de los mayores agitadores culturales de la red social Twitter, en la que supera los 117 mil seguidores. Es reconocido —y odiado por unas cuantas cuentas— por su estilo sandunguero, ácido y heterodoxo. Pero es también un periodista que aborda la actualidad política con incisiva profundidad. Así, el recorrido de sus artículos en La Vanguardia no ha terminado con los sucesivos finales de página políticos, sino que aun tienen sentido. Por eso, C3PO en la corte del rey Felipe (Arpa, 2021) es más que una recopilación de artículos. Es una buena guía para entender qué nos ha traído hasta un presente realmente inquietante.

Es en esos capítulos, que un día fueron artículos pero que han sido adaptados para formar un conjunto, donde Vallín se destapa como un buen contador de historias, alguien que es capaz de alejarse de los clichés del género periodístico y de utilizar el humor en esas páginas donde habitualmente solo leemos sobre pasiones miserables o laberintos tediosos.

Estamos en un momento en el que todo está preparado —no significa que vaya a ser así— para que Vox entre en las instituciones. ¿El libro es un largo cómo hemos llegado a que esto sea posible?
Digamos que hemos hecho todo lo posible para que esa hipótesis entre en lo posible, todo lo que hemos podido hacer mal, lo hemos hecho mal. Creo que sí, que el libro narra eso. Una de las cosas en las que insisto bastante es en que la pugna no está resuelta. Para mí fue una obsesión que el libro tuviera una pieza larga que hiciera las veces de introducción, que recorriera el periodo. Y al construir la pieza fue cuando tomé perspectiva de lo que estaba pasando y sí, se ha hecho todo para que eso ocurra. 

Dices que la pugna no está resuelta, ¿Hay margen para la esperanza?
Como soy un optimista irredento creo que tenemos dos reaseguros que operan para dificultar esa posibilidad. Uno es la Unión Europea: somos un país de Europa occidental, Hungría y Polonia son otra cosa. Creo que Europa no toleraría un giro autoritario en España salvo que se produjera antes en algún otro país de Europa occidental. Si Francia se va al carajo, tenemos muchas posibilidades de irnos detrás. Pero en tanto eso no ocurra, creo que la UE ofrece una especie de reaseguro democrático que modularía la posibilidad de un giro autoritario.

¿Cuál es el otro?
Nuestro espacio político es diferente al francés, el italiano, etc. Hay al menos tres unidades, tres paisajes políticos distintos. La experiencia nos dice que la política vasca y la catalana son las que tienen que deshacer el empate entre las izquierdas y las derechas en el conjunto del Estado. Mientras la derecha esté instalada en el marco de un nacionalismo español agresivo, ese empate se deshará necesariamente hacia el lado progresista del Congreso. Igual son mentiras que me cuento yo para pensar que las cosas irán bien. Pero sí, lo hemos hecho todo mal. Y no solo la política sino el resto de actores: el periodismo, los poderes económicos... les hemos abonado el camino. Y lo vamos a ver inmediatamente, porque creo que en Castilla y León Vox le va a meter un mordisco al PP que lo va a dejar temblando.

En la crítica a los medios de comunicación denuncias algo así como que se ha abierto el paso a la ultraderecha por la audiencia, casi que diríamos “por las risas”.
Toda esta experiencia nos demuestra una cosa importante que es que, a pesar del envejecimiento de su público —quizá ayudado porque la pirámide de población está muy envejecida— y de los muchos canales de información que hay hoy, la televisión sigue siendo absolutamente hegemónica a la hora de crear el humor social. Nosotros también tenemos culpa, pero el periodismo escrito tiene mucha menos capacidad de condicionar o modular humores sociales. En cambio, este híbrido de información y entretenimiento ha sido capital. 

