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Ayuda humanitaria a las afueras de la estación de Lviv. La gente se calienta ante las bajas temperaturas. Edu León

Análisis
Los motivos geoeconómicos de la guerra en Ucrania

Ucrania está a todas horas en los medios y redes, pero mucha de la información que nos llega solamente se centra en los motivos personales-psicológicos de un malvado Putin que habría decidido invadir Ucrania en un ataque de ira. Tras esta apariencia, nos encontramos con una guerra que acontece en un periodo de larga depresión de la economía mundial capitalista.

Es investigador doctoral en el departamento de Geografía Política de la Universidad Complutense de Madrid.

20 mar 2022 05:38

Los tiempos se aceleran, vuelven a sonar los tambores de guerra en la vieja Europa, la Guerra Fría resucita, el orden liberal es puesto en duda por los regímenes autoritarios, más y más dura crisis para la economía mundial, hasta Francis Fukuyama (vuelve) a decretar el fin del Fin de la Historia. Todos estos grandilocuentes titulares hemos escuchado en los grandes medios de comunicación por los más diversos comunicadores y periodistas a raíz de que la Rusia de Vladimir Putin lanzase una ofensiva militar con el objetivo de invadir Ucrania y descabezar a su Gobierno pro-occidental.

Pese a lo exagerado de muchos titulares, además del tremendo coste humano que tendrá la guerra y que será pagado por los de siempre, nos encontramos en un momento crucial de la historia mundial del siglo XXI, en la que puede ser la más decisiva de las guerras para delinear la hegemonía mundial capitalista de los próximos años. Esta podría ser una invasión más en la historia de las pugnas geopolíticas del primer cuarto de siglo XXI, como las llevadas a cabo en Georgia o Crimea por Rusia y en Iraq, Afganistán, Siria o Libia por las potencias de la OTAN.

Global
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El 11 de septiembre sigue explicando el presente tanto de la política internacional como de un estado de excepción hecho norma en distintos países bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo.

Sin embargo, el momento en que sucede y la coyuntura económica mundial, arrastrando aún las consecuencias de la Gran Recesión del 2008 y tras la salida de la pandemia de la Covid-19, hacen que lo que empezó como una batalla por delinear las áreas de influencia entre Rusia y la OTAN, pueda convertirse en el primer paso de la recuperación del orden hegemónico estadounidense o en el acelerador del cambio de hegemonía económico-política hacia China. Los dos auténticos grandes actores en la trastienda de este conflicto.

Pero para llegar a estas conclusiones debemos delinear los principales motivos geoeconómicos que caracterizan a la coyuntura actual de la economía capitalista mundializada. Partiendo de un nivel mayor de abstracción, se debe entender primero qué papel han jugado históricamente las guerras a gran escala como sanadoras del motor acumulativo capitalista y en los cambios de hegemonía. Para después entender cómo el conflicto en Ucrania está sirviendo de motivo para una guerra económica a escala mundial que tiene como objetivo el realineamiento de las áreas de influencia mediante el control de los mercados de la energía y las materias primas, así como la lucha monetaria por el mantenimiento o cambio de la hegemonía mundial del dólar como divisa de referencia.

Las guerras nos son un accidente

Dicen que la primera víctima de la guerra suele ser la verdad, y no hay nada más que escuchar a muchos tertulianos televisivos estos días para entender que la manipulación y simplificación del conflicto campan a sus anchas. Muchos intentan explicar los motivos de la guerra en meros motivos ideológicos o incluso aduciendo al carácter personal de Putin. Sin embargo, se olvidan de que no ha existido un solo día, en el tan moderno siglo XXI, sin que las voces de las bombas o de las ametralladoras se escucharán en algún rincón del planeta. Esto es debido a que la necesidad del gasto militar, la carrera armamentística, el conflicto armado y la destrucción son inherentes al proceso de acumulación y crisis del sistema capitalista.

Aunque no sea tan evidente a primera vista, la destrucción de recursos realizada por las guerras y el militarismo desempeña contradictoriamente varios papeles positivos esenciales para el normal curso de la economía capitalista: la de destruir la masa de valores sobreproducida, “sanear” la economía, permitirle una reestructuración del ciclo de acumulación y reestablecer las condiciones de la rentabilidad. Esta función de destrucción de valores que se da típicamente en las crisis, el militarismo la realiza permanentemente. La guerra permite activar capacidades de producción y mano de obra infrautilizadas y constituye así una fuerza de arrastre del modo de producción capitalista.

