Turismo
¿Cómo reducir nuestro impacto como turistas? Parte 2

«¿Existe el turismo sostenible? ¿Tenemos derecho al turismo? Con los años me he acabado por convencer a mí mismo, aunque es una opinión polémica y no la expreso en todos los ambientes, que no hay una forma de turismo sostenible. Eso no quiere decir que haya que sentirse mal por querer irse de vacaciones o querer viajar, al contrario», así opina Pau Kokura, de Canviem el Rumb, la plataforma por el decrecimiento turístico de las islas de Ibiza y Formentera, que continúa, «para mí esa es la clave, diferenciar entre lo que es un sector económico industrializado (turismo) y lo que es una actividad inherente al ser humano (comer, viajar, descansar), que tampoco está exento de matices y responsabilidades, a veces incluso confrontadas, según como se ejerza». 

En este sentido se expresa Belén García de la Torriente, autora del informe Turismo en ciudades, todo ello «no significa que viajar sea siempre alienante, ni consumista. Existe un deseo legítimo de disfrutar de paisajes distintos, arquitecturas o culturas, pero el equilibrio entre su disfrute y sus consecuencias parece difícil de alcanzar» y señala algo a tener muy en cuenta, «el turismo no es solo un sector económico, es una actividad personal encaminada a la gestión del ocio, pero no un derecho. El derecho adquirido es el de un periodo no laboral remunerado y la gestión personal de ese descanso». 

Ante la complejidad de la problemática, evitaremos hablar de turismo sostenible, para limitarnos a reflexionar sobre cómo reducir, más o menos, el impacto de nuestras próximas vacaciones. Todo ello sin intención de dar recetas para tal fin, siendo también conscientes de la dificultad de ser totalmente consecuentes, y de que ello no debe llevarnos a la frustración, sino que cualquier mejora que podamos establecer en nuestra conducta debe considerarse como algo positivo.

DÓNDE IR

A la hora de elegir destino, evidentemente, hay que pensar cómo llegaremos a éste. Siempre mejor en tren o autobús, y mucho mejor en coche que en avión por su gran incidencia en el calentamiento global. En este sentido, señala Pau Kokura, «corresponde a cada una de nosotras decidir si renuncia o no a volar en avión (como se renuncia o no a comer carne) pero la autolimitación debería afectar de forma diferente según cada situación. Hay clase trabajadora que tiene familiares en otros países, hay clase media que hace “escapadas” para evadirse de un trabajo y de una ciudad deprimentes, y hay élite que usa el jet privado como si fuera una bici... Hay que poner límites, pero siempre empezando por arriba y por lo superfluo». 

Igualmente, descartamos los cruceros, por su gran impacto, tanto ambiental (contaminación acústica y erosión de los fondos marinos, emisiones de gases de efecto invernadero, producción de residuos y generación de aguas residuales, incluyendo las aguas de sentina, que son las que proceden de los motores y turbinas, y contienen aceites usados e hidrocarburos varios), como socioculturales en los destinos por la saturación del espacio público y de los lugares más emblemáticos que provoca, entre otros efectos, perturbaciones en la seguridad y la movilidad.

Si nos referimos concretamente al destino, en el anterior artículo hablábamos de la posibilidad de ir de vacaciones a un pueblo, como un lugar menos afectado por la presión turística. Sin embargo, esta elección no será del gusto de muchas personas, que pueden preferir disfrutar de la playa. En tal caso, sobre todo en verano, es difícil hablar de lugares de costa que no se encuentren masificados, más teniendo en cuenta que lo que venimos a proponer no es un turismo exclusivo solo al alcance de unos pocos, que por otro lado, genera un gran impacto por las actividades que suele llevar asociadas (golf, yates…). 

Como decíamos, al elegir un destino de playa, seguramente tendremos que optar por un lugar turístico, aunque siempre podemos descartar aquellas localidades donde la afluencia es masiva. Además, podemos optar por periodos vacacionales donde el número de visitantes sea menor. 

Por último, cuando hablamos de evitar lugares masificados, también hay que tener en cuenta lo que indica Belén García de la Torriente, «últimamente se ha generado en el imaginario colectivo un nuevo prototipo aventurero viajador que potencia la industria turística que abomina del turista, lo rechaza y huye de los lugares masificados intentando buscar otro tipo de elitismo intelectual, mucho más agresivo con el medio pues expande la mancha de esta actividad tan intrascendente a lugares vírgenes en la búsqueda de experiencias cumbre y que se denomina a sí mismo viajero en contraposición al turista que desprecia».

DÓNDE ALOJARSE

En esta etapa del capitalismo que nos ha tocado vivir, cobran gran protagonismo los intermediarios, que sin arriesgar ni aportar gran cosa, acaparan grandes beneficios. Evitar intermediarios como Airbnb, que entre otras cosas anuncia miles de pisos turísticos ilegales, o Booking, contribuye, de alguna manera, a una mejor distribución de los beneficios que genera el turismo. 

