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Periodismo
Teresa Aranguren, corresponsal por casualidad
Gran conocedora de Oriente Medio y los Balcanes, esta vasca residente en Madrid fue una de las primeras corresponsales en informar sobre las vulneraciones de derechos humanos en Palestina y resistir en Belgrado durante la guerra de los noventa. Risueña y humilde, cambia de gafas para protegerse del sol de Málaga el fin de semana que fue invitada por la Asociación Al Quds para presentar la XIX Velada de Solidaridad con Palestina en Gibralfaro.
El pasado 2 de octubre participó en un evento de solidaridad con Palestina organizado por la Asociación Al Quds en Málaga, ¿qué significó para usted reencontrase con el público en un evento cultural de tanta solera?
Lo primero que me gustaría resaltar es la importancia de que haya gente con iniciativa para hacer actos como este, especialmente en este momento, con la pandemia encima y después del periodo de confinamiento. El esfuerzo de hacer un acto presencial y con un éxito total, porque se llenó, con intervenciones diferentes y un público atento es algo reconfortante. A veces, uno siente que ya no hay margen para actos solidarios y cuando ves algo así, te das cuenta que hay gente peleando y esforzándose por mantener un punto de dignidad.
Una veintena de militares israelíes detuvieron a la cooperante española Juana Ruiz, que continúa detenida y sometida, como cualquier civil palestino, al régimen castrense desde el 13 de abril, ¿Qué ha supuesto la detención de la trabajadora humanitaria hispano-palestina?
Yo creo que esta estrategia de la ocupación israelí viene desde hace unos años. Son muy conscientes de que uno de sus objetivos a destruir es la capacidad de apoyo mutuo y de defensa de la vida que tiene la sociedad palestina. Hay unas redes de solidaridad interna muy fuertes, que hacen que, pese a lo durísimo de la situación, frente al estrangulamiento económico, no haya gente desamparada en la calle. Eso no lo ves en Palestina.
Israel, que tanto se ha alabado porque vacunó muy rápido, pagando mucho y pujando por las vacunas, ha dejado a la población que tiene sometida y bajo ocupación militar totalmente de lado
En relación con eso es fundamental que haya asociaciones de tipo social: de mujeres, educativas, de defensa de la infancia o la asociación con la que trabajaba Juana, que son los Comités de Trabajadores de la Salud —Health Work Committees (HWC)— que, por ejemplo, han llevado a cabo toda la campaña de vacunación frente a la Covid-19, cosa que era responsabilidad de la potencia ocupante. Israel, que tanto se ha alabado porque vacunó muy rápido, pagando mucho y pujando por las vacunas, ha dejado a la población que tiene sometida y bajo ocupación militar totalmente de lado. Eso ha sido sustituido por asociaciones como los comités, por lo que el objetivo de la ocupación es destruir esos entramados sociales.
En el caso de Juana, el Alto Representante de la Política Exterior de la Unión Europea (UE), Josep Borrell, defendió que "hasta la fecha, (la UE) no ha encontrado pruebas fundamentadas de uso indebido o desviación de fondos de la cooperación en Palestina”. Esta afirmación es importante no solo por lo que dice, sino porque previamente han tenido que investigar para responder así, pero da igual. En este momento, Juana lleva seis meses detenida y no sabemos cuánto va a estar. Sé que la estrategia del abogado es conseguir, al menos, detención domiciliaria, que pueda estar en su casa, pero no hay ninguna respuesta porque hay un intento de utilizarla como chivo expiatorio.
Precisamente, la voz de Juana Ruiz fue una de las primeras en denunciar la falta de acceso a la vacunación de la población palestina. ¿Cree que su posterior detención es un aviso para navegantes destinado a la cooperación europea en Territorios Palestinos Ocupados?
Me gustó la primera declaración del abogado con respecto a su estrategia. Dijo: “Esto no tiene nada que ver con términos jurídicos, esto es una estrategia política”. Yo creo que, si algo está controlado al milímetro, hasta el último céntimo, son todos los proyectos de cooperación con Palestina. La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo tiene que rendir cuentas de todo y las organizaciones que colaboran con ella y desarrollan esos proyectos también.
Es una acusación sin base, como dijo Borrell, pero ese no es el tema. Lo que importa es el mensaje de que “esto es lo que le pasa a quien se atreve a colaborar con Palestina”. En el caso de Juana es mucho más, porque es medio palestina, está casada con un palestino, lleva 30 años viviendo allí y claramente es una persona conocida en la zona.
¿Cómo se puede informar de manera eficaz sobre aspectos tan complejos como las vulneraciones de derechos humanos hacia población civil?
La información tiene que tener datos y remitirse a hechos y para eso es muy importante que el periodista se informe. Uno de los defectos de nuestra profesión es que, como es tan efímera y urgente, muchas veces el periodista no tiene ni idea de cómo es el mundo del que va a informar.
Eso también refleja un cierto etnocentrismo occidental. Tienes aquí un europeo que se planta en Palestina, Siria o en Afganistán ahora y, en seguida, parece que pontifican y que ha entendido todo. Creo que tenemos que ser más humildes e intentar informarnos. No podemos convertirnos en un académico, pero sí saber algo de su cultura.
