Cómic
Taina Tervonen: “Las fronteras roban la dignidad a los seres humanos”

Con el cómic ‘¿A quién benefician las migraciones? El negocio de las fronteras cerradas’, la periodista traslada sus reportajes a un formato, que de la mano del dibujante Jeff Pourquié, le permite condensar todo un panorama de las consecuencias de las políticas migratorias.
Taina Tervonen
Taina Tervonen.
29 nov 2024 10:17

Taina Tervonen lleva más de dos décadas hablando de las migraciones a través de sus reportajes periodísticos. Una trayectoria en la que ha podido acercarse en distintas realidades producidas por la obsesión europea de blindarse ante aquellas personas que deciden, por diversas razones, emprender camino hacia el continente.

La autora francofinlandesa, que ha recibido varios premios por su obra sobre la memoria de la Guerra de Bosnia-Herzegovina Las sepultureras (Errata Naturae, 2022) y ha publicado recientemente en español Los rehenes  (Errata Naturae, 2024), en el que profundiza sobre el expolio colonial, llega con una apuesta muy distinta, un cómic sobre las fronteras en el que recupera su trabajo como periodista para adentrarse en la necropolítica migratoria.

En ¿A quién benefician las migraciones? El negocio de las fronteras cerradas (Garbuix Books, 2024) Tervonen se alía con el dibujante Jeff Pourquié para plasmar un mosaico de dolores, muertes, violencias, beneficios millonarios, deshumanización, solidaridad y dignidad, recopilados de su propio trabajo documentando el movimiento humano a un lado y otro de las fronteras europeas. Se trata de una obra dura, pero también pedagógica y completa que bien podría estar en las bibliotecas de todos los institutos.

Se habla mucho de las migraciones como una especie de amenaza o un problema que no se sabe bien cómo gestionar. Pero de lo que se habla menos, es de a quiénes beneficia esta forma de abordar el movimiento humano, qué intereses apuntalan los muros de la Europa Fortaleza.
Sí, es una pregunta que se hace muy pocas veces, y me permite analizar la situación de una manera ligeramente diferente. Es cierto que cuando se hace esta pregunta, lo primero en lo que piensa la mayoría de la gente es en las redes de traficantes de personas, se dicen a sí mismos: “son los traficantes de personas quienes se están aprovechando de la situación”. También son a quienes señalan los medios de comunicación la mayoría de las veces. Pero no son en absoluto los únicos que se benefician. Como en todos los sistemas, hay abusos, hay gente que se aprovecha. Es decir, los abusos existen porque a otras personas les interesa organizar esos abusos y aprovecharse de ellos. Este tema me ha interesado desde el principio.

Llevo 25 años trabajando en temas de migración, desde que soy periodista. Y creo que lo primero que me llamó la atención cuando empecé a trabajar en migración fue hasta qué punto hay dinero en juego, siempre, siempre, siempre. Esto sucede ya en la primera capa, que son los contrabandistas, con todo lo que tienes que pagar para viajar. Yo no podría permitirme viajar de esa manera. No tengo suficiente dinero, un billete de avión cuesta mucho, mucho menos que cruzar las fronteras irregularmente. A parte de los problemas de seguridad que migrar de esta manera implica.

Cuando planteas la cuestión del dinero y de la circulación del dinero, te da otra perspectiva, otro enfoque, te permite otra lectura. Saca a la luz cuestiones en las que no piensas necesariamente al principio, y ves cómo tiene un sentido, siempre parece un sistema que encaja y puedes ver cómo funciona.

Los cómics te permiten hacer cosas que no son posibles en el periodismo más tradicional, y además funcionan bien con los lectores

¿Y por qué has decidido retratar temas tan duros y tan complejos a través del cómic?
Todo lo que aparece en el libro se publicó entre 2015 y 2022 como reportajes periodísticos. Para este proyecto fui a la redacción de Revue dessinée, una revista Francia, que publica periodismo en formato de cómic. Yo ya había hecho un primer trabajo con cómics, pero con alguien que estaba empezando. Habíamos trabajado juntos en la ciudad en la que vivíamos y me gustó mucho la experiencia, me gustó la forma en que se cuenta la historia, cómo se pueden transmitir cosas a través de dibujos que no se pueden transmitir en absoluto a través del texto. También da al periodista más libertad para enfocar las cosas de otra manera.

