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Contracultura
En la periferia de la cultura andaluza
“Cuidado con el Andalusian Crush”, es cómo termina el último spot con el que la Junta quiere retratar a Andalucía. Un lugar que plantea idílico y casi fantasmagórico por lo irreal. Una heredad en la que el tópico campea a sus anchas y que azuza a las gentes a sumarse a un halo que magnetice al turista y lo atraiga, cual flautista de Hamelín. Se habla de Picasso, de Lorca, de Lola, se reivindica un patrimonio que juega casi como atracción de Disneyland. Pero, ¿qué hay del ahora? ¿Es que no hay nada más que poner en valor?
A día de hoy hay proyectos culturales cuya devoción por la tierra en la que son producidos es manifiesta. Proyectos que conjugan elementos autóctonos, rurales y/o contemporáneos para generar espacios de creación y para compartir. Hacen suyo el acervo andaluz y no solo se apropian de él. Es en dichos proyectos en donde el hálito de Andalucía sigue exhalando el duende que muchos no saben encontrar en el presente, y que los lleva a pervivir en una cultura predominante que de explotarla convierte a las ciudades y sus habitantes en cómplices de que lo recién nacido no germine. La Semana Santa, el pescaíto frito, los tablaos masificados, la Alhambra..., no son los únicos elementos que existen en Andalucía, por mucho que ayuntamientos y gente afines a “la especulación cultural” se adhieran infinitamente. Hay quienes se organizan para crear cultura y espacios en los que vislumbrar lo que es Andalucía ahora. Algunos de ellos son Neo Bazar, en Málaga, y Marco Festival, celebrado en Obejo (Córdoba).
José Luis Reyes-Criado es uno de los ideadores de Marco Festival. Según él, la idea de crear un proyecto como el que gestiona partió “como la mayoría de los festivales que conozco: primero por la pasión por la cultura, aunada a la necesidad de llevarla a un lugar o de una manera diferente a lo que hay ya. En cierto sentido, con la intención de llenar una especie de vacío, para generar otros espacios culturales, de intercambio, formación y diversión en entornos naturales rurales. Nos juntamos un grupo de amigos en 2021. Ese fue el momento de crear un gran evento que hibridara nuestros intereses, la agroecología y el campo, el arte contemporáneo, los cuidados y las disciplinas holísticas, y por puesto, la música y el baile. Algo que no existía en nuestro entorno entonces y que sigue siendo prácticamente único”.
Sergio Croma, uno de los organizadores de Neo Bazar, comenta que “la idea de estos encuentros surge como respuesta a la tendencia actual de la creación artística andaluza que aborda desde el arte contemporáneo aspectos relacionados con el acervo cultural de nuestro territorio. No existía un punto de encuentro con este enfoque todavía en Málaga, y a ello se unió la necesidad del Ateneo de Málaga de proponer iniciativas dinámicas que alcanzaran a un nuevo público. De esta forma configuramos este proyecto que aúna arte contemporáneo y tradición en un programa en el que tiene cabida la artesanía, los talleres, las artes visuales y escénicas, entre otras disciplinas.”
Contracultura
Cine documental Los ojos que desean mirar Andalucía
Queda clara la necesidad de nuevos espacios en los que sean visibles la unión de la creación andaluza más contemporánea con formas de entender los contextos que ahora se dan en los espacios de convivencia, que distan muchos de aquellos por lo que Andalucía sigue siendo retratada. Como comenta Sergio Croma para este medio, “el mayor reto ante la organización de nuestros eventos es convertirlos en experiencias que pongan de manifiesto la diversidad y la riqueza de la creación local, al mismo tiempo que podamos acotarlas dentro de un marco concreto. Marco que, en nuestro caso, podría definirse como ‘nuevo andalucismo cultural’”. Respecto a los elementos que hayan hecho más fácil avanzar hacia ese objetivo, el integrante de Neo Bazar apunta al “cariño de cada uno de los creadores y creadoras que participan en cada actividad, así como el sentimiento de comunidad que generan estos encuentros”. Croma explica que cuando se habla de temas muy vinculados “a lo nuestro”; es decir, “a aquello que nos define como sociedad vinculada a un territorio, es fácil conectar y favorecer ese sentimiento.”
Las instituciones públicas, en muchos casos, solo se focalizan en proyectos nacidos en su seno, lo que limita que la cultura sea un espejo de la diversidad y necesidades sociales de una gran parte de la población
Otra de las problemáticas con las que este tipo de proyectos se encuentra es que conseguir inyecciones de presupuesto para convertirlos en viables a largo plazo se convierte en un trabajo en sí mismo. Esto es debido a que las instituciones públicas, en muchos casos, solo se focalizan en proyectos nacidos en su seno, lo que limita que la cultura sea un espejo de la diversidad y necesidades sociales de una gran parte de la población, convirtiéndose en un contexto altamente elitista y dado a ser altavoz de una minúscula parte de dicha sociedad.
