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Centrales nucleares
La energía nuclear en la vida de la flora y la fauna
El cierre de Almaraz I está previsto para noviembre de 2027. Para las personas de a pie, tres años —casi y medio— significa mucho tiempo y quienes consideramos que la energía nuclear no es limpia ni segura ni debería haberse usado nunca, esta espera va a ser eterna.
El gobierno de Extremadura está luchando con todas las herramientas a su alcance para lograr detener el cierre de Almaraz I y II, que son las dos centrales nucleares más antiguas de nuestro parque nuclear nacional. En la modalidad del “miente que algo queda”, están hablando en rueda de prensa de que es la mayor industria de la región y que da trabajo a cuatro mil personas.
Para quienes estamos dentro del Movimiento Ibérico Antinuclear, y nos vamos empapando de información fidedigna del Consejo de Seguridad Nacional, la plantilla de ambas centrales estaría sobre las 750 personas, más o menos, lejos aún de ser un cuarto de lo que afirman alegremente nuestros representantes políticos.
Energía nuclear
Almaraz 50 años más Almaraz será un cementerio nuclear hasta 2073
Almaraz I comenzó a funcionar el 1 de mayo de 1981 y la Unidad II lo hizo el 8 de octubre de 1983, y eso significa que llevan en operación ya más de los 40 años que los informes dicen que una Central Nuclear es segura.
“La experiencia común es que después de un período largo se produce un cambio gradual en las propiedades de los materiales. Estos cambios pueden afectar la capacidad de los componentes técnicos, los sistemas o las estructuras para realizar la función requerida. No todos los cambios son perjudiciales, pero con frecuencia se observa que los procesos de envejecimiento suelen ocasionar una reducción gradual del rendimiento.
Todos los materiales de una central nuclear pueden envejecer y dejar de realizar total o parcialmente la función prevista. El envejecimiento no sólo afecta a los componentes activos (cuya probabilidad de sufrir desperfectos aumenta con el tiempo), sino también a los pasivos, ya que el margen de seguridad se reduce hasta el más bajo nivel admisible.”
No podemos dejar de pensar en los residuos nucleares que estamos almacenando en las propias instalaciones de la central nuclear, residuos que tienen un alcance radioactivo que según el tipo de isótopos, como el plutonio-239 y el uranio-235, tienen vidas en el orden de los miles de años
Esta cita procede de Stanislav Novak y Milan Podest en un artículo para Energía nucleoeléctrica y seguridad de OIEA BOLETÍN, 4/1987
Me voy a permitir llevar la contraria a la Señora Guardiola y voy a afirmar, alegremente, y con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) del año 2020, que el número de personas ocupadas en el sector agrícola en nuestra región fue de aproximadamente 92.000, por lo que podría considerarse que la agricultura en Extremadura es un pilar fundamental de la economía regional. Y aunque no nos guste pensarlo, ni queramos ponernos en el peor de los escenarios, un posible accidente nuclear daría al traste al menos con un cuarto de esos empleos, ya que la radiación puede incluso llegar a Portugal, y obviamente la provincia de Cáceres se vería fuertemente afectada.
Pero incluso sin accidentes nucleares, estando como están las cosas, no podemos dejar de pensar en los residuos nucleares que estamos almacenando en las propias instalaciones de la central nuclear, residuos que tienen un alcance radioactivo que según el tipo de isótopos, como el plutonio-239 y el uranio-235, tienen vidas en el orden de los miles de años.
Nunca hablamos de esto cuando nos referimos a la energía nuclear, pero la gestión de los residuos es el gran desafío de está forma de generar energía.
Pero estoy escribiendo como persona antiespecista, ese tipo de persona que coloquialmente el común de la gente llama “animalista”; esto es, alguien que considera que es un animal más en el planeta, otra forma de vida con la misma dignidad y derechos que cualquier otra. Y por eso, no solo me preocupa el empleo, o la generación de energía para el disfrute de las grandes ciudades, que como dice Yayo Herrero “no producen nada para la vida”, sino que también me preocupan las consecuencias que en las otras vidas planetarias tienen nuestras acciones.