Por eso fui a hablar con la gente de Revue dessinée y les hablé de la investigación que acababa de terminar en ese momento sobre las desapariciones en frontera. Les gustó y fueron ellos quienes me dirigieron a Jeff Pourquié, que es el ilustrador. Y me gustó mucho la forma de trabajar de Jeff. Fue muy fluido colaborar y, sobre todo, aprecié mucho el resultado que obtuvimos. Cómo partir de una investigación muy fría, en la que hay algunas escenas en las que estamos con gente, alrededor de la frontera entre Serbia y Hungría, pero por lo demás es mucha evocación, y la forma en la que Jeff ha tomado este tema en los cómics, cómo ha trabajado los colores, cómo ha trabajado las siluetas anónimas, la silueta de la persona que se ahoga.

Y pensé que los cómics te permiten hacer cosas que no son posibles en el periodismo más tradicional, y además funcionan bien con los lectores. En otras palabras, estás haciendo exactamente el mismo trabajo, como periodista no cambia la investigación. Pero tienes que utilizar menos palabras y, obviamente, menos espacio para las palabras. Y al mismo tiempo, el dibujo puede asumir cosas que no podemos expresar de la misma manera, con una subjetividad quizá aún mayor.

Comic migrantes 1

Hablando de subjetividad, incluís el uso de la primera persona, apareciendo en la historia con un rol de narradora, ¿cómo habéis tomado esta decisión?
Esto lo introdujo Jeff con este primer reportaje porque era algo muy frío. Yo no quería que lo hiciéramos en absoluto. Fue él quien me lo sugirió en un momento dado, pues veía que empezábamos con un tema que no estaba muy encarnado. Me explicó que en los cómics hay que representar cosas, así que a veces también hay que representar personas. “¿Estarías de acuerdo en que te dibujara y fueras tú el narrador de esta investigación?”, me dijo. Yo no estaba a favor de esta idea al principio, no quería, dije, “no, ese no es mi lugar”. En resumen, me sentía muy incómoda con esa solución. Pero él insistió. Y entonces me dijo, “escucha, ¿me dejas que pruebe y te muestro cómo quedaría?” Y yo dije: “de acuerdo, vamos a ver”. Al fin y al cabo, él es quien sabe hacer cómics. Y así llegó con un primer storyboard en el que nos había dibujado a los dos —también se dibuja a sí mismo en esta serie— y pude ver que funcionaba.

Pude ver que me permitiría ir un poco más lejos, lo que aportaría en términos de narración. Entonces, empiezas a organizar la historia y por eso, al final de este reportaje, me agarré a este juego e incluí cosas sobre mi propio recorrido, algo que nunca había hecho como periodista. Y me dije, “bueno, no sé cuál será el resultado”. Así que simplemente escribí dos o tres frases sobre mi historia al final del cómic, las dejé ahí diciéndole a Jeff: “puedes hacer lo que quieras con ellas, si no te parecen relevantes, puedes quitarlas”.  Él las tomó y las puso en un dibujo donde me representó como un niña. Me dibujó siendo niña, sin consultarme. Pero cuando me lo enseñó, tenía sentido. Me dije, “vale, funciona en ese momento porque me permite plantear esta pregunta que es realmente mía y que me doy cuenta de que los demás no se plantean”. En otras palabras, soy consciente de mi privilegio de tener un pasaporte europeo y de la libertad de circulación que conlleva. Pero la gente que me rodea lo ignora por completo y se les escapa. Plantear esta pregunta en este lugar, allí, era una forma de aportar también algo más a los lectores.

