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Economía digital
Google, Microsoft y la conquista de la soberanía digital vasca
Desde hace unas cuantas décadas, los líderes políticos vascos viven sumidos en una especie de pensamiento mágico: al parecer, bastaría un poco de digitalización para solucionar todos los problemas de falta de financiación que tienen los servicios públicos tras una década de austeridad y techo al gasto público impuesto desde Bruselas. Las plataformas digitales de Silicon Valley aparecen como salvadoras de un sistema en crisis, prometiéndonos un futuro de abundancia y prosperidad. De este modo, la política ha abandonado las infraestructuras más importantes de la era moderna, las tecnológicas, a unos cuantos capitalistas estadounidenses. Parafraseando a Marshall Berman, todo lo sólido se desvanece entre herramientas digitales, dispositivos inteligentes y algoritmos opacos.
Las consecuencias para Euskal Herria no se tratan habitualmente en el debate público, ni mucho menos los procesos en marcha adquieren un papel central en los programas políticos. La prensa, en muchos casos subsumida por la digitalización, tampoco ha colocado el foco en hacer pedagogía. Así, en pocos años, infraestructuras públicas como los hospitales o los colegios han pasado a operar gracias a las plataformas, licencias y servicios privados de Microsoft. Esta nueva etapa solucionista del neoliberalismo, en palabras de Evgeny Morozov, ha implantado una forma de austeridad inteligente sin encontrar oposición alguna. Básicamente, la solución a la crisis del 2008 fue utilizar las tecnologías para ampliar los mercados hacia cada vez más áreas de la vida. Observamos así que Silicon Valley aparece como una cara amable del capitalismo más salvaje, también que sus discursos tratan de legitimar los efectos de este sistema.
Educación como servicio
Desde que el 9 de marzo el gobierno de Vitoria decretó el cierre de los colegios debido al grado de avance del coronavirus, muchas han sido las administraciones públicas que han abrazado a Google y Microsoft para asegurar la provisión de este servicio digital. Por ejemplo, Euskal Herria firmó un acuerdo con el motor de búsqueda para utilizar sus servicios de videoconferencia de manera gratuita durante la pandemia. Ahora bien, sería iluso creer que la empresa más poderosa del planeta no tiene ningún interés mercantil en este tipo de cesiones de sus plataformas. Por ello, los objetivos de Google son dos: hacer dependientes a los colegios de sus servicios para llevar a cabo cualquier función pública y extraer cantidades de datos enormes que después puedan ofrecerles en forma de servicios de pago. Ambos objetivos ponen en jaque la idea del servicio público.
“Los consumidores desde edades tempranas utilizan las herramientas de Microsoft y los emprendedores desarrollan sus habilidades en base al diseño tecnológico de Google”
Una de las muestras más obscenas de esta lógica puede encontrarse en los dispositivos Chromebook que Google ha introducido en más de 200 centros educativos vascos. No es fácil conocer el coste para el erario público que esto supone, pero el Departamento de Educación incluyó en su presupuesto del pasado año una partida de 106,3 millones en tres años para dar impulso a una estrategia de digitalización de la enseñanza. La idea era que todos el alumnado de la red pública de Euskadi a partir de quinto de Primaria contará desde 2021 con un ordenador portátil financiado por el Gobierno Vasco. Bajo la retórica de dar impulso a una estrategia de digitalización de la enseñanza se racionaliza la introducción de los mercados en las aulas, reduciendo a los estudiantes a dos existencias absolutamente mercantiles: consumidores que desde edades tempranas utilizan las herramientas de esta empresa o emprendedores que aprenden a orientarse en el mercado laboral y desarrollan sus habilidades en base al diseño tecnológico de la empresa.
En muchos casos, estas innovaciones mercantiles suelen ser presentadas como más eficientes y menos costosas que estas soluciones. Ciertamente, según los escasos contratos hechos públicos, quince Chromebooks cuestan casi 5.000 euros. Otras licitaciones apuntan a gastos anuales de 14.5 millones para la introducción de ordenadores portátiles de este tipo. Además, a ello deben sumarse los costes de instalación y configuración de dichos equipos, que ascienden a varios millones de euros anuales.
Además de los dispositivos de Google, las administraciones vascas también han decidido remar en la corriente contraria al software y hardware libre, claves en cualquier noción de soberanía digital. Por ejemplo, el Departamento de Sociedad Informática del Gobierno Vasco (EJIE) ha firmado desded 2015 contratos anuales de entre 650.000 y 700.000 euros para el suministro de Licenciamiento de Productos Microsoft para Educación, de acuerdo a los datos presentes en la Plataforma de contratación de Euskadi.
