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Mujeres palestinas en Elx 8M 2024 Adriana Català

Análisis
Algunas de mis mejores enemigas son feministas: sobre el feminismo sionista anglófono

Los hechos reales de la condición a menudo asediada de las mujeres en lo que pronto se convirtió en el Mandato de Palestina y luego, en 1948, en Israel rara vez han parecido empañar la percepción de las sionistas feministas de un puesto superior y avanzado de empoderamiento de la mujer judía en medio de un mar de atraso patriarcal árabe y/o musulmán.
Traducción del inglés de Maria Laura M. Artículo publicado originalmente en la revista Salvage.
13 may 2024 07:00

El 7 de marzo de 2017, la víspera del Día Internacional de la Mujer, el New York Times publicó un artículo de opinión de la editora de la revista Bustle, Emily Shire, denunciando el anti-sionismo de una red socialista-feminista, Huelga Internacional de Mujeres [International Women’s Strike]. “No veo ninguna razón por la que debería sacrificar mi sionismo en defensa de mi feminismo”, se quejaba Shire de la convocatoria feminista a la huelga del 8 de marzo, citando su plataforma pro-Palestina. Le inquietaba especialmente la inclusión en el comité de huelga de Rasmea Odeh, una ex-miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina, como también la creciente popularidad de la campaña de “boicot, desinversión y sanciones” (BDS) contra el Estado de Israel por sus abusos a los Derechos humanos. Apoyar el BDS “no tiene nada que ver con el feminismo” (i), afirmó Shire con frustración. En la pequeña tormenta que siguió, la copresidenta de la Marcha de Mujeres [Women’s March], Linda Sarsour, explicó por qué la campaña de BDS es una táctica feminista (ii) y la actriz de The Big Bang Theory Mayim Bialik contraatacó declarándose sionista feminista y añadiendo que “no podía tolerar que la acusaran así de ser ‘el enemigo’” (iii).

Palestina
La lucha anticolonial del feminismo palestino
La doble lucha de las mujeres palestinas reivindicando igualdad de derechos y defendiendo sus libertades fundamentales en un contexto de apartheid

Siete años más tarde, en 2024, el Día Internacional de la Mujer caía precisamente cinco meses después de un genocidio al pueblo palestino en la Franja de Gaza financiado por Estados Unidos. En el lapso de esta eternidad invivible —desde las represalias genocidas de Israel contra un asalto dirigido por Hamás contra bases militares y asentamientos civiles israelíes el 7 de octubre de 2023— el asunto del feminismo sionista se ha dado a conocer globalmente como nunca antes. Un mundo de personas que se levantaron indignadas contra las atrocidades de Israel se han encontrado con unos medios de comunicación que apenas pueden representar como personas al pueblo palestino en el nivel de la sintaxis y que se niegan a nombrar a los perpetradores del cosmocidio de Gaza excepto, llamativamente, cuando estos pueden ser enmarcados como una atractiva y juvenil banda de lesbianas y/o feministas en uniforme de combate a través de reportajes con abundantes fotografías: “Leonas del desierto: la unidad de combate femenina de Israel” (iv) (Daily Mail); “Las mujeres israelíes luchan en la primera línea en Gaza” (v), (New York Times), etcétera. Este año, deseo ofrecer en estas líneas unas notas sobre una ideología en crisis, como una forma de honrar a sus víctimas y, quizás, para acelerar su colapso.

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Desde una perspectiva histórica, el feminismo sionista comparte características clave con los feminismos coloniales del siglo XIX. Surgió como un instrumento para forjar una nueva modernidad nacionalista —entrelazada con la utopía burguesa del trabajo— portadora de una ambición palingenésica de renacimiento civilizatorio, unida a un relato transgresor del destino de su propia circunscripción racial como igualitaria de género. “No es posible”, escribió la feminista polaca y activista sionista Puah Rakovsky en su panfleto de 1918 La mujer judía, “que nosotros, los judíos, que fuimos los primeros portadores de los principios democráticos, nos quedemos rezagados en este sentido con respecto a todos los pueblos civilizados y cerremos el camino a las mujeres hacia la consecución de la igualdad de derechos” (vi). (La versión imperial británica de esto, que se desarrolló mucho antes, había consistido igualmente en “recordar” a los británicos un pasado mítico de armonía “anglosajona” marcado por la verdadera igualdad entre los sexos. ¿Recuerdan cómo Jane Eyre discute, cerca del final de la novela homónima, la necesidad espiritual mundial de que las mujeres inglesas de mentalidad independiente emigren y sirvan en las colonias como misioneras y maestras? La heroína de Brontë emula la figura enérgica y emprendedora de “la nueva inglesa modelo”, que se lanza a arreglar los desaguisados morales causados por los hombres en Australia, Canadá y la India. La “señorita Jane Bull”, un avatar patriótico, fue una invención de las feministas de Langham Place, Londres, en la década de 1840, destinada en gran medida a fomentar y organizar esta emigración en nombre de la Corona).