Como la guerra hirió de muerte la ya moribunda hegemonía económica europea, Estados Unidos se alzó tras la guerra como el gran prestamista de la recuperación

Es más, gracias a la industria militar fuertemente financiada por el gasto público del Estado, se desarrollan nuevas técnicas de investigación industrial que la empresa privada no asumiría por sus elevados costes. Los sectores privados de la siderurgia, electrónica, microordenadores o la aeronáutica son beneficiados por la investigación militar. Algo incluso que economistas liberales como Joseph Schumpeter admitían al definir al sistema capitalista como un sistema que necesariamente debe “destruir para construir”, en lo que definió como la “creación destructiva” del capital.

En la salida a la crisis, las guerras y la destrucción a gran escala han jugado un papel clave. En última instancia, las economías capitalistas solo se pueden recuperar de una forma sostenida si hay un crecimiento significativo de la rentabilidad media en los sectores productivos de la economía. Para que esto suceda, muchas veces, las bases de la productividad de los anteriores ciclos de acumulación deben ser destruidas. Quizá no haya mejor ejemplo para ilustrar esto —sin que se pueda realizar una extrapolación simplista al contexto actual— que la recuperación y el impulso final que supuso la II Guerra Mundial para dejar atrás la Gran Depresión de 1929, en especial para la economía estadounidense.

El relato historiográfico oficial remarca que las políticas de estímulos de carácter keynesiano puestas en marcha por el presidente Roosevelt fueron las principales causantes de la recuperación posterior al gran crack de 1929. No obstante, aún en 1938, en vísperas del comienzo de la guerra, el PIB real de los Estados Unidos se encontraba en un nivel por debajo del de 1929. Como señala el economista marxista Michael Roberts, en su obra La larga depresión, en base a datos estadísticos oficiales estadounidenses, la tasa de beneficio empresarial en Estados Unidos en 1938 todavía era de menos de la mitad que la de 1929. Y los beneficios solamente comenzaron a crecer de manera sostenida a partir de 1940, cuando la industria de guerra arranca a pleno rendimiento.

En un trabajo publicado en 1994 en The Journal of Economic History por John Vernon, el autor trata de demostrar que hasta que ya era bastante claro que Estados Unidos entraría en la guerra y puso en marcha su industria y gasto militar, no se completó la recuperación económica de la Gran Depresión. Así, según cálculos del autor, más de un 80% del aumento del PIB real de 1941 se puede atribuir a políticas fiscales a nivel federal asociadas directamente con la preparación de la entrada en guerra. Para 1944, Estados Unidos ya doblaba el PIB de 1929, todo “gracias” a la guerra. Como la guerra hirió de muerte la ya moribunda hegemonía económica europea, Estados Unidos se alzó tras la guerra como el gran prestamista de la recuperación y como el gran hegemón mundial a nivel político y económico.

Pero, la pregunta es, ¿no es acaso este modo de gasto inducido por el Estado en armamento también un tipo de estímulo keynesiano? Sí, pero en su nivel de entendimiento más burdo, ya que, si las políticas keynesianas tienen como objetivo reestablecer el consumo de las masas trabajadoras aumentando la demanda agregada, en Estados Unidos, al menos en el periodo en que duró la guerra, no sucedió. La consigna fue que los salarios subieran por debajo de la inflación y fomentar el ahorro forzado de los obreros; mediante la adquisición de bonos de guerra, el racionamiento y un aumento considerable de los impuestos para sufragar los costes bélicos.

El gasto estatal invertido en la carrera armamentística puede ser un tipo de estimulador expansivo que estimule y arrastre al conjunto de la economía, pero desde luego no tiene nada que ver con políticas socialdemócratas o de aumento en el gasto social. De hecho, el mismo Keynes se daba por aludido al ver como parte de sus propuestas publicadas en 1936, sobre el aumento del gasto público, no pudieron llevarse a la práctica salvo en condiciones de guerra. Opinión que compartía con su supuesto antagónico Ludwig von Mises, que opinaba al finalizar la I Guerra Mundial: “La prosperidad de la guerra es como la prosperidad que proviene de un terremoto o de una plaga”.

Llegados aquí, puede que lo relatado se nos haga familiar. El paralelismo con el actual largo periodo depresivo del que la economía mundial, o al menos la occidental, no logra recuperarse del todo, es evidente. Ya que el crecimiento ha sido estimulado artificialmente por los bancos centrales desde mucho antes de la irrupción de la pandemia de la covid-19. Y en este contexto estalla la guerra de Ucrania y el mundo entra en una carrera armamentística.