Hay una organización de la desaparición, que niega a las personas su condición de seres humanos

Por un lado está la culpa por ese privilegio del pasaporte europeo de la que hablas como narradora, un privilegio como contracara de la muerte a la que se enfrentan quienes carecen de ese privilegio: de hecho es con esa muerte con la que empieza el cómic. ¿Por qué empezar con el final de las historias?
Sí, tuvimos hecha esta parte sobre las desapariciones bastante rápido. En términos cronológicos, no fue la primera que acabamos. Pero cuando pensamos en el orden de las historias en el cómic, nos pareció que empezar así era el orden correcto. También porque plantea la cuestión de la frontera que mata, pero no solo mata. Las fronteras, como se dice, roban la dignidad a los seres humanos. Eso es lo que ocurre. Pierden su dignidad más allá de la muerte, porque no buscamos los cuerpos, y cuando se encuentran los cuerpos, no intentamos identificarlos. Para mí, estas son cuestiones fundamentales sobre los efectos y las consecuencias de la política migratoria, y realmente plantean la cuestión de nuestra responsabilidad compartida como europeos. Porque cuando se nos dice que se protegen las fronteras, lo hacen en nuestro nombre, en nombre de todos los europeos, para protegernos a nosotros. No creo que eso sea algo que nos proteja porque es algo que produce muerte, produce violencia, brutalidad y abusos. Es algo que también pone a los europeos en situaciones en las que niegan su dignidad a otros seres humanos.

Estoy pensando en los guardias fronterizos, estoy pensando en los policías, estoy pensando en todas esas personas cuyo trabajo es vigilar las fronteras y que, debido a su trabajo, también se encuentran en situaciones en las que no respetar a los demás se convierte en la regla, se convierte en la norma. Y estas son cosas que también dañan a las personas que se ven obligadas a hacerlo, que se encuentran en estas situaciones. Creo que es algo de lo que no hablamos mucho, y es un tema al que también soy sensible porque trabajé sobre la desaparición en un contexto completamente diferente en Bosnia-Herzegovina y con el tema de la limpieza étnica, el genocidio o la cuestión de ¿qué produce el genocidio? ¿Qué le hace a la gente? Es una cuestión central, al igual que ¿qué es la desaparición? Hay una organización de la desaparición, que niega a las personas su condición de seres humanos.

Más allá de las personas que están a cargo de la frontera, esta todo esta simbiosis entre la buena salud de la industria de control y las opciones políticas que se alimentan del miedo o el desprecio al otro, ¿cómo se puede cortocircuitar esta simbiosis tan problemática, cuando por un lado tenemos grandes factores de expulsión de población de sus países de origen, y por otro, un cierre total de fronteras?
No sé cómo. Una cosa está muy clara: no se puede impedir que la gente se mueva. Simplemente no se puede. Los seres humanos siempre se han movido. No se pueden poner guardias fronterizos cada diez metros. Aunque pongamos drones, cámaras de vigilancia y demás, la necesidad de moverse es tan fuerte que la gente está dispuesta a correr riesgos muy altos para cruzar fronteras. Así que eso también es imposible. Lo que Europa está intentando hacer en este momento, y cada vez más, es negar la dignidad humana a quienes cruzan la frontera.

Estoy pensando en lo que está pasando en Polonia, y también en lo que está pasando en Finlandia, que es mi país de origen, donde, por ejemplo, se ha aprobado una ley para suspender la posibilidad de solicitar asilo cuando el gobierno decreta que hay una situación de crisis en la frontera. En este caso, estamos pensando en la frontera con Rusia. Así que en este caso, a las personas que intentan cruzar para pedir asilo no se les permite ni siquiera solicitarlo. Este es una de las barreras legales que está empezando a derribarse, pues se le da al gobierno el derecho a decidir cuándo se trata de una situación de crisis, entrando en un procedimiento que permite abusos. Polonia está presionando para que ocurra exactamente lo mismo. Y cuando se observa lo que se está haciendo con el Pacto Europeo sobre Inmigración y Asilo, se ve exactamente la misma lógica, es decir, poder plantear situaciones de crisis con muchas comillas, que autorizan comportamientos que se consideran excepcionales.

