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Filosofía
Menos País… ¡y más Eskorbuto!
La noción gramsciana de hegemonía se ha transformado en un instrumento partidista próximo a una simple disciplina ideológico-cultural completamente ineficiente. La mejor salida a este chantaje moral consiste en volver a valorar y promover el nihilismo propio de la contracultura punk.
En su Carta sobre la Tolerancia (1689), texto fundacional de la moral liberal, Locke propuso realizar una separación tajante entre Iglesia y Estado con el objetivo de que este último aceptase por igual cualquier tipo de creencia religiosa que no fuera intolerante con las demás. Posteriormente, en su Tratado sobre la Tolerancia (1763), texto paradigmático de la moral ilustrada, Voltaire argumentó la irracionalidad e inutilidad de perseguir socialmente a los que no comparten nuestras mismas creencias, identificando la intolerancia con el fanatismo y la irracionalidad de la superstición. Ahora bien, ambos filósofos defendieron siempre la necesidad de perseguir, silenciar y excluir de la sociedad a todos aquellos que afirmaran no proferir creencia alguna: los ateos no debían ser tolerados.
Mientras que la exclusión de los católicos se debía a su intolerancia para con el resto de religiones, la exclusión de los ateos era justificada debido a que, según ambos autores, suponían un peligro para el orden social. Concretamente, Locke condenaba a los ateos porque consideraba que toda “promesa”, “pacto” o “juramento” (léase contrato) realizado por una persona que niega la existencia de la divinidad, no podía constituir algo seguro o confiable sobre lo que poder fundamentar la sociedad civil. Del mismo modo, Voltaire calificaba explícitamente la palabra de los ateos como “moneda falsa”, y afirmaba que en el trato con un ateo “todos los vínculos sociales desaparecen, quedan rotos”.
Lo importante aquí es darse cuenta de que la figura del ateo no queda circunscrita al ámbito de lo religioso (Iglesia), sino al de lo sociopolítico (Estado). Ateo es quien no cree en la existencia de obligaciones jurídicas ni sociosimbólicas. En una época en la que la teoría política fundamentaba el derecho civil a partir de un derecho natural que no era más que la secularización del derecho divino, ser ateo era sinónimo de herejía y apostasía jurídico-social. En este sentido, el ateo era sociópata, irracional, relativista, ácrata y nihilista.
Toda posición política auténticamente materialista siempre alberga dentro de sí un nihilismo sociosimbólico.
Desde nuestro punto de vista, esta figura ético-social del ateo-nihilista la podemos encontrar actualmente en todas aquellas personas que resisten y desprecian sistemáticamente todo discurso de subjetivación política como ideología, y únicamente valoran aquellos actos concretos que mejoran de forma efectiva su capacidad de acción y nivel de vida. En este sentido, toda posición política auténticamente materialista siempre alberga dentro de sí un nihilismo sociosimbólico.
GRAMSCI Y LENIN
A raíz del desencanto producido con el marxismo-leninismo oficial de la Tercera Internacional tras el XX Congreso del PCUS (1956), la obra de Gramsci empezó a configurarse como uno de los referentes principales del giro que el marxismo británico realizó hacia los Estudios Culturales. Una referencia que se volverá “hegemónica” entre los intelectuales universitarios a partir de finales de la década de los '70 y comienzos de los '80, cuando, a raíz de la crisis definitiva de legitimidad experimentada por el marxismo-leninismo, la figura de Gramsci será adoptada como el principal referente común que relacione las filosofías postmodernas, postestructuralistas y postcoloniales. Desde nuestro punto de vista, el principal problema con estas lecturas es que descontextualizan completamente la noción gramsciana de hegemonía del contexto marxista-leninista en el que fue concebida. Como consecuencia, la noción de hegemonía ha terminado por quedar vinculada casi exclusivamente a posiciones puramente idealistas centradas en la primacía de los discursos culturales respecto a las infraestructuras materiales.
Originalmente, Gramsci ubicaba su concepto de hegemonía como el momento más alto de conciencia política. Al principio habría únicamente un momento de conciencia puramente económica en el que los individuos actuarían solamente en virtud de unos intereses exclusivamente profesionales como mejoras de salario, horario de trabajo, garantías sanitarias, etc. Posteriormente, el grado de conciencia de la propia situación se ampliaría hasta un momento socioeconómico en el que los individuos percibirían que sus derechos puramente económicos dependen de la capacidad de acción conjunta de la clase a la que se pertenece, y actuaría en consecuencia sabiendo que podrían darse determinadas ocasiones en las que la acción más conveniente para la clase en su conjunto podría no identificarse con lo más conveniente para su posición económica como individuo concreto. En último lugar, la hegemonía es concebida como aquella toma de conciencia política que logra romper el marco de las clases socioeconómicas y concibe la relación con el resto de clases oprimidas por el capital no como una alianza política pasajera para la toma del poder (Lenin), sino como una forma de asumir como propios los intereses del resto de grupos subordinados aunque ello requiera sacrificar parte de los intereses propios como clase. Sintomáticamente, esta ruptura de los intereses de clase que conlleva el concepto de hegemonía fue calificada por el propio Gramsci como el proyecto de creación de una especie de “religión popular”.
