Funciona. No siempre, pero muchas veces sí. Los avisos, las amenazas, las amonestaciones. La represión. Funciona. Aunque en realidad sepamos que no, que hablar del genocidio en Gaza en las aulas no es adoctrinar. Aunque estemos seguras de que no lo es. Muchas veces funciona.
Dicen desde algunos gobiernos y algunos inspectores educativos lo repiten y algunos directores siguen la cadena reiterando las mismas frases. No puedes poner carteles que condenen el genocidio en Gaza en el instituto. No puedes hablar de esto en las aulas. No puedes colgar un manifiesto en la web de tu centro. No puedes ir a trabajar con una camiseta en la que pone Palestina. Eso es adoctrinar. No puedes. Aunque parte de nuestra tarea como docentes sea tener que enseñar qué son los derechos humanos y educar para la paz. No puedes. Eso es manipular al alumnado. No puedes.
Me gustaría preguntar si, precisamente para huir de una educación manipuladora, lo que tendríamos que hacer es desobedecer las indicaciones de guardar silencio
Y me gustaría preguntar si el silencio es una postura neutra. Si no hablar de Gaza significa no posicionarse. Si el silencio es algo que no te arrima hacia ningún lado. Si la neutralidad en la educación consiste en no decir en alto la palabra Palestina. La palabra genocidio. Asesinato. Sufrimiento. Derechos humanos. Legalidad internacional. Derecho a existir. Resistencia. Como si el silencio fuera una forma de no posicionarse. Como si permanecer calladas no fuera también una forma de tomar partido, de mostrar un modo de mirar el mundo y de actuar en él.
Me gustaría preguntar si, precisamente para huir de una educación manipuladora, lo que tendríamos que hacer es desobedecer las indicaciones de guardar silencio. Si lo que habría que hacer es hablar con nuestro alumnado de una realidad que es diversa y compleja, que se puede mirar desde varios lados y ayudarles a que pregunten y piensen y puedan crear su opinión a partir de un relato plural, un relato que muestre que no hay una única forma de ver las cosas, un único modo de mirar lo que sucede.
Y esto incluye cuestionar si este orden asesino y macabro que ven por televisión tiene que ser aceptado sin que nada se mueva. Sin que nada estalle.
Me gustaría preguntar si la mejor forma de escapar del adoctrinamiento no sería educar para que nuestro alumnado sea capaz de tener un pensamiento crítico y si eso se puede hacer desde el silencio.
Me gustaría preguntar qué vamos a hacer ante la represión que están viviendo muchos centros que comenzaron el curso condenando el genocidio en Gaza en voz alta
Me gustaría preguntar qué vamos a hacer ante la represión que están viviendo muchos centros que comenzaron el curso condenando el genocidio en Gaza en voz alta, si vamos a asumir que quienes ordenan que permanezcamos calladas decidan qué podemos trabajar o no en nuestras aulas. Si con las amenazas y coacciones nos han convencido de que lo mejor es permanecer en silencio para que no haya más represión.
Me gustaría preguntar si vamos a apartar en algún sitio la convicción de que educar críticamente no es manipular, si vamos a dejar a un lado que uno de los objetivos de la escuela es ayudar a que el alumnado pueda tener herramientas para comprender el mundo en el que vive y poder desenvolverse en él. Si vamos a dejar que se nos escurra entre los dedos la certeza de la fuerza que tenemos cuando nos juntamos las personas que compartimos nuestro día a día en los colegios e institutos. Si vamos a colocar en un lugar demasiado recóndito de la memoria todas las cosas que, en otros momentos, se han logrado desde las comunidades educativas. Si no vamos a mirar todo lo que están haciendo ya en muchos colegios e institutos para reivindicar la necesidad de hablar del genocidio en Gaza. Para dar una respuesta diferente al silencio. Todo lo que ya se está haciendo.
Podemos hacer que no funcione la represión. Podemos no quitar los carteles y las banderas de las paredes de los centros educativos. Podemos, también, poner más carteles y más banderas y más sandías
Porque, en realidad, sí podemos. Podemos hacer que no funcione la represión. Podemos no quitar los carteles y las banderas de las paredes de los centros educativos. Podemos, también, poner más carteles y más banderas y más sandías. Podemos llevar camisetas con la palabra Palestina. Podemos hablar en las aulas de qué significa la palabra genocidio. Podemos seguir visibilizando y debatiendo sobre las acciones para frenarlo a las que, cada vez, se está sumando más gente. Podemos escuchar la voz de las personas palestinas dentro de las aulas.
En una época donde el silencio trata de ser impuesto de nuevo, cabe preguntar no solo si podemos, sino si tenemos la responsabilidad de hacer todo lo posible por romperlo.
Relacionadas
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!