Alemania acaba de dar un giro a su política militar reducida desde el final de la II. Guerra Mundial, Olaf Scholz ha anunciado recientemente una partida extraordinaria de 100.000 millones de euros para mejorar el ejército alemán y un aumento de la inversión anual en Defensa de más del 2%. En el mismo sentido, el Gobierno de Dinamarca aumentará su presupuesto militar para cumplir con el objetivo de destinar el 2% del PIB a gasto militar que marca la OTAN para 2033 (actualmente dedica el 1,44%). Pero es que China planea aumentar su gasto en Defensa un 7,1% con respecto al año 2021. Las armamentísticas europeas subieron su cotización en bolsa al instante de conocerse estos planes, al igual que las gigantes norteamericanas.

Europa va a ser sin duda la región más damnificada por los efectos directos e indirectos de la crisis económica bélica

Sin embargo, de esto no se puede deducir que el gasto armamentístico y el keynesianismo militar salvarán a la economía capitalista de la larga depresión en la que está inmersa. Dado que, en primer lugar, no se puede vislumbrar momentáneamente que la guerra que acontece en Ucrania evolucionará en una de destrucción a gran escala mundial; y, en segundo lugar, porque las características de la crisis actual, tiene grandes diferencias con la acontecida en 1929. Con todo, dos cosas son claras, el gasto militar hará de palanca para que distintos gobiernos nacionales pongan en marcha planes de estímulos para intentar eludir la crisis venidera. De hecho, la Unión Europea ya plantea vagamente unos nuevos fondos europeos de recuperación, pero esta vez a la bélica, con deuda mancomunada por la UE para sufragar el gasto militar.

En segundo lugar, que Estados Unidos y su industria armamentística ya pueden declararse en cierta manera beneficiarias de esta situación. Por un lado, ya que la guerra no tocará su territorio ni el fronterizo; y porque la industria militar estadounidense no deja de subir en bolsa, clara beneficiaria también de que el Gobierno de Biden haya realizado una subida del gasto militar respecto a las Administraciones de Trump y Obama.

Crisis asimétrica

En general, creo que la crisis económica desatada por la guerra en Ucrania tendrá resultados asimétricos a lo largo de la esfera global. Seguramente, Estados Unidos no saldrá ampliamente perjudicada de esta crisis; al igual que China puede salir reforzada al anclar a Rusia definitivamente a su espacio geoeconómico; y Europa va a ser sin duda la región más damnificada por los efectos directos e indirectos de la crisis económica bélica. Hecho que puede usar Estados Unidos como pretexto para intentar subyugar a Europa a su área económica nuevamente, como veremos más adelante.

Todo el mainstream mediático-económico relata que la recesión de 2007-2008 se quedó atrás allá por el año 2015 y que la nueva caída en recesión se debe únicamente a la crisis pandémica desatada en el 2020 y ahora a la guerra iniciada por Putin en Ucrania, lo que ha desviado a la economía capitalista de su natural senda alcista. Sin embargo, la mayoría de las economías capitalistas mundiales permanecían deprimidas en el 2019 si las comparamos con el ciclo anterior al 2007 en lo que a crecimiento de la producción, la inversión y el empleo se refiere. Un ejemplo paradigmático de esta larga depresión lo vemos en el marco de la eurozona, donde el Banco Central Europeo (BCE) intentó paralizar sus compras de deuda estatal y otros activos financieros a principios de 2019 y tuvo que reactivar esta compra para septiembre del mismo año, debido a la fragilidad que mostraba la situación económica europea.

Las inyecciones de crédito y monetarias masivas realizadas durante el periodo pandémico no iban a modificar sustancialmente el rumbo de un estancamiento secular que ya mostraba la economía capitalista occidental

En sus pronósticos de principio de año, el think tank estadounidense de investigación económica mundial Conference Board ya preveía que la economía mundial creciese alrededor de un 3,5 o 4% en términos reales, una desaceleración significativa en comparación con 2021. Además, las previsiones para Estados Unidos y la UE para el 2023 eran de un crecimiento del 3% y el 1,7% respectivamente. Lo que significa que las inyecciones de crédito y monetarias masivas realizadas durante el periodo pandémico no iban a modificar sustancialmente el rumbo de un estancamiento secular que ya mostraba la economía capitalista occidental.

Decrecimiento
Desabastecimiento y crisis de suministros Una ventana a la gran escasez
La escasez de materias primas y de energía que ha experimentado la economía global en los últimos meses es una pequeña muestra de lo que puede ocurrir en los próximos años si no se cambian los patrones de consumo.

