Opinión
Iruña-Veleia: Sobre dimes y diretes
Idoia Filloy, excodirectora del yacimiento de Iruña-Veleia, responde a algunas afirmaciones de la entrevista al periodista Alberto Barandiaran publicadas en el número #21 de Hordago

Hace ya más de 14 años que tuvimos la fortuna de encontrar, en el curso de nuestras excavaciones arqueológicas en el yacimiento de Iruña-Veleia, una serie de palabras, textos y dibujos grabados sobre pequeños fragmentos de distintos materiales de época romana. Estas evidencias constituían un pequeño tesoro conservado a través del tiempo por la información histórica, lingüística, religiosa, cultural e incluso de vida cotidiana que podían aportar para un mejor conocimiento del pasado de esta antigua ciudad romana del norte peninsular.
Como saben, el hallazgo pronto se vio envuelto en una intensa polémica extracientífica, a nuestro juicio, bien organizada y que achacamos fundamentalmente a la aparición de textos en euskera. Después de una serie de vicisitudes, terminó declarándose como una falsificación mediante una orden foral que no se sustentaba en prueba alguna, derivándose al ámbito judicial sin haberse resuelto científicamente, circunstancia en la que el asunto sigue encallado hoy en día.
Vaya por delante que creo que uno es muy libre de opinar lo que quiera sobre el tema. Cada cual sabrá en qué bases argumentales se sustentan sus conclusiones y será o no consciente de los intereses, filias o fobias que las puedan o no condicionar. Pero pienso que cuando la opinión personal trasciende el ámbito privado y se hace pública hay que ser tremendamente honesto y no decir cosas que no son ciertas, sobre todo si se intenta influir o incluso crear opinión pública. Me refiero a la entrevista al periodista Alberto Barandiaran que recientemente se ha publicado en este medio y en la que más adelante entraré para comentar aquellos aspectos en los que se falta a la verdad. La entrevista está en la línea a la que nos tiene acostumbrados el periodista, evidenciada a través de diversos artículos periodísticos en los que pienso que defiende sin disimulos la “versión oficial” del tema y del libro Veleia afera en el que, en mi opinión, ofrece una visión totalmente sesgada de la cuestión (invito a su lectura para comprobarlo). Como podrá verse en las líneas que siguen, ni comparto su opinión ni las argumentaciones que se supone la sustentan. No pretendo valorarlas, ni tampoco los condicionantes que pienso que puede haber por detrás. Pero sí entraré más adelante a aclarar algunas afirmaciones que utiliza y que, como testigo de los hechos, puedo afirmar con rotundidad que no son ciertas.
Así que voy a comenzar exponiendo mi posicionamiento con respecto al hallazgo, basado en un planteamiento únicamente científico y en el hecho de que cuando se produjeron los hallazgos yo estaba allí, como codirectora de los trabajos de excavación e investigación que veníamos desarrollando desde el 94 en el yacimiento de Iruña-Veleia. Soy arqueóloga y como tal mi labor y la del resto del equipo que componíamos era documentar, analizar, datar y transmitir a la sociedad los hallazgos que nos iban apareciendo fueran los que fueran y, entre ellos, el material gráfico que compone los llamados “hallazgos extraordinarios” . Y es que para nosotros son, en primera instancia, materiales arqueológicos como muchos miles de objetos más localizados por nosotros en el yacimiento, de cuya autenticidad (y me refiero no sólo a los soportes sino también a los grabados) nunca he dudado. Y ello por una serie de razones con las que no pretendo convencer a nadie pero que entiendo tienen su peso y que, hasta el día de hoy, no he visto desestabilizadas en ningún momento por ningún argumento convincente y, menos aún, por prueba alguna. Veamos las principales:
La primera y fundamental es que estas evidencias aparecieron en contextos estratigráficos de varios puntos del yacimiento arqueológico de Iruña-Veleia, en el curso del proyecto de investigación que estábamos desarrollando desde hacía años en él. Esos contextos son los que proporcionaron los datos para su datación en época romana. Esto es, se trata de material contextualizado en el registro estratigráfico y por tanto cronológico del subsuelo de la antigua ciudad romana. Nadie ha podido demostrar hasta el momento que esto no fuera así. El hecho de que gran parte de ellos (que no todos) se evidenciara en el momento de su lavado entraría dentro de la normalidad dentro del proceso de excavación.