“La principal dificultad siempre han sido los recursos humanos y materiales. Somos un grupo pequeño y no nos dedicamos a esto profesionalmente. Todos tenemos otros trabajos u obligaciones, por lo que la dedicación en muchos momentos del año es limitada, a pesar de que las exigencias de un proyecto como Marco Festival son enormes”, reconoce José Luis Reyes-Criado, que señala que desde 2021 consiguen financiación pública de las instituciones provinciales, que apoyan el festival financiando casi un 50% del presupuesto total.
Proyectos culturales en la periferia política
De hecho, esto hace que proyectos como los aquí mencionados partan desde la periferia política, social o territorial. A veces, las distancias más largas no son la que separan dos cuerpos, y sí la que separan dos formas de pensar y crear. Es por ello que la ideología predominante en un territorio determina claramente el desarrollo cultural que tendrá el mismo en los años venideros.
“Es muy difícil no darnos cuenta de la importancia de lo que nos rodea, del potencial que hay detrás de lo genuino y lo local”
Sergio Croma comparte con este medio que “nuestro proyecto parte de la reflexión, del análisis sobre aquello que nos identifica como comunidad, sobre el arte que se gesta desde los entornos rurales y los barrios, es decir, la periferia”. “Somos”, dice, “cultura de base”, y añade que “a primera vista, no parece importar, pero una vez que nos detenemos a observar, a conocer e investigar, es muy difícil no darnos cuenta de la importancia de lo que nos rodea, del potencial que hay detrás de lo genuino y lo local”. Por tanto, confíe en que proyectos como Neo Bazar ayudan a reforzar esa idea, “a poner el foco en aquello que parece no tener un lugar cómodo para desarrollarse”.
Marco Festival lleva dos años siendo el proyecto mejor valorado de la provincia por la Diputación de Córdoba, subraya Reyes-Criado. Actividades, como esta cita, que impulsa la asociación Le Fresnedilla, los ha situado en lugar destacado en la producción cultural de la provincia. “De hecho, somos parte del núcleo motriz ARDE, un proyecto impulsado por Espacio Plástico que pretende investigar el papel de las artes y la cultura en nuestra sociedad, poniendo a Córdoba como campo de trabajo. Esto no nos había pasado nunca hasta 2023. Que nos llamen, que nos inviten de aquí y de allí, a participar en proyectos, ponencias, etc. Nunca. Pero también pienso que hasta hace muy poco sí que nos hemos sentido así, en la periferia”, comenta José Luis, y recuerda a continuación otras iniciativas cordobesas como Selpia o Weekend Proms, “que llevan casi 20 años haciendo gestión cultural en ambientes rurales de la provincia de Córdoba, y siento eso: la periferia de la cultura pública”.
Respecto a las diferencias entre los medios rural y urbano, a lo que producción cultural se refiere, para Reyes-Criado el lugar de residencia es un factor muy relevante: “Ni yo ni mis compañeras de Marco vivimos en Obejo, la mayoría estamos en Córdoba. Eso nos hace cohabitar más con la producción cultural urbana, incluso como agentes activos. Sin embargo, para alguien que viva a 45 minutos de la ciudad es más difícil participar todas las semanas de 2 o 3 actividades. Parece obvio, pero a veces se nos olvida”.
Es en este punto donde cabe reflexionar aún más por la cultura que se defiende desde las instituciones, ya que la cultura institucional fomenta la idiosincrasia andaluza. “Sí. La defiende a su manera y dentro del marco político en el que se da. Quiero decir, que lo hace, pero situándola como producto, obviando su carácter más humano”, cuestiona Croma, para aportar que “la cultura institucional, las iniciativas culturales procedentes de los poderes públicos, están en otras lides”. Pone el ejemplo de Málaga, como “de grandes eventos donde todo ocurre muy rápido” y donde está todo orientado grandes públicos y presupuestos, “y en este aparentemente beneficioso escenario, quedan de lado los individuos, las pequeñas empresas y el sector productivo local de base”.
“Proyectos así, en concreto festivales como Marco, empezarían a vivir de sus propios ingresos con al menos 1.000 tickets vendidos y un servicio de restauración a juego”
Hablando en clave económica, José Luis Reyes-Criado apunta que “si divides el coste de un proyecto como Marco, u otros proyectos similares en la provincia o en Córdoba, por el número de asistentes, podríamos echarnos las manos a la cabeza”, en relación a su rentabilidad. “No podríamos llevarlos a cabo sin financiar el 50, 60 o 70 % del coste total con fondos públicos. Proyectos así, en concreto festivales como Marco, empezarían a vivir de sus propios ingresos con al menos 1.000 tickets vendidos y un servicio de restauración a juego”, calcula José Luis, para hacer referencia al carácter anual de las subvenciones y convocatorias de ayudas, mientras que en otros países, como Italia, son bi o trianuales, lo que “permite proyectar estratégicamente, planificar mejor y consolidar figuras profesionales, fijando contrataciones y mitigando un poco la precariedad del sector”.
Para que la creación cultural se consolide más allá de un decorado que sirva como fondo para las fotografías de los turistas habría que pensar en sistemas que la apuntalen. También fomentar una preocupación no solo superficial de las instituciones públicas y, con ello, una profesionalización que la mayoría de las veces parece una utopía.