Sabemos que este tipo de comportamiento excepcional tiende a generalizarse, y que niega a otras personas sus derechos. El hecho de que la seguridad de las fronteras se considere más importante que los derechos humanos, está muy claramente en el centro de estos procedimientos. Esta es la prioridad. Las fronteras primero, los derechos humanos después. Ya hemos visto esto con el funcionamiento de Frontex, por los abusos que se han producido, sobre todo antes de la dimisión del director de Frontex, Fabrice Leggeri. El mismo que es ahora diputado al Parlamento Europeo por el Rassemblement National, el partido francés de extrema derecha. Eso dice mucho. En aquel momento en el que se denunciaban los abusos de Frontex, al menos en el discurso, seguíamos diciendo que no, que primero los derechos humanos y luego la frontera. Pero ahora, con lo que está ocurriendo en cada Estado y con la lógica del pacto, las cosas han dado un vuelco.

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Es una gran regresión
Son momentos muy preocupantes. Al mismo tiempo, lo que veo sobre el terreno es que siempre hay personas que se resisten, aunque sean personas que no necesariamente destacan los medios de comunicación, no lees sobre ellas en los periódicos, a menudo son personas que tampoco quieren destacar. A lo largo de los años he visto a personas, que a veces incluso a nivel individual, deciden tomar decisiones en su ámbito limitado, pero decisiones que son importantes. Pienso, por ejemplo, en Pavlos Pavlidis, médico forense en Grecia. Él recibe a las personas que se ahogan en el río Evros, todos los cuerpos de la gente que muere cruzando de Turquía a Grecia en este punto, acaba en su morgue. Él hace las autopsias, y ha decidido que cuando no tiene la identidad de la persona, va a tratar de encontrarla. Es su decisión personal. No tiene ningún medio en particular para hacerlo, pero ha decidido que es importante hacerlo y lo intenta. Y a veces lo consigue, a veces no. Pero hace lo que está en sus manos.

En enero publicaré otro libro, Les Veilleurs [Los Vigilantes]. Trata de cinco personas que, de forma totalmente individual, reciben llamadas de socorro de barcos que cruzan el Mediterráneo o el Atlántico. Un barco está cruzando, se avería y hay que rescatarlo. Llama a estas personas que acuden a avisar a los servicios de emergencia. Hay colectivos como Alarm Phone, o Caminando Fronteras que también hacen esto. Pero también hay quienes que no están involucradas en asociaciones en absoluto, y yo hablo de el caso de estas cinco personas, de una en particular, para quien recibir llamadas de socorro se ha convertido casi en su ocupación principal. Es una señora jubilada que se pasa el día haciendo esto.

Pero el sistema también prevé esa solidaridad y la castiga
Sí, eso es cierto. Esta es una etapa preocupante, pero también, por lo que veo sobre el terreno, lo que yo llamo resistencia, son personas que ya son conscientes del peligro e intentan actuar sin sobrepasar ciertos límites legales. Cuando se acercan demasiado al límite legal, toman precauciones. No son en absoluto personas ingenuas. También por eso hablo de resistencia, porque tengo la impresión de que hay ahí algo bien meditado, en un marco donde la solidaridad va a ser complicada, va a ser criminalizada. Pero necesitamos tener un poco de esperanza. Porque, sinceramente, cuando pienso en los últimos 25 años, las cosas se han vuelto cada vez más difíciles.

No se puede impedir que la gente se mueva, no se puede impedir que la gente sea solidaria. Tampoco se puede detener completamente la solidaridad, no se puede detener la empatía. Y cada vez hay más gente que se organiza para intentar encontrar formas de actuar. Para ver qué margen de maniobra tenemos. Estamos hablando de operar dentro de ese margen de maniobra.