Deberíamos plantearnos qué habría pasado si hubiera canales televisivos de ámbito estatal instalados en Bilbao, Barcelona o en Málaga

¿El modelo de La Sexta ha favorecido ese ascenso ultra?
Como soy muy malo con los augurios cuando —primero La Sexta pero luego todos los demás— convirtieron la información política en el tren de toda la programación, sustituyendo a los realities, a partir del periodo 2008-2011, y se vio que funcionaba y que tenía audiencia, yo pensaba que eso iba a mejorar mucho el debate de país. Decía “es un salto adelante cambiar la información del corazón por la información política”. No me podía haber equivocado más. El debate se ha degradado una barbaridad. Intervienen varios factores. Uno de ellos es esta campana de resonancia que es Madrid. Nos planteamos cómo sería el espectro comunicativo si se hubiera evitado la hiperconcentración de las licencias privadas de televisión, pero también deberíamos plantearnos qué habría pasado si hubiera canales de ámbito estatal instalados en Bilbao, Barcelona o en Málaga. Dicho esto, y analizadas todas las peculiaridades de la actualidad española, es verdad que tampoco hay fórmulas mágicas. Somos el único país que no hace un cordón sanitario al fascismo, esto es obvio. Pero es que tampoco tenemos muy claro que hacérselo haya dado unos resultados extraordinarios en otros países. 

¿Crees que esta fórmula de política-entretenimiento va a durar?
Hemos vivido un periodo de hiperpolitización social, que tiene que ver con la crisis de 2008, que luego estalla en 2011. Eso rompe con una tradición de las democracias liberales que a mí me parecía una virtud, aunque en realidad pueda parecer un pensamiento un poco cínico: es el hecho de que la democracia liberal es el único sistema en el que tú puedes desplegar tu proyecto vital viviendo más o menos al margen de los condicionantes políticos. No decía cosas buenas de los despolitizados pero sí decía cosas buenas del sistema. En una dictadura, o en un Gobierno autoritario, tú no puedes dejar de saber qué dice la política sobre tu vida, porque la condiciona absolutamente. De repente en 2008, con las famosas hipotecas y créditos puente que saltan por los aires, se le jode el proyecto vital a todo cristo. Y hay un proceso de politización. El famoso lema del 15M, aquello de “si no haces política te la hacen”, explica por qué los medios giran hacia esa politización. Tengo la sensación de que ese periodo se cierra con la pandemia. 

Desde el cambio de siglo hasta hoy, la derecha ha desplegado un proyecto de cooptación de las instituciones. En la judicatura, en las altas magistraturas, en las fuerzas del orden, etc.

¿En qué sentido?
Mi hipótesis es que vamos a ver desaparecer la política de los medios, que va a volver a ocupar sus lugares habituales. Creo que la gente está hasta la coronilla de que, cada vez que pones la televisión o la radio, te agarren por la solapa para decirte que la catástrofe se cierne sobre nosotros si no tomas partido. Creo que la pandemia es un hito en el sentido de que la peña lo que quiere es “ustedes cojan esos 150.000 millones de euros, rieguen el prau, que crezcan las lechugas y déjenme en paz que yo quiero estar a mis cosas”. Enric Juliana dice que esto no se va a producir. Yo creo que las audiencias de programas de política van a bajar.

¿El estado profundo se ha cargado la posibilidad de un país feliz?
Que no te metan en la cárcel por una canción, ¿no?

Por ejemplo.
La democracia en este país tiene 40 años pero el Estado (no la nación) tiene 500. El Estado funciona como un organismo autopreservativo y no se para en los límites de la democracia. En ese sentido, creo que la Transición en buena medida fue un proceso de embridado del Estado profundo. Se apretó la correa para que se ajustara a un funcionamiento de democracia occidental homologable. Se hizo a partir de los mismos materiales —con estos bueyes hay que arar—, es decir, los jueces eran los mismos que en el Franquismo, las fuerzas del Orden también, etc. Fue un proyecto razonablemente exitoso. Lo que creo que ha ido pasando, no solo en los últimos ocho o diez años, si no seguramente en los últimos 20, es que esto se ha descontrolado. Ya no es un Estado profundo embridado en la democracia. Revertir esto es muy difícil porque requiere un proceso de sustitución de personas, no hay otra. 

¿Vivimos entonces la revancha de esas instituciones que estuvieron embridadas?
Desde el cambio de siglo hasta hoy, la derecha ha desplegado un proyecto de cooptación de las instituciones. En la judicatura, en las altas magistraturas, en las fuerzas del orden, pero también en los colegios de las profesiones liberales como el colegio de abogados o el de médicos. Es flipante leer que los colegios de médicos ponen ‘peros’ a la eutanasia y el aborto cuando la medicina es una de las profesionales tradicionalmente liberales en sentido puro. En ese caso, las organizaciones religiosas —la “masonería católica”— han cooptado estas instancias. Revertir eso es muy complicado, salvo que hubiera un gran consenso democrático en la sociedad, que no lo hay.

