Turismo
Podcast | Turismo y lucha de clases. Hacer España yéndote de vacaciones

Lleva unos meses rondándonos la teoría de los tres estados. Como cuando se cuenta en el cole la Edad Media, la teoría explica que hay tres sociedades superpuestas: gente que maneja lana para comprar a mucha otra gente y aún le sobra; gente que es comprada y con esfuerzo puede comprar a alguna otra de vez en cuando; y gente que es comprada y solo le queda apretar los dientes pa tirar palante. Esta imagen contiene muchas incógnitas. En el programa con Emmanuel Rodríguez a propósito de su libro sobre la clase media nos preguntábamos ¿cómo es posible que ese segundo estado identifique al 60% de la población y a casi a la totalidad de la esfera política? Cuando Anna Pacheco retoma el problema de la clase en el trabajo contemporáneo en Estuve aquí y me acordé de vosotros (Anagrama, 2024), libro al que dedicamos este último programa de la temporada, se pregunta cómo esas personas -casi clase media, media media, media baja, media bajita, casi pobres- que dispensan sus servicios en hoteles de lujo no desarrollan, al servicio de la clase alta global, las formas más depuradas de rencor. La imagen de los tres estados devuelve también la incógnita de las alianzas ¿con qué clase es más probable el acuerdo estratégico? ¿con aquella a la que hay más posibilidad de volver o caer o con aquella a la que se aspira a llegar?
En el contexto español el turismo -en otros lugares una actividad excepcional y residual en el ámbito productivo, aquí eje vertebrador del modelo de país- resulta ser bien explicativa del estado de las cosas. En ella se refleja con precisión la teoría de los tres estados: el 33,1% que no puede irse de vacaciones al menos una semana (ECV 2023), el 60% que trabaja aspirando a la vida-vacaciones y el 7% que se forra con todo esto. El problema de esta imagen, icono del clasemedismo español, es cómo se mueve. El turismo ha vivido la transición desde un sector servicios-industrial que coquetea con las grandes constructoras y financieras a un sector devorado, al igual que el conjunto de la producción social, por estas últimas. De hecho, la conflictividad social creciente, como hemos visto en las últimas manifestaciones contra la turistificación de nuestras ciudades y territorios, uno de los movimientos populares más vivos hoy, no estalla solo por la captura territorial y laboral del sector clásico ho(s)telero, sino por el giro rentista que incorpora la vivienda turística y agota todas las formas de vida urbana e insular.
Si situamos el turismo en esta esfera productiva y sistémica, más que en una esfera de gustos, consumos y estilos de vida, el marco de críticas y de alternativas se desplaza también ¿es lo mismo un sector turístico que el otro?, al igual que cabe preguntarse ¿es lo mismo la explotación laboral que la expropiación rentista?. ¿Cabe alguna forma de nuevo pacto social por el turismo, que incluya su desmercantilización, decrecimiento y profesionalización? ¿Será posible otro turismo mientras sea imposible otro trabajo? Nos vemos en septiembre y, mientras tanto, en las piscinas. Un abrazo.
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