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Ecologismo
Contra un nuevo expolio en Sierra Nevada
El martes 9 de mayo se presentía agitado en la localidad granadina de Monachil. El equipo de gobierno del Ayuntamiento había convocado un pleno extraordinario en el que se iba a aprobar, pese a la oposición expresa de un número creciente de vecinos, la construcción de un nuevo transporte por cable y una nueva línea de producción de nieve artificial en la estación de esquí de Sierra Nevada, situada aguas arriba del propio término municipal.
No había pasado ni un mes desde que este mismo proyecto fuera rechazado en el pleno ordinario del 13 de abril, gracias a los votos en contra de Izquierda Unida y la inesperada e inexplicable abstención del resto de grupos políticos. Pero CETURSA, la sociedad mercantil participada por la Junta de Andalucía que explota la estación de esquí, se había apresurado a impugnar, mediante el pertinente recurso de reposición, la decisión del pleno, y no había tardado en revertir, tras la fulminante y persuasiva visita de su consejero delegado al consistorio local, el resultado previsible de una segunda votación.
Por su parte, y ya desde la víspera de aquel sorprendente pleno del 13 de abril, la gente había empezado a juntarse a hablar y manifestar su oposición al proyecto, y el domingo 7 de mayo el colectivo que firma estas líneas convocaba una concentración de protesta a las puertas del Ayuntamiento para dos días más tarde.
Sin embargo, el lunes 8 el pueblo se despertaba con la noticia de que el pleno extraordinario previsto para el día siguiente se suspendía, oficialmente como consecuencia del recurso presentado por Ecologistas en Acción. La aprobación del proyecto quedaba aplazada sine die, a la espera de que el gobierno municipal decida si convoca in extremis un último pleno extraordinario antes de las elecciones del 28 de mayo.
Así las cosas, y en tanto se convoca o no un nuevo pleno, desde el colectivo ‘La nieve no es de naide’ seguimos denunciando lo evidente: que el proyecto que una mayoría de los representantes electos de Monachil parecen dispuestos a aprobar por vía de urgencia —un telesquí de 1’6 kilómetros de longitud desdoblado en dos tramos independientes con sus correspondientes estaciones de embarque y desembarque y un total de 19 torres intermedias, junto con un sistema de producción de nieve que exigirá cientos de metros de zanjas para tuberías de agua, aire comprimido y cables de suministro eléctrico y fibra óptica con que abastecer 12 nuevos cañones de nieve artificial— es una nueva agresión a la sierra y las aguas de Monachil.
Lo peor no es el destrozo inmediato y evidente que esta obra va a causar en los delicados canchales, enebrales, sabinares y piornales sobre los que está previsto instalar el nuevo remonte, destrozo que los propios técnicos encargados de informar del proyecto, y de velar por la conservación de estos parajes, incluidos en la red europea de protección Natura 2000, califican de “severo” e “irreversible”.
Lo peor no es el despilfarro de energía —más de 160.000 kilovatios hora anuales, o el equivalente al consumo eléctrico anual de 50 hogares promedio— y de agua —casi 3.897 metros cúbicos, o el equivalente al consumo anual de agua de 43 vecinos de Monachil, cada vez que se decida cubrir de nieve artificial las dos hectáreas de superficie afectada— que conllevará el uso de esta nueva instalación.
Lo peor es que este proyecto, que no es sino el último y más reciente capítulo de una larga historia de agresiones contra la sierra y las aguas de Dílar y Monachil, es la primera de otra larga serie de actuaciones con las que se pretende seguir sosteniendo un negocio cuyo funcionamiento normal ―que desde hace años viene rigiéndose por la delirante idea de que, gracias a la tecnología, se puede desvincular la práctica y la industria del esquí del tiempo que haga― se está volviendo cada vez más irracional y destructivo.
“Este proyecto pretende seguir sosteniendo un negocio que se rige por la delirante idea de que, gracias a la tecnología, se puede desvincular la práctica y la industria del esquí del tiempo que haga y se está volviendo cada vez más irracional y destructivo”, Colectivo ‘La nieve no es de naide’.
