We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Tren de alta velocidad
Llegar a tu casa a las cuatro de la madrugada o cómo pasar la tarde del domingo atrapados en un tren

En la medianoche del domingo nos llegó un mensaje al móvil: “El tren 06177 tiene un retraso de 3hrs y 50 minutos por incidencia en infraestructura ajena a Iryo y circulación en vía única. Disculpe las molestias”. No ponía nada más. Horas antes nos había llegado otro SMS que rezaba “actualizaremos lo antes posible”. Media hora más tarde, una chica por megafonía informaba de que, de entrada, íbamos a acumular 4 horas y media de retraso. No dijeron las causas en ningún momento. Para entonces, llevábamos 7 horas metidos en un vehículo estancado que hacía tres se había quedado sin comida y apenas una hora antes había anunciado que no había más agua.
Habíamos salido a las 18:07 horas de la estación de Santa Justa, en Sevilla, con destino a Madrid-Puerta de Atocha-Almudena Grandes. Hora estimada, las 20:50 horas de la tarde. Hora de llegada, las 3:05hrs de la madrugada del lunes. Pero esto, claro, todavía no lo sabíamos cuando, tranquilos y descansados tras el fin de semana, colocamos nuestras maletas de mano en altillo, algunos pusimos el libro encima de la mesita plegable, otros conectaron los auriculares a sus móviles y, otros, comentaron el viaje con sus amigos.
A esa hora todavía no lo sabían, pero serían ellos quienes trasladasen la poca información que nos llegara del exterior al resto del vagón
A nuestra espalda, había un grupo de cuatro amigos que, entre risas, no sabían cómo sentarse. Llevaban una cámara digital y se la pasaban de mano en mano mientras uno comentaba que esa camisa le marcaba el pecho y otro protestaba porque, en una fotografía, parecía que se estaba quedando calvo. Ellas se rieron y le dijeron que no era para tanto. Tendrían alrededor de unos veinticinco años y hablaban del resto de su grupo de amigos, dispersados en varios trenes en distintos puntos de Andalucía. Todos ellos con destino a Madrid. A esa hora todavía no lo sabían, pero serían ellos quienes trasladasen la poca información que nos llegara del exterior al resto del vagón.
Poco antes de que el tren se detuviera, fuimos a la cafetería. No habíamos comido demasiado. Íbamos a llegar pronto a casa, cenaríamos bien, veríamos una peli. No teníamos mucha hambre y todavía andábamos medio festivos. Dos cervezas y una bolsa de frutos secos para acompañar. Me planteé el bocadillo, pero un sandwich con media rodaja de chóped y un trozo de queso por 7,50€ me parecía un poquito exagerado.
Volvimos a nuestros asientos. En los de delante había una pareja de mediana edad. Él bordeando los sesenta, ella algo más joven. Hablaban en inglés con un acento que no terminé de identificar. Los tomé por norteamericanos, parecían norteamericanos.
Cuando el tren paró, ella hacía una videollamada a todo volumen con un niño. Le decía que la última vez que había montado en un tren había sido con él. ¿Te acuerdas?, le dijo. Él respondió algo y se puso un filtro de Snapchat. Su cabeza ahora era la de un perrito animado. Ella volvió a decirle algo, pero se le entrecortaba la llamada y sólo podía ver la cabeza del dibujo bamboleante sobre el cuerpo del niño mientras agitaba su teléfono por encima de nuestras cabezas intentando pillar algo de cobertura. Estábamos en mitad de la nada y entonces paramos. Eran las 20:25 horas de la tarde.
Del chiste a la preocupación
Al principio, las bromas. Si es que no hay un tren que llegue puntual, siempre igual, a ver si vamos a tener otro apagón, etc. Luego, el hambre. Era casi la hora de la cena. Yo pensé que no iba a ser para tanto, que como tarde a las 22:00hrs habríamos llegado a Madrid. Él me dijo que si no íbamos a por comida ya, probablemente nos quedásemos sin cenar. Se levantó y fue a por algo de comer. El resto de vagones debió de pensar lo mismo porque en cinco minutos se formo una cola enorme entre vagones. Nos comimos los dos últimos sándwiches. Muchos otros se quedaron sin cena. La cafetería lo había vendido todo. Sólo quedaba cerveza.
No había apenas cobertura, nadie sabía nada. Unos y otros comenzamos a caminar por el pasillo, a dar vueltas, a ir al baño, a sentarnos otra vez.
Falta de comunicación por parte de la compañía
A las 20:50hrs, una chica que se había sentado junto a una de las puertas del vagón dijo en voz alta que habían robado cobre de las vías. Llegaron los murmullos, las especulaciones. Después, alguien más dijo que no había sido cobre sino un cable. Después, llegó el tuit del ministro de Transportes, Óscar Puente. Un “acto de grave sabotaje” en la línea de alta velocidad Madrid-Sevilla con robos de cable en puntos distintos en un radio de 10 kilómetros y con 30 convoyes afectados.
