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Crisis climática
¿Cómo abordar transiciones ecosindicales?
Este documento es parte de un proceso abierto de reflexión entre personas de diversos sindicatos (ELA, LAB, CGT, Solidaridad Obrera, ESK, Sindicato Labrego, Intersindical Valenciana y Sindicat de Llogateres) y Ecologistas en Acción. No es un texto consensuado entre todas las personas que hemos participado en las conversaciones, sino que está escrito únicamente por miembros de Ecologistas en Acción.
Desde Ecologistas en Acción, hemos estado manteniendo reuniones con diversos sindicatos, en lo que para nosotras ha sido un proceso de escucha y aprendizaje. Estas reuniones se enmarcan dentro nuestra actividad en relación a la cuestión del trabajo, el empleo, el Decrecimiento y las transiciones ecosociales que plantean horizontes de superación del capitalismo.
Mitigar los efectos de esta crisis ecosocial pasa por la superación del actual modelo productivo, constituyendo una nueva forma de organización del trabajo y de satisfacer las necesidades humanas
La cuestión del trabajo, tanto en su forma de empleo asalariado como en sus formas no remuneradas, ocupa una posición central en cualquier proceso de transformación. Mitigar los efectos de esta crisis ecosocial pasa por la superación del actual modelo productivo, constituyendo una nueva forma de organización del trabajo y de satisfacer las necesidades humanas. Es por ello que creemos que la organización de las y los trabajadores se hace imprescindible para orientar esas necesarias transformaciones hacia modelos más liberadores que no estén sujetos a la constante obtención de ganancias, la explotación, el crecimiento económico y la destrucción de la naturaleza.
Industria
Transición industrial Mecaner, un cierre injusto o cuatro alternativas con mirada ecosocial para mantener la fábrica de Urduliz
Aquí reside para nosotras la necesidad de ampliar y fortalecer las alianzas políticas con el mundo sindical: crisis ecológica y crisis capitalista son dos caras de la misma moneda que se retroalimentan y la superación de una requiere la superación de la otra.
El momento histórico en el que nos encontramos nos mueve a repensar una y otra vez las transformaciones sociales y ecosistémicas que estamos presenciando. Esto no es algo novedoso, el modelo productivo capitalista se lleva enfrentando a transformaciones de calado desde el inicio de su existencia, siendo lo habitual una sucesión de acontecimientos que acaban en ajustes salariales, de plantilla, o de derechos laborales o sociales.
Si bien el sistema ha tenido la capacidad de reinventarse durante estas transformaciones, hoy las variables de las crisis ecológica, climática, energética o de materiales hacen que las recetas del pasado (mecanización, financiarización, deslocalizaciones...) y las del presente (automatización, digitalización o desarrollo de la inteligencia artificial) no vayan a ser suficientes para mantener sectores productivos que están condenados a una drástica reducción, cuando no directamente a la desaparición. La forma en la que se dé esta reducción y lo que venga después dependerá de la fuerza, la organización y la inteligencia que la clase trabajadora ponga en marcha hoy mismo.
Cada vez resulta más fácil que se acepte la relación entre los problemas a los que se enfrentan determinados sectores industriales y la realidad biofísica en la que se sostienen
Durante el proceso de debate colectivo que estamos llevado a cabo, hemos tratado de centrarnos en la cuestión de las industrias y sectores en declive por causas sistémicas, pero también en aquellas que, por deseo y proyecto político, deben desaparecer paulatinamente o transformarse radicalmente. En el bloque de los primeros casos podríamos hablar de la automoción, aeronáutica o el comercio marítimo internacional y en los segundos desde el telemárketing hasta la agroindustria, por señalar algunos ejemplos.
Con aun mucho que recorrer en este camino, queremos compartir algunas de las reflexiones que extraemos de este proceso de construcción ecosindical.