Además, es imprescindible evitar los pisos turísticos que han afectado directamente al aumento brutal del precio de la vivienda y al desplazamiento de la población local del centro de las ciudades. 

Igualmente, como señala Laura Villadiego, de Carro de Combate, «los grandes hoteles a menudo tienen un impacto disruptivo mayor y el retorno económico en las zonas locales suele ser menor. Además, son habituales ciertos servicios, como grandes piscinas calefactadas o balnearios, que incrementan su huella medioambiental».

Evitando estas opciones, Laura Villadiego señala «ante esto, una opción alternativa es el alojamiento en pequeños hoteles locales o en casas de personas del lugar. A través de la web Ecobnb se pueden encontrar alojamientos sostenibles en diferentes países. Otra opción es HomeXchange, una plataforma que permite intercambiar la vivienda habitual cuando se está de viaje». 

En el mismo sentido apunta Kokura, «hay opciones alternativas, como el coachsurfing, el intercambio de casas recíproco, los albergues juveniles, pero no sirven a todo el mundo ni a todas las edades. Así que, si se decide ir a un hotel, a una casa rural o a un camping, mejor si es una empresa familiar que un gran grupo, no cuesta nada interesarse un poco por el proyecto económico que hay detrás». Y volviendo a la primera parte del artículo, en la que planteábamos otras formas de planificar las vacaciones, el activista de Canviem el Rumb concluye, «si seguimos el principio de “visitar personas y no destinos” probablemente durmamos en casa de conocidos, que es hackear el sistema de raíz».

Muchas veces, el tipo de negocio ya nos da pistas de si se respetan o no los derechos laborales de los trabajadores y las trabajadoras. En cualquier caso, es un tema sobre el que podemos tratar de informarnos. En este sentido, Vania Arana, portavoz del Sindicato las Kellys Cataluña, señala que se debe apostar «por los hoteles que tienen contratadas directamente a las trabajadoras, sin outsourcing o empresas de servicio que viven del trabajo esclavo», en este sentido, indica, «como turistas pueden exigir a las agencias que verifiquen si las trabajadoras del hotel en donde se van a hospedar son “camareras de piso” y son parte del hotel». Y si queremos ir más lejos, podemos «buscar los hoteles éticos que apuesten por la dignidad del trabajo».

La portavoz del Sindicato las Kellys Cataluña añade, «también se pueden colocar quejas por falta de ética y abuso con las camareras en TripAdvisor o hablar con el director del hotel en donde se alojan y dialogar sobre la imperiosa necesidad de dar un trato humano a las que limpian».

DÓNDE COMER Y QUÉ HACER

Una vez en el destino, nos planteamos, ¿dónde comemos? Igualmente, podemos evitar las grandes franquicias globales y los negocios destinados a los turistas, en busca de pequeños negocios familiares donde poder disfrutar de la gastronomía del lugar, preferentemente con producto local y ecológico. Aunque como señala Pau Kokura, hay que tener en cuenta que «interesarse por la gastronomía local es importante, pero también hay que ser consciente de cómo pueden afectar tus preferencias (por ejemplo, suavizando el picante de las salsas) y los precios, por estar en una posición de privilegio y alterar de forma artificial la demanda de la población local. El turismo lleva implícita una pulsión para “buscar lo auténtico”, pero descubrirlo como foráneo es el primer paso para destruirlo». 

Igualmente, de cara a reducir el impacto, nos planteamos a qué dedicamos el tiempo en nuestra estancia. Muchas de las actividades típicas en los destinos turísticos son de gran impacto para el medio, como las rutas en 4x4 o quad, el alquiler de motos acuáticas, las visitas a los parques temáticos (cuyo funcionamiento requiere ingentes cantidades de energía, y de agua en muchos casos, y donde se generan muchos residuos), etc. Frente a ellas, proponemos rutas en bicicleta o a pie, senderismo respetuoso con la naturaleza, etc. 

Por supuesto, para reducir nuestro impacto como turistas, es imprescindible mantener valores como la concienciación ambiental, la austeridad, bien entendida, el civismo o el respeto a los demás. 

Por ello es importante considerar que, como indica el activista de Canviem el Rumb, generalmente «al viajar se tienden a producir muchos más residuos», para evitarlo debemos evitar todo lo posible el empleo de elementos de un solo uso, como las aguas embotelladas, optando, en tal caso, por «llevar la misma botella de aluminio que usas en tu ciudad». 

Respecto al civismo o el respeto, Vania Arana indica, «en el hotel nos pueden ayudar guardando un orden en la habitación y dándonos una sonrisa o un bien día».

Y un consejo final de Kokura, «una vez ahí (en el destino), interaccionar con la población local y evitar la superioridad moral o la sensación de servilismo de quien te está sirviendo profesionalmente», que Arana resume en «calidad humana, dignidad y respeto».