Sequía
La creación de una crisis hídrica: cómo un sueño colonialista dejó seco a Marruecos

Las protestas por la falta de agua en Marruecos apuntan a la grave crisis del proyecto francés, sostenido por la monarquía alauita, de implantar un sistema agrícola demasiado costoso para los ecosistemas del país.

Irrigación en Zagora.
Sistema de irrigación en un oasis de la zona desértica de Zagora. Foto de Jean-Yves Jamin para Water Alternatives.
Traducido por Isabel Pozas González.
22 ago 2018 05:26

El otoño pasado, los residentes de Zagora, una ciudad marroquí en la frontera del Sáhara, decidieron que estaban hartos de las sandías. Atormentados durante años por la escasez de agua, apuntaban a las prósperas explotaciones de fruta destinadas a la exportación ubicadas fuera de la ciudad como las responsables de monopolizar sus pozos. Los habitantes de la región se reunieron en Zagora en las conocidas como “protestas de la sed” para denunciar la escasez. Fueron recibidos por la policía, que acordonó la ciudad, disolvió la multitud y detuvo a 23 manifestantes. Un activista preguntaba: “¿De verdad somos seres humanos, cuando nos están tratando de este modo?”.

Los problemas a los que se enfrentan los habitantes de Zagora no son, de ninguna manera, exclusivos del Sáhara. La escasez de agua es una crisis creciente en todo el mundo, aunque los vecinos de esta región marroquí están entre los más afectados.

La zona de Oriente Medio y el Norte de África es la que más sufre la escasez de agua en el mundo. Turquía es el único país que no sufre carencias. Yemen, que ya está asediado por la hambruna y los ataques aéreos de Arabia Saudí, verá cómo su capital se queda sin agua en una década, y ha quedado de manifiesto que las escasas lluvias han empujado a los agricultores iraquíes a unirse al Daesh.

El África subsahariana es cada vez más vulnerable también: aunque Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, ha pospuesto el temido Día Cero (el día en que iba a ser obligatorio cerrar los grifos, que estaba programado en principio para el pasado mes de abril), unos 500 niños mueren cada día en la región circundante debido a enfermedades causadas por la mala calidad del agua y un suministro insuficiente.

Estas muertes son la faceta macabra de un problema que tiene un alcance global (Australia, México y el suroeste de los Estados Unidos también tienen previsto hacer frente a una grave escasez de agua en las próximas décadas) y solo promete seguir creciendo según avanza el cambio climático. En las regiones que ya son áridas, como el norte de África, las temperaturas crecientes hacen que aumente la frecuencia y la gravedad de las sequías; se espera que llueva un 20% menos para finales de siglo.

México
Si Coca-Cola se bebe tu agua, bebe Coca-Cola
En mayo, la ONU denunció la situación de falta de acceso al agua de los hogares pobres y las comunidades indígenas de Chiapas. Una planta de Coca Cola absorbe millones de litros diarios a cambio de una compensación mínima establecida en los años 90.

Ante todo este pesimismo, Marruecos es optimista. Acaba de ser reelegido para presidir la Asociación Africana para el Agua y ha presentado “Agua para África”, un plan ambicioso para garantizar el abastecimiento de agua en todo el continente. “La experiencia significativa de Marruecos en el campo de la gestión del agua ha convertido al país en un modelo en comparación con otros países árabes y africanos”, explicó Charafat Afilal, la secretaria de Estado marroquí responsable del agua. Afilal afirmó a la revista de política local Tel Quel el pasado mes de octubre que la indignación de Zagora había estado fuera de lugar. Según sus palabras, la escasez no era más que el resultado temporal de las sequías recientes. “En realidad —dijo Afilal—, no estamos ante una crisis generalizada del agua”.

El Marruecos actual —la escasez de tierras de cultivo llenas de explotaciones agrarias comerciales de uso intensivo de agua y trabajo pesado— es la materialización de un sueño colonialista francés

Entonces, ¿por qué actuó tan rápido el reino para acabar con las manifestaciones de Zagora y para meter en la cárcel a catorce manifestantes? Al echar la culpa solamente a las sequías, el Gobierno oculta un aspecto del panorama que es clave, dice Mohammed Behnassi, profesor de política de seguridad medioambiental y humana en la universidad de Agadir Ibn Zuhr, al oeste de Marruecos. A menos que esto cambie, advierte, “Marruecos podría sufrir profundamente”.