Sostienes que eso, y no otra cosa, es lo que justifica el auge de Vox.
Toda la ultraderecha en las democracias occidentales se presupone o se disfraza de los perdedores de la globalización —ahí están los pequeños agricultores, los pequeños comerciantes, la famosa white trash americana, el pequeño comerciante o artesano italiano...— y en cambio aquí, no. Los 52 procuradores de cortes franquistas que tenemos en el Congreso de los Diputados son abogados del Estado, jueces en excedencia, militares retirados. Está tan disparado el Estado profundo, que se ha creado un partido político. Eso no se revierte con mayorías parlamentarias y sin una determinación muy fuerte. Y hemos visto, con la relación del Congreso de los Diputados con el Supremo o con el CGPJ, que esa determinación no existe. En el caso de Alberto Rodríguez, por ejemplo, o previamente en el lío de las actas de los procesistas.

En un momento de sospecha sobre la cultura, tu libro se estructura en torno a multitud de referencias culturales.
Mi relación con la cultura es contingente, soy yo. Tiene que ver con una tara, diría. No es que crea que en Star Wars vas a encontrar las respuestas a la situación política española. Yo ya hacía ese tipo de artículos, lo que pasa es que bajo el epígrafe de cultura no parecían artículos políticos. El primero que ofrecí y La Vanguardia dijo, “venga, sí” fue el de Godzilla. No es fruto de una elaboración deliberada: estaba viendo Shin Godzilla y dije “coño, el Procés”, mi cabeza funciona así. A la hora de escribir el libro intenté racionalizar por qué no es un adorno utilizar la cultura. Creo que la ficción es performativa de la realidad, y viceversa. De hecho, en el otro libro la tesis es la contraria, la realidad es performativa de las expresiones culturales de cada periodo.

Me da un poco de repelús mirar a los 80 pensando “qué bonito era aquello” porque siempre está ese riesgo, que parece que todo el mundo ignora, de confundir esos años con tener aquellos años, que es lo que en realidad uno echa de menos

¿Tienen los intelectuales clásicos capacidad de influir en este momento?
En países como el nuestro, o de nuestro entorno europeo —aquí me mataría Jorge Dioni, que diría que nuestro entorno es Argentina y Marruecos—, esa jerarquía de la intelectualidad se ejerce históricamente desde las columnas de las grandes cabeceras. Después de lo que explicó Ignacio Sánchez Cuenca en La desfachatez intelectual, hay poco más que decir: esas élites no dirigen porque no están para hacerlo. No solo no pueden dirigir a los sectores moderados o progresistas, sino que están para aplaudir a los sectores de la ultraderecha. Las nuevas ultraderechas son radicalmente... odio esta palabra: “populistas”, o radicalmente populares, y por tanto no necesitan un discurso jerárquico de calidad que les dé legitimidad o que consiga que sus ideas penetren. Porque sus ideas penetran diciendo gilipolleces. Esto es lo que ha aportado el trumpismo. Entonces, esas élites no son útiles a la democracia y —Roma no paga traidores— tampoco son útiles a la causa ultra. Los cenáculos están, porque esta gente sigue publicando y comiendo y bebiendo muy bien, pero entrar en ellos no te da más capacidad que esa: comer y beber muy bien. 

Existe la nostalgia de un tiempo en el que programas como La Clave organizaban los debates de su tiempo.
Me da un poco de repelús mirar a los 80 pensando “qué bonito era aquello” porque siempre está ese riesgo, que parece que todo el mundo ignora, de confundir aquellos años con tener aquellos años, que es lo que en realidad uno echa de menos. Cuando Vargas Llosa presentó aquel libro, La civilización del espectáculo, nos explicó en la presentación cómo añoraba no haber vivido en el Madrid de las tertulias de Ortega y Gasset y de todos aquellos grandes que se juntaban... Yo salí de allí pensando “este señor, ¿sabe que había un 63% de tasa de analfabetismo en este país?” ¿Cómo vas a añorar la calidad intelectual del país en el año 26? Si la gente comía mierda, por favor.