Los feminismos europeos de élite del siglo XIX, coloniales o parte de un colonialismo de colonos [settler colonialism], sionistas o imperiales, avivaron el apetito de las mujeres inquietas y sofocadas por el vasto Lebensraum personal que les esperaba en el extranjero si se trasplantaban a vivir entre indígenas. Sión como lugar para que las mujeres desplieguen sus alas: en el siglo XXI, se pueden oír fácilmente los ecos de esta idea histórica en los escritos de hasbaristas como Amotz Asa-El, miembro de Columbia University. Asa-El revive habitualmente las antiguas explicaciones del etnonacionalismo pro-feminista cuando escribe —erróneamente, por cierto— que “el movimiento sionista concedió a las mujeres el derecho al voto ya en 1897, décadas antes que muchos países occidentales” (vii). (Según el Museo de los Amigos de Sión, algunas mujeres participaron en el primer Congreso Sionista, en Basilea, Suiza, en 1897, pero lo hicieron sin derecho a voto (viii). Al año siguiente, antes del segundo congreso, Theodor Herzl anunció que las mujeres tendrían derecho a voto en las instituciones del Yishuv, un testimonio de su visión modernizadora de la construcción del Estado (ix). Pero esta decisión fue ignorada hasta 1917, cuando las sufragistas de la Palestina otomana, como Nehamah Pukhachewsky de Rishon LeTzion, empezaron a recordar a sus compañeras colonas esta anterior emancipación: “No podemos seguir viviendo sin la plena igualdad de derechos. Nosotras que construimos el asentamiento junto con los hombres... Dadnos lo que es nuestro”(x)]). Los hechos reales de la condición a menudo asediada de las mujeres en lo que pronto se convirtió en el Mandato de Palestina y luego, en 1948, en Israel —donde hasta el día de hoy los ultraortodoxos se oponen al sufragio igualitario— rara vez han parecido empañar la percepción de las sionistas feministas de un puesto superior y avanzado de empoderamiento de la mujer judía en medio de un mar de atraso patriarcal árabe y/o musulmán. En una entrevista con la revista Lilith titulada “Sionista a pesar de sí misma”, la feminista nonagenaria Judith Shotten describe su traslado de Canadá a Israel en 1949 y la experiencia de “increíble igualdad” de género que tuvo en los kibutzim. A los ojos de la joven Judy, en términos de feminismo, Israel estaba a la vanguardia: era una utopía colonial de género tal que “todo mi antinacionalismo y universalismo se fueron por la ventana”(xi).

Durante aproximadamente una década, la expresión “feminismo y sionismo son dos caras de la misma moneda” ha sido uno de los estribillos de órganos como el Jerusalem Post

Nunca las feministas sionistas que conozco admiten el etnonacionalismo de su ideología de emancipación de género de una manera tan abiertamente explícita. Sin embargo, durante aproximadamente una década, la expresión “feminismo y sionismo son dos caras de la misma moneda” ha sido uno de los estribillos de órganos como el Jerusalem Post. Incluso activistas por la “justicia social” de J Street han intentado argumentar que es perfectamente posible ser “sionista-feminista” si ampliamos “nuestra comprensión del sionismo para incluir el apoyo a los derechos tanto de israelíes como de palestinos”(xii), un “si” bastante pesado. En la Israel Forever Foundation, sin embargo, una bloguera llamada Forest Rain Marcia no hizo tales concesiones a Linda Sarsour en 2017, exponiendo que el feminismo y el sionismo son ambos fundamentalmente “sobre la libertad” (esto lo podemos saber porque “los hombres y mujeres sionistas llegaron a Israel, araron los campos y construyeron casas juntos. Lucharon contra sus enemigos, codo a codo. Juntos construyeron un país, juntos dieron a luz a la Start-Up Nation”(xiii) En una columna de 2020, una colaboradora de Y-Net llegó a decir que “no se puede ser feminista y no ser sionista”, en este caso haciendo una analogía entre una definición muy tendenciosa del objetivo del sionismo — “que los judíos se conviertan en dueños de su propio destino”— y el del feminismo —“que las mujeres también puedan ser dueñas de su destino”(xiv).

