Racismo
¿Pueden ser negras las señoras del ensanche?

“No te lo tomes como algo personal”, me decía un compañero. Es verdad, no lo es. Es racismo institucional. Es ese monstruo hecho administración, hecho institución, hecho ley, hecho personas que perpetúan el maltrato y la vulneración de los derechos humanos.

Muñeca negra


Bizkaiko SOS Arrazakeria - SOS Racismo Bizkaia
18 oct 2019 10:31

¿Alguna vez habéis pitado saliendo de un comercio? Es una situación bastante humillante per se porque, por lo menos en mi caso, siempre ha sido fruto del olvido de algún dependiente que no quitó la alarma o fruto de alarmas fantasma en el interior de alguna prenda.

Generalmente cuando esto me ocurre nadie se inmuta. Quiero decir, ni siquiera el personal de seguridad se alarma, nunca mejor dicho. Suelo ser yo quien se para, se acerca a la caja y buscamos la dichosa alarma escondida en algún lugar. Y cuando no la encontramos siempre se resuelve con un: “Será alguna etiqueta, tranquila suele pasar”. También he sentido que, en ocasiones, dependiendo de cómo fuera vestida en según qué tienda me han mirado diferente y me han tratado distinto. De ignorarme por completo pensando quizás que no podría comprar nada, a hacerme la pelota como si fuera la hija de un Hilton.

La cuestión es que somos unos hipócritas. En muchas tiendas tratan diferente a la clienta aparentemente con pasta que a la que aparentemente no tiene un clavel. Tratamos diferente a la puertorriqueña mujer del médico que a la chica latina que limpia el portal de casa de la abuela. ¿Por qué? Porque somos unas racistas, algunas veces sin querer y sin saberlo, pero racistas igualmente. Digo lo de hipócritas porque a la persona extranjera que tiene pasta le damos un pase.

Sucede que a veces con pasta o sin ella hay una cuestión que viene primero: el prejuicio. A menudo hay unas cuantos prejuicios asociados a las personas extranjeras que se materializan en malos tratos y malas prácticas diarias. Por ejemplo, uno muy común, el de pensar que el extranjero es un criminal, siguiéndolo en un supermercado cuando está haciendo la compra, o agarrando el bolso en el metro cuando uno pasa o se sienta al lado.

Hoy he vivido una situación que me ha entristecido profundamente e indignado también. Este es el caso de María.

María es una mujer, negra, que entró paseando con una amiga en una conocida tienda de ropa a echar un vistazo. Cuando se disponían a salir del comercio María y su amiga se percatan de que el guardia de seguridad se dirige corriendo hacia ellas y las increpa, delante de todas las personas que entraban y salían de la tienda. Las acusa de haber roto algo, algo que ellas no han roto. María pide que llame a la policía porque no entiende nada; lo hace en un intento de ser protegida como ciudadana, ciudadana con derechos.

Al llegar la policía sucede lo contrario, sucede que no la escuchan, sucede que no la dejan hablar, no le preguntan su versión, sucede que le mandan firmar un papel que nadie le explica y que ella no entiende. Por miedo y respeto a alguien uniformado firma. En el papel pone hurto, la acusan de un hurto que no ha cometido. María y su amiga están en shock, piden por favor miren las cámaras pero nadie les hace caso. Los policías hablan entre ellos con el guardia de seguridad pero con ellas no, a ellas no las ven.

Redadas racistas
La frontera de mi barrio

En San Francisco, cualquier policía, en cualquier momento del día, puede cruzar hacia mí, pedirme la documentación, ver qué llevo en mi mochila y cachearme sin tener que explicarme nada. ¿Quién soy yo para exigir cualquier cosa, con papeles o sin papeles?

Tras tan humillante y degradante situación, María decide denunciar estos hechos, este mal trato y discriminación por parte del guardia de seguridad y por parte de los policías municipales. Es entonces cuando acude de una comisaría a otra de las policías municipal y autonómica: le mandan de una a otra dándole largas y se pasan la pelota, optando María finalmente por acudir al Juzgado de Guardia.

Creo que aunque dedicara diez mil palabras a intentar describir la situación con todo lujo de detalles, la descripción no le haría justicia, no se acercaría ni una décima parte al dolor y al maltrato a María.