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Parece sin embargo que se achica ese margen cuando cada vez se desplaza más la frontera hacia el sur. 
La externalización lleva mucho tiempo produciéndose. A mí me interesa observar, cómo se organiza la resistencia también en los países de origen. Pienso en Senegal, por ejemplo, que es el país que mejor conozco, donde se está organizando la resistencia, donde hay asociaciones, individuos y grupos, redes que actúan sobre el terreno para luchar contra la externalización. Y también están llevando su voz a la arena pública. Por ejemplo, cuando Frontex quiso instalarse en el país para poder patrullar las aguas territoriales senegalesas con el fin de impedir la salida de personas, no lo consiguió. Esto no significa que no haya agentes de Frontex en Senegal. Es muy probable que así sea. Pero en cualquier caso, no tienen autorización para estar en aguas territoriales senegalesas. No es el caso de Mauritania, por ejemplo. Donde puede haber patrullas de Frontex.

Necesitamos crear más y más vínculos entre esta resistencia a ambos lados de la frontera, porque de hecho estamos luchando por las mismas cosas. Pienso aquí también en cómo podemos utilizar el privilegio que tenemos con el pasaporte europeo, para organizar luchas juntos. Vamos a reunirnos allí y pensar cómo. Con las herramientas que tenemos, que son extraordinarias hoy en día —Internet, con los teléfonos móviles— podemos conectarnos muy fácilmente.

 Comic migrantes 2

En el cómic hay una parte muy ilustrativa en la que se muestra cómo el dinero de la cooperación acaba siendo destinado al control migratorio, ¿por qué es necesario iluminar esto y qué dice de Europa?
Se habla en concreto del Fondo Fiduciario de Emergencia de la Unión Europea para África. Es muy extraño, de hecho, el modo en que funciona, porque es dinero que se sacó de los fondos de ayuda al desarrollo y ahora se canaliza hacia el control de fronteras, que cada vez es más importante. Es importante, una vez más, analizar el flujo de dinero: es decir, este dinero que se da para el control de fronteras, ¿a quién beneficia? No es a los países de origen sino a las industrias que venden los medios de control. Incluso con el dinero de la ayuda al desarrollo, en el sentido tradicional del término, que se gasta en proyectos de formación, se pide a quienes dirigen estos programas que digan cómo van a evitar que la gente se vaya.

Es una lógica que se ha aplicado en muchos lugares: si no tienes en cuenta cómo tu proyecto va a impedir que la gente migre, no vas a recibir dinero para tal o cual proyecto. Y una vez más, no son tanto las asociaciones de los países de origen las que se benefician de este dinero, pues a menudo se entrega a las agencias de desarrollo europeas y se utiliza para pagar los sueldos de los expatriados. Y así es como circula ese dinero. Luego, hay algo muy extraño en esta lógica, y es que la gente piensa que si mejoramos las cosas, si la gente tiene trabajo en casa, no se volverá a marchar. En parte es cierto para algunos, pero no para todos. Pues en general, lo que se le dice a la gente en los países de origen es que van a montar tu propia tienda, que les van a ayudar a montar su propia peluquería...  Así que realmente se trata de emprender. No tengo nada en contra del espíritu empresarial, está muy bien, pero para crear una empresa necesitas un mercado, esa es la base. Así que si no hay mercado, esto no funcionará.

Cuando los ingresos de las personas aumentan, su movilidad también aumenta porque tienen la oportunidad de desplazarse

De hecho, hay un montón de estudios sobre estos temas que muestran muy claramente que no es porque los ingresos de las personas aumentan que su movilidad disminuye. Al contrario: cuando los ingresos de las personas aumentan, su movilidad también aumenta porque tienen la oportunidad de desplazarse. Es bastante fácil cuando se piensa en ello. Desde un punto de vista europeo, parece bastante claro. Así que esta idea es en realidad una ficción que nos están contando: “Si las cosas van mejor en casa, no te irás. Si te ganas mejor la vida, no te irás”. No, no funciona así. De hecho, las razones para irse son tan diversas y están tan estrechamente ligadas a cada individuo que siempre habrá gente que quiera o necesite irse.