Los materiales conservan restos y evidencias que apuntan a su Antigüedad, lo cual podría demostrarse (o rebatirse) con una serie de analíticas sencillas, rápidas y poco costosas de hacer. Llevamos años reivindicando su realización para la resolución propiamente analítica del conflicto tanto a la DFA como al Juzgado, pero esta alternativa objetiva y científica siempre ha sido ninguneada e incluso negada por parte de quienes defienden a capa y espada la falsedad. Y me pregunto ¿por qué? ¿temen acaso que se pueda demostrar la autenticidad del material? ¿No se lo preguntarían también ustedes?
La aparición de textos y palabras escritos en lengua vasca, con la obvia lectura política que algunos pudieran hacer y han hecho ya, subyace también desde el principio en el intento de desacreditar el hallazgo
No hay nada en el contenido de los grafitos que sea imposible en la época en la que el método arqueológico ha permitido situarlos. De hecho, a lo largo de estos años hemos podido encontrar paralelos de época romana de prácticamente todos aquellos aspectos que se consideraban como “imposibles” en los informes de la comisión. Algunos ciertamente conocidos sólo por unos pocos especialistas en el mundo. El hecho de que según algunos aúnen demasiadas “rarezas” no es sino evidencia de lo poco que sabemos de la Antigüedad.
Los informes de la famosa “comisión de expertos” no aportaron ni una sola prueba de falsificación, ni una, ni siquiera los de corte propiamente “científico”. Antes bien se fundamentan en una serie de argumentos de autoridad que en muchos casos, quedan contradichos por la propia documentación de época romana, tal y como hemos podido demostrar. Esto nos llevaría a planteamientos graves sobre el nivel de especialización de algunos miembros de dicha comisión, e incluso sobre la posible servidumbre a intereses particulares de diverso tipo que el paso de los años ha demostrado en algunos casos. Y esto es aún peor que lo anterior.
El hecho de que un material arqueológico sea novedoso o único (que no les engañen, no hay ningún rólex -ejemplo con el que un catedrático intentó banalizar el hallazgo- ni nada que sea imposible en época romana) no es en absoluto evidencia ni prueba de imposibilidad y, menos aún, de falsedad. Lo que pasa es que al parecer algunos investigadores que se dedican a reconstruir el pasado no llegan a ser conscientes de que sólo se nos han conservado algunas evidencias del mismo y que no todas han sido encontradas. De vez en cuando tiene lugar un hallazgo singular que no es sino evidencia de algo que fue más generalizado y que desbarata aquello que creíamos. Así que siempre hay que distinguir entre hipótesis históricas y pasado y tener en cuenta que la aparición de nuevas evidencias del pasado puede llevar al traste con algunas teorías establecidas. Y pienso que eso es parte de lo que ha ocurrido con los “hallazgos excepcionales” de Iruña-Veleia, que alguno de los contenidos de los grafitos demostrarían que determinadas propuestas históricas y lingüísticas en boga en los ámbitos académicos no se sostienen. Y ello explicaría cómo algunos reaccionaron rápidamente contra ellos al ver amenazados sus postulados teóricos por datos venidos directamente del pasado y conservados en estratos arqueológicos. No tengo ya muchas dudas de que la aparición de textos y palabras escritos en lengua vasca, con la obvia lectura política que algunos pudieran hacer y han hecho ya, subyace también desde el principio en el intento de desacreditar el hallazgo. Pero, qué le vamos a hacer, es lo que hay.
