El derecho a darse un chapuzón en los ríos urbanos

Copenhague, París o Zúrich están recuperando una costumbre que también fue usual en Madrid, Sevilla o Zaragoza hasta la segunda mitad del siglo XX.
Islands Brygge
Islands Brygge, en Copenhage. Alex Berger. CC BY-NC

Historiador y redactor de Nortes.me
BSK: @diegodiaz1981.bsky.social

4 sep 2025 05:45

Madrid, Sevilla o Zaragoza fueron algunas de las ciudades españolas de interior en las que la práctica del baño fue frecuente en sus ríos hasta la década de los 50. Si buscamos fotos antiguas, encontraremos imágenes de multitudes disfrutando en plena ciudad de las aguas del Manzanares, el Guadalquivir, el Ebro y otros ríos. En la capital aragonesa llegaron a funcionar a principios del siglo XX varias playas fluviales e incluso un elegante balneario de madera, inaugurado en 1928. De titularidad municipal, el equipamiento supuso una revolución para el ocio de las clases populares zaragozanas. También Madrid contó durante la Segunda República con una playa artificial, la primera de España, en el monte de El Pardo. Público y gratuito, el espacio, en plena naturaleza, y al que se dotó de arena y un embalse de 80.000 metros cúbicos de agua, fue un éxito desde su inauguración, en 1932, y formó parte de los inacabados proyectos republicanos para extender el derecho al ocio y el tiempo libre entre las clases trabajadoras.

Tras el final de la Guerra Civil la costumbre de bañarse en los tramos urbanos de los ríos se mantendría, pero con los 50 y el desarrollismo económico la contaminación fue haciendo cada vez más difícil darse un chapuzón en ciudades que se encontraban en plena expansión y crecimiento demográfico. Progresivamente la costumbre de bañarse en los ríos fue quedando relegada al mundo rural.

Copenhague fue pionera a principios del siglo XXI en la recuperación de un espacio para el baño en pleno centro de la ciudad

¿Fue España una excepción? No. Un proceso similar se dio en toda Europa en el siglo XX. En otros países cuya industrialización y expansión urbana fue más temprana que la nuestra el baño en los ríos urbanos también se perdió antes. Por esa misma razón también en Europa nos llevan la delantera. Y al igual que en otras ciudades europeas donde el proceso de renaturalización de los ríos lleva décadas de adelanto con respecto a España, también al norte de los Pirineos se encuentra mucho más avanzado el proceso de recuperación de los tramos fluviales urbanos para el baño. El caso más conocido es el de París, que desde los Juegos Olímpicos presume ante el mundo de su recuperación del Sena, pero no es el único.

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Bañistas en el Ebro en 1931. Foto: Archivo Zaragoza Antigua.


Copenhague fue pionera a principios del siglo XXI en la recuperación de un espacio para el baño en pleno centro de la ciudad. El arquitecto danés Bjarke Ingels fue el encargado de remodelar un canal urbano para convertirlo en las Islands Brygge, un auténtico “palacio del pueblo”, por usar la terminología del sociólogo Eric Klinenberg sobre los espacios públicos. El encanto de esta playa artificial danesa reside en que no se encuentra en un espacio periurbano o seminatural, sino en lo que antes era una zona industrial en decadencia, una zona que el equipo de Ingels logró humanizar y hacer atractiva al baño sin por ello borrar su pasado industrial. La playa por ejemplo conserva una de sus antiguas grúas portuarias. Oslo y Gotemburgo son otras ciudades nórdicas con espacios urbanos recuperados para el baño.


También Viena cuenta con una playa en el Danubio, y siguiendo su curso podemos llegar 300 kilómetros río abajo a la playa pública de Budapest. Suiza es no obstante el país europeo que abandera hoy la recuperación de los ríos urbanos para el baño, tras décadas de contaminación y algunos dramáticos episodios de insalubridad pública como un brote de fiebre tifoidea que acabó en 1963 con tres muertos y decenas de heridos, o un vertido químico en 1986 que tiñó de rojo el Rin.