Pedro Vallín en la cocina de El Salto
Pedro Vallín en la cocina de El Salto. Álvaro Minguito

Te reivindicas como liberal. ¿Por provocar o para escapar de los clichés del izquierdismo?
Es un poco una provocación pero también es cierto. No tengo una formación marxista militante. Desde el punto de vista de la tradición intelectual me siento identificado con los principios del liberalismo clásico, que no tiene nada que ver con el neoliberalismo. También es verdad que me siento muy cómodo con la expresión “liberal” como lo usa la izquierda en EE UU. Aquí fracasaron las revoluciones liberales y no hay una tradición liberal digna de tal nombre. Quiero arrebatarle ese significante al neoliberalismo, que desvirtúa todos los principios del liberalismo, porque lo convierte en una especie de fanatismo perverso antiestatalista. El liberalismo era antiestatalista en la medida en la que surgió contra el despotismo, contra el absolutismo monárquico. Pero el liberalismo clásico no reivindica la desaparición del Estado ni la ley de la jungla, jamás. 

Dentro de la izquierda “a la izquierda del PSOE” nadie se reivindica “izquierdista”, de hecho es algo que se arrojan unos a otros.
Yo defino a Podemos como un partido liberal. Es un partido con recetas de socialdemocracia clásica en lo económico, miterrandianas diría, y liberal en términos de derechos políticos: la ley trans, la ley de eutanasia... Es liberalismo clásico. Yo me siento progresista y de izquierdas pero no pertenezco a la tradición marxista. Hay un debate que doy por perdido, yo defiendo que los principios políticos deben estar claros, las recetas son contingentes. 

¿A qué te refieres?
Me llama la atención de los economistas el hecho de que hayan olvidado prácticamente la filosofía política: hoy nadie se toma las recetas como recetas. Es decir: ¿uno está a favor de nacionalizar empresas? Ni sí ni no: depende de qué empresas, en qué momento y de qué sectores. ¿Fue útil o no fue útil la expropiación de Rumasa? Fue políticamente muy útil porque, después de 43 años, los socialistas volvían a estar en el Gobierno del país e hicieron una cosa que a veces hay que hacer, que es pegarle un tiro a uno para que todos sepan que tienes una pistola. Otro ejemplo, ¿un liberal defendería la expansión del Estado en términos jacobinos? En un periodo ordinario no, pero cuando hay una pandemia, tiene que haber una verticalización del poder para que los Estados actúen. Keynes lo dijo muy bien: “cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión, ¿usted qué hace?”. El keynesianismo posterior a la II Guerra Mundial, animado por el esfuerzo de combatir a la URSS propugnando unas sociedades muy prósperas y muy libres, funcionó. ¿Eso significa que en todo caso y en toda condición un Estado debe ser el capitán de la economía? Pues, a lo mejor no. Esta es una de esas cosas en las que, en los debates con marxistas, noto resistencias. 

Podemos se supone que es la plasmación de un humor colectivo que se había expresado después del 15M. Por eso es todavía más patético que la cosa terminara con estas bofetadas personales

¿Hasta qué punto la ideología ha sido el envoltorio para justificar diferencias personales dentro de Unidas Podemos?
En el caso de las cuitas internas de Podemos no ha habido ninguna diferencia programática reseñable entre ninguna de las familias. Ha habido algunas diferencias de estrategia, tampoco muy relevantes, que al final se han convertido en disputas personales. Incluso las disputas estratégicas han sido una competición por tener razón. En el libro lo atribuyo a que son o somos, hijos del neoliberalismo, en el sentido de que hemos vivido toda nuestra vida en el momento de hegemonía incuestionable del pensamiento neoliberal y por tanto tenemos muy interiorizado lo del éxito personal, la medalla “pa mí”, y lo que llamo el síndrome Wozniak, lo de “yo estaba en el garaje el día que Steve Jobs enchufó el Macintosh y tengo derecho a recibir gloria por ello”. Estos tics se revelaron muy rápido. Con una excepción que nadie reconoce, que fue Juan Carlos Monedero, al que mataron a las primeras de cambio y desde entonces, desde fuera de la estructura (al menos hasta que entró en el Instituto 25M) se dedicó a defender el proyecto. Pero su caso es único. 