En este contexto, la desaceleración de las principales economías y los continuos cuellos de botella de la oferta de mercancías ya habían generado un cuadro inflacionista en las principales economías capitalistas, antes incluso del comienzo de la escalada militar. Esto puso a los bancos centrales ante el dilema de aumentar sus tasas de interés para tratar de controlar la inflación, pero corriendo así el riesgo de una caída en una nueva recesión. La realidad es que los principales bancos centrales no saben cómo puede repercutir esta retirada de los estímulos y el dinero fácil en el medio plazo. Pero con las tasas de inflación aún en aumento, los principales bancos centrales están revirtiendo a regañadientes sus políticas expansionistas de los últimos diez años.

Como resultado, las tasas de interés del mercado ya están aumentando. Por ejemplo, el bono del Tesoro de Estados Unidos, que es el piso de referencia para el endeudamiento corporativo privado mundial, lleva al alza desde principios de año, con subidas superiores a los 50 puntos básicos. Al otro lado del Atlántico, los bonos de deuda de la periferia europea ya comenzaron a escalar con el mero anuncio de que el BCE retiraría sus programas de compra de deuda, llegando a superar la prima de riesgo griega los 250 puntos básicos o la española acercándose a los 100 puntos básicos, cifras que no se veían desde el inicio de la pandemia.

Ante ello, puede preverse que Estados Unidos soportará mejor esta alza de los tipos de interés y la retirada de estímulos, al controlar la divisa hegemónica mundial de reserva, el dólar. Incluso la reactivación de su sector armamentístico y cierta reordenación de los mercados energéticos a su favor, pueden favorecer a relajar las tasas de inflación y acelerar las tasas de inversión en su territorio. Sin embargo, la situación es bien distinta para Europa, que sufrirá la retirada de estímulos, la reducción de su exposición energética a Rusia y el alza de los tipos de interés en un efecto de golpe repentino, que su desigual y asimétrica arquitectura económica encajarán sumiéndose en una nueva recesión.

Este puede ser un movimiento para reestablecer el control económico sobre Europa, más cuando el proceso de integración estaba tomando cuotas de cierta autonomía

Ya que es previsible que una buena parte del tejido industrial europeo insolvente, pero mantenido artificialmente por las políticas de expansión cuantitativa, tenga serias dificultades para evitar la quiebra. Un estudio de la OCDE fija en una media del 15% a nivel UE la presencia de estas empresas denominadas popularmente como zombis. De la misma manera, no es que la UE únicamente afrontará la problemática de las crisis de deuda en su periferia, sino que debido a la reducción con respecto a la dependencia energética rusa, el Bundesbank ya prevé que la economía germana entre este primer trimestre del año en recesión técnica.

En este contexto, voces del BCE ya alertan de que Europa se pueda sumergir en un periodo de altas tasas de inflación y débiles cuotas de crecimiento económicas por un periodo de duración indeterminada, la temida estanflación. Corporaciones financieras gigantes como J.P. Morgan, Credit Suisse, Bank of America o Barclays han recortado en las ultimas semanas todas sus previsiones económicas respecto a los países de la UE. Yendo más allá, Black Rock, el mayor fondo de inversión del mundo, ha advertido a sus inversores del riesgo de invertir en activos europeos. Llegando a pronosticar el fondo estadounidense problemas en el pago de la deuda de países como Austria, Bélgica, Chipre, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, España y Ucrania.

Es más, un posible impago de la deuda por parte de Rusia y su siguiente declaración en quiebra afectaría de mayor medida al sistema bancario europeo que al estadounidense, por la menor exposición de este último a los activos financieros rusos. Según los datos del Banco de Pagos Internacional (BPI), la exposición de los bancos del euro a Rusia supera los 100.000 millones de euros, con Italia (44.000 millones), Francia (22.000 millones) y Austria (15.400 millones) a la cabeza. Por su parte, las compañías financieras estadounidenses se enfrentarían a la pérdida de unos 14.000 millones de dólares en total.

Por todo ello, esta será una crisis de consecuencias asimétricas, donde las principales damnificadas serán Ucrania, Rusia y Europa. Mientras que Estados Unidos y China pugnarán por salir como principales beneficiadas en su particular lucha por la hegemonía mundial. Europa, y la Unión Europea en particular, afrontan un desastre económico sin precedentes por su pertenencia al bloque militar atlantista liderado por el mundo anglosajón.

Pero es que, como referenciaba en una reciente entrevista el periodista Rafael Poch, Estados Unidos necesita para preservar su hegemonía mundial mantener a Europa bajo su esfera de influencia, para esto necesita el conflicto y la unificación bajo el control de la OTAN. Este puede ser un movimiento para reestablecer el control económico sobre Europa, más cuando el proceso de integración estaba tomando cuotas de cierta autonomía y los vínculos económicos europeos girando hacia China, principal socio comercial de la mayoría de los países europeos.