La cobertura, mala, a ratos. El Wifi del tren no va. Piensas en tu colega que trabaja en el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) que te ha dicho 200 veces que no conectes tus dispositivos a redes de wifi públicas y que ni se te ocurra poner a cargar tu móvil en un enchufe de transporte público. Pero tú quieres saber y te conectas –aunque luego no sirva para nada– y enchufas tu teléfono. Algo que estáis haciendo todos.
La megafonía silente. De vez en cuando, un soniquete que enmudece nuestros murmullos: la voz de cansada de una de las trabajadoras que hace el recuento de las horas y minutos de retraso acumulados.
A partir de las 21:45hrs el ambiente comienza a ponerse opresivo. El grupo de chavales sentados detrás de nosotros ha pasado por varios juegos de cartas: primero la baraja española, después ‘Exploding Kittens’, una de ellas se ha enfadado. No quiso comer antes y ahora tiene hambre. Pillan un poco de cobertura y llaman a sus amigos en otros trenes. Ellos viajan con Renfe. A ellos sí que les han dado algo de información. Estamos parados en algún punto entre Ciudad Real y Toledo, somos 6.000 personas las afectadas, hay 7 trenes por delante (cifra, esta, que variará a lo largo de las conversaciones y de la que ninguno estaremos del todo seguros).
Un hombre le envía la ubicación a su madre. “Es que si no se va a poner nerviosa”, se excusa. Dos mujeres se preparan un bocata de jamón serrano con todos sus condimentos. Lo llevaban en la mochila por si acaso. “Siempre hay que llevar comida encima”, comenta otra chica apenada mirándolas con deseo.
A las 22:07hrs anuncian por megafonía que van a proceder con el reparto de agua para niños y gente mayor. Lo que sobre lo repartirán entre el resto.
Internet no carga. Apenas nos llega información. Los chavales vuelven a llamar a sus amigos. Uno de ellos, al que llaman repetidamente ‘Canela’, ha montado en el tren de las 19:15hrs y dice que tiene 15 trenes por delante. Otra de sus amigas, que salió en el tren de las 16:00 horas, también sigue varada. Empezamos a pensar que nos va a tocar pasar la noche ahí metidos.
A las 23:30hrs las pantallas del vagón anuncian comida carísima que ya no queda mientras el grupo de chavales discute si estaremos saliendo en las noticias o no
“¡Encima han encendido el aire acondicionado!, también quieren matarnos de frío”, comenta, ya enfadado, un hombre. Es verdad que hace frío, yo me arrebujo en mi cazadora vaquera.
A las 22:59hrs llega el agua a nuestro vagón. Rellenan algunas botellas de agua. A los que no tenemos botella nos dan un vasito de cartón.
A las 23:30hrs las pantallas del vagón anuncian comida carísima que ya no queda mientras el grupo de chavales discute si estaremos saliendo en las noticias o no. “Es como todo”, argumenta uno de ellos, “cuando a ti te afecta algo haces un mundo. Si no, te la pela”, sentencia. Poco tiempo después otro tren para a nuestro lado. Nos saludamos con energía. Algunos ríen. “Sería increíble tener un boli”, apostilla una de las chicas del grupo. Querría hacer un cartel para comunicarse con ellos.
A las 23:51 alguien dice que Los Morancos también se han quedado atrapados en uno de los trenes y que están cantando. “Siempre se puede estar peor”, bromea alguien.
A media noche, otro norteamericano que viajaba en grupo con la mujer de la videollamada bromea con que, por fin, es un día nuevo.
A partir de entonces se acaban los murmullos, intentamos dormir a ratos bajo la luz del fluorescente. Muchos no saben cómo van a volver a casa. Van a perder –si no lo han perdido ya– el transporte a sus hogares y nadie les va a poner otro. Otros, como el grupo de americanos, tienen miedo de perder su avión. Otros, han asumido que probablemente tengan que ir a trabajar sin haber pegado ojo.
A las 0:52hrs llegamos a una estación. Creemos que es Toledo. A la 1:40hrs entra un Guardia Civil que recorre el tren de cabo a rabo. Después, nos ponemos en marcha. Muy despacio.
A las 3:05hrs de la madrugada llegamos a Madrid-Puerta de Atocha-Almudena Grandes. Con cobertura ya, podremos leer todo lo que Iryo no nos ha contado, pero en ese momento nadie mira los móviles. Todo el mundo está pendiente para salir corriendo y comenzar la carrera hacia los taxis. Nadie quiere esperar más.
A las 3:55hrs de la madruga yo me derrumbo sobre mi cama. A las 8:00hrs suena la alarma. Es lunes.