A diferencia de Lenin, la clase hegemónica no es aquella que debido a la posición que ocupa dentro de las relaciones materiales de producción tiene una mayor capacidad de incidir efectivamente en los puntos débiles del sistema a derribar, sino aquella que mejor ha podido articular sus intereses con los del resto de grupos sociales oprimidos mediante la lucha ideológica. Ahora bien, a diferencia de lo que ocurre en las re-lecturas postmodernas, la lucha ideológica en Gramsci se ubica dentro de un conjunto de relaciones de fuerzas que van más allá de lo estrictamente ideológico. Concretamente, la cuestión de la ideología se incardina dentro de las “fuerzas políticas”. Esto es, de aquellas relaciones intersubjetivas cuyo objetivo es promover la toma de conciencia de la propia posición social. Por su parte, como base a partir de la cual se generan las relaciones de fuerzas propiamente políticas, se encuentran las fuerzas sociales y económicas, que dependen a su vez de las fuerzas materiales de producción. Por último, y como objetivo principal hacia el que dirigir todos los logros conseguidos en los dos ámbitos anteriores, se encuentran las fuerzas militares o revolucionarias cuyo objetivo es la destrucción de la clase opresora y las instituciones que la mantienen en el poder.
El nihilismo ateo-político de Eskorbuto trata de establecer un NO activo y rotundo a dejarse coaccionar por el enemigo de uno de tus enemigos, que afirma ser tu amigo.
Dentro de este esquema, la noción gramsciana de hegemonía obedecía a una fase concreta ―la del activismo ideológico― cuya finalidad era aglutinar una cantidad suficiente de individuos pertenecientes a distintas clases sociales con el objetivo de garantizar el triunfo del momento decisivo: el revolucionario. En cambio, los nuevos gramscianos absolutizan la noción de hegemonía y la postulan como un fin en sí mismo, a la que llaman Construir Pueblo. Mientras que Lenin o Lukács concebían la ideología como el efecto de un poder de clase ya constituido, y Gramsci la transformó en el medio con el que lograr los recursos humanos necesarios para garantizar el éxito de la revolución y la destrucción del sistema jurídico-institucional capitalista, las actuales concepciones postmodernas de lo hegemónico han reducido la ideología cultural a la mera “articulación” (léase unificación) de todas las distintas demandas que hasta entonces eran percibidas como una multiplicidad desestructurada, en una única voluntad política. De lo que se trata en última instancia es de lograr la “conversión” de los herejes y que se “enganchen” a la cadena de equivalencias semánticas que conforman la identidad de un determinado partido político que ya ha aceptado previamente la institucionalidad democrático-parlamentaria propia del sistema político burgués.
Ahora bien, históricamente al menos, el proyecto de la izquierda nunca fue conseguir legitimación social sino tomar el poder (porque no lo tenía). La búsqueda de la legitimación social y la unificación ideológica siempre ha sido el proyecto de aquellos que ya tienen el poder (la clase burguesa conservadora) y quieren conservarlo. Actualmente, en España al menos es la derecha quien tiene el poder, con independencia de quién esté al frente del gobierno. Tiene el poder de mando sobre el capital, tiene el poder de mando sobre la mayor parte de las instituciones judiciales y administrativas del Estado, y también tiene el poder sobre la mayor parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
A LA MIERDA MÁS PAÍS
El 2 de agosto de 1983, en un momento en el que la policía se ganaba la aceptación de los ciudadanos acosando a los punks ―inicialmente mal vistos tanto por la izquierda como por la derecha―, los integrantes de Eskorbuto fueron detenidos en Madrid y acusados, en virtud de la ley antiterrorista de la época, de injurias a los cuerpos de seguridad del Estado debido a las letras de algunas de su primeras canciones como “Escupe a la bandera”, “Maldito País” o “ETA”, y cuyas penas podrían haber sido de hasta doce años de prisión. Cuando después de 36 horas incomunicados volvieron a Bilbao y fueron a hablar con el personal de la Gestora Pro Amnistía, nadie les hizo caso, si bien las comparsas que bajaban de la Virgen de Begoña durante las fiestas de Bilbao cantaban y cantaban el estribillo de la que sigue siendo su canción más famosa: “Mucha policía, poca diversión”. A raíz de dicha experiencia, Eskorbuto compuso la canción “A la mierda el País Vasco” y rechazó su inclusión dentro del significante vacío “rock radical vasco”, lo cual les impidió poder tocar en Euskadi durante años. El grupo bizkaitar había pasado a ocupar la figura del ateo políticamente nihilista que no cree en el discurso del País (Vasco). Su rechazo de la política autoritaria e intolerante española (figura del católico) no les llevó a la necesidad de apoyar el discurso de un pueblo antagonista que únicamente pedía de ellos la adhesión a las creencias políticas con las que establecer un pacto socio-simbólico que a la hora de la verdad no tenía la capacidad ni la voluntad de intervenir material y eficientemente en su defensa cuando ellos más lo necesitaban.