Es cierto también que no todo el mundo quiere irse, siempre hay gente que se queda también y nos olvidamos un poco de eso. Y la mayoría de las veces, la gente que se queda —o al menos lo que yo veo en Senegal, pensando en personas muy concretas que conozco y que tienen mucha gente a su alrededor que se han ido— es porque allí han encontrado su lugar en la sociedad. No es sólo que tengan un trabajo. Sí, tienen trabajo, tienen ingresos, tienen una red de amigos, una familia, en resumen, están construyendo algo y, sobre todo, tienen la impresión y la confianza de que lo que están construyendo es posible. Creo que lo que a menudo impulsa a la gente, especialmente a los jóvenes, a marcharse, es que no tienen confianza en el futuro de su país, ninguna confianza en que podrán vivir dignamente en su propio país, en que tienen un futuro que construir en su propio país.

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Y cuando parten a buscar ese futuro negado se les caza, con toda una tecnología puesta al servicio de apresarles. Tú retratas una de esas escenas de detención en frontera mostrando la indefensión y desaliento que se apodera de las personas que son detenidas viendo sus proyectos frustrados. 
Creo que es algo muy doloroso. Es un poco complicado para mí decir algo al respecto porque no estoy en ese lugar. Pero lo que veo con la gente con la que he hablado que se ha encontrado en esta situación, es que tiene un impacto en su salud mental. Puede que no sea inmediatamente visible, pero está ahí. Son cosas que permanecen y que, como todos los traumas, pueden resurgir más tarde o dañarnos. Y no puedo dejar de pensar en estos temas. Pienso a menudo en la trata de esclavos, en la esclavitud, porque creo que hay un vínculo entre aquello y la violencia policial en Europa o en Estados Unidos. Para mí se trata de cosas que están conectadas, aunque nadie en la Unión Europea diga que vamos a crear una situación en la que las personas negras se encuentren en situación de esclavitud. Espero que no, no es ahí donde estamos.

Estamos creando las condiciones para el tráfico de seres humanos en Europa, con todo el trabajo que se hace sin permiso de residencia, y todos los abusos que son posibles así

Pero en realidad, tenemos situaciones en las que la gente es encarcelada, vendida y obligada a trabajar. Pienso en particular en la situación de Libia. Estamos creando las condiciones para el tráfico de seres humanos en Europa, con todo el trabajo que se hace sin permiso de residencia, y todos los abusos que son posibles así. Y tengo mucha admiración por la gente que, una vez atrapadas en el sistema, consiguen resistir, consiguen luchar, consiguen mantener una especie de fe en el futuro. Siguen luchando con todas las consecuencias que esto les pueda traer, no sólo en términos de inseguridad económica, sino también en términos de peligro físico, riesgos para su propia seguridad, para su vida. O riesgos en términos de salud mental, y ese es un tema del que hablamos mucho menos.

Hay algunas personas que trabajan especialmente en la cuestión de la salud mental. Estoy pensando en un psiquiatra que conocí en Francia que trabaja en este ámbito y que me dijo algo muy llamativo: Que la mayoría de las personas que llegan son hombres jóvenes en perfecto estado de salud porque, de hecho, hay que tener buena salud para hacer todo el viaje. Así que se trata de personas con buena salud, que no han costado absolutamente nada a la sociedad francesa porque llegan y salen al mercado laboral, y pagan también sus impuestos. Pero su salud mental se deteriora, a menudo, muy rápidamente. Y al cabo de dos o tres años, tienen muchas más probabilidades de sufrir problemas de salud mental que la población general, porque no sólo tienen que enfrentarse a los riesgos, peligros y traumas del viaje, sino también a la vida sobre el terreno, que es muy, muy precaria y peligrosa. Y luego, sencillamente, a menudo estás muy aislado, aunque tengas compatriotas, aunque a veces tengas amigos, etc. Sigues estando en una cultura muy diferente de aquella de la que vienes. Una cultura extranjera, en un país extranjero donde no es tan fácil encontrar tu lugar. Y hablo por experiencia, porque recuerdo muy bien cuando yo llegué a Francia. No había nacido en Francia y no conocía a nadie. Pero soy blanca y tenía mi pasaporte finlandés.

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