Anticapitalistas
Transición ecosocial Anticapitalistas, Ecologistas en Acción y cinco sindicatos presentan una propuesta para una transición ecosocial a través del empleo
Coyuntura
Los cuadros sindicales (aquellos miembros con mayor peso, experiencia o responsabilidad interna) tienen una mirada crecientemente consciente del presente del mundo del trabajo y de los escenarios inciertos que se abren como consecuencia de la crisis ecosocial. Cada vez resulta más fácil que se acepte la relación entre los problemas a los que se enfrentan determinados sectores industriales y la realidad biofísica en la que se sostienen.
Aunque entre los sindicatos existe un conocimiento generalizado de la mala situación y la insostenibilidad ambiental de determinados sectores, la constante necesidad de atender a las necesidades inmediatas y la dificultad innegable de los cambios requeridos anula las luchas por transformaciones sistémicas. El trabajo sindical en muchos casos termina centrándose en la mejora o sostenimiento de las condiciones laborales y no en la desaparición, reducción y fuerte transformación de los sectores más delicados. Esta mirada inmediatista se ve reforzada por las voluntades mayoritarias en los centros de trabajo donde los sindicatos tienen presencia. Existe una sensación generalizada de disonancia entre presente-futuro del trabajo y la capacidad real del sindicalismo de hacer frente a la situación.
El trabajo sindical en muchos casos termina centrándose en la mejora o sostenimiento de las condiciones laborales y no en la desaparición, reducción y fuerte transformación de los sectores más delicados
El clima general es de incertidumbre, tanto inmediata relativa al trabajo, como de futuro en torno a qué nos depara la actual crisis y sus posibles salidas. Sin embargo, entre el miedo a unas consecuencias difusas y a largo plazo (como se percibe la degradación ambiental, por más que ese largo plazo ya no existe), y el miedo a la amenaza inmediata de la pérdida del puesto de trabajo y la capacidad de satisfacer las propias necesidades, es fácil (y totalmente comprensible) que prevalezca el segundo. Es más, aún cuando se atisba que los impactos ambientales son ya, no se vislumbra una salida fácil y creíble, y se sigue priorizando el empleo, sea cual sea.
Aunque se acepte la cuestión de los límites ambientales, las posibles soluciones o transformaciones a enfrentar se ven como una suma cero en la que los avances se van a conseguir a costa de las condiciones laborales y que la clase trabajadora “se quede fuera”, manteniendo los privilegios de la parte empresarial.
En este sentido, no es lo mismo actuar “a la ofensiva” que “a la defensiva”. Al hablar de “a la defensiva”, nos referimos trabajadoras y trabajadores que ya están viendo en peligro su puesto de trabajo (cierre, deslocalización) y el diálogo tiene que darse muchísimo más rápido: diagnóstico, propuestas de alternativa... Es mucho más fácil que en este caso prevalezcan las situaciones individuales y la realidad material inmediata. Será necesario aquí calcular qué renuncias se pueden hacer para poder integrar a quienes por su situación solo se acercan en defensa del interés propio (sin descartar la posibilidad de que puedan politizarse más adelante).
“A la ofensiva” son aquellos casos en los que se puede adoptar una perspectiva proactiva. La amenaza se vislumbra, pero aún no es inmediata y se puede realizar una acción política desde ahora. Así, al menos, una vez comience el conflicto y llegue una propuesta de la patronal, el análisis del “por qué” ya estaría aterrizado.
Del acuerdo político a la realidad de la acción sindical
Muchos sindicatos tienen acuerdos programáticos donde se tienen en cuenta los efectos nocivos de determinadas actividades sobre el medio ambiente y las personas, y su posición de clase promueve la defensa colectiva de los intereses de las y los trabajadores. Sin embargo, resulta enormemente difícil trasladar estos acuerdos a los centros de trabajo y al conjunto de las plantillas. Así, se dan casos en los cuales, cuando el sindicato trata de llevar a cabo políticas más rupturistas, esto deriva en pérdidas de afiliación o de representatividad en los comités de empresa. Esto produce una acción sindical más conservadora. El sindicalismo actúa en esa constante tensión en la cual la suma de la fuerza empresarial, la apatía y el miedo entre las y los trabajadores funcionan como un dique frente a la voluntad de lucha sindical.
