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Series
De ‘Felipe y Letizia’ a ‘Salvar al Rey’: cómo los escándalos y el ‘streaming’ permitieron una televisión crítica con la monarquía
Dos episodios conocidos. 16 de febrero de 1994. La prensa del día recoge la no emisión de El peor programa de la semana, late night emitido en La 2 de TVE dirigido por Fernando Trueba, que acababa de ganar el Óscar por Belle Epoque, y presentado por El Gran Wyoming. El motivo, el veto de la dirección del Ente a entrevistar al escritor Quim Monzó, que un mes antes había hecho varios chistes sobre la Familia Real y la boda de la infanta Elena en el programa Persones humanes de TV3. Wyoming y Trueba se negaron a emitir sin el entrevistado y el programa fue cancelado. Unos días antes, el mismísimo Jordi Pujol, entonces presidente de la Generalitat, había pedido perdón, como responsable político último de TV3, por unas declaraciones en un programa que se emitía casi de madrugada en una televisión autonómica cuando no existía el concepto de “vídeo viral”, solo el boca a boca.
22 de mayo de 2007. Antena 3 emite un programa doble, El Español de la Historia, un espacio presuntamente divulgativo en el que tras una encuesta a 3.000 ciudadanos, estilo sondeo electoral o estudio del CIS, se obtuvo un ranking encabezado por Juan Carlos I en el que este superaba en cabeza a Miguel de Cervantes, autor del Quijote. El formato, copiado de France 2 (allí triunfó Charles De Gaulle), se emitió en prime time y lo presentaron Matías Prats y Susanna Griso, entonces estrellas del informativo de la cadena. Entre los comentaristas de los resultados, la periodista Nativel Preciado, el escritor Antonio Gala y un exministro: José Bono.
El viernes 9 de septiembre se estrenaba en HBO Max Salvar al Rey, un documental anunciado explícitamente como dedicado a los “pactos de silencio” en torno a Juan Carlos I, en el que se habla de pagos a amantes, chantajes e incluso se lo califica de “motor” del 23F por parte de un exagente del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID). Bono es en esta miniserie una de las fuentes políticas que confirma que se taparon escándalos hasta los gobiernos de Zapatero. El estreno sigue la estela de Los Borbones: una familia real, otra miniserie documental cuyos primeros capítulos fueron emitidos por La Sexta el pasado 31 de mayo y que se puede ver completa en streaming en Atresplayer, la plataforma de pago de Atresmedia, es decir, la misma Antena 3 para la que sigue trabajando Susanna Griso.
Otra cuestión sobre Salvar al Rey es que lo produce Campanilla Films, S.L., una firma propiedad de Mandarina, que a su vez pertenece a Mediaset. Es decir, el conglomerado tras Telecinco. La misma Telecinco que en 2010 estrenaba Felipe y Letizia, una miniserie que ficcionaba el noviazgo del actual Jefe de Estado, entonces todavía Príncipe de Asturias, con la famosísima Amaia Salamanca en el papel de su esposa. O que en 2014 produjo directamente El Rey, otra miniserie, en este caso biopic de Juan Carlos I, absolutamente complaciente con todas las polémicas al respecto y con la curiosidad de que lo interpretaba el mismo actor, Fernando Gil, que puso rostro a su hijo en la anterior.
Entre 2009 y 2014 se produce un pequeño ‘boom’ de miniseries sobre la Familia Real que incluye también biopics igualmente poco arriesgados sobre Adolfo Suárez o el 23F
Entre 2009 y 2014 se produce un pequeño boom de miniseries sobre la Familia Real que incluye también biopics igualmente poco arriesgados sobre Adolfo Suárez (2010, Antena 3) o el 23F (2009 y 2011, TVG y de nuevo Antena 3). Una rareza surgida en esa ola fue Alfonso, el príncipe maldito (2010), también en Telecinco y sobre la figura de Alfonso de Borbón, duque de Cádiz y primo mayor de Juan Carlos y marido de Carmen Martínez Bordiú, la nieta de Franco.
Ángela Armero, veterana guionista española que ha trabajado en series como Velvet, La valla o la última temporada de Cuéntame, fue la autora del libreto de aquella tv movie. En parte explica aquella oleada de ficciones ‘reales’ en que “son figuras conocidas y queridas por un público amplio que reaccionó muy bien a estas producciones, donde se daba vida al cliché siempre funcional de ‘los ricos también lloran’ con el añadido morboso de hurgar en figuras de autoridad”. Las historias de reyes y reinas “son historias de familias disfuncionales, y por mucho oropel y pompa que haya, hay pocas cosas más dramáticas que conflictos entre padres e hijos”.
En la historia sobre Alfonso de Borbón, “Juan Carlos I aparecía como rival en la sucesión al trono de Alfonso y quien decidía era Franco. Tampoco tenía mucho sentido contar las intimidades del futuro rey. En 2010, varios años antes de abdicar, la imagen del Rey no había entrado en el tobogán de degradación que sufrió con las sucesivas revelaciones de la cacería de Botswana y el elefante, su relación con Corinna, los escándalos financieros... ni siquiera Urdangarín estaba apartado entonces de la agenda de la familia, eso no pasaría hasta 2011”.
