Andalucía
Pobres y solas

Las andaluzas volvemos a estar a la cabeza de la pobreza dentro del Estado mientras no paran de quitarnos espacios donde encontrarnos, pensar y actuar en colectivo.
Cadena Humana La Invisible
Un fragmento de la cadena humana del pasado día 12 a las puertas de La Invisible. Catanzaro

Voy a repetir ese dicho manido, dos noticias a veces se entienden mejor juntas. El mismo día que se da a conocer el informe de la Red Andaluza de lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN-A), que alarma sobre los excesivos y dolorosos niveles de pobreza en Andalucía, me entero del desalojo del último CSOA de Sevilla, la Malatesta.

Que en Andalucía, hablando mal y pronto, estamos muertas de hambre no es nada nuevo, si has salido de los centros de las ciudades que tienen muy bien pintaos para presentar opulencia, pero los datos son escalofriantes. El 57% de la población no llega a fin de mes, el 43% de las pensiones están por debajo de los 785 euros. Y no quiero hacerte de llorar, pero es que el 44,7% de familias con menores tienen carencias materiales graves, es decir, 3.756.885 millones de personas (más que la población de Letonia o Eslovenia, por poner un ejemplo) no pueden acceder a lo necesario para el día a día.

Las andaluzas somos pobres y, encima, nos quitan los espacio donde compartir lo poco que tenemos, donde aprender a encalar paredes, fontanería, electricidad, hacer un potaje para cientos, defendernos contra los abusos del poder y sobre todo pensar y actuar en colectivo. Los últimos siete años han sido en el territorio andaluz una sangría para los espacios colectivos autogestionados.

La represión policial e institucional acabó con proyectos arraigados a sus ciudades como el COAF La Revo en Sevilla o CSOA La Redonda en Granada y ha impedido la supervivencia de muchos de los proyectos que se han ido creando. Además de aguantar la violencia de las fuerzas represoras del Estado, estos centros sociales andaluces han sufrido acoso de los medios de comunicación que señalan sus actividades.

Unas campañas de descrédito que tienen como objetivo señalar a las personas que se encuentran y se organizan para buscar alternativas y decirle al resto de la sociedad: no te juntes con nadie, lo verdaderamente digno es estar en tu casa, aspirar a poder tener propiedades y consumir sin quién hay a tu alrededor o qué es lo que pasa en tu barrio.

Y aunque los CSOA se lleven la peor parte por la violencia institucional que reciben es extensible a otros espacios de encuentro colectivo. Los centros vecinales, huertos urbanos y otro tipo de espacios de encuentro que trasciendan la terraza de los bares y el consumo pasan sus horas más bajas y poco a poco van desapareciendo, aislándonos y desactivándonos.

Por eso es más necesario que nunca encontramos y proteger lo que tenemos: La Casa Invisible en Málaga, La Colectiva en Granada, El Adoquín en Cádiz o el Pumarejo en Sevilla para seguir construyendo nuevos espacios, pensando y actuando juntas y evitar acabar a donde día a día nos relegan a estar pobres y solas.

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