Inversión pública y chantaje empresarial
La inversión pública está sosteniendo de forma artificial multitud de sectores (desde la agroindustria, al automóvil) que de otra manera no serían rentables en el actual marco de mercado globalizado. Las empresas de estos sectores realizan un chantaje constante prometiendo inversiones y aumentos de la carga de trabajo cuando la realidad es una lenta pero constante pérdida de tamaño de las plantillas. Esta realidad produce, de nuevo, intentos de salidas individuales (mejores indemnizaciones) y miedo generalizado a perder lo existente.
Una parte importante de la razón de las inversiones estatales en sectores en declive está en la búsqueda de garantizar la viabilidad de las empresas en su marco territorial y con ello garantizar la paz social o sostener sectores considerados estratégicos. La continuidad de parte de los puestos de trabajo en estas industrias gracias a las subvenciones públicas no son más que una consecuencia colateral.
Muchos sindicatos tienen acuerdos sobre medio ambiente. Sin embargo, resulta enormemente difícil trasladar estos acuerdos a los centros de trabajo y al conjunto de las plantillas
Existe una cuestión perversa en torno a los llamados sectores estratégicos. Si bien el Estado se guarda la opción de intervenir en la economía a través de la protección de estos sectores estratégicos, lo que se considera hoy tal no tiene por qué serlo bajo otras formas de organización del trabajo y la producción. El turismo de masas supone hoy un sector estratégico para la economía española por las ganancias que genera, su impacto en el PIB y las fuertes organizaciones patronales a su alrededor. Para las trabajadoras, el turismo es sinónimo de precariedad laboral, destrucción medioambiental y expulsión de los centros urbanos. Desde una óptica de superación del capitalismo, los sectores estratégicos no equivalen necesariamente a los actualmente así denominados.
Implantación sindical
Si bien la afiliación a sindicatos no es algo generalizado y mayoritario, hay presencia sindical importante en grandes empresas y en los sectores en declive. Esto supone una gran oportunidad: ya existe gente organizada en los lugares donde necesitamos tenerla, no se empieza desde cero. Esta es la base sobre la que habría que trabajar políticamente.
Luchas sobre narrativas
A medida que las situaciones de crisis se agudizan, vemos como la disputa en torno a los relatos se intensifica: esto se complejiza por la realidad de enfrentarnos a una crisis multifactorial y en la que causas y consecuencias no se relacionan de forma lineal ni inmediata en el espacio y el tiempo.
Así, es fácil que distintos actores políticos y económicos generen sus propios relatos para explicar las problemáticas a las que nos enfrentamos, ignorando de pleno las causas biofísicas y achacándolo a cuestiones que les sean políticamente más favorecedoras. Un ejemplo es el de la ultraderecha culpando a la legislación ambiental de las problemáticas del sector agroganadero, evitando por completo señalar la relación directa de estas con los límites del modelo de producción industrial globalizado en el que se asientan.
El modelo de transferencia de información en base a redes sociales virtuales y tiempos de atención cortos favorece a quien dispone de mejores recursos para difundir su propaganda, sin importar si esta puede o no resistir un análisis profundo de los datos. Además, la clave de esta difusión no es su veracidad, sino su enganche emocional.
En este contexto, la seducción por la práctica puede resultar mucho más efectiva que la seducción por las estrategias de comunicación de discurso.
Precisamente en el contexto de la seducción desde la práctica, son muchos ya los proyectos que trabajan en la experimentación de alternativas en distintos ámbitos (si bien es cierto que, por las altas inversiones necesarias, no son muy frecuentes en el ámbito industrial). En todo caso, incluso en sectores más modestos, esta capacidad de experimentación suele asociarse al privilegio de ciertas minorías movilizadas, al menos en contextos europeos.
