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Coronavirus
La imposibilidad de regreso de migrantes deja al límite a miles de familias africanas
Miles de personas en Senegal y Gambia necesitan que sus familiares vuelvan a España y Europa para trabajar porque dependen del dinero que les envían para comer: si las remesas caen, la posibilidad de confinarse será imposible para gran parte de la población de estos países africanos.
Cuando Ousmane y Elhadji Signaté llegaron a su pueblo, difícilmente podían imaginarse que quedarían atrapados allí. Ni que el paso del tiempo se convertiría en una losa. Ambos venían de España con trabajo fijo, dinero y con la idea de pasar una semana en Fodecounda (Senegal) para enterrar a un familiar. El padre de Ousmane —el suegro de Elhadji— acababa de fallecer, y el último adiós a los seres queridos, debidamente enterrados en la tierra que les vio nacer, era una cita a la que no podían faltar. Llegaban el 14 de marzo y en una semana debían estar en casa, pero dos meses después siguen sin poder volver a Catalunya, donde ambos trabajan.
El coronavirus ha obligado a Senegal y a Gambia a cerrar su espacio aéreo, y el transporte entre regiones está vigilado por la policía y el ejército. Los que tenían vuelos comprados, vieron como eran cancelados sin reembolso; los que tenían previsto comprar uno, quedaban con pocas opciones. Dakar quedaba demasiado lejos, y la frontera entre Gambia y Senegal estaba cerrada. Hoy, Ousmane y Elhadji solo pueden esperar a que alguien programe un vuelo de repatriación o a que reabran los aeropuertos. Aunque el cuerpo diplomático español en Senegal y Gambia ha repatriado a más de 500 personas desde el inicio de la crisis, decenas de trabajadores gambianos y senegaleses siguen esperando una solución.
Desde el pasado martes, cualquier mensaje a la embajada española en Dakar se responde de la misma manera: “El Consulado de España en Dakar y la Antena Diplomática de España en Gambia informan que ya, no hay más vuelos de repatriación a España, ni desde Senegal, ni desde Gambia. Es imposible saber en estos momentos en que momento puede volver a abrirse el tráfico aéreo en esos tres países”. Y un último consejo: “No conteste a este correo”. En Fodecounda, tras un intento fallido de coger el último vuelo de repatriación el lunes 11 de mayo, Ousmane se lamenta: “Tengo mucho miedo. Estoy fijo en mi trabajo, pero si me quedo mucho tiempo aquí podría perderlo.
Senegal ha superado ya los 2.300 casos de coronavirus —más del 60% en la capital, Dakar— pero el temor ha llegado a la región de Tambacounda —donde se encuentra Fodecounda—, especialmente después de las últimas medidas anunciadas por el presidente senegalés, Macky Sall, quien, en un discurso el lunes 11, anunció que se permitiría de nuevo el acceso a las mezquitas. La gota que colma el vaso para ciudadanos como Elhadji: “La mayoría no va a respetar la distancia social. Podrían rezar perfectamente en su casa, juntar a la gente solo aumentará el peligro de contagios”.
Elhadji vive en la Llagosta (Catalunya) y trabaja en el almacén de un conocido supermercado catalán. Tiene una situación económica más holgada, y ha seguido cobrando mientras estaba en Fodecounda, pero teme que su estancia se prolongue todavía más y complique las cosas. En el pueblo está con su mujer y dos hijos de 3 y 7 años, pero el dinero de Ousmane y Elhadji sirve para mantener estructuras familiares que rondan entre los 15 y los 20 miembros.
Algunas familias senegalesas no tienen ni acceso a remesas ni ayudas alimentarias del gobierno: “Si la gente no tiene comida, van a tener que salir a vender cosas a la calle”, apunta Elhadji, haciendo referencia al riesgo de contagio
Con una economía basada en la agricultura de subsistencia y la venta de cacahuetes, la ayuda alimentaria anunciada por el gobierno senegalés se convirtió en algo trascendental para muchas familias. Semanas después del anuncio, la promesa no se ha cumplido: “Decían que enviarían alimentos básicos a las familias que lo necesitaran antes del Ramadán, pero aquí no ha llegado ni un saco de arroz, ni aceite, ni azúcar. Y el Ramadán ya se está acabando”. Elhadji necesita estar en Catalunya pronto para volver a trabajar y enviar dinero a su familia, y añade que la situación para la gente de Fodecounda que no tiene familiares en Europa es aún peor: ni tienen acceso a remesas ni ayuda alimentaria del gobierno. Y concluye: “Si la gente no tiene comida, van a tener que salir a vender cosas a la calle”. Otra fuente de posibles infecciones.
