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Análisis
Del Black Lives Matter a la lucha por Palestina: la internacionalización del antirracismo
En el 2020, tras el asesinato del que fuimos todos testigos de George Floyd a manos del policía Derek Chauvin y la complicidad de sus compañeros, tuvieron lugar las mayores protestas en la historia de Estados Unidos. Unas protestas que en su duración en el tiempo y en su intensidad dieron un vuelco al panorama político de entonces bajo la presidencia de Donald Trump, y pusieron en la mesa del debate central a nivel global el tema del racismo. Un elemento clave es que estás protestas estaban marcadas desde el antirracismo y el movimiento Black Lives Matter, y tuvieron repercusión en medio mundo. Fue desde el antirracismo propuesto por las personas migrantes y racializadas, bajo el marco de las experiencias comunes marcadas por el capitalismo racial en cada rincón del planeta, que se internacionalizó la lucha política con una agenda colectiva y un fin compartido. Por eso vimos manifestaciones antirracistas masivas con proclamas y diagnósticos iguales en Europa, en América Latina y Caribe, en el continente africano y asiático, y hasta en Israel.
Y es de Israel de lo que va esto. La conciencia política que dio forma y contenido a tales protestas es la que llevamos meses viendo en muchas de las calles de Estados Unidos y ahora en sus universidades. Posiblemente sin ese estallido de entonces la juventud estadounidense no estaría tan organizada y protestando de la forma en la que lo está haciendo hoy. No se entiende un posicionamiento tan claro desde el centro del imperialismo y de la maquinaria mediática más brutal sin ponerle una genealogía de lucha, de construcción de pedagogía, de resistencia y confrontación por parte de las poblaciones racializadas. Todo un esfuerzo que empieza, como vimos en el 2020, a ser reconocido y absorbido por cierta juventud blanca de izquierdas que no ha cedido al chantaje ideológico de la blanquitud. Sin esa lucha militante, incansable, de décadas e incluso siglos, los posicionamientos de esas juventudes blancas contra el colonialismo y el imperialismo desde un anclaje antirracista no las estaríamos viendo. Y ese reconocimiento es clave.
La lucha antirracista política solo puede darse desde el internacionalismo contra el capital, el imperialismo y el colonialismo
Nos encontramos en un momento, en el que desde el corazón del poder del capital racial moderno —junto con Europa—, se están dando las protestas más interesantes en cantidad y en contenido contra el genocidio explícito del que día a día todos estamos siendo testigos. Existe una correlación política que va del Black Lives Matter al movimiento político en pro de Palestina, porque la lucha antirracista política solo puede darse desde el internacionalismo contra el capital, el imperialismo y el colonialismo.
El poder hegemónico que tiene Estados Unidos a nivel de imagen y, sobre todo, a nivel cultural puede llevar, a partir de las réplicas, como ya hemos visto en la universidad de Valencia, París, o México, a una explosión de las protestas y tomas de campus universitarios y acampadas. Y para ello la condición demográfica de racialidad y de clase es básica. Así, es totalmente relevante lo que señala la activista y artista anticolonial Daniela Ortiz cuando afirma que es “imprescindible tener en cuenta el rol de las diásporas del sur global en el norte global en relación a la lucha estudiantil en defensa de Palestina. Los hijos de migrantes, los desplazados, la diáspora árabe y palestina tienen un rol crucial en las movilizaciones del norte global”.
Palestina
Ocupación israelí El colonialismo israelí está desnudo
Frente a unas izquierdas blancas cada vez más nacionalistas e islamófobas recogiendo los mantras racistas de las retóricas de derecha. El internacionalismo de la lucha antirracista viene a configurarse como la postura política y la lucha que, superando toda frontera, más defiende la clase trabajadora sea de donde sea, porque la reconoce como un sujeto político común, bajo el modelo de la distribución de mano de obra a través de la racialidad y, como no puede ser de otra forma, de las geografías racializadas desde el norte global. Esta postura radicalmente internacionalista que une pueblos y señala elites e ideologías marcadas por la blanquitud amparadas por el capitalismo racial, es la que se expresa en las calles y universidades en estos días. Cómo señala Rashid Khalidi, académico palestino-estadounidense: “Esta es la conciencia de una nación, que se está expresando a través de nuestros hijos, a través de jóvenes que, con el fin de despertar la conciencia de la gente de este país, están poniendo en riesgo su futuro y exponiéndose a ser suspendidos o expulsados, o a ser detenidos como si fueran criminales”.
Los movimientos antirracistas vienen trabajando, generando redes internacionales, y lucha consciente
Son los movimientos políticos de personas racializadas e inmigrantes los que vienen señalando el núcleo del problema. Sus agendas han sido negadas y banalizadas por las izquierdas blancas mientras estas asisten sentadas al esperpento de nuestros días en Gaza, pero también en Haití, en República Democrática del Congo o Sudán del Sur. Es por eso, que cada vez es más fácil encontrar enunciados explícitos de referencias filosófico políticas de esas izquierdas racistas tales como el esloveno Slavoj Žižek y tantos otros que demonizan las protestas de inmigrantes y las infantilizan reduciendo sus agencias a mero caos y que incluso adoptan y verbalizan los postulados más islamófobos a partir de la defensa de un supuesto orden cultural blanco-europeo estático en la historia.
Frente a todo esto, los movimientos antirracistas vienen trabajando, generando redes internacionales, y lucha consciente. Igual que seguimos a la espera de los gobiernos de países del norte para que tomen acciones reales para parar el genocidio, seguimos a la espera de que sus sociedades les empujen a ello. Y no será por la falta de insistencia y demanda, poniendo el cuerpo, de las organizaciones antirracistas. Faltan el resto, esa izquierda blanca falaz acomodada en su blanquitud y que es necia en luchar por el asesinato masivo y constante de las clases trabajadoras racializadas ya sea en Europa como en Palestina. Un anti imperialismo blanco es un anti imperialismo que termina asimilando y perpetuando genocidios en esas denominadas geografías racializadas del sistema mundo. Un ejemplo de esa ruptura es lo que estamos viendo en Estados Unidos ahora, como lo vimos allá por el 2020. Y esto, no es solo importante reconocerlo, sino que es necesario demandar y desear que se extienda y cruce fronteras.