No obstante, probablemente haya más alternativas de las que parece que existen. Existen puntos ciegos dentro del movimiento ecologista y/o sindical, que no siempre tiene la capacidad de detectar y poner de relieve aquellos proyectos que, sin partir de una iniciativa interna del movimiento, sí que cubren las mismas necesidades u objetivos (desde otras estéticas, desde otros códigos...).
Salidas individuales, huida a ninguna parte
Vemos con preocupación, aunque con una comprensión absoluta, la generalización de la defensa del puesto de trabajo desde una mirada individualista. O, lo que es lo mismo, la negociación individual de despidos en buenas condiciones económicas o buenas prejubilaciones, que en el corto plazo pueden suponer un alivio para la persona trabajadora. Esto es algo contra lo que los sindicatos están constantemente batallando, pero es una lucha que no puede darse de forma aislada y requiere de alianzas amplias para una batalla cultural, pero sobre todo de construcción de alternativas que supongan opciones reales y deseables para expandir las miradas y deseos colectivos.
La defensa de la clase no es la defensa de los puestos de trabajo, ni de las industrias a los que pertenecen, es la defensa de sus condiciones de vida y su liberación de la explotación. Se requiere de fuerza y valentía, que no es sinónimo de inmolarse, desde las organizaciones para plantear que tanto la realidad capitalista como el deseo de superación de este sistema depredador y ecocida pasa por la desaparición de determinadas industrias y puestos de trabajo.
Las dificultades de transformación extra de los sectores de alta tecnología
Como consecuencia del alto nivel técnico y especializado de la industria actual, las reconversiones son muy complejas. Una fábrica no puede pasar de producir “x” a “y” sin una importante inversión en maquinaria nueva y formación del personal. Incluso aunque se siga dedicando a algo muy similar.
Además, reconvertir una industria compleja manteniendo una actividad parecida solo puede ser hacia... otra industria compleja. Esto limita mucho el campo de posibles producciones y hace que las propuestas con vocación ecosocial tengan no pocas sombras.
La defensa de la clase no es la defensa de los puestos de trabajo, ni de las industrias a los que pertenecen, es la defensa de sus condiciones de vida y su liberación de la explotación
A esto se añade que cualquier proceso de reconversión está marcado por la competitividad: la nueva actividad productiva tiene que entrar en un mercado que normalmente cuenta ya con muchas empresas asentadas. Esto no solo supone una dificultad de sostenimiento económico, sino también psicológica para las y los trabajadores.
El imperativo de la competitividad en el marco del capitalismo también ha hecho que el grado de tecnificación de la industria sea muy alto. Por ello, la necesidad de capital para que cualquier ente público, o mejor común, se haga con el control empresarial, es imporante. La alternativa sería la reapropiación/expropiación, pero precisamente esta intensividad de capital también la hace más compleja, pues implica una mayor resistencia por parte de quien la posee.
Propuestas desde Ecologistas en Acción para continuar el camino
Sobre estos escenarios y realidades hemos discutido largo y tendido. No existen soluciones fáciles a problemas que son de orden sistémico y mundial. Las transiciones suponen siempre cambios con ciertas dosis de trauma. No existen los cambios tranquilos. Y estas transiciones en el capitalismo suelen estar dirigidas por la lógica del beneficio y ser muy cruentas.
Podemos remontarnos a la década de los 80 de nuestra historia reciente: mientras que el relato común es el de una transición modélica y pacífica, sabemos que en esos años se produjo en el ámbito del empleo la llamada reconversión industrial, llena de conflictos y violencia. Todo para adaptar el sistema productivo español a las demandas del mercado común europeo y la entrada en la Unión Europea. De este modo, optar por “no hacer nada” probablemente no sea mejor solución ni rebaje el nivel de impacto social de las afecciones sobre la economía del choque con los límites ambientales. Más bien, todo lo contrario.