71% menos de recursos

La incómoda realidad es que, a pesar de la confianza de Afilal, Marruecos se está quedando sin agua. Los recursos de los que disponen han descendido un 71 % desde 1980 y amenazan con caer por debajo del umbral que marca la ONU para la “escasez absoluta de agua” en 2020. Es probable que el descenso de las precipitaciones haya provocado las sequías más recientes, pero el origen de los problemas del agua en Marruecos es mucho más profundo.

Para resumirlo, se remonta a las sandías y a otros cultivos destinados al comercio. Casi el 90 % de las extracciones de agua en Marruecos se hacen para la industria agrícola, que cultiva cítricos, tomates y otros productos para la exportación. La mayor parte de la producción va a Europa. Marruecos es uno de sus proveedores principales. De los países que no pertenecen a la UE, solo exportan más frutas y verduras al continente Estados Unidos, Turquía y Sudáfrica.

La agricultura, que representa el 15% del PIB de Marruecos, es uno de los pilares de la economía del país. Pero es más que eso, es un pilar de estabilidad que da trabajo al 39% de los marroquíes y al 80% de la población rural. En un país que ve crecientes problemas económicos, en el que casi la mitad de la gente de las zonas rurales vive en la “extrema pobreza”, la agricultura sigue siendo una piedra angular del empleo.

Esta situación deja al país entre la espada y la pared. Compensar el aumento de las sequías significa sacar aguas subterráneas para que la población siga trabajando y la economía funcionando. Pero, al final, los acuíferos se secarán. “La agricultura intensiva, como se practica actualmente, no es sostenible”, advierte Behnassi.

¿Cómo se han puesto las cosas tan mal? Aunque la situación pueda parecer el resultado de una planificación corta de miras, en muchos aspectos es de todo menos eso. El Marruecos actual, la escasez de tierras de cultivo llenas de explotaciones agrarias comerciales de uso intensivo de agua y trabajo pesado, es la materialización de un sueño colonialista francés secular.

Desde que Francia empezó a forjar su influencia en Marruecos a principios del siglo XX, su política agraria mezcló ambiciones grandiosas de subyugación colonial con ineptitud científica. Los ecologistas franceses habían imaginado durante mucho tiempo el norte de África como el “granero de Roma” perdido, cuyas tierras fértiles habían provisto a la mayor parte del Imperio romano de trigo y otros cereales. Según se cuenta, este cuerno de la abundancia fue asolado por los incompetentes invasores árabes en el siglo VIII. “Los nativos [árabes] trataron de asegurar por la fuerza o mediante argucias lo que su vecino había producido, en vez de producirlo ellos mismos”, escribieron dos historiadores franceses por entonces.

Francia ocupó Marruecos en 1912, en parte para tener acceso a sus tierras fértiles, una misión que se convirtió en urgente después de que la Primera Guerra Mundial provocara una crisis nacional de trigo. La leyenda del granero de Roma sirvió como justificación para la colonización. Los funcionarios colonialistas franceses, entre los que había intelectuales, ingenieros y oficiales del ejército, veían a los franceses como los verdaderos descendientes del Imperio romano. Para ellos, colonizar Marruecos y apropiarse de sus recursos no solo era una empresa rentable; restablecer la civilización romana en el Magreb también les parecía una empresa justa. “Al quitarle la tierra a los nativos, los estamos ayudando”, escribió un funcionario colonialista.

Esta “ayuda”, registrada meticulosamente en el libro de Will Swearingen Moroccan Mirages: Agrarian Dreams and Deceptions (1912-1986) [El espejismo marroquí: sueños y engaños agrarios], consistió en una reestructuración profunda del sistema agrícola del país. Durante siglos, los agricultores habían extraído el agua subterránea utilizando un sistema de pozos y túneles que funcionaba con la gravedad llamado khettara. A diferencia de lo que ocurre con el modelo europeo, que distribuye los derechos sobre el agua en montos mediante contratos escritos, los productores marroquíes confiaban en acuerdos verbales y hacían turnos durante la semana para llevar toda el agua por un canal compartido a los campos. Este sistema era flexible. Los agricultores ajustaban el tamaño de sus terrenos a la cantidad de agua disponible.

Las técnicas agrícolas indígenas satisfacían las necesidades alimentarias domésticas de Marruecos, pero el consumo extranjero exigía algo más. Después de robar las mejores tierras, los colonizadores franceses construyeron presas hidroeléctricas, pozos con motores de bombeo y canales de riego de hormigón encofrado, con la intención de aprovechar todo el potencial agrícola del país.