Este lenguaje de dominio soberano quizás evoca inconscientemente una visión del nacionalismo femenino: una plataforma que, de hecho, fue adoptada genuinamente por las lesbianas-separatistas judeo-estadounidenses durante un tiempo a finales de los años setenta y principios de los ochenta y defendida por Andrea Dworkin, por ejemplo, en su libro El chivo expiatorio: los judíos, Israel y la liberación de la mujer [Scapegoat: The Jews, Israel, and Women’s Liberation], que reclama una “patria” para las mujeres según el modelo israelí, incluso en el siglo XXI. Poco antes de la invasión israelí del Líbano en 1982, la editora de la revista Ms. Letty Pogrebin declaró: “El sionismo es simplemente un plan de acción afirmativa a escala nacional”(xv). La invasión dejó unos 20 mil civiles muertos y ese número multiplicado por cinco de heridos, lo que llevó a muchas feministas de la diáspora judía a alzarse militantemente contra las supuestas guerras de liberación nacional y de género que se libraban en su nombre. Unas semanas después del comienzo del “holocausto” —citando a Ronald Reagan— de 1982, la revista feminista Spare Rib entrevistó a tres luchadoras por la liberación de la mujer: Aliza Khan, israelí, y una activista palestina y otra libanesa identificadas sólo por sus nombres de pila, Randa y Nidal, respectivamente. Las tres afirmaron sin rodeos ni ambigüedades la incompatibilidad entre feminismo y sionismo. “Lo que Israel está haciendo ahora no es nada nuevo, sino una parte extrema de su naturaleza”, explicó Khan: “Matar gente bárbaramente, niños, mujeres, con gas envenenado y con bombas de racimo”. Según dijo Khan, incluso su propia madre, que emigró a Israel desde Alemania, estaba despertando a la verdad del sionismo. Para las feministas judías de todas las generaciones era cada vez más obvio que “las mujeres deben manifestarse en contra porque nuestras hermanas están siendo asesinadas”. Y, de hecho, “si una mujer se llama a sí misma feminista, debería llamarse conscientemente antisionista”. Un punto obvio en lo que respecta a la Huelga de Mujeres de hoy.

En el momento de escribir estas líneas, el campo sionista-feminista está desgarrado por la deserción y el caos, al igual que el “sionismo liberal” en su conjunto (o lo que queda de él). Se sintió cuidadosamente lógico que la “madre del feminismo israelí”, Alice Shalvi —férrea defensora de la participación de las mujeres en el ejército de ocupación y quien fundó la Red de Mujeres Israelíes bipartidista en 1984— muriera pocos días antes de que el “ejército más moral del mundo” empezara a hacer llover bombas de fósforo sobre la mayor prisión al aire libre del mundo en nombre de, entre otras cosas, las sobrevivientes de violaciones y de los derechos de las mujeres. Algunas de las feministas que lloran públicamente a Shalvi han buscado nuevos extremos de adoración fascistoide de los iconos femeninos (a saber: “nuestras” unidades y escuadrones femeninos de sionistas [Zionesses]™); mientras que otras han adoptado un silencio sepulcral y presumiblemente vergonzoso sobre la nueva Nakba en curso; y otras simplemente han profundizado su compromiso con la vieja filosofía y práctica de “disparar y llorar” (xvi), por ejemplo, dando gracias porque Alice falleciera antes de que “el shock de los ataques de Hamás del 7 de octubre pudiera matarla”(xvii). Como debe ser, todos estos feminismos tienen que tolerar que se les acuse de ser el enemigo —es decir, mi enemigo, y el enemigo de todos los feminismos abolicionistas— cada minuto que sigan despiertos.

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El 5 de diciembre, Benjamin Netanyahu empezó a machacar a las “organizaciones de derechos de la mujer” del mundo por su silencio ante la supuesta “violación de mujeres israelíes” dos meses antes (xviii). ¿No habíamos oído hablar de las indescriptibles “mutilaciones” que las hordas musulmanas, huidas de su prisión, habían infligido a niñas y madres en los kibutzim que rodean Gaza? Pechos cortados con cúter (xix). Fue por aquel entonces cuando empecé a ver en mis redes sociales un repunte de material sionista-feminista ingenioso e instagrameable: pancartas gráficas que instaban a las feministas a “creer a las mujeres israelíes” y hashtags que alegaban antisemitismo y se lamentaban de que “es #metoo, a menos que seas judía”(xx). En realidad, la Operación Al-Aqsa Flood fue un “pisoteo de los cimientos mismos del feminismo”(xxi). Según el ya mencionado profesor Asa-El, de Columbia University, los acontecimientos del 7 de octubre han infundido “una nueva relevancia al legado de De Beauvoir”, escribiendo en ese bastión de larga data de fanatismo y erudición sobre Simone de Beauvoir, el Jerusalem Post. La tesis de Asa-El es que “las mujeres israelíes reivindicaron la teoría de Beauvoir” siendo mujeres mientras ametrallaban a las brigadas de Al-Qassam como miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel. Describiendo sin aliento a “las guerreras de Israel” —“nuestras guerreras”—, en particular, a una comandante de un escuadrón de tanques y a otras dos combatientes patrióticamente uniformadas a quienes se refiere íntimamente como “Inbal, Karni, Tal”, dice que estas personas eran “todo”, en ese fatídico día, lo que “de Beauvoir sostenía que una mujer puede ser si se le da una oportunidad: asertiva, ingeniosa, fría y valiente”. Así, de seguro, la existencialista anticolonialista Simone de Beauvoir habría aprobado el genocidio al pueblo palestino como una guerra de justicia sexual.