Gambia, pendiente de sus migrantes
La historia de Ousmane y Elhadji no es única, ni exclusiva de un solo país. En la vecina Gambia, una franja de territorio dentro de Senegal, decenas de migrantes necesitan urgentemente volver a trabajar. Desde las zonas rurales hasta Banjul, la capital situada en la costa, muchos hogares viven la misma situación: los hombres venían a pasar las vacaciones, pero la pandemia mundial les ha dejado en una situación delicada. Sus ahorros se están acabando y tienen que volver a España para enviar dinero a su familia.
“Tengo más de 20 personas viviendo conmigo, desde niños pequeños hasta gente mayor, y todos comen gracias a lo que compro”, confiesa Hajie Suware. Dukuneh había venido para estar un mes y medio, pero lleva 3 meses en Gambia. Al tener un trabajo temporal, su situación laboral es más frágil. “Me llaman cada día del trabajo, pero no puedo ir. Hay muchísima gente que se encuentra en la misma situación”, comenta. Cada mes manda como mínimo 300 euros, cifra que sirve para mantener a 11 personas.
Samba lleva casi dos décadas enlazando contratos temporales y actualmente reside en Ibiza, y señala otro de los problemas a la hora de formalizar la vuelta a España: “Hay gente que ya no tiene dinero en su cuenta porque había previsto venir poco tiempo y después volver”. Los perfiles incluyen hombres de todas las edades, que trabajan en sectores que van desde la agricultura hasta el comercio local, pasando por la limpieza de basura. Mouhamadou este año no ha podido regalar ropa nueva a sus hijos: “Estoy con mis hijos que tienen su visado de reagrupación familiar [que caducó el 5 de mayo]. No sabemos nada del gobierno de España ni del de Gambia. Mis hijos me han dicho 'Papá, este año no vamos a tener ropa nueva para el Ramadán o qué?' Y les he dicho que este año no, porque si estoy aquí no gano nada.” Las remesas no son una cifra anecdótica: representan un cuarto del PIB de Gambia, y la mitad de las familias reconocen que dependen de ese dinero para cubrir sus gastos básicos.
Coronavirus
El coronavirus y la caída de las remesas amenazan la economía en África occidental
Casi la mitad de las familias gambianas, y una de cada cuatro en Senegal, reconocen que dependen del dinero que les envía un familiar desde el extranjero. En España, muchos migrantes pierden su empleo y con ello la opción de hacer llegar remesas a sus familiares, una dificultad añadida para la supervivencia de miles de personas en sociedades que viven al día y donde el confinamiento se hace más difícil.
Una economía tocada
La crisis del coronavirus hace que esas remesas sean todavía más necesarias, dadas las medidas que se han utilizado para combatir el virus: las escuelas están cerradas desde hace dos meses y se recomienda a los ciudadanos que se laven las manos y mantengan una distancia social. Gambia cuenta con solo 23 casos de coronavirus —10 curados—, pero ha hecho muy pocos test.
El confinamiento de las familias, tal y como se ha desarrollado en Europa, es especialmente difícil en casas donde viven muchas personas juntas, pero se convierte en algo imposible si estas no tienen dinero. Los ingresos de Gambia proceden, principalmente, de cuatro fuentes: el turismo, la pesca, la agricultura —con el cacahuete como producto estrella— y las remesas.
Tras titubear con el cierre del aeropuerto, el gobierno gambiano decidió restringir las entradas al país para evitar casos importados y eso significó cerrar del todo la temporada turística y perder las divisas que genera un sector que representa el 20% del PIB gambiano
Tras titubear con el cierre del aeropuerto, el gobierno gambiano decidió restringir las entradas al país para evitar los casos de coronavirus importados —el primer contagio fue una gambiana que volvía del Reino Unido—; esa decisión significó, de facto, cerrar del todo la temporada turística y perder las divisas que genera un sector que representa el 20% del PIB gambiano.
