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Política
El desprecio de Feijóo por las lenguas: cuando su españolismo superó al de Fraga
Es improbable que se pueda descubrir si Alberto Núñez Feijóo habla gallego en la intimidad, pero en base a su trayectoria como presidente de la Xunta de Galiza, sí que se puede concluir que su gobierno ha sido el más lesivo para el estatus legal de la lengua gallega en la historia de la Autonomía. Legal y, como consecuencia, también social. Hoy, por primera vez desde que existen registros, el español es, aunque por poco, la lengua mayoritaria empleada por gallegos y gallegas en su vida cotidiana. A falta de una semana para que se apruebe de manera definitiva la posibilidad normativa de emplear las lenguas propias de Catalunya, Euskal Herria, Galiza y València en el Congreso de los Diputados, el partido que dirige Feijóo se ha encomendado a los designios de su rama más españolista para, de nuevo, hacer de la sociolingüística su arma política.
Política
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El actual presidente del Partido Popular tiene un amplio bagaje en esos menesteres. Por lo menos desde 2007, cuando decidió surfear la ola centralista que se impulsaba desde la calle Génova y que había comenzado José María Aznar en sus mandatos al frente del Gobierno español. Aquella estrategia política era insólita en territorio gallego y rompía incluso con consensos culturales e identitarios que había asumido hasta el exministro franquista y fundador del PP, Manuel Fraga, durante sus 15 años como presidente de la Xunta. Pero Feijóo lo adelantó por la derecha.
Feijóo rompió con consensos culturales e identitarios que había asumido hasta el exministro franquista, Manuel Fraga, durante sus 15 años como presidente de la Xunta
Consciente del potencial granero de votos españolistas que se estaba gestando alrededor de las acciones provocadoras de la organización ultra Galicia Bilingüe, el entonces candidato y sucesor de Fraga se escoró más a la derecha. A menos de un mes de las elecciones gallegas de 2009, la plana mayor del Partido Popular acogió con fervor una movilización de la asociación dirigida por Gloria Lago y que, entre sus distópicas reivindicaciones, decían luchar contra “la imposición del gallego” y por la “libertad para elegir”. A fin de cuentas, poco más de 3.000 personas que marcharon por Santiago de Compostela, pero cuyas reclamaciones fueron cubiertas profusamente por la prensa hegemónica.
La sobrerrepresentación mediática estuvo condicionada por la presencia de manifestantes destacados como el ahora presidente de la Xunta, Alfonso Rueda; la exministra de Sanidad, Ana Pastor; la exalcaldesa de Vigo, Corina Porro; o el exalcalde de A Coruña, Carlos Negreira. Y aunque ese día el sector galeguista del PP —los de la boina— brilló por su ausencia, su hueco agarrando la pancarta lo ocuparon la ya entonces líder del UPyD, Rosa Díez, o un jovencísimo Albert Rivera que, junto a su compañero Antonio Robles, hacía apenas tres años que habían estrenado un partido político bajo el nombre de Ciudadanos. Todo un ensayo preparatorio para lo que le acontecería en Catalunya unos años después. Las crónicas de los pocos diarios progresistas que publicaban en Galiza recogieron los disturbios que se produjeron con una contramanifestación convocada por militantes independentistas y donde se llegó a escuchar por parte de los manifestantes de Galicia Bilingüe odas a los vuelos de la muerte de Pinochet: “A estos hay que tirarlos al mar como en Chile”.
A menos de un mes de las elecciones gallegas de 2009, la plana mayor del Partido Popular acogió con fervor una movilización que decía luchar contra “la imposición del gallego”
Y así, el partido de Alberto Núñez Feijóo adquirió con el espacio electoral que representaba Gloria Lago el compromiso de desarrollar una normativa a la altura de sus demandas centralizadoras. Tras ganar las elecciones en marzo de 2009, su gobierno comenzó a gestar el mal llamado “decreto del plurilingüismo”. Al equipo de Feijóo le bastó apenas un año de su primera legislatura como presidente gallego para aprobar ese decreto y echar por tierra un consenso que su propio partido, el PSdeG y el Bloque Nacionalista Galego habían adquirido en 2004 en una insólita unanimidad del Parlamento de Galiza. Fue un acuerdo histórico.
