Ecologismo
Del siluro, la lagunilla y los metales

Una historia de incompetencia administrativa en el Guadalquivir
Guadalquivir-1
La Dársena del Guadalquivir. Jesús M. Castillo
23 jun 2025 09:34

El Estuario del Guadalquivir, es decir, la zona influenciada por las mareas que va desde su desembocadura hasta la presa de Alcalá del Río, viene sufriendo fuertes impactos socioeconómicos y ambientales desde hace décadas. Por ejemplo, la contaminación y las alteraciones de hidrodinámica, con la construcción de presas, llevaron a la extinción del esturión; una especie de pez muy valorada gastronómicamente y que venía explotándose en la zona durante siglos. A pesar de esta degradación, el Bajo Guadalquivir sigue siendo una zona clave para la economía y el modo de vida de cientos de miles de personas que, directa o indirectamente, viven del Río. Personas relacionadas con actividades como la pesca, el marisqueo, la agricultura (especialmente, el arroz), la extracción de sal, el turismo de playa, gastronómico y de naturaleza, la navegación, etc. Algunas de estas actividades vienen desarrollándose de manera sostenible desde hace siglos.

El Estuario del Guadalquivir se está configurando en una “zona de sacrificio” en la que campan a sus anchas especies invasoras muy agresivas, al mismo tiempo que es afectado por la extensión hacia el oeste de la frontera de la minería.

Cabe destacar que el Estuario del Guadalquivir es una zona clave para la cría y el engorde de muchas especies pesqueras, además de un espacio natural protegido (Zona de Especial Conservación, ZEC, en la Red Natura 2000) situado junto al Parque Nacional de Doñana. Al mismo tiempo, las playas y otros ecosistemas costeros de su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, Chipiona, Rota y Almonte ofrecen un variado abanico de actividades turísticas y recreativas de alta calidad. Es decir, nos encontramos en un contexto de ecosistema acuático degradado, pero que aún nos ofrece numerosos y potentes servicios ecosistémicos de abastecimiento, regulación y culturales.

En este contexto, el proceso de degradación del Estuario del Guadalquivir se ha acelerado en los últimos años. Entre las causas principales de esta degradación ambiental, que conduce a pérdida de importantes valores socioeconómicos y culturales (patrimonio inmaterial), destacan la introducción de especies exóticas invasoras, la contaminación y el cambio climático.

El siluro o pez gato europeo es un pez piscívoro (que se alimenta de otros peces) y que puede alcanzar hasta 2.5 m de longitud en sus 70 años de vida. Este gran predador es el mejor ejemplo de las invasiones biológicas que están impactando al Guadalquivir. La invasión del siluro en el Guadalquivir parece estar ya tan extendida que su erradicación se antoja imposible; es demasiado tarde. Esto llevará a que la mayor parte de la biomasa de peces en gran parte del Estuario será de siluro, que desplazará total o parcialmente a muchas especies de peces autóctonos. Otra especie animal cuya invasión es relativamente reciente y está descontrolada en el Estuario del Guadalquivir es el cangrejo azul.

Entre las especies de flora invasora en el Guadalquivir destaca, en estos momentos, la lagunilla. Se trata de una planta que crece tanto en tierra como en forma flotante y que está catalogada entre las plantas invasoras más agresivas del mundo. En las zonas que invade, la lagunilla desplaza a la mayoría de las especies de flora y fauna autóctonas, dificulta la navegación, contamina las aguas con materia orgánica y se comporta como una plaga en cultivos como el arroz. A diferencia del siluro y el cangrejo azul, la invasión de la lagunilla está empezando, por lo que aún es posible su erradicación total. Por ahora, coloniza las orillas de la Dársena del Guadalquivir a su paso por la ciudad de Sevilla, pero en cualquier momento podría llegar al Estuario donde se expandiría rápidamente. Esto supondría fuertes impactos socioeconómicos y ambientales que conllevarían el gasto continuado de mucho dinero público solo para controlar la invasión.

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Además de las invasiones biológicas, el Estuario del Guadalquivir está siendo afectado por altas concentraciones de metales en las últimas décadas, junto con otros contaminantes emergentes como los microplásticos. Los metales, potencialmente muy tóxicos, provienen en gran parte de explotaciones mineras. Minas como la de Cobre Las Cruces que vierte aguas con metales a la altura de La Algaba, al norte de la ciudad de Sevilla. Así, los sedimentos del fondo del Río están altamente contaminados con varios metales desde la presa de Alcalá del Río hasta la confluencia del Río Guadaira con el Guadalquivir, por debajo de Coria del Río. Estos metales provocan efectos ecotóxico, es decir, muchos de los organismos acuáticos que habitan el Río se verían mermados en su crecimiento, reproducción y supervivencia. Actualmente, se detectan niveles elevados de varios metales, especialmente, plomo, en los albures, una especie de pez que se consume habitualmente en la zona. Por si esto fuera poco, ya están aprobados dos grandes nuevos vertidos mineros que, en función de sus volúmenes, podrían multiplicar la problemática actual de contaminación por metales hasta por diez.

Todos estos procesos de degradación socioeconómica y ambiental no ocurren en el vacío social y político. La administración competente en la gestión de las especies exóticas invasoras y del Estuario del Guadalquivir es la Junta de Andalucía. Esta administración debería tomarse mucho más en serio la defensa de los intereses generales en el Estuario del Guadalquivir

A las causas de escalas locales y regionales, como las invasiones biológicas y la contaminación metálica en el Estuario del Guadalquivir, se suman impactos derivados del cambio climático, un proceso que afecta a todo el planeta. A este respecto, el Guadalquivir se ve afectado por una disminución de las precipitaciones, que junto a un mayor uso del agua para regadío, hace que cada vez llegue menos agua dulce al Estuario. Y el agua dulce es clave para la fauna y la flora del Estuario que intervienen en todos los servicios ecosistémicos que comentábamos antes. Además, el Estuario del Guadalquivir también se está viendo afectado por la subida del nivel del mar. En el Golfo de Cádiz, este ascenso marino es de algo más de 4 cm por década, y acelerándose. Estos procesos combinados, menor llegada de agua dulce y subida del nivel del mar, podrían llegar a convertir, a medio plazo, el Bajo Guadalquivir en una especie de brazo marino sin la funcionalidad y las riquezas de un estuario.

Todos estos procesos de degradación socioeconómica y ambiental no ocurren en el vacío social y político. La administración competente en la gestión de las especies exóticas invasoras y del Estuario del Guadalquivir es la Junta de Andalucía. Esta administración debería tomarse mucho más en serio la defensa de los intereses generales en el Estuario del Guadalquivir. Esto significa desplegar una política integrada y eficaz de lucha contra las especies exóticas invasoras, basada en detección temprana, erradicación acelerada y educación ambiental, un control riguroso de la contaminación minera que cuente con la asesoría de expertos científico-técnicos independientes, y programas potentes de conservación de especies protegidas como la anguila europea, en peligro crítico de extinción.

El Estuario del Guadalquivir se está configurando en una “zona de sacrificio” en la que campan a sus anchas especies invasoras muy agresivas, al mismo tiempo que es afectado por la extensión hacia el oeste de la frontera de la minería. La anguila podría seguir los pasos del esturión hacia la extinción. Pero aún no se ha dicho la última palabra en la conservación del Gran Río de Andalucía. Cada vez más agentes socioeconómicos, movimientos sociales, partidos políticos y alcaldías ribereñas alzan su voz en defensa del Guadalquivir.

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