Entramos por la puerta del Juzgado de Guardia, dejamos nuestras cosas en la máquina detectora, pasamos y subimos al primer piso. Llegamos a una sala de espera donde hay una oficina muy grande con muchas personas. Nos separa de ellas un cristal de esos con agujeros. Nos acercamos y somos atendidas por un señor, que nos pregunta a qué hemos venido. Le decimos que queremos poner una denuncia, y allí, delante de la gente de la sala de espera y el resto de trabajadoras, María tiene que relatarle lo sucedido.

La primera respuesta cuando María está contando los hechos es cortarla y decirnos que eso no se puede denunciar, que esto no es un hecho denunciable. Sin querer, entramos en un debate con este señor, un señor que no conocemos de nada, que duda de lo que María cuenta y nos invita a poner una queja en el ayuntamiento, pero no una denuncia porque esto, según él, no se puede denunciar. Salimos a coger aire, María está hecha polvo, la institución no la protege, la maltrata. Le han acusado de un hurto que ella no ha cometido y de paso la han humillado en público, faltado al respeto y discriminado.

Volvemos a subir, María quiere denunciar un trato discriminatorio, está decidida a hacerlo y está en su derecho. Nos atiende ahora una mujer. Esta mujer, otra vez desde la ventanilla en la sala de espera, le pide que relate de nuevo los hechos. Nos cuesta, pero finalmente accede a recoger la denuncia. La invita a pasar a una sala y yo espero fuera por orden de esta señora. Digo orden porque no son unas palabras amables explicándome que me tengo que quedar fuera, me lanza una frase con mala cara: “ella sola”. Dice alzando la manita. Me siento pequeña. Me siento ninguneada, siento que estamos haciendo algo malo.

María entra, cuenta los hechos y sale. Al salir leemos juntas la copia de la denuncia que ha redactado la señora, pero no recoge lo que María quiere denunciar, solo recoge los hechos pero selectivamente. No habla de la humillación, ni de la falta de respeto, ni de la discriminación, ni de la no escucha por parte de la policía. No habla de nada. Volvemos al mostrador a pedir por favor que esto se recoja. La señora nos increpa, discute lo que María le cuenta, la pone en duda. Dice alzando la voz: “A ver si nos aclaramos”. Me increpa a mí por hablar por María, aunque intento explicarle que a veces relatar algo así en un idioma que no es tu lengua materna puede resultar complicado. Podéis imaginaros además que, si la persona que está recogiendo tu testimonio te hace preguntas que dudan de ti, de tu credibilidad y te habla como si fueras una niña, la situación es hostil y una puede ponerse nerviosa al relatar lo sucedido. La institución es hostil y no está protegiendo a María, la está maltratando.

La institución, la ley, no ha protegido a esta mujer, la ha maltratado.

La señora nos dice que no tiene todo el día. Nos levanta la voz. Nosotras somos pacientes, no nos alteramos, insistimos en el derecho de María a denunciar. Le pregunta a María que qué quiere añadir y en ese momento yo le pido intimidad, la sala de espera no me parece un lugar adecuado para recoger una declaración o una denuncia. En ese momento la señora se pone a caminar hacia el cuartito donde le tomó la primera declaración, le hace pasar agitando la mano, diciendo “Venga tira, tira, venga, venga”. Esto está siendo surrealista, pienso. Me imaginaba yo esta situación con mi madre, por ejemplo, y pensaba ¿esta señora le diría a mi madre “tira, tira”?

Ya no me aguanto, le pido por favor que nos respete, le intento decir calmadamente que María se merece que la hablen con respeto, que tiene derechos y ella no puede hablarnos así. Me cierra la puerta en la cara, literalmente, cierra la puerta en mis narices.

No podéis imaginaros la agresividad de la situación y de sus palabras. La agresividad de sus gestos, de su tono de voz elevado, infantilizando a María. Yo, escuchaba desde fuera, porque la señora la hablaba como si fuera sorda además de extranjera. María una vez más contó todo, con detalles, con muchos detalles. Por cuarta vez en el Juzgado de Guardia contó todo lo sucedido. Esta vez la denuncia recogía un poco más ampliamente los hechos y reflejaba algo lo que María quería denunciar.

Salimos de allí abatidas, fue terrible. La institución, la ley, no ha protegido a esta mujer, la ha maltratado.

