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Pista de aterrizaje
María Montávez: “La tierra nos hace sentir libres”
María Montávez es secretaria de organización del SAT de Jódar y está implicada en una infinidad de procesos vinculados a la lucha por la tierra y a la defensa de los derechos de los trabajadores y las trabajadoras
Investigadora en el Instituto de Migraciones de la UGR.
Integrante del colectivo Antroposures.
Mujer, andaluza y sindicalista, María Montávez está implicada en una infinidad de procesos vinculados a la lucha por la tierra y a la defensa de los derechos de los trabajadores y las trabajadoras. Uno de ellos, el Cerro Libertad, la finca ocupada durante más de un año cerca de Jaén por integrantes del SAT y que fue recuperada para su uso agrícola.
¿Quién es María Montávez?
Soy de Jódar, un pueblo de Jaén, y soy jornalera desde que tenía 12 años y una activista sindical creo que desde que nací. Desde muy pequeña veía injusticias y me revelaba. Yo creo que hay sindicalistas que se pueden hacer, pero yo creo que ya nací siéndolo.
¿Cuál ha sido tu trayectoria sindicalista desde los inicios?
Empiezo a ser secretaria local de Comisiones Obreras en el curso 94-95 en la provincia de Jaén. Entonces el SOC no estaba implantado todavía, era más de la Sierra Sur de Sevilla. Mi pueblo es un pueblo de migrantes, un pueblo temporero donde trabajábamos en Navarra en el espárrago y en la vendimia. Empecé a ir a Navarra a visitar a los compañeros y compañeras, a intentar que se cumplieran los convenios, y así empezó mi actividad sindical. En aquellos entonces se logró equiparar el sueldo de la mujer con el del hombre, por luchas que mantuvimos las mujeres en el campo. En Jódar, decidimos que necesitábamos un sindicato de clase, que defendiera a la gente del campo y el que más se identificaba era el SOC.
Desde tu posición de jornalera y sindicalista ¿cómo te has sentido en las distintas luchas en las que participas?, ¿cómo has sentido a tus compañeras?
Las mujeres siempre hemos estado en la lucha, pero no ha habido protagonismo al respecto, no se ha hablado igual que de los hombres. Recuerdo una cantidad de mujeres con incansable lucha. Al principio fue muy duro porque mujeres que queríamos tener espacios también en público no podíamos hacerlo, no nos dejaban expresar que también tenemos otra forma de ver las cosas. Yo empecé sola y esto supuso una lucha para demostrar mi capacidad.
Y en este entramado, ¿cómo aterriza el papel de las mujeres en esa lucha por la tierra, por la soberanía alimentaria?
Las jornaleras amamos la tierra y sabemos que la tierra es nuestro medio de vida en las zonas rurales y nos hace sentirnos libres. Entendemos que, si la tierra está en manos de quien la trabaja, eso supone la libertad. Supone soberanía alimentaria, igualdad e ir contra el capitalismo.
¿Cómo fue tu experiencia en el Cerro Libertad?
Soy secretaria de organización del SAT de Jódar y, al cumplimiento del primer año de encarcelamiento del compañero Andrés Bódalo, queríamos hacer alguna acción simbólica y empezamos a barajar el tema de una ocupación. El Cerro Libertad es una finca con 75 hectáreas y el día 1 de abril de 2017 la ocupamos y empezamos a trabajarla. A las semanas se presenta la Guardia Civil y nos identifica a una serie de gente porque habíamos realizado una actividad cultural para dar a conocer el Cerro. Identificaron a 20 compañeros y compañeras, supongo que aleatoriamente, denuncian y el día 23 de junio se fija la fecha del juicio. Le dije al juez que tenía un motivo fundamental para ocupar la tierra: tenía a mi hija a 800 kilómetros en Navarra cogiendo espárragos de noche y ganando 15 euros. En el Estatuto de Autonomía, en la Ley de Reforma Agraria, hay un artículo donde dice que si una tierra está abandonada por más de dos años, el Gobierno tiene derecho, en este caso la Junta de Andalucía, a recuperarla y a destinarla a fondos sociales por ley. Y, sin embargo, no lo está haciendo. No sé si el juez lo entendió o no pero, de los 20, solo me condenó a mí al pago de 180 euros, una victoria porque nos pedían tres meses de prisión.
El pasado 19 de abril se produjo sin avisar el desalojo. Había 15 o 20 compañeros frente a unos 300 guardias civiles boinas negras, y no pudo haber resistencia. Y eso es lo que está haciendo hoy el capital con nosotros.