Pero hagámonos también preguntas lógicas que cualquiera podría platearse. Por ejemplo ¿para qué hacer esta falsificación? Motivos económicos ya se ha demostrado que no existieron, antes bien se perdió todo lo que se tenía e incluso la forma de ganarse la vida, motivos de prestigio son absurdos porque ese prestigio ya se tenía y también se ha perdido. Otra pregunta ¿por qué tantos grafitos y por qué tan novedosos? Esto es absurdo en una falsificación, creo que no hay que explicarlo mucho. Y luego “cositas” que habría que explicar y demostrar tan fundamentales como en qué momento se produjo la falsificación, cómo se hizo, con qué medios, en dónde, quiénes, cómo fue posible sin que nadie viera nada sospechoso en ningún momento o tantas otras que habría que resolver para probar la existencia de un delito. Ni la dilatada instrucción del caso desde 2009 hasta 2018 ha podido aportar prueba alguna a esta hipótesis de la falsificación.
Creo que con lo dicho queda claro que mi planteamiento ante el tema tiene una base y una mirada científicas. Y desde esta óptica, siempre he defendido junto a muchos otros una resolución también científica del asunto, para la que existen recursos metodológicos que hemos propuesto repetidas veces y que permitirían dirimir el problema lejos de argumentos de autoridad y de opiniones.
Pero volvamos al motivo de mi discurso que no es sino una réplica a ciertas cuestiones señaladas por el sr. Alberto Barandiaran en su entrevista. Es obvio que nuestra opinión es diametralmente opuesta como ya he dicho. Yo he expuesto las principales bases argumentales de la mía. El periodista hizo lo mismo con las suyas, muy respetables excepto cuando hace afirmaciones que no son ciertas. Y creo que es necesario que se sepa.
Aunque ante la pregunta directa de si piensa que los grafitos son falsos parece no atreverse a contestar con un rotundo “sí”, ésta es en realidad la idea que transmite. No voy a entrar en opiniones suyas que no comparto acerca de que porque unos hallazgos cambien paradigmas históricos (o sea, teorías) no pueden ser auténticos, máxime cuando provienen de contextos estratigráficos y por tanto científicamente documentados. Lo que a mi entender hay que hacer es estudiarlos y cambiar lo que de erróneo tengan los paradigmas en aras a un mejor y más documentado conocimiento del pasado. Pero vayamos al ejemplo que señala: “las sociedades indígenas a la llegada de los romanos mantuvieron muchas de sus costumbres, su lengua, sus deidades”. De acuerdo, esto es un hecho bastante contrastado que, por cierto, los grafitos no hacen sino confirmar. Pero añade que “el idioma siempre quedó en un segundo plano a nivel oficial”. Pero ¿no habíamos quedado en que la lengua es uno de los rasgos culturales que permanece? No obstante para su tranquilidad habría que aclarar que, como ya hemos dicho muchas veces, los grafitos son expresiones gráficas ejecutadas en el ámbito doméstico, que corresponden a distintas cronologías según los distintos estratos arqueológicos en que fueron encontrados y que en cada una responden a contextos concretos que explicarían su presencia.