¿Esto también les pasa a las señoras del Ensanche? Comento todo con mi madre, yo soy muy de contarle todo. Pregunto a mis amigas, pregunto en mi entorno, si alguna vez les han parado en una tienda, o han pitado al salir, y si les ha sucedido si les han tratado así. Todas las mujeres de mi entorno dicen haber experimentado el pitar y a ninguna la han humillado de esta manera; a mí tampoco, ni a mi madre, ni a las madres de mis amigas. Un guardia de seguridad no hablaría con semejante irrespetuosidad a una señora, como María, pero blanca. Tampoco nos habría hablado así el señor del juzgado, ni la señora, no le habría hablado como a una niña que se ha portado mal en el patio, ni le hubiera llamado con la manita como a un perro, ni le hubiera puesto en duda. No, no hubiera pasado. No hubiera pasado porque no se hubiera puesto en marcha el prejuicio, el dar por hecho que María sí cometió ese hurto. Pero a María la discriminaron, la discriminaron por ser negra.

Esto que os cuento por desgracia es el pan de cada día de mucha gente. “No te lo tomes como algo personal”, me decía un compañero. Es verdad, no lo es, es racismo institucional. Es ese monstruo hecho administración, hecho institución, hecho ley, hecho personas que perpetúan el maltrato y la vulneración de los derechos humanos.

María no nació en el Ensanche. Pero aunque lo hubiera hecho, el guardia de seguridad la hubiera tratado igual, porque bilbaína o no, nacional o no, del Ensanche o de Rekalde, su color de piel activó el prejuicio.

Ojalá María hubiera sido protegida, ojalá.

Municipalismo
La frontera del padrón

Las dificultades para empadronarse restringen el acceso a derechos básicos y servicios públicos.

Arquivado en: Euskal Herria Racismo
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Feminismos
Ana Bueriberi “El activismo tiene que ser colectivo: para contribuir al cambio es imprescindible despersonalizar la causa”
La periodista madrileña Ana Bueriberi reconoce que no sintió la discriminación hasta que llegó a la Universidad. Hoy, desde el proyecto Afrocolectiva reivindica una comunicación antirracista, afrofeminista y panafricanista.
Ceuta
Fronteras Ceuta: de El Tarajal a las alambradas administrativas
Once años después de la masacre de El Tarajal (Ceuta) los obstáculos administrativos y la falta de vías seguras para migrar, siguen produciendo cientos de muertes en la frontera cada año.
Cine
Premios de la academia del cine Los y las trabajadoras del cine se solidarizarán con Palestina durante la gala de los Goya
El colectivo Trabajadorxs del Cine x Palestina repartirá pegatinas para mostrar simpatía con la causa del pueblo palestino durante la entrega de los 'cabezones' la tarde de este sábado.
#42337
1/11/2019 17:09

Ánimo María, nunca dejes de luchar,

0
0
#41940
24/10/2019 11:50

Ahora bien, para cambiar estos prejuicios lo fundamental es la educación. La educación en casa principalmente y pero también en la ikastola. La mayoría de las situaciones de discriminación son por desconocimiento, miedo, mentalidad cerrada... Sin embargo, todos somos iguales, aquí y en cualquier parte. Todos somos personas.
Y a quién relata, también la tratan mal: cerca la puerta en la cara... no es muy educado, no, es cuestión de educación y respeto.

1
0
#41939
24/10/2019 11:46

Es como en la serie Unbelievable. Si topas con alguien con prejuicios estás jodida, independientemente del color de tu piel, porque también pasa según el nivel sociocultural

