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Antimilitarismo
“Igual que se abolió la esclavitud, ahora toca abolir las guerras”
Gernika Gogoratuz, Centro de Investigación por la Paz, se constituyó en el marco del 50º aniversario del bombardeo de la villa vizcaína. Su propósito es tan sencillo como espinoso, tan cotidiano como metodológico, tan reflexivo como social, tan local como global, tan vasco como mundial: contribuir a una paz emancipadora y justa. Desde Gernika se despliega un especial potencial simbólico atado a la Memoria y a 1937. De hecho, gogoratu es recordar en euskera. Y, como la paz es un proceso, gogoratuz significa recordando. Siempre con la historia entre manos, María Oianguren, su directora, piensa y promueve alternativas a la guerra.
Vivimos tiempos convulsos, pero la palabra y su uso ya no son asumidas como parte de la solución. ¿Por qué sí el armamentismo?
Si echamos una mirada a la historia de la paz vemos que si somos capaces de hacer la guerra, también lo somos de procurar la paz por medios pacíficos. Lamentablemente todas las propuestas de acción civil noviolenta, acompañamiento mutuo, cooperación entre las partes y procesos de mediación no se visibilizan tanto. La educación por la paz, desde la justicia social hasta el reto del cambio climático, busca promover la creatividad para la solución de conflictos.
¿Qué es la educación por la paz?
Dar que pensar. Para que luego, a partir de ahí, desde un pensamiento crítico, contemplemos las distintas opciones que la paz nos ofrece. La paz es el desarrollo de las capacidades humanas para el cuidado de la vida con justicia social. Los seres humanos tenemos capacidades: de concertación, de acuerdo, de creación de espacios de diálogo. La educación por la paz debería incorporar todo lo que es una genealogía de las propuestas que ha habido a lo largo del pacifismo militante, las reivindicaciones de la resistencia noviolenta. Y que nos de que pensar a la hora de abordar nuestro estar en el mundo, cómo queremos vivir y, en consecuencia, cómo actuamos siendo conscientes de que nuestras acciones tienen unas consecuencias. Alternativas hay y también se pueden pensar otras propuestas que nos alienten en este camino de construcción de la paz desde lo cotidiano.
¿Cómo podemos aplacar al militar que tenemos dentro? Se ha legitimado tanto la fuerza que nos es imposible pensar en otras formas de ser y resolver los problemas.
La actuación sin violencia en esta vida se basa en su cuidado. Debemos volver a un recuerdo infantil: claro que puede haber disputa, pero también mucho juego, aprendizaje, colaboración y ganas de hacer desde la creatividad. Esa propuesta que el militarismo ha instalado debe ser cuestionada. Debemos recuperar la capacidad de renuncia. Vamos aprendiendo, contrastando, sintiendo duelos y planteando otra manera de estar en el mundo. Y en lugar de plantear las cuestiones en lógicas maniqueas o bipolares, de conmigo o contra mí, hay que enunciarlas como cuando éramos niñas y niños, escuchando y dando espacio a la participación. Debo saber cuál es el lugar que ocupo, por qué estoy aquí y qué me hace responsable.
“La paz desarrolla las capacidades humanas para el cuidado de la vida”
¿De qué nos sirve la Memoria?
Acordarnos de Gernika y su historia nos hace trabajar el recuerdo. Pero de ahí, ¿recordar para qué? No es un recuerdo para nosotros, es para prestar atención a los excluidos. Debemos imaginar, procurar escenarios distintos para transformar los conflictos de manera noviolenta.
La guerra solo es una de las posibilidades y ni siquiera es creativa, ni por supuesto humana.
La guerra es un relato que se está imponiendo.
¿Y qué hace la prensa?
Afortunadamente hay medios que hablan de corresponsabilidad, que son críticos, que se prestan a las voces disidentes. Ojalá las propuestas pacifistas ocupasen más espacio.
Con armas, Ucrania podría resistir. ¿Pero después qué? Los tiempos de la paz y la guerra son distintos.
La paz es un proceso. En ese proceso se entiende también una paz desde la vida cotidiana. Hay un montón de acciones y gestos que se hacen el día a día, esfuerzos de resistencia noviolenta a la guerra. Se puede enviar material sanitario, se pueden abrir los canales de comunicación para que las voces disidentes en Ucrania y Rusia puedan ser escuchadas. Se puede acoger a las personas que huyen y facilitar la salida de las personas que no quieran participar de la guerra. Se pueden crear redes.
Y también se puede renunciar: insumisos en Ucrania y desertores en el ejército ruso.
La renuncia al uso de la violencia es un acto que requiere mucha valentía, que requiere reflexión, nos da que pensar. Ese dar que pensar va destinado a salvar vidas y al cuidado de la vida. Las voces disidentes invitan a pensar. Porque la guerra no es la solución.
Y supone además un gran esfuerzo económico.
Evidentemente. Da qué pensar cuáles son los presupuestos que se destinan a la guerra y reclamar que se dediquen a la paz, para negociar, movilizar, reflexionar y educar por la paz.
“La guerra no es la solución”
La guerra se tiene que legitimar sobre cada persona. ¿Somos vectores de resistencia?
Las personas formamos parte de una colectividad y actuamos en nuestro radio de acción, en lugares concretos, en ecosistemas propios. Habitar los espacios del mundo es habitar de distinta manera la vida. Cada colectividad puede hacer un ejercicio de aporte en el entorno en el que está y a la historia que acompaña. ¿Cuáles son las propuestas de vida que tiene para estos tiempos convulsos? La paz se construye desde la micropolítica, desde lo local, sin olvidar que los retos son globales. La política se traduce en lo cotidiano, donde se posibilitan acuerdos donde se da, también, la disputa creativa y pacífica.
Volviendo a Gernika… ¿Es perverso apelar al bombardeo de 1937 para vender la necesidad del apoyo armado, como hizo Volodimir Zelenski?
Nuestras propuestas van encaminadas a una Memoria que contribuye a la paz, una memoria crítica en cuanto que reflexiva. Para recuperar el recuerdo de las víctimas, de aquellas personas que hasta ahora han sido desplazadas, por así decirlo, de la historia. Recordar Gernika también es recordar qué sucedió en Gernika. Hablar del derecho a la Verdad, la institucionalización de esa Verdad, el elemento que aporta la Justicia y la Reparación para garantizar la no repetición. Recordamos, sí, pero ¿para qué? En nuestro caso para denunciar las guerras y poner a las víctimas y a la vida en el centro.
¿Cómo atraviesa el feminismo la resolución de conflictos?
El feminismo pacifista en sí es un marco de pensamiento crítico que está aportando mucho porque pone en cuestión las relaciones de poder y desde ahí propone otras maneras de estar en el mundo, en clave de cooperación, de interdependencia, de receptividad... La mirada feminista enseña a incorporar voces que hasta ahora no han sido incluidas en procesos de construcción social. Se pone en el centro toda la historia de la resistencia de las mujeres.
¿Qué podemos aportar desde aquí al conflicto entre Rusia y Ucrania?
Todo lo que se ha venido desarrollando a lo largo de décadas desde las movilizaciones sociales. sobre todo a la hora de crear escenarios de paz y diálogo, las alianzas que se han conformado, el tejido asociativo que denuncia, la justicia restaurativa, las segundas oportunidades. Todo lo ocurrido nos da que pensar, pero la sociedad vasca ha salido fortalecida.
Y el fin de las guerras, ¿para cuándo?
Igual que se abolió la esclavitud, en este siglo XXI toca abolir las guerras.