Feminismos
Genocidio Ataque, usurpación o manipulación: la ofensiva sionista contra los feminismos
Si el sionismo señala a los feminismos como antagonista, al tiempo que intenta parasitar su lucha, es porque es consciente de que la lucha feminista es uno de sus más claros oponentes.

En este ambiente de chauvinismo nacionalista con sed de sangre, crudamente intelectualizado pero anti intelectual, hemos oído sacar a la luz versiones inusualmente desnudas de la familiar mentira occidentalista sobre “la única democracia de Oriente Próximo”. Según la ex directora del British Times, Sarah Vine, “un nuevo eje de maldad misógina está barriendo el mundo”(xxii) está claro que los que están en el bando que Bibi llama “los hijos de la luz” deberían estar orgullosos de su islamofobia porque “la liberación de la mujer ha formado parte del ideal sionista desde su creación” (xxiii). La feminista antitrans estadounidense Abigail Shrier afirma que todo opositor “de izquierda” al “derecho a existir” de Israel como Estado judío-supremacista es un bárbaro intolerante movido por el odio a “una civilización pacífica”, del mismo modo que los “guerreros ecológicos” que “destrozan el Arco de Wellington en el centro de Londres” claramente “desprecian la civilización que alberga tales tesoros”(xxiv). Gil Troy, un autodenominado “historiador estadounidense y pensador sionista” de la Universidad McGill, afirmó en la revista Tablet que Hamás, una “secta de la violación”, había organizado un “crimen masivo contra las mujeres”, por lo que “toda la gente civilizada debería repudiar el placer de tantos palestinos y progresistas por compartir estos vídeos y aplaudir estos crímenes” (xxv). Hace cinco meses que la retórica sintonizó en la posición de “guerra contra el terrorismo” y sigue ahí. Es probable que muchos expertos sigan creyendo, incluso ahora, que dicen la verdad cuando vociferan en términos vagos pero gráficos sobre las innumerables, innumerables violaciones sufridas el 7 de octubre.

La policía israelí prometió que ese día iban a surgir “decenas de miles” de testimonios de la violencia sexual cometida por Hamás. Nunca lo hicieron. Sin embargo, muchas feministas estadounidenses apoyaron el esfuerzo propagandístico para justificar el genocidio. La revista Ms. publicó una lista de lectura sobre “la violación como arma de guerra”, inspirada en “relatos de primera mano de lo que ocurrió en Israel el 7 de octubre”(xxvi)(La lista de recursos comienza con citas no atribuidas, supuestamente de sobrevivientes, transmitidas anónimamente por la policía nacional israelí, junto con historias de brutalidad, probadas falsas, de reservistas del ejército israelí. No se ha modificado ni actualizado desde entonces). Sheryl Sandberg, ex directora de operaciones de Meta™ y célebre autora de Lean In, habló públicamente de su enojo con las feministas “que se quedan calladas” frente a los “terroristas” de Hamás: perpetraron, dijo con seguridad, “violaciones premeditadas, coordinadas, en múltiples lugares, todas en un mismo día, y una violencia sexual increíble”(xxvii) Incluso la columnista de The Nation y célebre feminista de izquierda Katha Pollitt escribió que “hay que ser un conspiracionista o un negacionista de las violaciones” para tachar de hasbara las declaraciones de Israel sobre las violaciones sistemáticas por parte de Hamás (xxviii). Helen Lewis escribió en The Atlantic que podía aprobar, en concreto, que las sufragistas pusieran bombas en nombre de una buena causa, pero no los métodos de “la incursión de Gaza en Israel”.