Se multiplicaron las presas, los pozos y las promesas grandiosas: los ingenieros franceses destinaron al regadío vastas franjas de tierra y “ni una gota” del agua de Marruecos llegaba al mar

A pesar de las considerables inversiones, Francia pronto descubrió que el trigo que producía su nueva colonia apenas igualaba al de la propia metrópoli. Las malas cosechas continuas pusieron de manifiesto que el granero de Roma era un mito extrapolado por historiadores entusiastas que habían seleccionado cuidadosamente los textos antiguos. Y resultó que los agricultores marroquíes habían estado haciendo todo lo que podían con lo que ofrecía el terreno.

Pero Francia ya había mandado a cientos de miles de colonos a Marruecos con la promesa de una agricultura próspera, mientras la población de marroquíes sin trabajo, desposeídos de sus tierras, iba en aumento. Para salir de este embrollo, el Gobierno francés decidió convertir el granero en un huerto.

Los franceses adoptaron técnicas agrícolas que, en aquella época, habían demostrado su eficacia en California (allí, importantes proyectos de regadío habían convertido la tierra árida, similar a la marroquí, en una excelente fuerza agrícola) y cambiaron el cultivo de cereales por el de frutas y hortalizas. Pero estos cultivos necesitaban más trabajo, más tierra y más agua. Se multiplicaron las presas, los pozos y las promesas grandiosas: destinaron al regadío vastas franjas de tierra y “ni una gota” del agua de Marruecos llegaba al mar.

La idea francesa de un sistema agrícola de regadío exhaustivo orientado a la exportación sobrevivió después de la independencia intacta e intensificada. El rey de Marruecos, Hassan II, se enfrentó a la resistencia de los movimientos democráticos urbanos y aseguró su papel poniéndose de parte de la élite indígena rural. Para ganarse su apoyo, les dio las mejores tierras recién desocupadas. Los campesinos marroquíes, a pesar de la nueva libertad de su país, volvieron a los campos, mayormente como jornaleros.

En vísperas de la independencia, las hortalizas y los cítricos habían elevado un 20% los ingresos foráneos de Marruecos, y ese porcentaje solía crecer ya que los préstamos del Banco Mundial y los acuerdos de comercio especiales con Francia obligaban a Hassan II a expandir la agricultura comercial. Las explotaciones tradicionales y las redes khettara fueron, a su vez, abandonadas. El modelo colonial se mantuvo (los cultivos comerciales, que necesitan gran cantidad de recursos, continuaron dominando la agricultura), pero ahora los propietarios eran marroquíes.

Globalización

Durante el siglo pasado, el suministro de agua de Marruecos ha estado conectado con la economía global. Pero aun cuando se ha exprimido al país, las ganancias no se distribuyen equitativamente. “Una minoría rica local disfruta de un excedente de beneficios”, explica el colectivo activista Attac Maroc.

El Ministerio de Agricultura, liderado por Aziz Akhannouch, el hombre más rico de Marruecos, persigue la inversión extranjera, las alianzas público-privadas y los préstamos del Banco Mundial y del FMI, que prometieron mejorar las condiciones económicas rurales, pero que, de hecho, solo intensifican la producción agrícola con pocos beneficios para los pequeños agricultores. El objetivo sigue siendo maximizar el regadío mecanizado, de modo que los agronegocios marroquíes puedan vender más cultivos de alto valor a Europa.

Esta dinámica no es exclusiva de Marruecos ni de países anteriormente colonizados. La industria de la agricultura de California, que inspiró a los agrónomos colonialistas franceses, ha ayudado a convertir a este Estado en la quinta mayor economía del mundo y también amenaza con agotar sus recursos hídricos en las próximas décadas. Pero tal como están ahora las cosas, puede que a Marruecos ni siquiera le quede tanto tiempo.

El reino ha prometido gastar 20.000 millones de dólares durante los próximos doce años para garantizar sus recursos hídricos. Las medidas, que ya están en marcha, incluyen más presas, una serie de plantas de tratamiento de aguas residuales (principalmente para regar campos de golf) y la planta de desalinización de agua marina más grande del mundo.