No es cierta la afirmación de que “el equipo sufría presiones y amenazas por parte de Euskotren con retirar el mecenazgo si no aparecía algo de calado”, ya que estaba blindado por un Convenio que no se podía romper unilateralmente sin una buena razón y no condicionaba su continuidad a la aparición de hallazgo alguno
Barandiaran afirma que “no se puede tirar adelante cuando 26 expertos de primer nivel defienden la falsedad o la imposibilidad de la verificación”. Vamos a aclarar esta cuestión e invito a comprobar lo que voy a decir (en www.sos-irunaveleia.org o en la web de la DFA). Nunca hubo 26 expertos de la comisión (que por cierto, no fueron elegidos de común acuerdo entre la DFA y Eliseo Gil, sino que a éste no le quedó otra que aceptar la composición de la misma que fue decidida unilateralmente por la institución foral, lo sé de primera mano), nunca elaboraron unas conclusiones consensuadas, ni se pronunciaron de forma unánime con respecto a la falsedad del hallazgo. Ni uno solo de los informes presenta prueba alguna de falsedad sino que contienen fundamentalmente argumentos de autoridad muchos de ellos rebatibles con la propia documentación de época romana. En mi opinión la Comisión no investigó los grafitos, se limitó a realizar una serie de informes para sustentar una decisión institucional ya tomada de antemano de declarar falsos los grafitos y de expulsarnos del yacimiento. Era una comisión formada únicamente por miembros de la UPV, con algunos asesores externos, en la que faltaban especialistas de alto nivel para evaluar algunas de las principales temáticas presentes en los grafitos, algunos de sus miembros ya se habían pronunciado públicamente en contra del hallazgo antes de analizarlo (concretamente Lakarra y Gorrochategui que, en contra de lo que señala Barandiaran, sí verían peligrar sus postulados teóricos) y otros tenían intereses en la gestión del yacimiento tal y como se terminó demostrando. Así que no sólo podíamos tirar adelante con la defensa de la autenticidad de los grafitos a pesar de los informes de la comisión, sino que creo que ésta tendrá que responder tarde o temprano por su cuestionable papel en este caso. De todas maneras, pienso que el futuro dejará a cada cual en el lugar que le corresponde en esta historia.
Barandiaran plantea un escenario para contextualizar el supuesto “crimen” que no hay por dónde cogerlo, simplemente porque no es cierto nada de lo que dice. Y lo puedo afirmar con rotundidad porque yo estaba allí y porque puedo demostrarlo. Él no. Y creo que el público tiene derecho a saber que ciertas cosas que se dicen simplemente no son verdad. Veamos. Nosotros comenzamos a trabajar en el yacimiento de Iruña-Veleia en el año 1994 como colofón a un proyecto de investigación sobre el mundo prerromano y romano en Álava que estábamos desarrollando. Comenzamos como se hacían antes las cosas, con subvenciones, con mucho trabajo altruista y animados por una inmensa vocación personal. Hacia el año 2000-2001 y tras una serie de vicisitudes, comenzamos una nueva etapa gracias a la firma de un convenio con Eusko Tren que iba a permitir desarrollar un proyecto de investigación de envergadura en el yacimiento y profesionalizar el trabajo del equipo. El proyecto tuvo un desarrollo normal en el plano científico, se iban encontrando muchos datos, estructuras y materiales muy interesantes, algunos bastante espectaculares. Y es que Iruña-Veleia es un yacimiento bastante rico en hallazgos y bien conservado, en el que continuamente se iban obteniendo resultados. No es cierta la afirmación de Barandiaran de que “el equipo sufría presiones y amenazas por parte de Euskotren con retirar el mecenazgo si no aparecía algo de calado”. Insisto, esto es rotundamente falso. El mecenazgo estaba blindado por un Convenio que no se podía romper unilateralmente sin una buena razón y en dicho Convenio no se condicionaba su continuidad a la aparición de hallazgo alguno. Además y como ya he dicho, Iruña-Veleia es un yacimiento rico en hallazgos que se iban dando continuamente desde el principio. No hacía falta la aparición de “grafitos excepcionales” para la continuidad del proyecto, como pretende engañosamente sugerir Barandiaran, que ya estaba garantizada hasta el 2010-2011 antes de su aparición. Recuerdo que basa su “información” en un informante anónimo, gran fuente.

Tampoco es cierto que “la empresa ferroviaria colocara a un director de comunicación a sueldo de la entidad” en nuestro equipo desde el principio. No sé a qué quiere llegar con eso, supongo que pretende sugerir un dirigismo de Eusko Tren que no existió. Sí lo tuvimos, pero años después, a decisión nuestra y para liberar al equipo de un tipo de trabajo que no era propiamente el científico en el que había que centrarse.