La pugna por los recursos

Dejando ya de lado los motivos económico más generales, una de las facetas más importantes del escenario que se está librando actualmente en Ucrania, y a nivel global, es el realineamiento de las grandes potencias por los principales recursos naturales. Obviamente por los hidrocarburos, pero también por los de otra índole. En esta pugna de la rearticulación global, Europa juega un papel central y se enfrenta a una situación donde en el nuevo escenario que se avecina podría perder su buscada autonomía estratégica en favor de un papel más subordinado a Estados Unidos, que va a intentar desconectar a Europa económicamente de los circuitos financiero-comerciales de Eurasia (entendiendo esta en sentido amplio, como un circuito que conectaría desde el indo-pacífico hasta Europa occidental).

En 2021, Rusia fue el quinto socio comercial más importante para las exportaciones de la UE, representando 4,1% o el equivalente a 89 000 millones de euros; y el tercer socio más importante para las importaciones de la UE

Los datos de la desconexión con Rusia son claros y no han comenzado con la actual invasión rusa de Ucrania. Según reflejan los datos de Eurostat, en 2021, Rusia fue el quinto socio comercial más importante para las exportaciones de la UE, representando 4,1% o el equivalente a 89 000 millones de euros; y el tercer socio más importante para las importaciones de la UE, representando el 7,5% del total o el equivalente a 158 000 millones de euros. No obstante, pese a que pueda parecer una gran dependencia, los datos han descendido notablemente en el transcurso de la última década, y en especial tras los acontecimientos del Euromaidán en 2014, reduciéndose las importaciones en más de un 18% y las exportaciones en un 14%.

Pese a que la importación de energía de Rusia a los países de la UE también ha ido menguando en la última década, todavía el 40% del gas que importa la UE viene de Rusia, y ese porcentaje asciende al 100% para Bulgaria, el 80% para Polonia, alrededor del 60% para Austria y Hungría, el 50% para Alemania y el 40% para Italia. Una venta de productos energéticos a Europa que aportan al Kremlin, mediante el control estatal de las principales empresas energéticas, unos 700 millones de dólares al día. De momento, el comercio energético solamente se ha cerrado casi al completo con Estados Unidos, sanción que la UE no está en disposición de asumir.

Shell, Total y BP han anunciado que iniciarán un periodo de desacople y desinversión respecto a sus homólogas rusas, Gazprom y Rosfnet

Pese a mantener sus compras diarias de gas y petróleo a Rusia, los precios de la energía se han desbocado en todos los países europeos, provocando un recrudecimiento de la crisis en la que ya estaba inmersa la UE. Es por ello que la Comisión Europea prepara ya medidas para reducir la demanda europea del gas ruso en dos tercios para finales de este mismo año. Mientras, pide aumentar las reservas de gas a sus Estados miembros hasta el 90% para octubre, y abre la puerta a que los Estados miembros pueden fijar precios regulados o establezcan precios máximos a la energía.

En este contexto, y espoleado por la mayor decisión de los Estados Unidos, la UE se estaría planteando incluso expulsar al gigante energético estatal ruso Gazprom del mercado europeo de reservas de gas. Alemania, por su parte, ya anunció la cancelación del proyecto del gaseoducto Nord Stream 2 por el que pensaba satisfacer sus demandas gasísticas. Pero aún no ha encontrado manera de suplir su total dependencia con Rusia, siendo sabedor el país germano de que sus importaciones de gas solamente pueden ser vía tubería, ya que no dispone de ninguna planta de regasificación de gas licuado (GNL).

En el flanco mediterráneo, Italia ya ha anunciado que intentará reducir a la mitad su dependencia del gas ruso tras la primavera. Lo mismo en el plano empresarial energético occidental, ya que las corporaciones Shell, Total y BP han anunciado que iniciarán un periodo de desacople y desinversión respecto a sus homólogas rusas, Gazprom y Rosfnet.

Pekín es consciente de que una de las principales vías de acceso a Europa es que Rusia mantenga cierta relación estable con el resto de países de la UE

Por lo tanto, es previsible que los países de la UE deban aumentar sus importaciones de gas licuado. Punto en el que Estados Unidos entra en escena como gran beneficiado de este desacople europeo respecto a Rusia. Ya que según la Administración de Información Energética estadounidense (EIA por sus siglas en inglés), el país se colocará este año como el primer exportador mundial de gas natural licuado superando a Qatar y Australia. Por ejemplo, en el caso español, Estados Unidos ya se ha situado a comienzos de 2022 como el principal suministrador de gas natural por encima de Argelia, que hasta finales del año pasado era el primero.