0
0
Memoria histórica
Memoria histórica Cultura, exilio e loita das bibliotecarias galegas na Segunda República: a vida de María de los Ángeles Tobío
Durante os primeiros anos trinta, as bibliotecas tornaron en espazos de traballo ideais para un modelo de muller que aspiraba ser independente e que manifestara un claro compromiso político. A Guerra Civil remataría con todas as súas aspiracións.
Xunta de Galicia
Sanidade A Xunta de Feijóo, condenada por negar as visitas a unha muller falecida de cancro por ter covid-19
A xuíza di que a situación requiriu medidas de prevención “flexibilizadoras”. Faleceu a principios de 2022 no Hospital Álvaro Cunqueiro durante os últimos meses de administración do xefe do PP con Julio García Comesaña como conselleiro.
Madrid
La burbuja del alquiler Sumar, Podemos y sindicatos de inquilinos presionan para convertir en indefinidos los contratos de alquiler
Sumar lanza una propuesta legislativa para transformar en indefinidos los contratos de alquiler, una de las principales demandas de la manifestación por la vivienda del 5 de abril. Una moción de Podemos, rechazada en el Congreso, pedía lo mismo.
Cine
Kamal Aljafari “Palestina está en la raíz de la situación actual del mundo”
Kamal Aljafari lleva toda su carrera trabajando con materiales de archivo, indagando en las imágenes e interviniendo en ellas para preservar memorias en desaparición y para oponerse al proyecto colonial sionista y su falseamiento del pasado.

Últimas

Huelga
Convenios colectivos La plantilla de Correos va a la huelga el 26 de febrero para evitar la “estocada de muerte” al servicio postal
CGT convoca a la plantilla por todo el Estado el próximo miércoles y varios días de marzo para evitar que se cumpla un acuerdo firmado por empresa y sindicatos para recortar el convenio actual y sentar las bases para la negociación del próximo.
Opinión
Opinión ¡Que vivan los aranceles!
Que Trump propugne aranceles no debe hacernos caer en la trampa de defender los intereses de los grandes oligopolios.
Madrid
Alerta antifascista Un historiador negacionista del Holocausto dará una charla en la Universidad Autónoma de Madrid
CGT alerta a las autoridades de esta universidad pública sobre la convocatoria de una charla en la Facultad de Derecho a cargo de Fernando Paz, pseudohistoriador conocido por negar el Holocausto y por su abierta homofobia.
Comunidad de Madrid
Movilización por la educación 23F: el día que una veintena de colectivos llenarán de verde Madrid para defender la educación pública
La comunidad educativa de todos los niveles en la enseñanza se prepara para una movilización que arrancará a las 12:00 horas desde Atocha hasta Sol, en la región que menos invierte en educación por estudiante.
Más noticias
Paterna
Paterna Vandalizan el muro de Paterna donde el franquismo fusiló a 2.238 personas
El paredón amaneció este viernes con grandes letras pintadas con spray negro donde se podía leer “Sagredo eres maricón y tarado”, en referencia al alcalde del municipio.
Opinión
Derecho a la vivienda Flex Living: el caballo de Troya de la precarización del alquiler
No es una respuesta moderna a las nuevas formas de habitar la ciudad. El ‘flex living’ no es más que la última jugada del sector inmobiliario y los grandes fondos de inversión para maximizar beneficios a costa del derecho a la vivienda.
Opinión
Opinión La unidad del anarcosindicalismo es la acción conjunta
Al hilo de supuestos movimientos desde la CGT hacia la unificación con CNT es necesario diferenciar entre lo que es una relación en clara mejora y lo que sería un proyecto real en marcha.
Galicia
Memoria histórica Cultura, exilio y lucha de las bibliotecarias gallegas durante la Segunda República
Durante los primeros años treinta, las bibliotecas se convirtieron en espacios de trabajo ideales para un modelo de mujer que aspiraba ser independiente y que había manifestado un claro compromiso político. La Guerra acabó con todas sus aspiraciones.

Recomendadas

Líbano
Ocupación israelí Israel incumple el acuerdo de paz y mantiene tropas en el sur de Líbano para “vigilar” a Hezbollah
El Ejército sostiene la ocupación de cinco colinas a lo largo de la frontera tras evacuar sus soldados de decenas de municipios. Miles de civiles regresan a sus casas para descubrir que lo han perdido todo.
Feminismos
Ana Bueriberi “El activismo tiene que ser colectivo: para contribuir al cambio es imprescindible despersonalizar la causa”
La periodista madrileña Ana Bueriberi reconoce que no sintió la discriminación hasta que llegó a la Universidad. Hoy, desde el proyecto Afrocolectiva reivindica una comunicación antirracista, afrofeminista y panafricanista.
Inteligencia artificial
Militarismo La máquina de los asesinatos en masa: Silicon Valley abraza la guerra
Las fantasías distópicas sobre los futuros usos de las máquinas en la guerra están más extendidas que el relato de lo que ya está pasando en los campos de batalla.