La tónica general es irse dando un portazo.
Pongo un ejemplo, el caso de Óscar Guardingo porque salió número uno en la lista y le echaron para atrás por la negociación con los Comunes, pero hay muchos más. Todos, al día siguiente de salir de Podemos enfadados por lo que fuera, estaban echando pestes contra todo el partido. No sobre lo que les había pasado a ellos, sino contra el partido. Tenían el “su turno” de un debate televisivo nada más salir del partido o de sufrir una derrota. A mí esto me parece patético, primero, porque estás disparando contra tu proyecto político y porque en el fondo eres un juguete roto: nadie quiere escuchar lo que tengas que decir, solo quieren oírte echar pestes del sitio del que acabas de salir. Es singularmente grave, y no sé si tiene que ver con el síndrome del “Frente Popular de Judea” de La vida de Brian, pero el caso es que el PSOE o el PP son partidos ideológicamente mucho más anchos que Podemos. Dentro conviven posiciones políticas muy disímiles, históricamente. En cambio, en términos económicos, derechos de las mujeres, cambio climático, dentro de Podemos no había tanta diferencia entre Anticapitalistas y “errejonistas”, por coger el extremo izquierdo y derecho de lo que era la organización en 2016.

¿Cómo influye esa educación neoliberal?
Es un factor de época que tú puedes hacerte una campaña electoral sin organización: con un líder y una tele. Esto, claro, cataliza ese tipo de reyertas entre los números uno, dos, tres. Pero ha sido sorprendente: independientemente de los liderazgos y de la personalidad de los fundadores, que son todos gente con criterio, con talla intelectual, con muy buena imagen pública —y no solo estoy pensando en Pablo e Íñigo, pienso en Luis Alegre, Carolina Bescansa etc.— Podemos se supone que es la plasmación de un humor colectivo que se había expresado después del 15M. Por eso es todavía más patético que la cosa terminara con estas bofetadas personales por tener razón o por estar de número uno. Cualquiera de las dos cosas es lamentable. Una de las cosas que más o menos explica Errejón en su libro es que su ansia no era suplantar a Pablo, sino que le dieran la razón, que sus tesis fueran las que se ejecutaran. Un texto que a mí me flipó, que luego Pablo Iglesias pidió perdón, fue uno donde les decía a los de IU, “yo no quiero tener razón, yo quiero ganar”. Cuando lo leí pensé, “aquí hay un tío que entiende la política de otra manera”. Y, sin embargo, al final muchas de las peleas que tuvo eran por tener razón, que no sirve para nada.

Si todos somos un poco storytellers de nosotros mismos, yo no he conocido un político más consciente de eso que Iglesias

Uno de los textos más inspirados del libro es “Pablo Iglesias en la piscina del gran Gatsby”.
Te confieso el origen del texto. Otros son artículos largos que escribía en dos o tres días, pero ese artículo sí lo publiqué en el día. El tema de la nueva casa con piscina estalló un jueves, me parece y el sábado es el día que Iglesias convoca el referéndum “yo-mí-me-conmigo” y publiqué el texto antes de su rueda de prensa. Lo escribí como obituario. Gatsby termina muerto en su piscina y pensaba en hacer un réquiem: “Esto se lo ha llevado por delante”. Luego, el hombre tiene más vidas que un gato. 

El plebiscito es una de las muertes de Pablo Iglesias.
En el libro hay algunos textos inéditos. Uno es el de Íñigo y Ripley [“El talento de Mr. Errejón”], que no se publicó nunca en La Vanguardia, en parte porque cuando lo empecé a escribir acababa de llegar a la sección y me parecía un texto muy friqui, muy heavy, porque había ahí un homoerotismo que dije... no lo publico. El otro es un texto que se llama “Las muchas muertes de William Munny”, y se lo debo a Iglesias. Porque, mientras estábamos terminando el libro y organizando los materiales, éste construye ese tercer acto de su drama político. Él construyó sus Termópilas: asesinó al personaje que era y al personaje que decían que era. 

La semana política
El villano
El anuncio de Pablo Iglesias de que concurrirá a las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid le refuerza como el 'outsider' de la política española.


¿Cómo?
Impugna al personaje que era —su liderazgo supermasculino, supervertical— al señalar a Yolanda [Díaz] como la vicepresidenta y proponer a Ione Belarra, Lilith Vestrynge, etc. para dirigir el puente de mando de Podemos. Es todo lo que no es él: un liderazgo coral, femenino, desmadrileñizado. También destruye el personaje que decían que era, porque al renunciar a la vicepresidencia renuncia al poder, con lo cual era cierto lo que decía desde hace tiempo —y no nos creíamos nadie— que es que, en realidad, a él no le gusta la política. Si todos somos un poco storytellers de nosotros mismos, yo no he conocido un político más consciente de eso que Iglesias. Que nos diera ese cierre con lazo para el libro me pareció un regalo. Me gustaba estéticamente esa idea de las mil muertes. Muere en la casa, convoca un referéndum para que le echen y no le echan, iba a morir en Vistalegre y no murió, le entregó a Pedro Sánchez su cabeza en bandeja en el verano de 2019, y al final tampoco.

