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Salud
La posible factura de vivir cerca de un aeropuerto: diabetes, hipertensión, demencia y problemas de embarazo
Ocho millones de personas en España viven en un radio de hasta 20 kilómetros de uno de los cuatro aeropuertos con más tráfico del país. Son, por este orden, Adolfo Suárez Madrid-Barajas, Josep Tarradellas-Barcelona El Prat (Barcelona), Palma de Mallorca y Málaga-Costa del Sol. Ese 16% de la población —aunque no solo, pues la lista de aeropuertos gestionados por Aena suma 49 localizaciones— está especialmente expuesto a las partículas ultrafinas (UFP, por sus siglas en inglés) que desprenden los motores de turbohélices y reactores, y estas aumentan las probabilidades de desarrollar afecciones graves relativas a problemas respiratorios, cardiovasculares o del embarazo.
Es la convulsión a la que ha llegado una investigación realizada por la organización independiente Transport & Environment (T&E), con el apoyo der Eco-union, Ecodes y Ecologistas en Acción, publicada este jueves. El estudio asegura que miles de casos de enfermedades como la hipertensión o la diabetes, así como de casos de problemas de embarazo, pueden estar relacionados con la exposición a estas partículas, que afectarían a 52 millones de europeos si se amplía el foco a los 32 mayores aeródromos del continente.
“Si se tienen en cuenta los aeropuertos estudiados en España, el transporte aéreo sería el causante de 52.205 casos de hipertensión, 64.918 de diabetes y 5.339 de demencia”, dice el estudio
Se trata de partículas sólidas en suspensión, de un diámetro inferior a 100 nanómetros —mil veces más pequeñas que el de un cabello— que son especialmente dañinas por su capacidad para penetrar en el cuerpo humano. Se han encontrado en la sangre, en el cerebro y hasta en la placenta.
Casos por cientos de miles
La investigación pone datos sobre la mesa para alertar del problema: “280.000 casos de hipertensión arterial, 330.000 de diabetes y 18.000 de demencia en Europa pueden estar asociadas a la exposición a dichas partículas”, señala el estudio. Si se mira al incremento del riesgo de padecer una de estas enfermedades por el simple hecho de residir cerca de una de estas macroinstalaciones, la posibilidad de padecer demencia es un 20% mayor si una persona vive en un radio de cinco kilómetros respecto a un gran aeropuerto, una cifra que se reduce a la mitad si la residencia está a una distancia de entre cinco y diez kilómetros del aeropuerto, y a un cuarto si está entre diez y veinte km. Con respecto a la diabetes, el porcentaje en los primeros cinco km de radio supera el 22%, mientras que ronda el 7% si hablamos de la hipertensión arterial.
El estudio extrapola los casos notificados de estas enfermedades en los alrededores del aeropuerto Schiphol (Ámsterdam) y ofrece la primera estimación de los efectos sobre la salud relacionados con las UFP de la aviación en Europa. “Si se tienen en cuenta los aeropuertos estudiados en España, el transporte aéreo sería el causante de 52.205 casos de hipertensión, 64.918 de diabetes y 5.339 de demencia, unos guarismos que sitúan a España a la cabeza de todos los países estudiados en lo que se refiere a hipertensión y demencia”, señala el equipo responsable del informe.
Pablo Muñoz Nieto: “Los políticos han ignorado esta crisis sanitaria oculta, priorizando el crecimiento del sector de la aviación y los viajes de negocios sobre la salud de su propia población”
Las organizaciones detrás del estudio llaman la atención sobre el hecho de que, a pesar de los datos que hay sobre la mesa con esta y otras investigaciones similares, “hasta la fecha, no existe ninguna normativa sobre los niveles seguros de UFP en el aire a pesar de que la Organización Mundial de la Salud advirtió hace más de 15 años de que se trataba de un contaminante de preocupación emergente”. Según denuncia Pablo Muñoz Nieto, de Ecologistas en Acción, “los políticos han ignorado esta crisis sanitaria oculta, priorizando el crecimiento del sector de la aviación y los viajes de negocios sobre la salud de su propia población, a menudo la más empobrecida y vulnerable“.
Las UFP se emiten especialmente a gran altitud, cuando los aviones van a mayor velocidad, pero también durante el despegue y el aterrizaje, lo que afecta especialmente a los residentes en el primer anillo en torno a un aeropuerto. “Quienes viven en un radio de cinco kilómetros de un aeropuerto respiran un aire que contiene, de media, entre 3.000 y 10.000 partículas ultrafinas por cm3 emitidas por los aviones”, señala el informe. Asimismo, sus responsables recuerdan que en muchas ciudades existe una correlación entre las personas que viven cerca de un aeropuerto y los ingresos más bajos. “Esto demuestra, una vez más, que las personas más vulnerables son las más afectadas por la contaminación atmosférica”, lamentan.
Combustibles de calidad y nuevas tecnologías
Entre las medidas que las tres organizaciones proponen para reducir el problema se encuentra el uso de un combustible de mayor calidad, lo que podría reducir las UFP hasta en un 70%, según los datos que manejan. “Cuanto más limpio es el combustible de aviación, menos contaminación genera al quemarse”, apuntan. La limpieza del combustible se realiza mediante un proceso llamado hidrotratamiento, que se utiliza desde hace décadas para eliminar el azufre de los combustibles para coches y barcos. Sin embargo, este puede costar menos de cinco céntimos por litro de combustible, previsible razón por la que nunca se ha mejorado el combustible de los aviones.
La reducción del tráfico aéreo y del crecimiento de los aeródromos —actualmente hay planes para ampliar los cuatro aeropuertos estudiados, y todos ellos han marcado récords de pasajeros en los primeros meses de 2024— es otra de las obvias medidas. Es algo que lleva exigiendo años el ecologismo pero que ni las administraciones ni el sector parecen querer recoger.
Aviación
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En una variable más a medio y largo plazo, se encuentra también el uso de tecnologías más limpias, como los llamados combustibles de aviación sostenibles (SAF), que comienzan a ser utilizados por las aerolíneas, y los aviones de emisiones cero —principalmente propulsados con hidrógeno—, que emiten muchos menos contaminantes. Este jueves el Congreso ha aprobado una propuesta no de ley para incentivar los SAF y desarrollar un mercado para este tipo de combustibles en España.
Desde el equipo detrás del estudio se recuerda que las UFP no son las únicas emisiones que producen los aviones actuales. Además del CO2 —la aviación mundial es responsable de casi un 6% de las emisiones de gases de efecto invernadero globales— los ingenios volantes expulsan otros contaminantes tóxicos en forma de gas o partículas. Es el caso de los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre, sustancias que, remarcan, “también tienen efectos conocidos sobre la salud que se suman a los descritos anteriormente”.