Con la ralentización de la economía mundial, los precios de las materias primas caen, con lo cual se reducen aún más los ingresos de la exportación de cacahuetes. Y la pesca, tras años de sobrepesca de barcos extranjeros (con un papel importante de China, España y otros países europeos), cada vez genera menos beneficios a los gambianos más allá del consumo local: el pescado, al dedicarse a la exportación y ser más escaso, tiene precios más altos en los mercados de Banjul, y su precio se dispara en los pueblos del interior. Con tres de las cuatro vías de ganancias tocadas, el papel de los gambianos que trabajan fuera del país se convierte en crucial para mantener el país.
La economía gambiana tiene una estructura colonial: las exportaciones se basan en la explotación de recursos primarios que, sin procesar, son enviados a las economías más ricas. Este comercio deja divisas y, en el caso de la venta de madera, deforestación. Kwame Nkrumah, líder de Ghana, el primer país que proclamó su independencia en el África negra, criticó en 1963 que ningún país africano tuviera ninguna industria, como consecuencia de las normas comerciales coloniales: “No disponíamos de industrias, exceptuando la extracción de oro y diamantes. No fabricábamos ni un alfiler, ni un pañuelo, ni una cerilla”, afirma en su libro África debe unirse. Sesenta años después de la independencia de Gambia, una triste constatación da la razón a Nkrumah. Las cerillas con las que encienden el fuego para cocinar están fabricadas en Suecia: “Aquí no fabricamos nada, salvo las botellas de agua”, sonríe Nyuma, una estudiante de 14 años que vive en Busumbala Market, uno de los barrios de la capital. Si las exportaciones son escasas y con poco valor, las importaciones prácticamente multiplican por 10 el precio de las ventas.
El coronavirus ha provocado que algunos líderes africanos pidan aplazar el pago de la deuda o la cancelación de esta. El FMI ha anunciado ayudas para los países más pobres, entre los que se encuentra Gambia, pero el economista senegalés Ndongo Samba Sylla considera que el debate debe ir más allá: “Cuándo hablan de la deuda externa de África, siempre pregunto dos cosas: '¿Por qué la mayoría de los países están endeudados en moneda extranjera?, ¿qué han hecho con esa deuda?' Las discusiones sobre la deuda no abordan estos temas. La deuda externa es la consecuencia de las relaciones asimétricas en la economía mundial. Que la cancelen es una buena noticia, pero eso no arreglará el problema. En 15 años volveremos a estar en la casilla de salida”.
Djiby Kane es un senegalés que ha quedado atrapado en Dakar. El barrio de Pikine, donde reside, tiene más de 15 casos comunitarios, y los positivos se acercan a la cifra de 200. Kane es especialmente crítico con la decisión de abrir las mezquitas: “Ahora es el momento de seguir a los médicos, no a los religiosos”, asevera. Kane señala que uno de los retos para afrontar la pandemia es la falta de información, pues mucha gente sigue creyendo que el virus no existe.
Un problema común, tanto en Senegal como en Gambia, es el escaso equipamiento de las infraestructuras sanitarias, paliado en muchas ocasiones con el pago de medicamentos de los propios enfermos
Respecto a la escasa ayuda del gobierno, ironiza que la comida que Sall prometió llegará “después de la muerte de las personas”. Un problema común, tanto en Senegal como en Gambia, es el escaso equipamiento de las infraestructuras sanitarias, paliado en muchas ocasiones con el pago de medicamentos de los propios enfermos. Senegal tiene una economía un poco más rica y diversificada que la de Gambia, pero la importancia de los migrantes sigue siendo considerable: un cuarto de las familias recibe dinero de un miembro que vive en el extranjero.
Kane comenta que, en una sociedad en la que pocas personas tienen una nómina y un trabajo fijo, lo que mantiene la cohesión de la familia es lo que mandan los migrantes. Este residente en España concluye que la crisis del coronavirus debería servir para replantear el papel que ocupa África en el mundo: “No dependamos de nada más que nuestra propia fuerza. Senegal es un país de gente joven y trabajadora, lo podemos hacer”. Hasta que eso suceda, decenas de familias esperan que el circuito de las remesas vuelva a ponerse en marcha. La comida de miles depende de ello.