Yo soy muy benévolo con los resultados legislativos de Unidos Podemos en el Gobierno, porque creo que es capital cambiar la dirección de los acontecimientos, desprecintar cosas

Para mucha gente la deriva de Podemos es una confirmación de que las ideas del 15M sobre la profesionalización de la política se cumplen.
Yo soy muy escéptico respecto a la idealización del 15M. Y esta empezó muy rápido. En Vistalegre 2, una de las partes del discurso de la candidatura de Íñigo, era “recuperar la ilusión”. No recuerdo cuál era la expresión exacta, pero la idea era “recuperar la frescura y la ilusión” del 15M. En general, recuperar la frescura y la ilusión de las cosas significa que te estás haciendo mayor. Todo es fresco e ilusionante cuando empieza y seis años después ya no es fresco ni ilusionante, es otras cosas. La duda es qué otras cosas podía haber sido Unidas Podemos y eso es un contrafactual.

Ok, ¿qué podía haber sido Unidas Podemos?
Tengo claro que se hicieron muchas cosas mal, no tengo claro que la parte más importante de la reducción del espacio político tenga que ver con los errores de Podemos. Un día de 2019 hablando con Enric Juliana, me decía: “Es que en el fondo estos han hecho un montón de cosas bien, a pesar de la hostia que se acaban de dar en las elecciones de abril”, en las que perdieron 29 diputados. Yo creo que la parte fundamental de la reducción del espacio político en ese periodo es el hostigamiento. Y no es por exculparlos a ellos. Sustancialmente, se demonizó la opción política Podemos y particularmente el liderazgo de Iglesias. La tertulia más escuchada en la radio de España abría todas las mañanas con una homilía contra Pablo Iglesias. Todos los días durante tres años. El castigo se siente.  

Estamos en el momento de Yolanda Díaz y la cuestión es si su “obsesión” por el diálogo puede hacer inane su propuesta. Ya existe el PSOE para poner límites a lo que puede avanzar la democracia.
A lo mejor, la gran utilidad de Podemos en el gobierno es estar ahí recordándole al Partido Socialista su propio programa. 

¿Tiene alguna opción Díaz de volver a ampliar el margen electoral tras los malos resultados de 2019?
Creo que el esfuerzo por volver a ensanchar el espacio político necesita una modulación de liderazgo, de mensaje, etc. Esto ya te lo digo a nivel técnico, dado que trabajamos con el lenguaje: creo que la palabra transversalidad no se puede usar. Tienes que proponer una oferta transversal para ensanchar el espacio, es imprescindible, pero coge un diccionario de sinónimos y busca otra palabra. Porque transversalidad fue derrotada en Vistalegre 2. Es un error usar esa palabra, pero no enfocar la candidatura con la vocación de ensanchar. 

El neoliberalismo murió en 2008 porque perdió la capacidad de convencernos a todos de que en el fondo, aunque hiciera muy ricos a los ricos, nos iba a hacer ricos a todos

¿Cuál es el precio de ese ensanchamiento? ¿Leyes que se quedan a mitad de camino?
Yo soy muy benévolo con los resultados legislativos de Unidos Podemos en el Gobierno, porque creo que es capital cambiar la dirección de los acontecimientos, desprecintar cosas. Por ejemplo, ¿la ley de Vivienda se va a aplicar en los términos que tenga efectos reales sobre los precios de alquiler en las megaurbes? Seguramente no. ¿Por qué creo que tiene un valor político del copón? Porque desprecinta la posibilidad de hacerlo, es decir, rompe el tabú de ”no se puede intervenir el mercado“. En ese sentido, a mí, el acuerdo de reforma laboral me parece histórico. Hemos vivido 40 años sucesivos de que las reformas laborales caminaban en una dirección concreta y ésta, aunque no desande mucho recorrido, ha cambiado la dirección de la política laboral. ¿Podría haber desandado muchísimo más? Sí. 