Un gran giro para la presencia económica de Estados Unidos en Europa, que hasta 2021 solamente suponía el 6,6% de las importaciones de gas europeas. Además, este aumento comercial es posible a que el país norteamericano ha conseguido en gran medida acercarse a la autosuficiencia energética mediante técnicas de fractura hidráulica como el fracking. Sin embargo, preparar el gas obtenido mediante el fracking para su posterior exportación marítima es una operación costosa, por lo que un contexto en el que los europeos estén dispuestos a pagar un alto precio por las importaciones de gas es beneficioso para las empresas estadounidenses. Ya que se calcula que de media Estados Unidos vende el gas a Europa un 40% más caro de lo que lo hace Rusia.

Y aquí es donde subyace la jugada oculta del gran juego geopolítico al que asistimos en la actualidad. Aislar a la UE de los mercados energéticos rusos puede ser un interés que vaya más allá por parte de los Estados Unidos. Que de alguna manera estaría buscando desconectar relativamente a Europa de su dependencia económica con China. Ya que en 2021 el mayor socio para las importaciones de mercancías de la UE fue China, representando 22,4% de las importaciones totales. Siendo además el socio comercial más importante de Alemania, con un comercio total por valor de 212.700 millones de euros (sumando exportaciones e importaciones).

China sabe que va a subyugar a Rusia económicamente brindándole ayuda para que su comercio bilateral aumente en un contexto de sanciones occidentales. Sin embargo, el gigante asiático es consciente de que una de las principales vías de acceso a Europa es que Rusia mantenga cierta relación estable con el resto de países de la UE. Por lo tanto, a China tampoco le conviene que Rusia sea desconectada totalmente de la UE. En la postura contraria se encontrarían los Estados Unidos, que saben que volver a reintegrar a una UE convencida en el bloque atlantista es también separarla de su gran rival asiático por la hegemonía mundial.

India ya ha anunciado que piensa aprovechar la coyuntura para establecer un comercio bilateral con Rusia, en la compraventa de hidrocarburos o fertilizantes, ya que es la oportunidad de comprar barato en el basto mercado ruso

A pesar de ello, la jugada no está exenta de riesgos para el conjunto de la economía mundial capitalista. En primer lugar, porque la operación militar rusa está poniendo gran énfasis en el control de toda la costa ucraniana con el mar Negro, pues aparte de sus propios gaseoductos, por debajo de este mar transitan al menos otros dos gaseoductos importantes que llegan hasta Europa procedentes de Turkmenistán, Azerbaiyán o Georgia. Es el caso del gasoducto Turk Stream, que transporta el gas por el fondo del mar Negro hasta Turquía y de ahí sale hacia Europa. Por lo que Rusia tienen la capacidad de aislar a Europa de otras fuentes asiáticas de gas.

Además, Rusia, y en menor medida Ucrania, es un gran exportador de otras materias primas y productos semielaborados que pueden escasear en diversos mercados, tales como el trigo, cobre, níquel, platino, paladio y titanio. Los dos países son conocidos como “el granero de Europa”, ya que representan el 29% de las exportaciones globales de trigo y el 19% de las exportaciones de maíz. Lo que ha provocado que los precios del trigo en algunas bolsas de futuros hayan estado cotizando las últimas semanas en máximos las últimas tres décadas. Además, Ucrania es el principal proveedor de maíz a China.

La verdadera pugna: la hegemonía del dólar

Tras el congelamiento de activos y divisas en dólares y euros del Banco Central de Rusia y la expulsión de Rusia del sistema interbancario de comunicaciones financieras Swift, ha salido a relucir de nuevo la importancia geopolítica del dólar. Ya que se pretende aislar a Rusia del comercio mundial impidiéndole que pueda usar la divisa estadounidense en su comercio exterior o en el pago de los intereses de su deuda. Sin embargo, estas medidas podrían tener el efecto boomerang y acelerar un cambio en las reglas monetarias globales.

