Crisis climática
Del feto a la vejez: así contamina la industria del petróleo todas las fases de tu vida
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo.bsky.social, pablo.rivas@elsaltodiario.com
Los impactos sobre la salud humana de los combustibles fósiles, que incluyen un mayor riesgo de bajo peso al nacer, cáncer infantil, asma, trastornos neurológicos, enfermedades cardiovasculares y muerte prematura, entre otros muchos, no se limitan a la polución atmosférica o la contaminación que producen vertidos petrolíferos. Lejos de quedar ahí, un informe transversal publicado este martes por la Global Climate and Health Alliance (Alianza por el Clima Global y la Salud, GCHA), señala que, si se tienen en cuenta todas las fases del ciclo de vida de los combustibles fósiles, el cuerpo humano se ve negativamente afectado por estos a lo largo de toda su vida, incluyendo patologías en el periodo prenatal, incluso mucho tiempo después de su combustión.
El objetivo del documento de la GCHA, una confederación formada por más de 200 organizaciones cuyos miembros representan a más de 46 millones de trabajadores sanitarios en 125 países, es analizar qué toxinas y contaminantes se producen en cada una de las fases del ciclo de vida del petróleo, el carbón y el gas fósil, y conocer cómo el cuerpo humano se ve impactado por estos y cómo se combinan esos riesgos. También identificar qué comunidades y qué poblaciones se ven más afectadas. “En la comunidad vemos lo que está sucediendo con nuestros pacientes y comunidades, pero muchos de estos daños no están reconocidos. No vemos la escala total del problema”, señalaba en la presentación del informe la directora ejecutiva de GCHA, Jeni Miller.
La investigación, titulada De la cuna a la tumba: El impacto de los combustibles fósiles en la salud y la necesidad de una transición justa, ha buscado reunir una gran cantidad de evidencia científica publicada en torno a esta temática para interrelacionarla en un contexto de crisis climática y global. Los campos estudiados “incluyen la extracción, el transporte, el procesamiento, el uso y la combustión de los combustibles fósiles, así como los residuos que producen e incluso el desmantelamiento de las instalaciones y derivados de esta industria”, señala Miller.
Entre los estudios de caso analizados e interrelacionados ahora se encuentran materias tan dispares como los impactos de la extracción de petróleo en Nigeria; los efectos de accidentes como la explosión del gasoductos de San Bruno (California), el derrame del Exxon Valdez o las explosiones de Gas en San Juanico, (México); las consecuencias de la multiplicación de eventos meteorológicos extremos tales como huracanes, ciclones y tifones; o los efectos del calor extremo en áreas como la costa del Golfo (EE UU), el Mediterráneo u Oriente Medio.
La evidencia muestra impactos del pozo al residuo
“Queda claro que los combustibles fósiles tienen un impacto negativo sobre la salud desde que se abren los pozos hasta cuando los usamos y hasta cuando desechamos sus residuos”, señala Jen Khul, coautora del informe. Para empezar, las comunidades que viven cerca de los lugares de extracción son uno de los grupos poblacionales más afectados. “Los niños cuyos padres viven cerca de pozos de gas extraído mediante fracking tienen el doble de posibilidades de desarrollar leucemia linfoblástica aguda que aquellos que viven lejos de estos lugares, y eso es simplemente uno de los riesgos”, ejemplifica Khul
Actividades como la minería de carbón o la perforación en alta mar suponen la liberación de contaminantes que van desde el benceno, conocido canerígeno, a metales pesados o incluso materia radiactiva. Son partículas que, tal como recogen varios estudios relacionados entre sí ahora, suponen mayores tasas de enfermedades respiratorias, afecciones cardiovasculares, cánceres, resultados adversos en el embarazo y trastornos neurológicos en las poblaciones circundantes.
Respecto a la refinación y el procesamiento de los combustibles fósiles que realiza la industria, la evidencia científica sostiene que la emisión químicos cancerígenos como el tolueno, los compuestos orgánicos volátiles (COV) o el mencionado benceno representa riesgos graves para los trabajadores y quienes habitan en las cercanías, especialmente en zonas industriales saturadas.
Tampoco se libre el transporte. “Solo en entre 2010 y 2021 se estima que hubo una fuga de gas cada 40 horas solo en Estados Unidos”, señala Khul. Son escapes que, sostiene, pueden provocar desde explosiones hasta el envenenamiento del sistema de aguas o el incremento de la polución atmosférica, lo que se relaciona con daños respiratorios y neurológicos.
Una de las claves que el equipo investigador resalta es que “el daño no termina con la exposición inicial, sino que los impactos de los combustibles fósiles en la salud son persistentes y sistémicos”
La combustión que producen los combustibles fósiles, que se da en los motores de vehículos y aviones pero también en calderas y en las centrales de carbón o de ciclo combinado a gas, supone la liberación al medio ambiente de partículas PM 2.5, las más pequeñas y con mayor capacidad de penetración en el cuerpo humano, entre otras. “Todos sabemos que vivir cerca de una autopista, por ejemplo, es un problema por el cual los niños pueden desarrollar enfermedades como el asma o problemas de desarrollo neurológico”, prosigue Khul. Pero también afecta a la edad adulta: estudios analizados alertan del incremento de posibilidades de desarrollar diabetes o enfermedad de parkinson debido a la exposición a humo del tráfico rodado o de centrales eléctricas, así como afecciones cardiacas o mortalidad prematura.
Por último, los residuos posteriores al momento de la combustión, como las cenizas de carbón o las partículas y gases que produce la quema de gas, exponen a las comunidades que los sufren a toxinas y metales pesados, sostiene el documento, contribuyendo a la degradación ambiental y al desarrollo de enfermedades crónicas. Del mismo modo, inciden en que no hay que olvidar que incluso décadas después de desmantelarse una infraestructura industrial de explotación de combustibles fósiles, s sus residuos pueden provocar daños persistentes en la salud debido a la contaminación ambiental.