Es probable que muchos expertos sigan creyendo, incluso ahora, que dicen la verdad cuando vociferan en términos vagos pero gráficos sobre las innumerables, innumerables violaciones sufridas el 7 de octubre

Jill Filipovic lidió creativamente con la ausencia de evidencia, asegurándonos en la sección de opinión del New York Times que es normal que en tiempos de guerra no existan pruebas corroboradas o verificables independientemente, al tiempo que afirmaba paradójicamente que “hay mucha, mucha más [evidencia]”(xxix). En el pasado, cuando escribía sobre violaciones en tiempos de guerra, Filipovic decía: “Me mordía la lengua y mordía la lapicera esperando a que surgieran informes sustanciales y pruebas más claras”. (Ya que al final, decía, “las acusaciones de violación son extremadamente fuertes, y las afirmaciones no corroboradas que resultan ser exageradas o falsas pueden socavar la confianza del público en los periodistas y su creencia en la veracidad de las denuncias de violencia sexual en general”). Pero esta vez no se mordió la lengua. Haciéndose eco de tantos otros taquígrafos estatales de este momento, que se autoproclaman “periodistas” mientras repiten como loros a Bibi, Filopovic denunció, por el contrario, que no había verdaderas feministas entre quienes se callaban.

Otro artículo de esta especie —dirigido a “las feministas del mundo”, en Slate— afirmaba sin pudor que “la solidaridad con las víctimas de agresiones sexuales debería prevalecer sobre otras políticas”. En otras palabras, la violación es comparable al genocidio. “De todos los horrores que están surgiendo” de la guerra genocida contra Gaza —opinaron Dahlia Lithwick, Mimi Rocah, Tamara Sepper, Jennifer Taub, Joyce White Vance y Julie Zebrak, a finales de noviembre, cuando ya se había confirmado la muerte de 15.000 palestinos— “entre los más horribles están los bárbaros asesinatos, violaciones, agresiones sexuales y secuestros de mujeres y niñas en Israel durante el ataque del 7 de octubre por Hamás”xxx.

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El 28 de febrero, The Intercept publicó una exposición sobre una exposición. Con el título “Entre el martillo y el yunque”(xxxi), analiza en profundidad una gota dentro del goteo constante que representa la contribución material del periodismo del New York Times a la destrucción indiscriminada de Gaza por parte de Israel (al legitimarla). Refutan exhaustivamente este material; su lectura resulta devastadora. Los tres coautores están esencialmente pelando la construcción forzada de una narrativa feminacionalista en torno a la brutalidad sexual palestina. Jeremy Scahill, Ryan Grim y Daniel Boguslaw —los reporteros de The Intercept— muestran la descarada fabricación de distracciones dirigidas a feministas occidentales como yo durante un genocidio, diseñadas para intentar que simpaticemos con los colonizadores, no con los colonizados. Estoy describiendo el “feminacionalismo”(xxxii), un concepto que quizá recuerden de la Guerra contra el Terrorismo, que muches de nosotres esperábamos que hubiera llegado a su fin. La maniobra feminacionalista es el mecanismo por el que las feministas occidentales son intimidadas moralmente para que apoyen una causa imperial, es decir, “debemos unirnos en la lucha contra la ‘barbarie’ sexual...”, mediante una fuerte referencia al patriarcado oriental. En cierta forma, el feminacionalismo define el afecto “civilizatorio” suscitado entre los habitantes del núcleo imperial durante las campañas militares de castigo que requieren la deshumanización islamófoba de los “bárbaros” en cuestión; campañas que se benefician activamente de la siembra de dudas y vacilaciones entre los aliados de los colonizados. El reportaje “Gritos sin palabras” [Screams Without Words], copiosamente ilustrado con fotografías y publicado en el New York Times el 28 de diciembre de 2023 —por Jeffrey Gettleman, Anat Schwartz y Adam Sella— fue una clase magistral en el género.

La maniobra feminacionalista es el mecanismo por el que las feministas occidentales son intimidadas moralmente para que apoyen una causa imperial

“Gritos sin palabras” es un relato sensacionalista de violaciones y sufrimientos femeninos padecidos por israelíes a manos de gazatíes furiosos, publicado en un momento crucial del genocidio. Subtitulado “Cómo Hamás utilizó la violencia sexual el 7 de octubre como arma”, se basó en gran medida en interpretaciones no expertas y declaradamente “imaginativas” de escenas de crímenes por parte de ZAKA, una organización de rescate ultraortodoxa privada que ya había sido conocida por difundir múltiples historias falsas y manipular las pruebas (xxxiii). El relato está basado en las historias alarmantemente incoherentes de dos soldados que asistieron al festival de música en Novi quienes, escondidos en unos arbustos, contaron lo que vieron. Ellos son el veterano de las fuerzas especiales, Raz Cohen, y su camarada, Shoam Gueta (que ahora publica TikToks de sí mismo en uniforme recogiendo objetos entre los escombros de las casas de Gaza) (xxxiv). Fueron los “gritos sin palabras” de una mujer no identificada que Cohen vió —¿o quizá sólo oyó?— siendo violada en grupo por cinco “civiles” de Gaza, los que se convirtieron en el título del artículo del Times sobre “Hamás” (una contradicción en sí misma, como señala el The Intercept, si se trataba de civiles).