“Con la figura del rey emérito se ha abierto la veda. Hace unos años sería impensable que se hubiera podido producir una serie que tiene su gran elemento de venta en una de sus amantes”, opina la guionista Ángela Armero
En la semana previa al estreno de Salvar al Rey, Atresmedia lanzó el tráiler de Cristo y Rey, presunta narración en clave pop de la relación entre Ángel Cristo y Bárbara Rey con las caras de Jaime Lorente y Belén Cuesta. El clip terminaba con un el personaje de Rey saludando a otro fuera de cámara como “majestad”, colocando el evidente anzuelo de reflejar la relación de Juan Carlos con su más famosa amante. Armero lo subraya como prueba de que “con la figura del rey emérito se ha abierto la veda. Hace unos años sería impensable que se hubiera podido producir una serie que tiene su gran elemento de venta en una de sus amantes”.
En 2021 se anunciaron varios proyectos de ficción muy alejados de aquellos en los que trabajó Armero: Javier Olivares, creador de El Ministerio del Tiempo, produciría una serie sobre la vida de Juan Carlos I para The Mediapro Estudio; Diagonal TV, la productora de Isabel, preparaba Palacio Real, una The Crown a la española remontándose hasta Alfonso XII para contar la historia de la familia Borbón, y, finalmente, el único del que hay noticias y el más abiertamente crítico, la plataforma Starzplay dio luz verde a una versión ficcionada del podcast XRey, de Álvaro de Cózar.
La comunicadora y analista de series Melania M. Bobi considera que “en el mundo de las series, la influencia de producciones críticas extranjeras y su recibimiento en el público español ha sido clave. Pasar de Felipe y Letizia a Cristo y Rey es un salto cualitativo que dice mucho no solo de la libertad creativa, también de un público dispuesto a verlo”. Se dan la mano el cambio social y el industrial, con la llegada de las plataformas de streaming y su guerra por el suscriptor, que buscan alimentar sus catálogos con contenidos llamativos.
“Es más viable que un proyecto de las características de Salvar al Rey tenga detrás a un equipo que apueste si hay una cantidad suficiente de capital para respaldar la improbabilidad de su éxito”, comenta. “Una plataforma y una cadena de televisión priorizan siempre la rentabilidad, pero el nivel de riesgo que admiten suele ser distintos”. En este caso, es lo que Bobi llama producir a fondo perdido: “El objetivo no es tanto la audiencia como estar en el mapa en la maraña de oferta, y eso tiene el beneficio de mayor libertad creativa”.
¿Mayor libertad creativa o… nacimiento de un nuevo cordón sanitario? El mismo Salvar al Rey lo insinúa con la boca pequeña por parte de periodistas de perfil conservador como Casimiro García-Abadillo o José Antonio Zarzalejos y más claramente de la progresista Ana Pardo de Vera: para salvar la monarquía hubo que acabar con el rey. Ángela Armero sugiere que las series anunciadas sobre Juan Carlos “dejan fuera a su hijo, y se podría decir que es una táctica muy sofisticada para protegerlo”.
José Bautista, periodista de investigación de Fundación porCausa y The New York Times, ha cubierto para el extranjero temas como el de Albert Solà, el posible hijo ilegítimo catalán del Emérito, nacido antes que el actual monarca o sus hermanas. Aunque Casa Real nunca se prestó a hablar oficialmente, recuerda que “pudimos hablar con mucha gente que trabajó con el rey Juan Carlos, personas que hace 15 o 20 años no lo habrían hecho y ahora se sienten más seguros. Eso es un cambio palpable”. Pero, en su opinión, “los pactos de silencio siguen existiendo, solo que más débiles y con otras formas”.
En 2018, Bautista trabajó en un reportaje, también para publicar en el extranjero, sobre la existencia de ese “cordón sanitario” periodístico de la Transición, en el que contactó con muchos de los periodistas veteranos que aparecen en Salvar al Rey. “Todos menos Pepe García Abad reconocían de forma más o menos tácita que se hizo la vista gorda sobre los tejemanejes financieros o de otro tipo de Juan Carlos porque se consideraba que había que consolidar la democracia —apunta— y solo Iñaki Gabilondo dice ahora que quizás no debieron hacerlo”.
Así, Bautista señala que “todo el contenido que aparece en Salvar al Rey es información que ya se había publicado. Está en libros que ya se escribieron en los años 80 y sus autores aparecen en ese documental, como Pepe García Abad, que denunció los negocios del rey y su afición a los empresarios de la élite en los 80”. La diferencia está “en que ahora esa información llega a los medios de más audiencia. Antes se quedaba en libros que muy pocos leían o programas que se emitían a altas horas de la madrugada. Pero desde que tuvo el percance con el elefante en Botswana se abrió la espita”.
La presencia de grandes popes del periodismo monárquico como Fernando Onega o del mismísimo exministro José Bono “la podemos interpretar de muchas formas”, entiende Bautista, quien apunta a las probables causas de este desfile: “También se debe al dinero, este tipo de producciones pagan muy muy bien las apariciones, cifras que para precisarlas en este caso habría que estar ahí, pero estaríamos hablando de tres o cuatro ceros. Y hay otro factor de fondo: desde que el accidente en Botswana abrió un poco la veda, los medios más grandes empezaron a sentirse autorizados a publicar información incómoda. También es verdad que el acceso a ciertas cosas es más fácil. Hace 20 años no era tan sencillo acceder a los registros mercantiles de Islas Caimán o contactar con un fiscal en Suiza. Todo ha cambiado bastante”.