Sphera
El Cañaveral: pioneros del sureste

Más de 20.000 personas viven en el barrio de El Cañaveral, uno de los más desconocidos de Madrid. Exigen dotaciones como colegios públicos y centros de salud y suspiran por la llegada del metro, que se les prometió en las maquetas y que no figura en los planes del Ayuntamiento.

Escondido entre grandes vías de comunicación, se levanta El Cañaveral, el primero de los grandes barrios del ensanche de Madrid hacia el sureste. Las propias indicaciones en la autovía que lo circunvala especifican que se trata de un núcleo residencial. No es un pueblo, sino un barrio de la capital asociado al distrito de Vicálvaro, aunque sus habitantes, más de 20.000, se muestran hartos de ser tratados como “ciudadanos de segunda” por parte del Ayuntamiento de Madrid.

El centro de salud de referencia está a más de nueve kilómetros del enclave; el colegio todavía no ha echado a andar y, para cuando lo haga, toda una generación de chavales y chavalas habrán tenido que estudiar lejos de allí. No hay noticia de cuándo se levantará un instituto. Solo hay unas canchas para practicar fútbol y baloncesto —ni hablar de un polideportivo completo— y la promesa de que el metro llegue alguna vez allí parece haberse evaporado con el viento.

Tribuna
El ejemplo de Vicálvaro: planear al límite, crear burbujas

El desarrollo urbanístico especulativo del distrito madrileño de Vicálvaro es un claro ejemplo del fracaso que supone los proyectos urbanísticos basados en la especulación. 


El Cañaveral se proyectó ya hace 20 años, pero una dotación básica como los primeros semáforos se han hecho esperar hasta este 2024. El barrio se ha hecho conocido por los grandes atascos de salida. Una de las opciones de distribución viaria es una autopista de peaje y la otra, la M-45 es una concesión privada que ya ha costado 1.881 millones de euros a las personas que pagan impuestos en Madrid. La arteria urbana principal que debe conectar el barrio con los otros desarrollos del sureste, hasta desembocar en Vallecas, está cerrada por bloques de hormigón. La construcción de la manzana central de El Cañaveral lleva un retraso de ocho años. 

El Cañaveral quiere ser un barrio habitable

Rafael París, profesor jubilado y vecino del barrio, explica que compraron sus viviendas en base a infografías y proyectos, los típicos renders en los que se presentaba el futuro barrio como una parte más de la ciudad consolidada. “Un cuento”, lamenta, “es importante que el que venga a comprar aquí al menos sepa lo que hay”, y para los que ya están, resume, es fundamental saber cuándo llegarán las dotaciones.

“El metro se daba por hecho. Ahora, sin embargo, se nos dice que nos olvidemos”, dice Heliodoro Martínez

Los vecinos piden certidumbres, que “este barrio dormitorio se convierta por fin en un barrio habitable” reclama Heliodoro Martínez, presidente de Asociación de Vecinos El Cañaveral Avanza. París, que también integra esta asociación vecinal, explica que las primeras viviendas que se entregaron en este desarrollo son de marzo del 2016: “Estamos hablando de ya ocho años. Ocho años en las que la única dotación pública que existe funcionando actualmente es una escuela municipal infantil para ciento y pico plazas cuando hay más de 3.000 niños en edad de estar en un centro educativo”.

Una quinta parte de los habitantes del barrio son menores de catorce años, una cifra que dista mucho de la del conjunto de Madrid, donde solo el 12% de la población tiene menos de esa edad. Los pocos chicos y chicas que puedan ir al colegio en el barrio “van a estar en un colegio en obras, construido por fases, durante toda su etapa educativa”, denuncia París. “Me pueden decir que están construyendo un colegio, pero es que ya harían falta dos”.

Lucía Toril, vecina del barrio, comenta que despierta a su hija una hora antes de lo que se despiertan sus compañeros de clase. Todas las mañanas revisa el tráfico para saber cuál es la vía menos congestionada. A veces tiene que optar por la radial de peaje, aunque le cueste dinero. El Ayuntamiento de José Luis Martínez Almeida no ha implementado una vieja demanda de los vecinos, que es que el tramo de la R3 a la M45 no tenga coste para las personas que residen en el barrio. “Cuando cojo el peaje por la M45 para llegar a Las Rosas también tengo atasco”, denuncia esta vecina.

“El metro se daba por hecho. Ahora, sin embargo, se nos dice que nos olvidemos”, dice Heliodoro Martínez. En el Plan de Infraestructuras del Sureste de Madrid (Peisem) se contemplaba como una exigencia la necesidad de un sistema de transporte colectivo adecuado, de tipo metro ligero, pero pasa el tiempo y la única referencia al metro son algunos carteles pintados por los vecinos pidiendo que llegue.

La situación de El Cañaveral, que se extiende a los desarrollos de Los Berrocales, Los Ahijones, Valdecarros y Los Cerros, en proyecto y a medio construir, obedece al modelo de gestión emprendido por el Partido Popular en los tiempos de la burbuja inmobiliaria que permite “el promotor acelere la construcción de ciudad mientras la administración pública no está presente”, señala la profesora de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Madrid Raquel Rodríguez. “Una persona que llegue a estos desarrollos puede pasar ocho y doce años esperando un colegio”, subraya, “y eso va a ser así, hasta que no lo replantemos de otra manera”.

Todo en El Cañaveral parece definido por la improvisación. Según los acuerdos del Ayuntamiento de Madrid es la Junta de Compensación, formada por las promotoras inmobiliarias, la que tiene que levantar un barrio donde ahora solo hay urbanizaciones y vallas de obras privadas. Cuando esté construido ese segundo Madrid que se ha planteado en el sureste, los cinco nuevos barrios sumarán casi medio millón de habitantes a la ciudad. De momento, nada les asegura ser más que pioneros del crecimiento de una ciudad que por momentos parece olvidarse de ellos.

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