Por otra parte, “Gritos sin palabras” se basa en el testimonio de Shari Mendes, una arquitecta estadounidense que trabaja como reservista en una unidad rabínica de las Fuerzas de Defensa de Israel. En octubre, Mendes declaró a The Daily Mail que “cortaron a un bebé de una mujer embarazada y lo decapitaron, y luego decapitaron a la madre”(xxxv), pero la lista oficial israelí de asesinados no incluye a ninguna embarazada. Además, Mendes carece de cualificaciones forenses o médicas. Sin embargo, ha aparecido en muchos espacios después del 7 de octubre, desde Naciones Unidas hasta las principales plataformas de los medios de comunicación, dando su testimonio sobre los cuerpos israelíes “violados” que preparó para su entierro en un depósito de cadáveres. Cuando Anat Schwartz, periodista del New York Times, entrevistó a Mendes, la historia del feto decapitado ya había dado la vuelta al mundo y había sido refutada de forma concluyente. Sin embargo, Mendes, al igual que otras fuentes conocidas por no ser fiables, seguía figurando en el relato de la revelación sobre el uso “sistemático” de la violencia sexual por parte de Hamás. Para armar este relato, el Times estaba claramente dispuesto a creerle a personas “con un historial de afirmaciones poco fiables y carentes de credenciales forenses”(xxxvi).

Genocidio
Genocidio La ocupación israelí a juicio ante la CIJ, mientras un informe documenta violencia sexual por parte de las FDI
Ayer comenzó el juicio en la CIJ contra la ocupación israelí. Mientras, expertas de Naciones Unidas han documentado casos de violencia contra mujeres y niñas palestinas perpetrada por las fuerzas sionistas.

Lo que Boguslaw, Grim y Scahill demuestran —de manera extremadamente consecuente, dado el contexto de “represalia” genocida del orden de 35.000 muertos confirmados— es que puesto bajo escrutinio “Gritos sin palabras” se desmorona por completo. Personas cercanas a Gal Abdush, “la mujer del vestido negro” en el centro de la historia de la violación, han negado activamente que fuera violada. (“Los medios de comunicación se lo inventaron”, dijo una persona (xxxvii). “No tiene ningún sentido”, dijo otra (xxxviii)). Lo más grave de todo es que la videoperiodista que filmó el cadáver de Abdush afirma que la acosaron para acceder a ese video: los periodistas del New York Times “me llamaron una y otra vez y me explicaron lo importante que es para la hasbara israelí (xxxix)”. No es de extrañar que una antigua editora pública del “periódico de referencia” de Estados Unidos diga que espera que se haga una investigación completa (xl). Cientos de lectores han enviado cartas de “cancelación de suscripción” a los editores responsables de “Gritos sin palabras” (Suzanne Spector, Philip Pan, Joseph Kahn), exponiendo sus razones siguiendo las líneas sugeridas en una plantilla preparada por el grupo Escritoras/es Contra la Guerra en Gaza. “Estoy profundamente perpleja/o”, dice la plantilla, “por la decisión del Times de contratar a dos novatos para cubrir el tema extremadamente delicado de la violencia sexual, especialmente teniendo en cuenta que la acusación de violencia sexual se ha convertido, en este caso, en un pretexto para el castigo de Gaza”.

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Necesitamos más, no menos, enemistad explícita entre feministas en un contexto en el que la destrucción de las vidas palestinas están siendo sistemáticamente “women-washed” en nuestra cultura. Tenemos muchos precedentes: el legado de las enemigas feministas en este “asunto” —un “conflicto” mejor descrito como un nodo central del sistema imperial capitalista mundial— tiene, al menos, cincuenta años. Fue en junio de 1975 —el año que las Naciones Unidas denominaron “Año Internacional de la Mujer”— cuando una conferencia mundial de feministas, celebrada en México, declaró que “la igualdad de la mujer” dependía de “la eliminación del colonialismo y el neocolonialismo, la ocupación extranjera, el sionismo, el apartheid y la discriminación racial en todas sus formas”(xli). Por supuesto, las representantes de la Organización Internacional de Mujeres Sionistas (WIZO), así como Betty Friedan, se opusieron frontalmente a esta poderosa e infame declaración y regresaron a Estados Unidos para unirse a las protestas contra la declaración de que “el sionismo es racismo” y contribuir al inmenso esfuerzo de presión que ya se estaba poniendo en marcha contra su futuro éxito.