“El mensaje es claro, las generaciones venideras no tienen otra alternativa que convertirse en sujetos que compiten entre sí mediante Chromebooks para acceder al mercado laboral”
Teniendo en cuenta el cambio en la propia infraestructura del sistema educativo vasco, llegamos a la misma conclusión que otros estudios a nivel europeo: la introducción de estos principios en la educación y la enseñanza se caracterizan más por un principio aristocrático que por uno democrático. El mensaje que lanza Euskadi a la comunidad educativa es claro: las generaciones venideras no tienen otra alternativa que aceptar las reglas de la economía de mercado y convertirse en sujetos que compiten entre sí mediante Chromebooks para acceder al mercado laboral.
Osakidetza o Microsoft
Una de las noticias más importantes sobre la entrada de Google en el mercado de salud fue la compra de la start-up Deepmind, que permite utilizar el machine learning y la inteligencia artificial para realizar predicciones sobre enfermedades futuras. La NHS, el servicio público de salud británico, firmó un acuerdo para pagar por dichos servicios. Esto supuso la privatización de las herramientas más avanzadas del siglo XXI, las de predicción. Entonces surgió la siguiente pregunta: si los hospitales públicos tienen máquinas para realizar radiografías y detectar enfermedades entre los ciudadanos, ¿por qué tiene que pagar a una empresa para ir más allá y realizar predicciones?
“Más que como un derecho público, Osakidetza se parecerá cada vez más a un servicio privado al que sólo tendrán acceso unos pocos, aunque siempre previo pago”
Algunas de las tendencias en Euskal Herria apuntan a que la única intención del Gobierno Vasco es pagar por ellas, en lugar de desarrollar alternativas públicas. Durante la pandemia, la compañía vizcaína de inteligencia artificial Sherpa.ai desarrolló una herramienta en colaboración con Osakidetza para predecir las necesidad sanitarias de Unidades de Cuidados Intensivos. Esto es, las corporaciones tecnológicas también han comenzado a adquirir la responsabilidad de los gobiernos locales y a privatizar la gestión de la sanidad.
Salud
Osakidetza y la inteligencia artificial
De manera más reciente, Osakidetza contrató un servicio de seguimiento, control y realización de las iniciativas en materia de ciberseguridad por 214.000 euros. En el pliego del contrato podía leerse que Microsoft SharePoint deberá utilizarse “como repositorio de toda la información generada como respuesta a la ejecución del objeto del contrato”. Hace casi una década que esta empresa ofrece el soporte del servicio vasco de salud, obligándola a utilizar su plataforma y a compartir sus datos sanitarios con la empresa. Esto no es sólo una privatización de la información de los pacientes, sino una manera de impedir que todo un tejido de instituciones públicas, cooperativas o entidades sin ánimo de lucro accedan a esos datos para desarrollar todo tipo de innovaciones sanitarias. En su lugar, la elección es convertir a Microsoft en el cuadro de mandos de los hospitales públicos, en la empresa que ofrece el software para proyectos crónicos, la gestión de la actividad clínica de enfermería, quien ofrece la teleasistencia a domicilio y gestiona las operaciones del servicio público. Apenas se conocen datos sobre cuánto cuesta, pero en el ejercicio 2012 se desembolsaron 4 millones para dichos fines.
En este contexto, la pregunta no es tanto si estas innovaciones representan una solución eficiente para los problemas de falta de financiación de dinero público, sino cuál será el horizonte de una sanidad digital controlada por Microsoft. Más que como un derecho público, Osakidetza se parecerá cada vez más a un servicio privado al que sólo tendrán acceso unos pocos, aunque siempre previo pago. Si la información que alimenta a estos sistemas es de los ciudadanos vascos, ¿por qué termina en una empresa privada y no en un centro de investigación público especializado en buscar soluciones a las enfermedades más frecuentes entre la población vasca?
Estas respuestas sólo pueden afrontarse desde el marco de la soberanía tecnológica vasca, un concepto político, jurídico y filosófico que debe adquirir nuevos significados en nuestras sociedades modernas. Soberanía es democratizar el acceso a las infraestructuras clave del siglo XXI, expulsar al mercado del suelo sobre el que se erige nuestro estado del bienestar, permitir que la ciudadanía canalice toda su creatividad a través de las plataformas digitales y comprender los derechos humanos, también y sobre todo, como derechos socio-económicos. Por eso, a estas alturas sólo cabe pronunciar: la soberanía digital es el único camino.
El autor es firmante del manifiesto Euskal Herria Digital. Puedes firmarlo aquí:
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Gracias por la información. Falta el enlace de firma, creo.
En lo que hace a la digitalización en cuanto descorporización de las relaciones, de pérdida de contacto con lo real, y por tanto de posibilidad de compartir sensibilidades y hacer efectiva la empatía, entre otros alimentos necesarios del espíritu, al calor de Deusto se están desarrollando herramientas de acompañamiento para personas solas mayores. El objetivo, claro, es terminar de vaciar las redes sociales de ayuda institucional, extirpar de la relación al humano, a la humanidad como único posible asidero en tiempos de incertidumbre, soledades inducidas y miedo a no poder existir.
No hay que darse por vencidas, sin contacto no hay nada.