Toxinas que afectan a todo el cuerpo
La contaminación que produce la mayor industria de la era del petróleo no ataca una sola parte del cuerpo humano. El informe presentado indica que las toxinas que genera pueden dañar “todas las partes de nuestro cuerpo”, lamenta Khul. Si bien los pulmones son los órganos más obvios, la coautora incide en que la contaminación afecta a todo nuestro sistema “y esto de sebe a químicos que permanecen en el aire, el agua o en el suelo o que se acumulan en nuestro cuerpo, como por ejemplo el mercurio”.
Especial mención hace el informe del incremento de casos de cáncer a nivel global. “En este informe van a encontrar evidencias que relacionan esta contaminación con el cáncer”, señala Khul. “Obviamente del de pulmón, pero también del de boca, de piel, de estómago, de riñón, de próstata, de tiroides y de colón. Todos han mostrado evidencia de que estar expuesto a distintas fases de la producción de los combustibles fósiles, ya sea en la extracción, producción o su uso, contribuye a esos tipos de cáncer”.
“Estamos pagando la contaminación con la vida de las personas que queremos, que enferman por los combustibles fósiles”, sentencia Jen Khul.
Otra de las claves que el equipo investigador resalta es que “el daño no termina con la exposición inicial, sino que los impactos de los combustibles fósiles en la salud son persistentes y sistémicos”, como apuntan sus conclusiones. Además, como aclara Khul, “no todos los riesgos son inmediatos, pues algunas de las peores cosas pueden tardar mucho tiempo en manifestarse, como la enfermedad de parkinson, que se desarrolla 20 años después”.
Especialmente llamativo es el hecho de que la polución que produce esta industria incide en todas las épocas del desarrollo humano. El estudio recoge que en la fase prenatal, la exposición a estas partículas y toxinas está asociada a partos prematuros y a anomalías congénitas gastrointestinales. El cuadro se recrudece si en el entorno cercano se dan actividades como el fracking o la quema en antorcha, lo que se ha relacionado con abortos espontáneos, mayor riesgo de parto prematuro y malformaciones congénitas, entre las se incluyen anencefalia, espina bífida, defecto del tubo neural, fisuras orofaciales y defectos cardíacos.
Los riesgos se distribuyen a lo largo de la vida en diferentes grados. Si la exposición a partículas generadas por esta industria supone un mayor riesgo de desarrollar asma o cánceres infantiles en edades tempranas, con especial mención a la leucemia, en la edad adulta y la vejez la exposición a partículas PM2.5 y a los óxidos nitrosos pueden contribuir al deterioro cognitivo o al riesgo de desarrollar demencia. “Estamos pagando la contaminación con la vida de las personas que queremos, que enferman por los combustibles fósiles”, sentencia Jen Khul.
Por supuesto, en un mundo con una crisis climática galopante, los impactos de las consecuencias de esta mutiplican los riesgos a nivel de salud.
“El 99% de las personas de la Tierra respira aire contaminado”, apunta Shweta Narayan, “pero la carga más pesada recae en las comunidades marginales y vulnerables”
El documento incide asimismo en que el problema es global y afecta a todas las personas, aunque variables como un bajo nivel adquisitivo o nacer y vivir en países con menos ingresos incrementan los riesgos. “El 99% de las personas de la Tierra respira aire contaminado”, apunta otra de las coautoras del documento, Shweta Narayan, “pero la carga más pesada recae en las comunidades marginales y más vulnerables, tanto de los países en desarrollo como de los desarrollados”.
Una de las claves de ello es que las instalaciones industriales normalmente están ubicadas cerca de comunidades más marginadas ya sean política, económica o socialmente. De hecho, algunos países o extensas áreas dentro de estos se denominan “zonas de sacrificio”, territorios donde las altas tasas de polución incrementan las ratios de enfermedades respiratorias, cáncer o problemas cardiovasculares. Es el caso del Cancer Alley, en Louisiana, el corredor en torno al río Misisipi que concentra el 25% de la producción petroquímica de Estados Unidos.
Ocho recomendaciones para frenar el problema
En un contexto global en el que las emisiones globales crecen —aumentaron un 0,8% en 2024 respecto al año anterior— al ritmo que se materializan cada vez con más fuerza las consecuencias de la crisis climática, el documento presentado este martes incide en lo que la comunidad científica lleva décadas repitiendo, que se centra en el fin de la industria de los combustibles fósiles y la transición cuanto antes a una sociedad con energía limpia, asequible y renovable.
El documento incluye ocho recomendaciones para frenar todas estas problemáticas, empezando por detener la expansión de los combustibles en origen: vetando nuevas exploraciones en el subsuelo y su desarrollo. La eliminación del apoyo a esta industria es otro de los puntos. Esto incluye el fin de los subsidios —ya sean directos e indirectos—, de las exenciones fiscales y cualquier apoyo financiero con el fin de alinear a las instituciones globales con las metas climáticas.
La limpieza de los territorios degradados debe ser otra de las prioridades para el equipo de la GCHA, siempre bajo el principio de quien contamina paga. Por último, el documento destaca la necesidad de contrarrestar la desinformación esparcida por esta industria en su propio beneficio, regulando para que esta no pueda emitirse impunemente. Para todo ello exige “un liderazgo audaz por parte de los gobiernos, la sociedad civil, las empresas y la comunidad sanitaria mundial para una rápida transición y el abandono de los combustibles fósiles, priorizando la salud pública, la seguridad, al estabilidad del sistema sanitario, la justicia social y la sostenibilidad ambiental”.
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