¿Incluso aunque se produzca con el aplauso de la CEOE?
Creo que la idea de meter a la CEOE es correcta. Si nos creemos los mecanismos de diálogo social, nos los creemos. Cambiar un modelo económico es muy complicado independientemente de cuánto se consiga o no se consiga reducir la precariedad o la temporalidad. Nosotros tenemos un modelo económico basado en la terciarización de los empleos y, por tanto, la precariedad es muy difícil de combatir. Es difícil cambiar ese modelo de relaciones laborales. Pero creo que el hito es apuntar en otra dirección. Y ya se andará más, si las cosas no se tuercen y acaban los procuradores franquistas gobernándonos otra vez. 

Este mensaje permanente sobre la correlación de fuerzas, también puede desembocar en el desencanto.
Entiendo que se critique el uso de ”la correlación de fuerzas" como el comodín para resolver todas las claudicaciones. Sí, pero no deja de ser verdad. Son 35 diputados. Por otra parte, estoy absolutamente convencido de que si este Gobierno de coalición estuviera formado por 86 diputados del PSOE y 70 diputados de Unidas Podemos, los resultados no serían mejores en las dinámicas de poder dentro del gobierno. Creo que es difícil sacarle más punta a 35 diputados. Estos desprecintados se están alineando con un sentido común de época que trasciende nuestras fronteras. Porque, a pesar de que mis amigos marxistas digan que soy un memo y un iluso, yo lo dije en 2008: la hegemonía del pensamiento neoliberal ha muerto aquí y ahora. Otra cosa es que sus políticas y sus recetas hayan seguido aplicándose y que además no haya surgido una nueva hegemonía de discurso. Pero el neoliberalismo murió en 2008 porque perdió la capacidad de convencernos a todos de que en el fondo, aunque hiciera muy ricos a los ricos, nos iba a hacer ricos a todos, que era un poco el sentido común de los años ochenta y los noventa. 

¿Qué significa eso en un contexto global como el nuestro?
La Unión Europea está como los elefantes o como los portaviones, girando hacia un nuevo sentido común que creo que tiene que ver con estas políticas que inauguró simbólicamente Joe Biden en su toma de posesión. Creo que en España las está liderando Unidas Podemos pero, que las capitalice o no electoralmente esto ya sabemos que es muy problemático. Todo el mundo se ha dado cuenta, empezando por Merkel, de que aquella mierda de 2008 no se puede volver a hacer otra vez porque nos comen. Se ha aprobado la tesis de José María Lassalle: el neoliberalismo, incluso aunque no se imponga por las armas —como fue en el caso de Chile— va a reventar la democracia. La famosa comprensión nueva de la Unión Europea respecto a la pandemia, y cómo usar el dinero y en que términos, y qué pasa con la deuda y los déficit, creo que indica que se ha percibido que, si sigues aplicando un recetario neoliberal, el humor social camina contra la democracia. 

El libro es arriesgado, en el sentido en que no te preocupa caer bien o quedar bien con los personajes. Es también un ensayo divertido. ¿Te consideras un autor de sátira?
Tiene que ver con otra cosa que hago por provocar, no solo decirme liberal, sino decirme posmoderno. Vivimos en la época posmoderna, uno no puede emanciparse de la época en la que vive. Soy posmoderno yo y lo sois todos los demás. Esa posmodernidad la llevo siempre a la ligereza, porque me parece que, en general, el periodismo es muy autoimportante, pero el periodismo político es insufriblemente autoimportante. Es más, cuanto mejor es un periodista político, más solemnidad tiene lo que escribe. Todo es como de una gravedad de luto y no soporto esto, no puedo con ello. Entonces, creo que me frivolizo deliberadamente. Intento hacer humor. Me siento muy orgulloso porque creo que he encontrado una forma de hacer una narración de política que en el fondo es muy densa y que va a señalar con el dedo, no se esconden los nombres y apellidos. Creo que el uso de referentes pop y el humor transmite al lector una idea de que son temas muy importantes pero tampoco como para que se tiren por la ventana.

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La dana ha dejado a miles de familias sin hogar. Ante la inacción de las instituciones, han sido las redes familiares las que han asumido el peso de la ayuda. La Generalitat, tras décadas de mala gestión, solo ha podido ofrecer 314 pisos públicos.
Redes sociales
Redes sociales Bluesky, la red social donde se libra la batalla por el futuro de internet
Ni es descentralizada ni está fuera de la influencia de los ‘criptobros’ que han aupado a Trump a la Casa Blanca, pero ofrece funcionalidades útiles para recuperar el interés por participar en redes sociales.