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La vida y ya
Tiempos de cucharas
En el patio del centro donde trabajo hay un grafiti con la cara de Chato Galante, activista por la memoria histórica, el ecologismo y los derechos humanos. Decidimos ponerlo ahí poco tiempo después de que muriera. Hay muchas otras personas, muchas mujeres, que también hubieran merecido estar en esa pared, pero la cuestión es que Chato había estado varias veces en nuestras aulas y había puesto palabras e ideas que se nos habían quedado atrapadas en la garganta.
Palabras que hablaban de paz, de justicia, de ecologismo, de revoluciones posibles. Palabras que decían que consiguió resistir a la tortura cuando fue detenido en la dictadura. Resistir y guardar los nombres. Resistir no por ser un héroe. Resistir porque él era un ser humano y ningún ser humano merece ser tratado así.
Después de que Chato muriera el Departamento de sociales ha seguido organizando charlas todos los años con personas de La Comuna porque, para que las palabras sigan adheridas a la piel, hace falta recordarlas, refrescarlas en la memoria.
Siempre vienen varias personas, todas amigas de Chato. Les explican a las chicas y chicos de secundaria qué significa la palabra verdad, la palabra justicia, la palabra reparación. Siempre hay mucho silencio, mucha escucha. Es diferente que tus profesoras te hablen de las condecoraciones que le otorgaron distintos gobiernos en la democracia a Billy el Niño a que lo hagan las personas que fueron torturadas por él.
Siempre hay muchas preguntas. Preguntas que surgen porque las palabras les han rozado la piel.
Una alumna preguntó en uno de esos encuentros: “Si nacisteis en la dictadura, ¿cómo sabíais qué era la libertad?, ¿por qué luchabais por conseguir algo que nunca habíais vivido?”.
Quería saber por qué pones tu vida en riesgo por una cosa que no se sabes cómo es.
Le contestaron que la libertad es algo que se lleva dentro, la hayas vivido o no. Que cuando no la tienes te duele, y justo es eso lo que te hace saber que la necesitas. Que la libertad es una necesidad humana. “Por eso puedes contra el miedo”. Dijo uno de ellos. “En esa época nos temblaban mucho las piernas cada vez que hacíamos algo que estaba prohibido, pero por amor a la libertad puedes con todo, puedes con el miedo”.
También les cuentan que Chato y otros encarcelados en la dictadura decidieron intentar fugarse de la cárcel.
Parecía una tarea imposible, y más si lo único con lo que contaban era con una cuchara para excavar un túnel. Pero comenzaron a hacerlo, sin pensar en las bajas probabilidades de éxito. Chato y otros presos empezaron a cavar un túnel con solo eso, una cuchara, un túnel que les serviría para salir de los muros. Parecía imposible llegar hasta el otro lado. Pero una cuchara, usada con mucho tesón por varias personas con un torrente de ganas de justicia y libertad convierte lo imposible en improbable.
Son tiempos de cucharas. Cucharas que a veces son palabras, a veces iniciativas, a veces asambleas, a veces centros sociales, a veces acciones inesperadas.
Cucharas que buscan romper el cerco de lo establecido. Que son colectivas y siempre con mujeres presentes.
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Precioso artículo. Necesitamos más gente dispuesta a coger la cuchara, pero nos han lavado el cerebro para creer que no hay alternativa a la realidad que vivimos.