Si no intentas revisar tu mirada, terminas viendo solo aquello que refuerza el prejuicio que llevabas antes
Y, sobre todo, ir con esta alerta de pensar que todos llevamos los prejuicios en los que nos hemos educado. Entonces, si no intentas revisar tu mirada, terminas viendo solo aquello que refuerza el prejuicio que llevabas antes. Eso pasa mucho con la información del Medio Oriente y el Mundo árabe. Se detecta que el periodista ha ido y solo ha confirmado los prejuicios que llevaba, no ha visto otras cosas.
Por ejemplo, cubrimos en Belén el entierro de un niño de 12 años, que fue asesinado cuando iba a la escuela, por un disparo de un soldado del ejército israelí. Era el hijo de un cuadro medio de Fatah. Estaba toda la ciudad de Belén, era impresionante: en primera fila iban curas franciscanos con los imanes de la mezquita. Entre la masa que los seguía, había dos filas de chicas cubiertas completamente, por lo que solo se les podía ver los ojos. Eran dos filas y allí había como diez mil personas.
Yo me acuerdo que lo vi y pensé: “Esta va a ser mañana la imagen de casi toda la prensa” y se lo dije al cámara: “Oye, eso no es lo que me interesa y no refleja lo que está pasando, así que tú olvídate de ellas. Sácame imágenes de la gente que está aquí” y no me equivoqué. Esa imagen fue la que más se extendió. Es el modo en el que, muchas veces, la información periodística más que intentar reflejar lo que está ocurriendo, los datos y la realidad, lo que hace es confirmar los prejuicios.
En su intervención en la velada hablaba del componente femenino. ¿Cómo fue para usted informar, siendo mujer, en entornos sumamente masculinizados y machistas?
Tengo que decir que yo no he sufrido una discriminación por ser mujer. A mí me enviaron a la zona, la primera vez en Mundo Obrero, porque había estado viviendo con mi marido en Jordania y había mandado algún reportaje sobre los campos de refugiados palestinos. Cuando digo mandado, es mandado por correo (risas). Y me enviaron porque, en la redacción, era la persona que conocía algo la zona. Después del periódico El Independiente, en Telemadrid fue lo mismo. “¿Quién sabe algo de esto?” “La Aranguren”, y por eso me mandaron. No solo que me mandaron, sino que me aguantaron tanto en países árabes como en los Balcanes.
Palestina
Solidaridad con Palestina Una velada por Palestina con nombre de mujer
Yo tuve formación básicamente humanista y la profesión la aprendí haciéndola. Entré en el periodismo de casualidad, pero mi idea no era ser periodista y, cuando volvimos a España, me ofrecieron trabajar. Cosa que yo sé que es casi impensable ahora, pero antes había una suerte de euforia periodística.
En los sitios donde me he movido, principalmente en países árabes, había y aún hay patriarcado, igual que en Occidente, pero en Oriente la fuerza del patriarcado sigue muy fuerte. Y creo que un factor importante es ser extranjero, porque esa sociedad, al mismo tiempo, tiene una tradición de tolerancia al de fuera, cosa que aquí no conocemos.
Finalmente, yo siempre era la española, por lo que me he podido mover a un campo de refugiados de Jordania, por ejemplo, volver sola a la noche y no perder la reputación. Si hubiese sido palestina o jordana lo hubiese tenido más complicado, porque uno de los factores de sometimiento más fuerte para las mujeres es la presión familiar. Creo que, en algunos casos, ser mujer y española me ha abierto puertas, porque no tenemos un pasado colonial allí y por Al Ándalus y todo lo que ello significa.
Creo que se conocen muchos más elementos de nuestra cultura allí, que lo que nosotros conocemos con respecto a ellos
Cualquier árabe conoce la Alhambra y, con solo decirte que, a mí, en un taxi en Jordania, me recitaron en inglés el “llora como mujer lo que no has sabido defender como un hombre”, haciendo referencia al lamento de Boabdil al perder Granada... Hay un conocimiento que aquí no somos conscientes. Creo que se conocen muchos más elementos de nuestra cultura allí, que lo que nosotros conocemos con respecto a ellos y eso es un efecto de ese sentimiento de superioridad occidental.
Durante su estadía en Málaga ha podido hablar con especialistas del Al Ándalus y el pasado de estas tierras, ¿por qué cree que es tan importante conocer nuestra historia en la actualidad?
Ahora porque tengo más tiempo. El estar jubilada en eso es una maravilla porque distribuyes el tiempo como te da la gana (risas). Sé que tengo lagunas sobre cómo fue el exterminio de los moriscos y creo que hay muchas más que tenemos, no solo yo, los españoles en general. ¿Qué nos enseñan de la expulsión de los moriscos, de los judíos, o de la conquista de América? Sabemos poquísimo de quiénes eran y cómo vivían. Creo que, si tienes la ocasión y te apetece, uno de los mayores elementos de felicidad es el conocimiento.
Amante del mar, tiene los campos de su pueblo, cercanos a la Sierra Salvada siempre presentes, aunque enseñe fotografías de sus últimos viajes a Irak o Palestina. Decía Ryszard Kapuscinski que, para ser buen periodista, había que ser buena persona y Teresa Aranguren es ambas, mientras celebra la vida y el conocimiento.