Básicamente, la eurozona y Estados Unidos han expropiado los ahorros o reservas exteriores que Rusia tenía almacenados en el extranjero en dólares y euros, usando su propia divisa como arma de guerra. Pero, pese a que parezca que el mundo al unísono ha respondido en contra de la invasión rusa, aún existen amplias áreas regionales en Asia, África o Latinoamérica cuyos intereses político-económicos están muy alejados de los designios marcados por el tándem occidental. Estos países podrían haber aprendido la lección y podrían querer reducir su exposición a las dos divisas hegemónicas a nivel mundial. Suponiendo así, como ya advertía Zoltan Pozsar, analista de Credit Suisse, hace pocas semanas en Bloomberg, que la congelación de las reservas de divisas rusas en el extranjero sea en el medio-largo plazo un punto de inflexión para la hegemonía del dólar.

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Por ejemplo, India ya ha anunciado que piensa aprovechar la coyuntura actual para establecer un comercio bilateral con Rusia, en la compraventa de hidrocarburos o fertilizantes, en términos favorables, ya que es la oportunidad de comprar barato en el basto mercado ruso. Si estas relaciones bilaterales son interrumpidas por los países occidentales, países como India podrían acceder a realizar el comercio internacional en yuanes, la divisa china. Algo que ya sucede con un amplio grupo de países africanos con los que China ha aumentado el comercio internacional los últimos años.

La moneda del gigante asiático se incorporó a la cesta de las principales monedas de reserva del FMI en octubre de 2016 y representa actualmente solamente el 2% de las reservas mundiales de divisas. Ya que algunos aspectos como los controles de capitales impuestos por el Estado chino lastran su uso comercial por parte de muchas corporaciones, pero puede ser atractivo para diversos estados con intereses diversos a los de Occidente. De hecho, ante la cada vez mayor influencia de las criptomonedas, China ya está comenzando a construir un yuan digital, que sería clave a la hora de disputar la hegemonía del dólar estadounidense.

Estados Unidos reacciona firmemente ante cualquier intento de cuestionamiento del dólar en un momento en el que ha dejado de ser la gran potencia comercial que era

La realidad es que este escenario parece lejano. Pero múltiples empresas rusas ya se apresuran a abrir cuentas bancarias chinas para evitar el coste de las sanciones occidentales. Lo que podría ser un punto de inflexión en la pugna monetaria mundial. Y para Estados Unidos la pugna monetaria mundial no es ninguna broma, ya que ha provocado sanciones a países como Irán o Venezuela, que han expresado acercamiento hacia el yuan. O como el caso de la guerra de Iraq del 2003, que comenzó después de que Sadam Hussein anunciará que iba a realizar sus transacciones petroleras en euros a partir de noviembre del año 2000.

De hecho, contra la única divisa que puede hacerle frente al dólar actualmente, el euro, que representa en torno al 22% de las reservas mundiales, frente al 60% que representa el dólar, Estados Unidos ya se ha mostrado beligerante en el pasado. Las guerras de Yugoslavia durante la década de los noventa y principios del nuevo siglo, coinciden con las etapas finales del proceso de integración monetaria europeos, cuestión que los medios gubernamentales y económicos estadounidenses observaban con preocupación. Por ello, existe la sospecha de que el conflicto de Yugoslavia capitaneado por la OTAN, entre otras razones, tuvo que ver con mantener el cerco político sobre Europa en un momento en el que la integración europea caminaba por unos derroteros que ponían en peligro la hegemonía mundial del dólar, y por ende la estadounidense.

No podemos asegurar que esta guerra vaya sacar a la economía global de su largo periodo depresivo, pero sí que podemos asegurar que está suponiendo el inicio de una pugna definitiva para determinar la hegemonía mundial del siglo XXI

Estados Unidos reacciona firmemente ante cualquier intento de cuestionamiento del dólar en un momento en el que ha dejado de ser la gran potencia comercial que era y porque buena parte de su hegemonía económica actual se basa en que la divisa dominante en el comercio internacional sea el dólar. Lo que le permite, entre otras cosas, mantener unos altos niveles de deuda, ya que esta deuda está valorada en dólares de los que tiene el control mediante la Reserva Federal. Así, Estados Unidos es el único país donde la demanda de su propia moneda no refleja con exactitud un incremento en la demanda de las mercancías que produce. Porque, aunque no haya empresas estadounidenses implicadas, las ventas de materias primas se designan en dólares. Por lo tanto, toda transacción resulta en una demanda adicional de dólares estadounidenses.

Dicho de otra manera, mientras las ventas de petróleo o gas sean denominadas en dólares, Estados Unidos podrá permitirse refinanciar su enorme deuda y costear sus déficits comerciales. Esta es la hegemonía del petrodólar. Y esta hegemonía se mantiene por su enorme capacidad política de imponer que el dólar es la divisa hegemónica, en gran medida, mediante el poder militar. El dólar circula porque lo respalda todo el poder político-militar estadounidense.