El Ministerio de Agricultura también ha animado a los agricultores a comprar equipos de riego por goteo, ofreciéndoles subvenciones de casi el 100%. Se dice que gastan mucha menos agua, pero la mayoría de los beneficiarios, por lo general grandes terratenientes, lo toman como una oportunidad de expandir sus explotaciones y cambiar a cultivos que necesitan más agua.

Aún no está claro si esas medidas compensarán al final las pérdidas de agua de Marruecos, y Attac Maroc dice que sus “costes desorbitados” solo harán que aumente la dependencia del país de créditos extranjeros. A no ser que se produzcan reformas drásticas en el sistema agrícola marroquí, el Gobierno probablemente seguirá atrapado en este ciclo de gasto en infraestructuras ostentosas.

Para los que tienen el poder, puede que no sea algo tan malo. En la última década, Marruecos se ha posicionado como líder económico en África, convirtiéndose en el mayor inversor del continente, así como en el país que más inversiones recibe. Parte de esta estrategia es la defensa de sus innovaciones verdes: la acogida de la COP22, la prohibición de las bolsas de plástico (aunque han reaparecido poco después en el mercado negro) y la construcción de la planta de energía solar más concentrada del mundo (en un terreno que compraron a los vecinos de la zona por casi nada). Este tipo de iniciativas ambientales son lucrativas; un programa como el de Agua para África no es más que es un producto para la marca marroquí.

En el pueblo montañoso de Imider, justo al norte de Zagora, el movimiento de protesta más antiguo de Marruecos mantiene un campamento permanente desde 2011

El mayor reclamo del país es, probablemente, su estabilidad; es la “excepción marroquí” en una región que se cree llena de terrorismo, incertidumbre económica y descontento político. Admitir que esta estabilidad se construye sobre unos cimientos inestables y cada vez más secos pondría su imagen, y la inversión extranjera que está ligada a ella, en peligro. Culpar a las sequías en su lugar y echarle préstamos al problema mantiene la competitividad de Marruecos en la economía global.

Hay alternativas. Los expertos, incluyendo a Behnassi, han proporcionado al Gobierno una larga lista de sugerencias para reformar el sistema hídrico y agrícola de Marruecos, que incluyen un mayor apoyo para los pequeños agricultores, una redistribución equitativa del agua en las regiones y un cambio a una agricultura que haga un uso menos intensivo del agua. En esta línea, la ONG local Dar Si Hmad ha desarrollado un equipo prometedor para recoger agua de niebla y se han dado pasos encaminados a recuperar la abandonada khettara.

Los objetivos de Attac Maroc son más ambiciosos. El grupo pide “la restauración de la propiedad nacional y democrática de la gestión del agua”, pero no a través del sector público (“que es aún un caldo de cultivo de corrupción y pillaje”), sino a través de los colectivos locales. Aparte de eso, quieren una revisión completa de la agricultura marroquí. “Exigimos recuperar la soberanía sobre nuestra comida y el derecho a producir cultivos que satisfagan nuestras necesidades básicas”

Como señala el grupo, las protestas de Zagora son las últimas en más de dos décadas de lucha contra la mala gestión del agua en ciudades como Tánger, Sefrou y Casablanca. Y en el pueblo montañoso de Imider, justo al norte de Zagora, el movimiento de protesta más antiguo de Marruecos mantiene un campamento permanente desde 2011, asentado contra la explotación y contaminación de sus aguas a causa de una mina financiada por la monarquía. “Cualquier intento de eludir nuestras demandas es una pérdida de tiempo y de esfuerzo”, señala el grupo en su página web. ¿Prestará atención el Gobierno a sus advertencias antes de que los grifos se sequen? 

dissent magazine
Publicado originalmente en Dissent Magazine: The Making of a Water Crisis. Traducido para El Salto por Isabel Pozas González.

 


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#22155
26/8/2018 1:47

òi

0
0
#22044
22/8/2018 17:44

Magnífico y clarificador artículo. Gracias

3
0
Segureño
22/8/2018 10:54

Lamentablemente, esta situacion se esta produciendo tambien en nuestro pais, con la maquina de produccion agricola murciana chupandose los acuiferos de la sierra del segura. Produccion que en buena parte va a la UE. A cambio de unos euros, que quedan en manos de grandes empresas alimentarias, enviamos nuestra agua a Europa y damos la estocada final a una forma de vida y a una cultura arraigada en esta region. Y todo eso con la complicidad del gobierno, como no, sea del color que sea.
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