La radiación puede causar mutaciones genéticas en las plantas y los animales expuestos, lo sabemos y lo hemos visto desgraciadamente en Chernobyl y en Fukushima
La radiación puede causar mutaciones genéticas en las plantas y los animales expuestos, lo sabemos y lo hemos visto desgraciadamente en Chernobyl y en Fukushima. Esos dos grandes accidentes han expuesto a los ojos de la humanidad las deformidades físicas, los problemas de reproducción y el acortamiento de la vida de animales y plantas.
Sabemos que el cáncer es una de las consecuencias habituales de vivir en entornos donde la radiación es habitual, y los animales silvestres no pueden acudir a ser diagnosticados, ni mucho menos acceder a tratamientos oncológicos.
La contaminación radiactiva altera el equilibrio de los ecosistemas, ya que también daña los microorganismos que son fundamentales para el sostenimiento de la vida. Esto produce bioacumulación y biomagnificación. Para que nos entendamos: los contaminantes radiactivos se acumulan en los tejidos de los organismos a lo largo de la cadena alimentaria, lo que aumenta el riesgo de efectos adversos en la salud.
Tampoco he escuchado que en Extremadura, se destinen fondos a la Investigación y desarrollo tecnológico para el tratamiento y almacenamiento seguro de los residuos nucleares
En un escenario de emergencia climática, introducir el factor radioactivo, que eleva aún más la temperatura de las áreas donde se encuentran las instalaciones, puede ocasionar que algunas especies cambien sus hábitats, lo que puede llevar a la competencia por recursos limitados en nuevas áreas.
Ustedes pueden considerar que esto sea “presuntamente” y que la magnitud del impacto depende de factores como la cantidad y el tipo de residuos nucleares liberados o la sensibilidad de las especies animales o vegetales, y que seguro que se pueden implementar medidas de mitigación.
Tienen razón, y es cierto que existen varias medidas de mitigación para reducir los impactos de los residuos nucleares en la fauna y la flora, como llevar a cabo tareas de monitoreo ambiental para vigilar los niveles de radiación y los efectos que están sufriendo los animales y las plantas del entorno. Pero, en los últimos 24 años, que son los años que llevo viviendo en Extremadura, nunca he escuchado, ni leído, que se realicen estudios de este tipo, ya que nuestros gobernantes suelen preferir mirar para otro lado.
Tampoco he escuchado que en Extremadura se destinen fondos a la Investigación y desarrollo tecnológico para el tratamiento y almacenamiento seguro de los residuos nucleares o para la mitigación de sus impactos ambientales.
Seamos sinceras, el costo económico de un plan de mitigación puede ser de una magnitud de miles de millones de euros en proyectos a corto, medio y largo plazo. Esos costes, si fuéramos realmente responsables y miráramos los problemas de frente, deberían incluir compensaciones por el riesgo de accidentes nucleares al mantener funcionando centrales nucleares que ya han sobrepasado el tiempo de uso para el que fueron diseñadas.
Después de que la población abandonara el lugar, en las aldeas entraban unidades de soldados o de cazadores que mataban a tiros a todos los animales. Y los perros acudían al reclamo de las voces humanas…
Y ahora, además, toca afrontar el problema de los residuos nucleares. El portavoz de la central, Aniceto González, en declaraciones a Canal Extremadura del 9 de noviembre de 2022 explicaba que en el momento en que se paren los reactores, “hay que construir o ampliar la infraestructura para vaciar las dos piscinas y poder almacenar sus residuos”.
Tomé conciencia del problema en todo su magnitud leyendo a Svetlana Aleksiévich, y aún a riesgo de resultar cansina, tengo que terminar citandola:
“En la tierra de Chernóbil uno siente lástima del hombre. Pero más pena dan los animales. Y no he dicho una cosa por otra. Ahora lo aclaro … ¿Qué es lo que quedaba en la zona muerta cuando marchaban los hombres? Las viejas tumbas y las fosas biológicas, los así llamados “cementerios para animales”. El hombre solo se salva a sí mismo, traicionando al resto de los seres vivos.
Después de que la población abandonara el lugar, en las aldeas entraban unidades de soldados o de cazadores que mataban a tiros a todos los animales. Y los perros acudían al reclamo de las voces humanas…, y también los gatos. Y los caballos no podían entender nada. Cuando ni ellos, ni las fieras ni las aves eran culpables de nada, y morían en silencio, que es algo aún más pavoroso”.