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Cine
Abou Sene: “Me gustaría que Stolen Fish llegase a las manos adecuadas y poder mejorar la situación de Gambia”
Abou Sene recuerda que decidió participar en el documental Stolen Fish porque le gustó la mirada de Gosia Juszczak “ella era vecina de mi hermano y cuando me contó la idea me pareció que era una buena manera de dar a conocer el problema que hay ahora mismo en Gambia”.
Se refiere al expolio que ejercen las fábricas de pescado chinas en la costa del país y que dejan los mares desérticos, consecuencia del modelo de pesca que llevan a cabo. “A las fábricas chinas les da igual qué tipo de pescado sea, no miran nada, si son tortugas o peces pequeños que aún no se pueden coger”. Una actividad que llevado a China ser el mayor exportador de harina de pescado del mundo. “Además, el problema es mucho más grande ahora porque han montado una estructura en la que muchos de los vecinos también trabajan para ellos y así tienen controlado el mar, el mercado y la gente” comenta muy serio Sene.
Con este punto de partida la directora Gosia Juszczak quería relacionar directamente este expolio con el aumento de las migraciones forzadas en este país africano. Así fue como decidió adentrarse en la realidad de Gambia. “Fue muy difícil grabar este documental” cuenta Abou. “No teníamos mucho apoyo y la gente tenía mucho miedo a participar y contar sus historias por miedo a las represalias”. Abou resalta que Glosia fue muy valiente por todo lo que tuvo que soportar durante la grabación. Él, como activista, tenía claro que quería contar su situación, la historia de su país con la esperanza de que dar a conocer una realidad e intentar cambiarla.
Gambia
Las fábricas de harina de pescado chinas expolian el país más pequeño de África
Gambia, con menos de dos millones de habitantes y gran dependencia del mar, sufre las consecuencias de la nueva gran demanda del gigante asiático, que se ha convertido en el máximo importador mundial de harina de pescado.
Por su lucha como activista de diferentes causas, entre las que también se encuentra su oposición contra la mutilación genital femenina, Abou Sene estuvo amenazado y recibió dos ataques después de grabar el documental. “Hay un momento durante el rodaje en el que yo me planteo realmente si tengo que marcharme o no, pero no estaba seguro“. Explica que, por un lado, le gustaba su vida en Gambia, aunque al mismo tiempo la responsabilidad con su hija le obligaba a protegerse.”Mi hija necesita a un padre y si me hubiese quedado en Gambia no habría estado a salvo, más bien fue mi condición de activista la que me obligó a salir y pedir refugio en otro país”. Cuenta que el día en el que vio claro que debía partir fue cuando su madre le pidió que dejara el activismo. “En la comunidad no se veía bien y le decían que no había criado a un buen hijo” y continúa “yo era algo que no iba a hacer, así que un día sin decir nada a nadie vendí mi barco y marché”.
“Cuando uno está allí no conoce muchas cosas de la realidad de Europa, pero yo veía como la gente que estaba fuera podía mandar dinero a su familia y con eso se les ayuda a vivir, todo el mundo quiere eso”.
Abou cuenta que abandonar Gambia fue duro porque a él le gustaba la vida que llevaba. “A mi me gustaba mucho ser pescador, para mi tribu no es algo que se elija, es algo que llevamos en las venas” y explica que en su comunidad cuando estas rodeado de tu familia y tienes el estómago lleno eres feliz, hasta que un día no tienes con qué llenarlo.
“Cuando uno está allí no conoce muchas cosas de la realidad de Europa, pero yo veía como la gente que estaba fuera podía mandar dinero a su familia y con eso se les ayuda a vivir, todo el mundo quiere eso” relata. Así, un día sin decir nada a nadie vendió su barco y se embarcó en otro con la idea de cruzar a Europa. “Si mi familia lo hubiese sabido no me habrían dejado venir, hay muchos padres que ven a cómo sus hijos un día desaparecen y no los vuelven a ver ni saber de ellos nunca más”. Abou llegó a Tenerife el pasado mes de noviembre y lo hizo por la ruta canaria, considerada la más ruta migratoria más peligrosa de la actualidad.
Magda, la hermana de la directora, cuenta que Gosia fue a las islas a ver cuál era la situación de Abou. “Estaba completamente en shock, pero decidió grabar su llegada y así ver si tiene sentido continuar grabando un poco su historia activista aquí”.
Ante la pregunta de qué ha significado para él participar en Stolen Fish cuenta que se le ha abierto una vía mucho más amplia de hacer activismo y de llegar a más personas. Saca su teléfono móvil y me enseña un cartel con todos los países en los que se va a proyectar próximamente el documental. “ Eslovaquia, Bélgica, Estados Unidos... son lugares donde esta historia se va a conocer y en eso estoy focalizado ahora mismo”.
Además, junto con Gosia, se encuentran planteando una segunda parte del documental, que pretende centrarse en la vida de Abou aquí en España. Hasta entonces, podemos acercarnos a la realidad de muchos gambianos a través de Stolen Fish.