A esto se suma que los daños colaterales que puedan derivarse de nuestras luchas (represión, fatiga, desesperación, violencia…) no son para nada comparados con el desastre que supone para la humanidad y el planeta la continuidad histórica del capitalismo.
Desde la crisis de 2008, vivimos en un periodo de inestabilidad constante, combinada con la perspectiva cada vez más presente de un futuro ciertamente turbulento. Afirmar que este futuro es necesariamente una catástrofe no actúa como catalizador de una movilización capaz de revertir la situación. Anunciar que todo va necesariamente hacía un mundo peor profundiza en el miedo generalizado y éste en la parálisis y en la búsqueda de salidas individuales. La práctica, el ejemplo, la materialización de proyectos robustos que desde la solidaridad sean capaces de dar respuestas efectivas a problemas colectivos es una condición necesaria para organizar y movilizar. Nuestra comunicación no puede quedarse en la descripción del horror al que nos lleva el capitalismo, sino que debe proyectar la potencia de las luchas y los proyectos alternativos que prefiguran un mundo deseable.
Creemos que debe darse una simbiosis entre las luchas concretas y la construcción de alternativas. Unas sin las otras carecen de sentido desde una perspectiva de superación del capitalismo
Existe la posibilidad de una alianza de clase en torno a la satisfacción universal de las necesidades humanas que en la actualidad articulan distintas luchas (el acceso a la alimentación, a la vivienda o a determinados bienes industriales necesarios). También la posibilidad de “desinmediatizar” las miradas si se consiguen generar narrativas que conecten emocionalmente, y consigan mostrar las alternativas como factibles y deseables.
Creemos que debe darse una simbiosis entre las luchas concretas y la construcción de alternativas. Unas sin las otras carecen de sentido desde una perspectiva de superación del capitalismo. Las reformas posibles que mejoran las condiciones de vida deben ser catalizadoras de las luchas que transformen de manera profunda el sistema, no su tumba. Los llamados proyectos alternativos no pueden circunscribirse a minorías movilizadas, sino aspirar a agrupar a mayorías sociales. Para ello, necesitamos orientar nuestras capacidades colectivas, económicas o técnicas hacia ello y, en la medida de lo posible, que las distintas instituciones del Estado no supongan un impedimento constante (favoreciendo que tanto la legislación, como la inversión pública puedan aportar en los saltos de escala de nuestras alternativas).
Existen referentes en todas partes del planeta y en todos los periodos históricos que ejemplifican estas palabras. Por ejemplo, el inmenso mundo asociativo, cultural, económico y orgánico de los poderosos partidos socialdemócratas o de los sindicatos revolucionarios del primer tercio del siglo XX, o las tomas de fabricas que se dieron por todo el planeta en el pasado siglo, pero también en este teniendo como ejemplo paradigmático al Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) de Brasil. El MST ocupa grandes fincas, las pone a cultivar de forma colectiva y comercializa sus productos a través de diversos entramados cooperativos.
Pero, aunque consideramos que es imprescindible y perentoria esta construcción de alternativas, creemos que no es suficiente. Es también necesario habilitar mecanismos para salvar a las personas trabajadoras de aquellos sectores que deben reducirse o desaparecer (y que probablemente lo vayan a hacer fruto de la crisis socioambiental). Nuestro objetivo no es salvar los sectores, sino proteger a las personas, las comunidades y territorios donde se asientan estas industrias. Esto implica centrar los esfuerzos en muchos casos no en procesos de reconversión, que tienen múltiples dificultades, como hemos identificado, sino en medidas destinadas a las personas, como la renta básica de las iguales, la reducción de la jornada laboral sin merma salarial (reparto del empleo) o la inyección de dinero en comarcas económicamente deprimidas (y no en los sectores productivos).
Consideramos que desplegar una propuesta política y social en torno a estas grandes ideas supone una necesidad de primer orden para todas nosotras. Es por ello que desde Ecologistas en Acción seguiremos trabajando y empujando para que los debates de hoy cimienten las alianzas necesarias para constituir el mundo que queremos y necesitamos.