Estados Unidos emplea a la OTAN de ariete militar en Europa para mantener controlada a una región que no se le puede escapar de su área de influencia. Europa asume este papel pese a que el euro es una de las divisas principalmente dignificadas por el conflicto bélico, tras el rublo ruso. Debido a la depreciación que el euro está sufriendo frente al dólar, el aumento del precio de las materias primas afecta especialmente a Europa. El euro ya se ha depreciado en torno a un 5% en los últimos meses y se cambia en el entorno de los 1,15 dólares. Esto supone un encarecimiento en la compra de las materias primas y recursos energéticos en los mercados internacionales, que como hemos mencionado se realizan mayoritariamente en dólares.

Conclusiones

Siguiendo a lo aquí expuesto, no se debe entender que esta situación bélica haya sido motivada por una malvada élite sentada alrededor de una larga mesa en algún lugar oculto. De hecho, no hay actor gubernamental o económico que pueda gobernar conscientemente las vicisitudes y tendencias del capitalismo mundial. Sin embargo, un análisis de los anteriores cambios de hegemonía mundial, combinados con los ciclos económicos, nos muestra que una vez el capitalismo está hundido en una depresión, tiene que destruir lo anteriormente acumulado para poder abrir un nuevo periodo de expansión, periodos en los que mediante la guerra muchas veces se dan cambios en la dirección hegemónica estatal o regional de la economía mundial capitalista.

No podemos asegurar que esta guerra vaya sacar a la economía global de su largo periodo depresivo, pero sí que podemos asegurar que está suponiendo el inicio de una pugna definitiva para determinar la hegemonía mundial del siglo XXI. En esta pugna Europa es un terreno clave, el objetivo que Estados Unidos busca actualmente es intentar que China pique el anzuelo que le han puesto, que ayude de alguna manera (militar o diplomáticamente) a Rusia y esto desencadene un movimiento por el que poder aislar a la UE de la influencia china. Así, mediante la guerra librada en territorio europeo, Estados Unidos busca golpear a su verdadero rival mundial, China. Y esto es lo que está en juego.

Este análisis se deja muchos aspectos en el tintero, no ha analizado la influencia de los nacionalismos ruso y ucranianos, la expansión militar de la OTAN o la naturaleza del régimen ultraconservador de la Rusia de Putin. Todos temas determinantes para el desencadenamiento efectivo del conflicto, pero que han sido ya analizados con mayor o menor acierto. Sin embargo, menos explícitamente se habla de la guerra mundial económica que ya vivimos y que será de iguales consecuencias devastadoras para la clase trabajadora mundial, ya que en la escalada bélica que vivimos por el reordenamiento de la hegemonía mundial bien puede desatar una crisis de características devastadoras. No solo las bombas matan, también lo hace la pobreza, y es la que está expandiéndose en Rusia, Ucrania y a lo largo del planeta.

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Guerra en Ucrania
Guerra en Ucrania El OK al uso de misiles por parte de Biden enciende a Rusia, debilita a Alemania y calienta al trumpismo
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fer_castellanos
25/3/2022 18:51

"... India ya ha anunciado que piensa aprovechar la coyuntura para establecer un comercio bilateral con Rusia, en la compraventa de hidrocarburos o fertilizantes, ya que es la oportunidad de comprar barato en el basto mercado ruso...". Vasto mercado ruso.

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olepintoeslm@gmail.com
25/3/2022 17:04

Sí, y lo de los bastos mercados.
La conclusión es que el gran beneficiado de esto es Estados Unidos, con India y otros aprovechando las migajas que caen. Pero habla poco de Putin. Puedo deducir que si Estados Unidos usa el ariete de la OTAN para empujar Rusia esta reaccione, aunque hacerlo de forma que otorgue al enemigo lo que busca no parece muy inteligente. ¿Dónde me he perdido?

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Antonio Bellver
Antonio Bellver
25/3/2022 16:10

Excelente artículo. Solamente apuntar una posible errata: quizás en la frase "el euro es una de las divisas principalmente dignificadas por el conflicto" en vez de "dignificadas" debería poner "damnificadas". Gracias y saludos.

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Kahina
25/3/2022 12:40

Excelente artículo. Efectivamente, espermos que China no pique el anzuelo, como parece ser el caso. Queda el tema de los otros regímenes fascistas, como el de Turquía que es miembro de la OTAN y tan autoritaria como Rusia, y de la influencia del CSIS y el lobby militarista en Estados Unidos. Si tan sólo un movimiento anarquista internacional lograse ocupar los terrenos ocupados por el capitalismo....

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