En junio de 1975 una conferencia mundial de feministas declaró que “la igualdad de la mujer” dependía de “la eliminación del colonialismo y el neocolonialismo, la ocupación extranjera, el sionismo, el apartheid y la discriminación racial en todas sus formas”

Aun así, la resolución sobre la “Eliminación de todas las formas de discriminación racial” fue aprobada con setenta y dos votos a favor y treinta y cinco en contra en la Asamblea General de la ONU en noviembre de 1975 (xlii). Los países que patrocinaron y votaron a favor de la Resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU eran, como cabría esperar, en su gran mayoría, naciones que habían sido colonias. Posteriormente, en 1991, esta resolución fue derogada en la ONU y una resolución contraria y antisemita de que “el antisionismo es antisemitismo” comenzó lentamente a adquirir fuerza legal en una serie de instituciones nacionales y supranacionales. Las feministas sionistas nunca han olvidado, ni han perdonado, el momento en que, hace cuarenta y nueve años, setenta y dos representantes nacionales en las Naciones Unidas formalizaron una decisión alcanzada, en gran parte, por miles de feministas antiimperialistas y comunistas en México durante el verano del Año Internacional de la Mujer: que el sionismo no tiene cabida en el movimiento popular por la libertad de género y la justicia sexual.

No debemos dejar que nos roben el recuerdo de esa fugaz victoria. El mito islamófobo de la “secta de la violación” musulmana no nos engaña más que el “mito del violador negro” del colonialismo de colonos. Como enseña el colectivo feminista palestino Tal’at, no puede haber “una patria libre sin mujeres libres”. Aunque hay feministas en esta tierra que juran ser enemigas de una Palestina libre compartida por personas de todos los géneros y religiones, también fueron feministas las primeras que se reunieron para resolver la verdad: que la traición al sionismo es lealtad a la humanidad.

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Notas

i Emily Shire, ‘Does Feminism Have Room for Zionists?’ New York Times, 7 de marzo de 2017.

ii Collier Meyerson, ‘Can You Be a Zionist Feminist? Linda Sarsour Says No’, The Nation, 13 de marzo de 2017.

iii Gil Troy, ‘Mayim Bialik: The making of a heroic feminist Zionist’, Jerusalem Post, 29 de marzo de 2017.

iv Nick Pisa, ‘Lionesses of the Desert: Inside Israel’s all-female tank unit taking on Hamas…’, Daily Mail, 1 de diciembre de 2023.

v ‘Israeli Women Fight on Front Line in Gaza, a First’, New York Times, 19 de enero de 2024. Ver: Ari Paul, ‘NYT Engages in Front-Page IDF “Womenwashing”’, FAIR, 25 de enero de 2024.

vi Citado en: Puah Rakovsky, My Life as a Radical Jewish Woman: Memoirs of a Zionist Feminist in Poland, traducido al inglés por Barbara Harshav y Paula Hyman, Bloomington: Indiana University Press, 2002, p.14.

vii Amotz Asa-El, ‘The anti-Zionist sex’, Jerusalem Post, 1 de diciembre de 2023.

vii FOZ Museum, ‘The First Zionist Congress’, 8 de marzo de 2015.

ix Jewish Women’s Archive, ‘Suffrage in Palestine’, 23 de junio de 2021.

x Citado en: Margalit Shilo, Girls of Liberty: The Struggle for Suffrage in Mandatory Palestine, traducido al inglés por Haim Watzman, Waltham: Brandeis University Press, 2016, p.14.

xi Judith Shotten and Barbara Gingold, ‘A Zionist In Spite of Herself’, Lilith, 34(4): 11-15, 2009, p.13.

xii Liat Deener-Chodirker, ‘Can You Be a Zionist-Feminist?’ Moment 42(3): 12, 2017.

xiii Forest Rain Marcia, ‘Unapologetic Zionist Feminist’, Israel Forever Foundation, 20 de marzo de 2017.

xiv ‘You can’t be a feminist and not be a Zionist’, Jerusalem Post, 23 de enero de 2020.

xv Letty Cottin Pogrebin, ‘Anti-Semitism in the Women’s Movement’, Ms., June 1982, p.65.

xvi Ben White, ‘Shoot and cry: Liberal Zionism’s dilemma’, Electronic Intifada, 19 de septiembre de 2007.