Tampoco es cierto lo que dice respecto a Henrike Knörr y José Luis Álvarez Enparantza “Txillardegi”, sobre los que afirma “diría que tuvieron dudas desde el principio”. Que quede claro, eso lo dice Barandiaran y es él quien lo supone en boca de los otros. Opino que es indigno que haga esto con quienes ya han muerto. Nunca dijeron tal cosa. Puedo afirmar porque fui testigo presencial de ello que “al principio” la reacción de Knörr fue de sincera emoción cuando le enseñamos los grafitos en euskera, mostrando su convicción de que eran auténticos al provenir de una contexto arqueológico. Y lo dijo públicamente. Sólo presiones posteriores que nos constan, le hicieron matizar su opinión por la que terminó situando sus hallazgos en torno al siglo VII en un mail que mandó, ya casi al final de su vida, a Lakarra. El indigno y manipulado uso que esta persona hizo del mismo creo que ha quedado sobradamente demostrando, ya que cortó el texto en un punto concreto cambiando su sentido, para hacer creer que Knörr al final había apoyado la tesis de la falsedad. Y eso sólo se supo cuando la familia hizo público el mail completo. Y ahora Barandiaran pretende algo similar. Me pregunto cómo tiene la osadía de decir que como Knörr terminó diciendo que los grafitos en euskera tenían que estar en torno al VII y la Arqueología los sitúa en el III (cosa que no es tampoco cierta porque los hay de varias épocas) son falsos. Tampoco es verdad lo que dice de Txillardegi y se puede demostrar con las cartas manuscritas que envió a Juan Martin Elexpuru antes de morir y en las que dice claramente que cree que los grafitos en euskera son auténticos. En fin, sin palabras.
La comisión de expertos estaba formada únicamente por miembros de la UPV, con algunos asesores externos, en la que faltaban especialistas de alto nivel para evaluar algunas de las principales temáticas presentes en los grafitos; y no fueron elegidos de común acuerdo entre la DFA y Eliseo Gil
Otra aclaración: Edward C. Harris, creador del método de registro estratigráfico que lleva su nombre y que es el más utilizado en la Arqueología actual, no sólo avaló el trabajo arqueológico de Lurmen sino que también dio su opinión sobre la manera en que se ha gestionado la problemática y sobre los grafitos de la siguiente manera “Uno no necesita ser arqueólogo para aceptar que estos objetos arqueológicos son auténticos, ya que los argumentos para declararlos falsos desafían toda lógica y entendimiento de las circunstancias en las que los falsificadores normales actúan, por no hablar de la total ausencia de beneficio económico o de otra índole que supuestamente debería reportar a los arqueólogos que presuntamente crearon estas 400 “piezas maestras” de grafitos antiguos”.
La postura de Barandiaran con respecto a los grafitos siempre ha estado clara, él sabrá a qué responde. Pero lo que no está bien es mentir o inventar. Tampoco es un buen recurso periodístico recurrir a informantes que no quieren dar la cara o que puedan tener intereses poco dignos. Ya ha habido demasiados de esos en toda esta historia. Su libro Veleia afera que pretende ser un referente del caso es claro indicativo de dicha postura. Es un referente, sí, pero únicamente de la “versión oficial” como cualquiera que lo lea podrá comprobar. Afirma que pretendía elaborar una cronología de lo que pasó con muchas voces contando la historia. Lo que pasa es que lo hizo dando voz y cediendo el protagonismo narrativo exclusivamente a algunos arqueólogos, epigrafistas, historiadores, políticos e incluso algún amateur que defendían la falsedad de los grafitos, algunos de los cuales no eran en absoluto testigos de lo que ocurrió y algunos otros que ya habían manifestado su animadversión al equipo de Lurmen. En total entrevistó para el libro a 13 personas alineadas con la idea de la falsedad (concretamente y espero no dejarme a nadie serían Julio Núñez, Miguel Ángel Berjón, Jose Ángel Apellániz, Agustín Azkárate, Mercedes Urteaga, Alicia Canto, Juan