En efecto, el proyecto particular al que se quiere dar ahora el visto bueno forma parte de un plan de inversiones mucho más vasto, el Plan Estratégico Sierra Nevada 2020-2030, que contempla destinar más de 200 millones de euros a la ampliación intensiva que supone: más pistas, más remontes, más cañones, más máquinas pisapistas, más hoteles y apartamentos, y más aparcamientos subterráneos para la estación de esquí. Una ampliación de infraestructuras que exige a su vez varias cosas más:
Dado que el objetivo es “garantizar la apertura de la estación incluso en condiciones de absoluta falta de precipitaciones”, exige ampliar el suministro de agua para la producción de nieve artificial, por lo que CETURSA tiene solicitada ante la administración competente una modificación de la concesión actual cuya finalidad es aumentar el número de tomas, el caudal autorizado y el periodo anual de captación, de tal modo que la empresa pueda disponer legalmente de 725 millones de litros al año en lugar de los 350 millones que tiene concedidos desde 1995, así como ampliar a los meses de abril y mayo el periodo autorizado de bombeo y captación —que actualmente termina en marzo— y captar agua desde cuatro tomas distintas en lugar de los tres puntos que tiene ahora mismo concedidos.
La nueva concesión ―que, según se reconoce abiertamente en el “Estudio de Impacto Ambiental” presentado por CETURSA en 2019, no aspira sino a “adecuar” los títulos legales “a las condiciones de uso reales que se vienen haciendo desde hace veintitrés años”― permitiría a la empresa disponer de manera legal de un volumen de agua equivalente al consumo anual de 7.953 vecinos de Monachil —esto es, la totalidad e incluso algo más del censo del municipio, que en 2019 era de 7.939 habitantes— para dedicarlo íntegramente a la producción de nieve, lo que “sin la menor duda va a producir el acortamiento de los caudales circulantes aguas abajo y el alargamiento del estiaje en el cauce del río Monachil, especialmente en años secos”, según reza el informe emitido en abril de 2020 por los servicios técnicos del espacio natural de Sierra Nevada, que advierte además de los “impactos acumulativos que tendría un incremento tan significativo de las extracciones en el curso alto del Monachil, un río que ya está fuertemente intervenido y entubado desde su nacimiento y que además periódicamente recibe descargas contaminantes de la estación depuradora de Pradollano”, lo que lo convierte en el “cauce fluvial de peor calidad ecológica del Parque Nacional y Parque Natural de Sierra Nevada”.
“La nueva concesión permitiría a la empresa disponer de manera legal de un volumen de agua equivalente al consumo anual de 7.953 vecinos de Monachil para dedicarlo íntegramente a la producción de nieve”, Colectivo ‘La nieve no es de naide’.
Esta ampliación de la capacidad de captación y bombeo supondría asimismo un incremento de entre un 28 y un 107% —según cuál sea la alternativa de captación elegida— en el consumo eléctrico del sistema de innivación artificial, que podría pasar de 875.000 a casi 2 millones de kilovatios hora al año —o el equivalente al consumo eléctrico anual de 552 hogares promedio—, incremento que sin embargo puede presentarse —¡oh maravillas de la economía verde y el desarrollo sostenible!— como una contribución al “amortiguamiento del cambio climático”, del mismo modo que la renovación de remontes, la adquisición de 200 nuevos cañones de producción de nieve o la iluminación de pistas incluidas en el Plan Estratégico pueden figurar todas ellas como “actuaciones orientadas a la mejora de la eficiencia energética y la reducción de la huella de carbono” y estar financiadas —¡oh prodigios del gobierno pandémico y la administración del desastre!— con cargo al Fondo REACT de la Unión Europea.
Segundo, exige seguir haciendo caso omiso de la literatura científica que viene estudiando la delicada hidrología de estas zonas de montaña y que advierte de pérdidas netas de agua por evaporación y sublimación directa de en torno al 30% —o el equivalente al consumo anual de agua de 2.386 vecinos de Monachil en el caso de que se ampliase la concesión— durante el proceso de producción de nieve, lo que desmiente la idea ―que CETURSA no deja de repetir en todos sus informes sin aportar prueba alguna― de que “el agua que se utiliza para producir nieve acaba volviendo al río” y excluye asimismo la posibilidad de autorizar el cambio de uso, de industrial a “recreativo y no consuntivo”, que pretende la empresa.
