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Economía digital
Sumisión a los señores del aire
Los bancos y las grandes empresas han extendido su sombra y su influencia por toda actividad humana conocida e imaginable. Saltándose parlamentos y cámaras de representantes, el poder corporativo gobierna el mundo, legisla a su favor y establece los tribunales que resolverán en los conflictos aplicando una normativa hecha a su medida. Una nueva Lex Mercatoria, investigada por Juan Hernández Zubizarreta, entre otros.
Por ejemplo, en los sistemas educativos se han metido hasta la médula. En teoría, pretendían introducir nuevas metodologías y sistemas supuestamente innovadores que mejorarían la educación. En realidad, pretenden y están consiguiendo transformar la educación en función de sus intereses de mercado; no lo dicen así, por supuesto, utilizan el lenguaje amable de las emociones y de la felicidad.
En la CAE, hoy, todo estudiante tiene un ordenador y en todas las aulas hay una pizarra digital que hace de pantalla conectada a Internet. Si va todo bien y la conexión funciona, es muy fácil ver, por ejemplo, el mapa de las colonias fenicias del siglo V a. C. Es estupendo: hoy tenemos al alcance de la mano muchas cosas que docenas de generaciones que nos precedieron no podían ni soñar. Pero no creas que es gratis.
“Las tecnologías de la comunicación se han estructurado en torno al poder de las corporaciones, mientras las instituciones públicas en vez de protegernos han puesto nuestros datos y nuestras vidas en sus manos”
Las tecnologías de la comunicación se han estructurado en torno al poder de las grandes multinacionales y su publicidad. Las instituciones públicas que debían protegernos no lo han hecho; al contrario, han puesto nuestros datos y nuestras vidas en manos de las corporaciones. El precio que pagamos por ver en la pantalla del aula el mapa de las colonias fenicias es tragarnos toneladas de publicidad. De forma totalmente normalizada, dentro del aula, en horario lectivo, en presencia de la profesora (que traga igual que su alumnado). Coches, zapatillas deportivas, bancos, seguros, yogures, lo que sea.
Javier Echeverría (a quien tuve de profesor en la facultad), advirtió hace mucho sobre el mundo que se nos venía encima. Vio claro que se estaba implantando lo que denominó “tercer entorno”, el hábitat humano digital y telemático, muy distinto de los que conocíamos hasta ese momento. El primer entorno para los seres humanos fue la naturaleza; el segundo, que se superpuso a aquél, la polis, el espacio urbano. Ahora (entonces) nos encontrábamos a las puertas de una terra ignota, que había que explorar, pero también construir, organizar y regular. Se dio cuenta Echeverría de que las cosas se estaban estructurando de una manera que bien podía llamarse neofeudal: los poderosos señores del aire (propietarios de grandes empresas del sector de la tecnología y las comunicaciones entonces emergentes) ya habían empezado a reclamar vasallaje y servidumbre al resto. El filósofo navarro se preguntó si era posible convertir el tercer entorno en una ciudad democrática. Era posible, deseable y necesario. Hizo una serie de propuestas para democratizar la Telépolis y recordó que, además de una ciudad global digital, se podían establecer ámbitos locales y cercanos en ese tercer entorno.
Economía digital
Google, Microsoft y la conquista de la soberanía digital vasca
Editoriales privadas e instituciones públicas reconocieron, aplaudieron y premiaron su trabajo. Pero nadie hizo nada por parar los procesos antidemocráticos en marcha. Han pasado tres décadas desde que Echeverría publicara sus primeras reflexiones sobre el asunto, tiempo suficiente para que el capitalismo financiero y la ideología ultraliberal que lo acompaña hayan destruido casi por completo los tres entornos: la naturaleza, la ciudad y la nube. Todo lo que hemos conseguido en el tercer entorno (de los otros mejor no hablamos) es el trabajo colaborativo de Wikipedia, poco más. El resto es una selva áspera y desalentadora. Y mejor no saber qué aceptamos cuando clicamos “acepto” (mil veces al día).
En la actualidad, las investigaciones de Echeverría y de otros profesores extraordinarios de aquella época han tomado otras direcciones. Hoy hablan de innovación y de economía del conocimiento, en conferencias y entrevistas excelentes en fundaciones bancarias y de grandes empresas. Están disponibles online y son ideales para ver en las pantallas digitales en clase.