El pueblo no necesita ser construido por el lenguaje, sino articulado por prácticas y acciones materiales de cotidianeidad.
Este nihilismo ateo-político de Eskorbuto no debería ser confundido ni con el nihilismo reactivo-reaccionario descrito por Nietzsche, ni con El asalto a la razón propuesto por Lukács. No es ni un derrotismo de la voluntad antagonista (Nietzsche) ni un irracionalismo absurdo e ignorante (Voltaire-Lukács). De lo que se trata es de establecer un NO activo y rotundo a dejarse coaccionar por el enemigo de uno de tus enemigos, que afirma ser tu amigo. Una coacción que en la actualidad no dejan de repetir ciertas políticas liberal-parlamentarias que se pretenden socialistas con el objetivo de sacar provecho al nuevo auge de la extrema derecha. Una coacción frente a la cual únicamente cabe repetir con Boaventura de Sousa-Santos que, en situaciones como esta, “decir no es decir sí a algo diferente”. El nihilismo punk del ateísmo social siempre ha consistido en decir NO a los simples efectos sociosimbólicos del lenguaje y la ideología política.
Desde un punto de vista materialista, “el pueblo” que tanto quieren construir los gramscianos NO puede ser concebido como un mero discurso hegemónico producido de forma “socio-simbólica” a partir del funcionamiento del lenguaje. El pueblo no necesita ser construido por el lenguaje, sino articulado por prácticas y acciones materiales de cotidianeidad. No requiere de ningún tipo de conversión ideológica ni com-unicación lingüística, pues la articulación material de sus distintas formas de vida ya lo constituye como multitud. El NO a los discursos ideológicos de las políticas sociosimbólicas es un SÍ a la com-posición material de las multitudes con prácticas de cotidianeidad. En este sentido, necesitamos recuperar un nihilismo punk que funcione como ateísmo cultural en la era de la filosofía sociosimbólica. Únicamente de esta manera podremos abrir el espacio de una articulación material políticamente fructífera. Lo último que necesitamos ahora es más (discurso de) País. Frente a este tipo de coacciones ideológicas, lo mejor siempre será repetir con Eskorbuto: “A la mierda Más País”.
Documental
Un documental sobre Eskorbuto
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Tengo 52 años escucho diariamente eskorbuto cada día me gustan más.¿soy anti todo doctor?
Los eskorbuto te escupirían (y yo también) por utilizar un lenguaje tan repipi y repulsivo. Crees que por decir las cosas que semajante lenguaje tan rebuscado te ves más listo y tus ideas más sólidas, pero la verdad es que alejas el pensamiento y la crítica de lo que escribes a través de idioteces idiomáticas, posiblemente para evitar el debate y solo permitir el debate con tus iguales que posiblemente incluso piensan como tú. Un saludo
Creo que no entiendes el concepto de discurso de la teoría populista. Te recomiendo que revisites la literatura al respecto, si alguna vez la visitaste.
Es curioso el mundo de los blogs... cada vez que alguien no está de acuerdo con las ideas o críticas que se proponen en un artículo siempre se tiende a decir que "no has entendido X" y listo. Creo yo que el diálogo podría ser mucho más fructífero si me indicases qué es concretamente lo que crees que no he entendido del "discurso populista", y yo pudiera responder de alguna forma. Porque de otra manera, este tipo de comentarios para lo único que sirven es para reafirmarse a uno mismo en sus propias convicciones y despreciar las del resto.
Son puros,inimitables, en aquellos años decir "a la mierda el País Vasco", es para venerar los.
A los de Eskorbuto les hubiera gustado este articulo.
Incluso, si no lo hubieran entendido. Incluso, si no lo hubieran leido.
Gracias, Jorge.
Este es el Jorge León que ansiaba yo encontrarme... ¡el doxático!
Eskorbuto
Como la banda más honrada del planeta
Vertier8n dosis sin igual de coherencia de vivir el Punk 25h
La actitud vital coherente a una praxis es tan difícil como inadecuada para el sistema
Molestar, ni querer ser parecer como etiqueta en un mundo donde cada cual quiere su etiqueta, el no quererla y renegar en su totalidad es la puta expresión del nihilista
Anti todo es un ejemplo de como afrontar cualquier lucha de forma coherente
Quizás por esa pureza, con ese espíritu nihilista dolió a tanta gente
Tanto que la, simple imitación de ellxs es pura arrogancia y malos plagio
Ayer, hoy y siempre
Eskorbuto
Fdo:Rebelión
Activista acrata
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