Santos, Pilar Ciprés, Isabel Velázquez, Lorena López de Lacalle, Miren Azkárate, Agustín Otsoa Eribeko y Salvador Cuesta “Sotero”). No contrastó ninguna de sus opiniones y afirmaciones, las dio como buenas sin más. No entrevistó a testigos de la otra parte, ni a nadie de los que pensamos que el hallazgo es auténtico o de los que pedimos una resolución analítica del asunto. Sí introdujo algunas voces, concretamente 3, las de Eliseo Gil, Juan Martin Elexpuru y Hector Iglesias pero recurriendo a entrevistas hechas bastante tiempo atrás para Berria, supongo que pretendiendo un barniz de ecuanimidad que es obvio que no existe. Por tanto incluye un montón de testimonios sin contrastar que, en mi opinión, distan mucho de ofrecer una visión objetiva y neutral del hallazgo, antes bien, se muestra un panorama totalmente sesgado que se reconoce claramente. Aunque sí que es cierto que mencionan los foros y blogs que en aquellos días funcionaban tanto de un sentido como en el otro, ningunea totalmente el libro que ya había sido publicado por Juan Martín Elexpuru “Iruña-Veleiako Euskarazko Grafitoak” del 2009, así como la web www.sos-irunaveleia.org, donde se ofrecía información científica del hallazgo y se iban colgando informes en todos los sentidos sobre el tema. Tampoco menciona el desastre realizado con una excavadora y dos camiones por el nuevo director Julio Nuñez cuatro meses antes de la publicación de su libro. Así que si a algo hizo daño éste no fue a los que según él “quieren creer”, sino a la verdad. Curioso que los que “quieren creer” son los que han estado peleando denodadamente por una investigación científica de carácter analítico para la resolución del tema.
Finalmente, quería mencionar una cuestión y es la relativa a la supuesta prueba contra Eliseo Gil como supuesto autor de las falsificaciones, consistente en un estudio grafológico aportado por la Diputación Foral de Álava al proceso y generosamente pagado con 36.000 euros del erario público. El mismo Alberto Barandiaran elaboró un artículo el 30/01/2010 para Berria donde, a nuestro juicio, fue más allá de su cometido de informar, exponiendo una serie de elucubraciones indemostrables para poner el dedo acusador contra Eliseo Gil, cuando éste aún ni había tenido acceso al estudio por lo que no tuvo oportunidad alguna de defenderse. En cualquier caso, he de aclarar que el Juzgado de instrucción solicitó a la sección de Documentoscopia y Grafística de la Unidad de Policía Científica de la Ertzaintza, un informe pericial para el cotejo de los grafitos y las inscripciones de la letrina (comparativa en la que se basa dicho estudio grafológico). Pues bien, la jefa de dicha sección emitió un escrito en el que comunicaba “la imposibilidad de la realización del estudio solicitado” exponiendo las razones de ello y desacreditando la fiabilidad y la base científica de una pericial de ese tipo. Este informe desmontaría totalmente la supuesta prueba grafológica presentada por la diputación contra Gil. Sin embargo, Barandiaran la sigue ventilando como tal.
Terminaré diciendo que no debemos olvidar que los “hallazgos excepcionales” de Iruña-Veleia son, en primera instancia, un material arqueológico contextualizado estratigráficamente. Nada en su contenido es imposible en el momento cronológico en el que el método arqueológico ha permitido situarlos. No hay una sola prueba de que hayan sido falsificados. Son excepcionales porque aportan contenidos y grafismos novedosos producidos en un contexto doméstico. Como patrimonio cultural de todos, merecen una resolución científica que dirima objetivamente sobre su autenticidad o falsedad. Y así, liberados de las dudas, ocuparán nuevamente el lugar que les corresponde como un valioso testimonio del pasado conservado a través de los siglos, para aportarnos esa información que los propios habitantes de la antigua Veleia romana dejaron grabada para la posteridad, aún sin pretenderlo.
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