“Creen ellos, los prohombres y ejecutivos y técnicos encargados de hacer cumplir los designios del Dinero, que de verdad pueden 'fabricar' la nieve”, Colectivo ‘La nieve no es de naide’.
Tercero, exige seguir ignorando el conflicto creciente entre la producción industrial de nieve y otros usos del agua, empezando por el abastecimiento para consumo humano en la propia estación de esquí y terminando por los usos agrícolas y recreativos que dependen de estas mismas aguas río abajo, conflicto que alcanza, a través de la extensa red de acequias de riego que recorren la vega de Granada, a localidades tan alejadas de la estación de esquí como Armilla u Ogíjares.
Cuarto, y entretanto se aprueba o no la nueva concesión solicitada, y muy probablemente aún cuando se apruebe, exige seguir saltándose a la torera la legislación vigente y las resoluciones judiciales y seguir captando y trasvasando ilegalmente agua de fuentes y cuencas no autorizadas y superando ampliamente los caudales concedidos, repertorio de infracciones que no es ni mucho menos patrimonio exclusivo de la estación de esquí de Sierra Nevada, lo que apunta a una práctica generalizada y a un problema estructural de la industria del esquí en su conjunto.
Y quinto y sobre todo, exige seguir creyendo. Seguir creyendo que con fe ciega e irracional que las estaciones de esquí pueden llegar a ganar la guerra sin cuartel que están librando en todo el mundo contra los montes, las aguas, la falta de precipitaciones y la razón y el sentir común de la gente.
Pues creen ellos, los prohombres y ejecutivos y técnicos encargados de hacer cumplir los designios del Dinero, que de verdad pueden “fabricar” la nieve; que de verdad pueden desviar, retener, entubar, bombear, embalsar, comprimir, pulverizar, congelar, transportar y apisonar las aguas limpias y libres que manan de estos veneros benéficos y cambiarlas sin fin por dinero sin que esas mismas aguas se les conviertan a su vez en muerto y maloliente dinero y se les evaporen de entre las manos. Creen que pueden, y que eso es bueno. Creen que eso es riqueza. Lo creen firmemente y más cuanto más arriba estén. Y con esa mortífera fe andan moviendo montañas y secándolas de paso. No saben estos temibles servidores del Señor lo que sabían ya los antiguos y sigue sabiendo por aquí abajo cualquiera que conserve algo de razón y de amor por las cosas: que lo mejor es el agua. Y aunque el oro deslumbre como fuego llameante en la noche por encima de todos los bienes, el agua libre y de nadie es lo mejor y más bueno, y la sola y verdadera riqueza de la que nos cabe gozar a la gente.
“Aunque el oro deslumbre como fuego llameante en la noche por encima de todos los bienes, el agua libre y de nadie es lo mejor y más bueno, y la sola y verdadera riqueza de la que nos cabe gozar a la gente”, Colectivo ‘La nieve no es de naide’.
Por eso, desde el colectivo ‘La nieve no es de naide’ proponemos la paralización definitiva del proyecto de telesquí ‘El puente’ y de la línea de nieve artificial asociada, el cese de la producción de nieve fabricada, como han decidido hacer ya en otras estaciones, y la suspensión de todos los planes de crecimiento y ampliación de la estación de esquí de Sierra Nevada. Y con ellos, el fin de la propaganda y la mentira constantes sin las cuales esta industria no se sostiene. Que dejen de intentar convencernos de que el agua que pulverizan sus cañones es nieve, de que aglomerarse a miles en campos de diversión industrializada es disfrutar o de que la mejor manera de proteger los dones de la tierra es destruirlos. Que dejen de intentar convencernos de que lo malo es bueno y lo bueno, malo.
Que si, por ventura y obra de razón, fueran todos estos planes del Dinero poco a poco abandonándose, y deshaciéndose sus mentiras, y cayendo sus delirios en el olvido, tal vez irían estos montes a la par reverdeciendo y recobrando sus dones y su perdida hermosura, y quién sabe si no volverían a manar libres y abundantes las aguas de sus antiguas fuentes y el cielo a regalarnos la gracia y el misterio de la nieve nevando libre al fin de toda fe.
Así pues, contra las sequías del Capital, que hablen claras y vivas las aguas de la revuelta popular.