xvii Letty Cottin Pogrebin, ‘Rest in Power: Alice Shalvi, the Mother of Israeli Feminism’, Ms., 18 de enero de 2024.

xviii ‘Netanyahu says human rights groups are turning a blind eye to alleged rapes by Hamas’, Sky News, 6 de dciembre de 2023.

xix Anna Shecter, ‘Their bodies tell their stories. They’re not alive to speak for themselves’, NBC, 5 de diciembre de 2023.

xx Joan Smith, ‘Why are people still denying Hamas’s rapes?’, UnHerd, 7 de diciembre de 2023.

xxi Amotz Asa-El, ‘The anti-Zionist sex’, Jerusalem Post, 1 de diciembre de 2023.

xxii Sarah Vine, ‘A new axis of misogynist evil is sweeping the world’, Daily Mail, 16 de enero de 2024.

xxiii Amotz Asa-El, ‘The anti-Zionist sex’, Jerusalem Post, 1 de diciembre de 2023.

xxiv Abigail Shrier, ‘This is not a drill’, Commentary, 15 de diciembre de 2023.

xxv Gil Troy, ‘Feminists Are Consenting to Hamas’ Rape Culture’, Tablet, 29 de octubre de 2023.

xxvi ‘Rape as a weapon of war: a Ms. reading list’, 6 de diciembre de 2023.

xxvii Charlotte Ivers, ‘Sheryl Sandberg on Hamas rapists and those who say nothing’, Times, 28 de enero de 2024.

xxviii Katha Pollitt, ‘Why Have Feminists Been So Slow to Condemn the Hamas Rapes?’ Nation, 15 de diciembre de 2023.

xxix Jill Filipovic, ‘Denying the Gender-Based Violence of Oct. 7 Helps No One’, New York Times, 13 de diciembre de 2023.

xxx Dahlia Lithwick, Mimi Rocah, Tamara Sepper, Jennifer Taub, Joyce White Vance, and Julie Zebrak, ‘The World’s Feminists Need to Show Up for Israeli Victims’, Slate, 30 de noviembre de 2023

xxxi Jeremy Scahill, Ryan Grim, and Daniel Boguslaw, ‘Between the Hammer and the Anvil’, Intercept, 28 de febrero de 2024.

xxxii Sara Farris, In the Name of Women’s Rights: The Rise of Femonationalism, Durham: Duke University Press, 2017. [En castellano, traducido por Elena Fernández-Renau Chozas: En nombre de los derechos de las mujeres. El auge del feminacionalismo. Traficante de sueños, 2021.]

xxxiii ‘ZAKA is not a trustworthy source for allegations of sexual violence on October 7’, Mondoweiss, 30 de diciembre de 2023.

xxxiv Samer Kalaf, ‘The New York Times Ignores Intense Scrutiny Of Its Oct. 7 Report’, Defector, 1 de marzo de 2024.

xxxvNick Fagge, ‘Israeli morgue worker says horrors inflicted on Hamas’s victims are “worse than the Holocaust” including decapitated pregnant woman and her beheaded unborn child’, 20 de octubre de 2023.

xxxvi Jeremy Scahill, Ryan Grim, and Daniel Boguslaw, ‘Between the Hammer and the Anvil’, Intercept, 28 de febrero de 2024.

xxxvii 13tv.co.il/item/documentary/worth-a-story/usmj7-903873429

xxxviii ‘Family of key case in New York Times October 7 sexual violence report renounces story, says reporters manipulated them’, Mondoweiss, 3 de enero de 2024.

xxxix “Ynet Ynet pregunta al fotógrafo de «la mujer del vestido negro» cómo @nytimes llegó hasta ella. Ella explica el razonamiento de los periodistas israelíes Adam Sella & Anat Schwartz: «Me llamaron una y otra vez y me explicaron lo importante que es para la hasbara israelí».”

xl “A veces bromeo con que «es otro buen día para no ser editor público del New York Times», pero a la organización le vendría muy bien uno ahora mismo para investigar, en nombre de los lectores».”

xli Véase este hostil informe de la representante de la Organización Internacional de Mujeres Sionistas (WIZO, por sus siglas en inglés) en la conferencia: Evelyn Sommer, ‘Fighting Delegitimization: The United Nation’s ‘Zionism Is Racism’ Resolution, a Case Study’, World Jewish Congress, 85th Anniversary Forum, 2021.

xliii Naciones Unidas, 10 de Noviembre de 1975, Resolución 3379 (XXX), ‘Elimination of all forms of racial discrimination: Zionism as racism – resolution adopted by the General Assembly.’


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