En total, Zurich cuenta con una veintena de espacios aptos para el baño entre el río y el lago. Unos se encuentran en parques y zonas más o menos naturales, y otros en plena ciudad

Tras grandes inversiones en descontaminación y mejora de la calidad de las aguas, en Zúrich las playas fluviales forman hoy parte del paisaje del río Limmat a su paso por la ciudad más poblada de Suiza. En total, Zurich cuenta con una veintena de espacios aptos para el baño entre el río y el lago. Unos se encuentran en parques y zonas más o menos naturales, y otros en plena ciudad, donde se han levantado plataformas para que la ciudadanía pueda bañarse y tomar el sol. También Basilea y Berna cuentan con zonas aptas para el baño urbano.

El movimiento de las “ciudades nadables”

El tirón mediático de las playas parisinas ha puesto de moda el concepto de “ciudades nadables” al que también Londres quiere sumarse con un ambicioso proyecto para que en la próxima década pueda ser posible el baño en el río Tamesis.

El movimiento de las ciudades nadables, al que están afiliadas 83 urbes de 30 países, celebró la pasada primavera un congreso en Rotérdam, donde está en marcha un plan para regenerar Rijnhaven, una antigua zona portuaria hoy en desuso. El congreso de hecho arrancó con una multitud de bañistas lanzándose a las aguas de este antiguo astillero.

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Bañistas en el Rin, Basilea, Suiza.


El impulso de recuperar los ríos no siempre está llegando desde las instituciones. A veces también parte desde la ciudadanía organizada. En Berlín una asociación ha sido la impulsora de los planes para recuperar como nadable el Spree, el río que surca el casco histórico de la capital alemana. Los activistas, que han organizado baños reivindicativos, recuerdan que hace un siglo el baño era posible en pleno centro de Berlín, y exigen medidas de descontaminación para que pueda volver a ser posible disfrutar de las aguas en los periodos estivales.

Los defensores de las ciudades nadables afirman que existe un “derecho a nadar” y argumentan que los procesos de regeneración de los ríos, zonas portuarias, canales y otros espacios vedados al baño por la contaminación mejoran el paisaje, la cultura y la economía de las ciudades, así como la calidad de vida de sus ciudadanos, sobre todo de los de menos poder adquisitivo, con menos acceso a piscinas y vacaciones en la playa. También señalan que la integración del agua en la vida urbana aumenta la conciencia ecológica de la ciudadanía. Beatriz González, geóloga y militante de Ecoloxistes n'Aición d'Asturies, apunta que aunque los beneficios sociales de la recuperación de los ríos para el baño sean indudables, esta debe ser en todo caso compatible con la preservación de unos cauces que a menudo han sido maltratados, desfigurados y “convertidos en canales”.

González, que ha participado en el proyecto para la renaturalización del río Piles en Xixón, argumenta que no todas las zonas son aptas para el baño, tanto por motivos de peligrosidad como por falta a veces de suficiente caudal: “los grandes ríos como el Danubio facilitan mucho las cosas en comparación con los que en verano llevan poco caudal donde la lamina de agua no siempre es suficiente para permitir el baño”. En su opinión la descontaminación es una medida muy positiva para la regeneración de los ecosistemas fluviales, pero otras intervenciones como la creación de pequeñas presas para facilitar el baño, “debería ser muy cuidadosa y respetuosa” para no volver a incurrir en el error de tomar el río como un canal de agua, y no como un espacio natural, con vida y en permanente cambio.

En España ciudades pequeñas como Cuenca cuentan con playa fluvial. Otras como Lugo proyectan ahora una plataforma para permitir el baño en el río Miño. También en Galicia, Ourense cuenta con unas concurridas termas públicas, al aire libre, también a orillas del Miño. Sin embargo ninguna gran ciudad parece por ahora interesada en garantizar a sus vecinos un chapuzón urbano en tiempos de cambio climático y olas de calor que cada vez ponen más difícil el verano en la España seca.

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