Para la instrucción en preescolar, se recomendaba que, al menos un tercio del tiempo, se impartieran en gallego las áreas donde el castellano era predominante. En cuanto a primaria, la educación secundaria obligatoria (ESO) y el bachillerato, se sugería que al menos la mitad de las asignaturas se enseñaran en gallego, con un enfoque especial en materias fundamentales y troncales como las ciencias puras. El objetivo venía reflejado en aquel documento: “Garantizar que cualquier ciudadano pueda vivir plenamente en gallego”. Pues todo aquello se fue por la borda. O más bien, Feijóo y su séquito lo empujaron. Especialmente, su conselleiro de Educación, Jesús Vázquez. ¿Qué hicieron? Entre otros agravios, prohibieron por decreto que el galego fuera lengua vehicular en materias troncales de ciencias como física, química, tecnología o matemáticas. Algo que, en la práctica, lo relegaba a un idioma de segunda. En el relato oficial, era una espacio que se pretendía ocupase el inglés, algo que solo sucedió en algunos centros de educación privados y apenas en el 25% de los públicos, según los datos actualizados en 2022 por la propia Xunta.
Medios de comunicación
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El decreto parecía estar objetivamente sesgado hacia el castellano en detrimento del gallego. Su implantación produjo manifestaciones multitudinarias por todo el país que esgrimían acusaciones de que el gobierno gallego estaba socavando la cultura y la identidad de su pueblo al reducir el uso del gallego en los pilares básicos de la educación. Además, el decreto fue implementado sin un proceso de consulta efectiva con la comunidad educativa y otros actores relevantes. La falta de diálogo y participación generó resentimiento y desconfianza hacia el gobierno, además de no haber abordado adecuadamente la formación de los docentes en cuanto a la enseñanza bilingüe. Tanto es así, que los grandes agentes culturales de Galiza, las centrales sindicales y buena parte de la comunidad educativa pusieron pie en pared y las movilizaciones continuaron. Incluso la Real Academia Galega llevó sin éxito a los tribunales al gobierno. Primero al Tribunal Constitucional y después al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En ambas ocasiones se desestimaron los recursos.
Sin embargo y desde entonces, el Consejo Europeo ha llamado la atención varias veces a la Xunta sin que esta tome medida alguna. En sucesivos informes, la entidad ha advertido que la aplicación de la Carta Europea de las Lenguas Regionales no ha mejorado en Galiza y le ha recordado que la simple presencia del idioma en la enseñanza “no es suficiente” para garantizar su protección. Incluso llegó a pedir expresamente que “se eliminasen las limitaciones a la docencia” del galego.
Casi quince años después de la reducción de las protecciones del galego en la educación, los resultados son evidentes. Según los análisis más recientes de organizaciones no dependientes del gobierno gallego el panorama es desolador tanto en pérdida de hablantes como en el conocimiento de la lengua. En 2017, el Consello da Cultura Galega confirmó que el fantasma de la “imposición del gallego”, que Feijóo había abanderado durante su primera etapa, había echado raíces en el imaginario de la población más joven. Y en un trabajo demoledor publicado en 2018, la Real Academia Galega constató que la escuela gallega estaba desempeñando un papel fundamental como agente desgalleguizador. En cambio, la Xunta nunca ha llevado a cabo una evaluación formal de los resultados de su propia medida. O por lo menos nunca la ha hecho pública para la ciudadanía.
Política
O desprezo de Feijóo polas linguas: cando o seu españolismo superou ao de Fraga
Nin bilingüismo harmónico, nin bilingüismo cordial. É improbable que se poida descubrir se Alberto Núñez Feijóo fala galego na intimidade, pero en base á súa traxectoria como presidente da Xunta de Galicia, si que se pode concluír que o seu goberno foi o máis lesivo para o estatus legal da lingua galega na historia da Autonomía. Legal e, como consecuencia, tamén social. Hoxe, por primeira vez desde que existen rexistros, o español é, aínda que por pouco, a lingua maioritaria empregada por galegos e galegas na súa vida cotiá. A falta dunha semana para que, previsiblemente, sexa aprobada de maneira definitiva a posibilidade normativa de empregar as linguas propias de Catalunya, Euskal Herria, Galiza e València no Congreso dos Deputados, o partido que dirixe Feijóo encomendouse aos designios da súa rama máis españolista para, de novo, facer da sociolingüística unha arma política.
Galego
A lingua das crianzas (I): Paus nas rodas ao galego na infancia
Nos últimos anos, Feijóo, Pocoyó e os seus amigos aceleraron o proceso histórico de substitución lingüística do galego a prol do castelán. A política lingüística da Xunta e a súa inacción ante a imposición estrutural do castelán favorece unha desgaleguización que comeza coa vulneración dos dereitos lingüísticos dos nenos e nenas galegas.
O actual presidente do Partido Popular ten unha ampla bagaxe neses mesteres. Polo menos, desde 2007, cando decidiu surfear a onda centralista impulsada desde a rúa Xénova e que comezara José María Aznar nos seus mandatos á fronte do Goberno español. Aquela estratexia política era insólita en territorio galego e rompía mesmo con consensos culturais e identitarios que asumira ata o exministro franquista e fundador do PP, Manuel Fraga, durante os seus 15 anos como presidente da Xunta. Feijóo adiantouno pola dereita.
Feijóo rompeu con consensos culturais e identitarios que asumira ata o exministro franquista, Manuel Fraga, durante os seus 15 anos como presidente da Xunta
Consciente dos potenciasi votos españolistas que se estaban a xestar arredor das accións provocadoras da organización ultra Galicia Bilingüe, o entón candidato e sucesor de Fraga escorouse máis aínda cara a dereita. A menos dun mes das eleccións galegas de 2009, a cúpula galega do Partido Popular acolleu con fervor unha mobilización da asociación dirixida por Gloria Lago e que, entre as súas distópicas reivindicacións, dicían loitar contra “a imposición do galego” e pola “liberdade para elixir”. Con todo, pouco máis de 3.000 persoas marcharon por Santiago de Compostela, mais as súas reclamacións foron cubertas profusamente pola prensa hexemónica.
A sobrerrepresentación mediática quizais estivo condicionada pola presenza de manifestantes destacados como o agora presidente da Xunta, Alfonso Rueda; a exministra de Sanidade, Ana Pastor; a exalcaldesa de Vigo, Corina Porro; ou o exalcalde da Coruña, Carlos Negreira. E aínda que ese día o sector galeguista do PP brillou pola súa ausencia, o seu oco turrando da pancarta ocupárono a xa entón líder de UPyD, Rosa Díez, ou un novísimo Albert Rivera que, xunto ao seu compañeiro Antonio Robles, facía apenas tres anos que estrearan partido político baixo o nome de Ciudadanos. Todo un ensaio preparatorio para o que lle acontecería en Catalunya uns anos despois. As crónicas dos poucos diarios progresistas que publicaban en Galicia recolleron os disturbios que se produciron cunha contramanifestación convocada por militantes galeguistas e onde se chegou a escoitar por parte dos manifestantes de Galicia Bilingüe odas aos voos da morte de Pinochet: “A estes hai que tiralos ao mar como en Chile”.
A menos dun mes das eleccións galegas de 2009, a plana maior do Partido Popular acolleu con fervor unha mobilización que dicía loitar contra “a imposición do galego”
E así, o partido de Alberto Núñez Feijóo adquiriu co espazo electoral que representaba Gloria Lago o compromiso de desenvolver unha normativa á altura das súas demandas centralizadoras. Logo de gañar as eleccións en marzo de 2009, o seu goberno comezou a xestar o mal chamado “decreto do plurilingüismo”. Ao equipo de Feijóo bastoulle apenas un ano da súa primeira lexislatura como presidente galego para aprobar ese decreto e botar por terra un consenso histórico que o seu propio partido, o PSdeG e o Bloque Nacionalista Galego adquiriran en 2004 nunha insólita unanimidade do Parlamento de Galiza. No que fora un acordo histórico.
Para a instrución en preescolar, recomendábase que polo menos un terzo do tempo fose impartido en galego en áreas onde o castelán era predominante. En canto a primaria, a educación secundaria obrigatoria (ESO) e o bacharelato, suxeríase que polo menos a metade das materias foran impartidas en galego, cun enfoque especial en materias fundamentais e troncais como as ciencias puras. O obxectivo viña reflectido naquel documento: “Garantir que calquera cidadán poda vivir plenamente en galego”. Pois todo aquilo foise pola borda. Ou máis ben, Feijóo e o seu séquito empuxárono. Especialmente, o seu conselleiro de Educación, Jesús Vázquez. Que fixeron? Entre outros agravios, prohibiron por decreto que o galego fose lingua vehicular en materias troncais de ciencias como física, química, tecnoloxía ou matemáticas. Algo que, na práctica, relegábao a un idioma de segunda. Un espazo que se pretendía ocupase o inglés, pero que só chegou a alcanzarse nalgúns centros de educación privados e apenas no 25% dos públicos, segundo os datos actualizados en 2022 pola propia Xunta.
Galego
A lingua das crianzas (II): Algunhas respostas sociais á substitución lingüística en Galiza
O decreto parecía estar nesgado cara ao castelán en detrimento do galego. A súa implantación produciu manifestacións multitudinarias por todo o país que esgrimían acusacións de que o goberno galego estaba a socavar a cultura e a identidade do seu pobo ao reducir o uso do galego na educación. Ademais, o decreto foi implementado sen un proceso de consulta adecuado coa comunidade educativa e outros actores relevantes. A falta de diálogo e participación xerou resentimento e desconfianza cara ao goberno ademais de non abordar adecuadamente a formación dos docentes en canto ao ensino bilingüe. Tanto é así, que os grandes axentes culturais de Galicia, as centrais sindicais e boa parte da comunidade educativa tomaron posicións. Incluso a Real Academia Galega levou sen éxito aos tribunais ao goberno. Primeiro ao Tribunal Constitucional e despois ao Tribunal Europeo de Dereitos Humanos.
Con todo e desde entón, o Consello Europeo chamou a atención varias veces á Xunta sen que esta tome medida algunha. En sucesivos informes, a entidade europea advertiu que a aplicación da Carta Europea das Linguas Rexionais non mellorou en Galicia e lembroulle que a simple presenza do idioma no ensino “non é suficiente” para garantir a súa protección. Mesmo chegou a pedir expresamente que “se eliminasen as limitacións á docencia” do galego.
Galego
O galego que falamos
Case quince anos despois da redución das proteccións do galego na educación, os resultados son evidentes. Segundo as análises máis recentes de organizacións non dependentes do goberno galego, tanto cuantitativos como cualitativos, o panorama é desolador. En cambio, a Xunta nunca levou a cabo unha avaliación formal dos resultados da súa propia medida, ou polo menos nunca a fixo pública para a cidadanía. En 2017, o Consello da Cultura Galega confirmou que o suposto caso da “imposición do galego”, que Feijóo abanderara, botara raíces na poboación máis nova. E nun traballo demoledor publicado en 2018, a Real Academia Galega constatou que a escola galega estaba a desempeñar un papel fundamental como axente desgaleguizador.