Argentina
Milei, “el falacias”. ¿Esa mentira te hace feliz?

La campaña del partido ultraderechista y libertario de Milei ha llevado el postulado de “Es la economía, estúpido” a niveles insospechadamente reduccionistas, banales y circenses. ¿Cuál es el marco de sentido que crearon para ganar las elecciones? ¿Todo es economía?
Un colectivo se dedica a "imprimir" billetes para denunciar los planes de dolarización de Milei. Foto: Federico Cinetti
Un colectivo se dedica a "imprimir" billetes para denunciar los planes de dolarización de Milei. Foto: Federico Cinetti
Profesora Asociada de la Universidad de Buenos Aires Investigadora Independiente CONICET ICA-FFyL- Universidad de Buenos Aires
29 nov 2023 08:00

“Es la economía, estúpido”. La frase se volvió famosa en el marco de la campaña electoral de 1992 cuando Bill Clinton disputó la presidencia de EEUU a George H. W. Bush padre. El republicano tenía una imagen positiva, sobre todo en materia de política exterior, pero la recesión económica le jugaba en contra de una reelección. En las oficinas centrales de campaña de Clinton, por ese entonces gobernador de Arkansas, el asesor principal James Carville pegó un cartel con tres puntos: 1- Cambio vs. más de lo mismo; 2- La economía, estúpido; 3- No olvidar el sistema de salud. El objetivo era mantener la campaña enfocada en un mensaje concreto y coherentemente organizado.

La expresión original “The economy, stupid” rápidamente se autonomizó y se transformó. Adquirió sentido propio y se volvió parte de la cultura política estadounidense como expresión valorativa acerca de la importancia de la dimensión (macro)económica respecto de otras dimensiones de lo social. Luego, se viralizó como un eslogan para describir al mundo (todo es económico) y como vocativo para describir a quienes no acuerdan con ello (estúpidos). Tiene sentido que así ocurriese y así nos llegase a estas latitudes.

La eficacia contemporánea del discurso no solo económico sino sobre todo economicista a la luz del triunfo del neoliberalismo financiero es implacable. A la luz del triunfo de Javier Milei en las recientes elecciones argentinas, más. Es un discurso que presenta a todos los vínculos (humanos, con otros humanos y con lo no humano) como relaciones capitalistas y a los actores como agentes en el mercado formador de precios. Según este pensamiento las acciones (todas) están basadas en alguna forma de cálculo de costo y beneficio, el desarrollo de estrategias de gasto e inversión, la ponderación de utilidades marginales y esquemas similares orientados a la producción, la distribución y el consumo de tipo “racionales”. En suma, hace de la economía una visión de mundo que la aleja bastante de lo que en realidad es (una ciencia social basada en perspectivas teóricas en conflicto) y que la presenta, en cambio, como un Edén mítico de perfección (un conjunto de verdades matemáticas universales y perfectas). Esta cosmovisión también presenta a la reflexión del mundo (en el sentido de lo que el mundo refleja y de la consideración reflexiva acerca del mismo) a través de tautologías, especialmente la matematización (pasar todo a números es bueno porque la matematización es deseable).

Milei presenta la economía como un Edén mítico de perfección (un conjunto de verdades matemáticas universales y perfectas).

Los genios deberían desconfiar de los absolutismos. ¿No será una estafa que eso de que todo es ponderable en términos matemáticos (y peor: económicos)? En buena medida lo sabemos todos y todas, lo practicamos si consideramos las más obvias formas de la donación y el altruismo (que muestran la compleja y preciosa subjetivación del “dar, aceptar, recibir y devolver”, en lugar del tonto y lineal “toma y daca”).

La campaña del partido ultraderechista y libertario de Milei ha llevado el postulado de “Es la economía, estúpido” a niveles insospechadamente reduccionistas, banales y circenses. ¿Cuál es el marco de sentido que crearon para ganar las elecciones? ¿Todo es economía?

Se supone que así debiera haberlo sido, pero la realidad no parecería ser tan linealmente adaptada a las fórmulas normativas.

La economía es importante en una sociedad endeudada de forma criminal por más de 100 años con organismos financieros que se inmiscuyen en la política doméstica. Lo sabemos todos. ¿Lo saben también los que quieren que la economía estalle? ¿Y los que quieren achicar el Estado como si las personas fueran apenas numeritos en una hoja contable? La duda se cuela por ahí como un buitre pixelado en un videojuego con mala conexión. En definitiva, el propio Milei convenció de su expertise para gobernar hablando de su don sobrenatural para comunicarse con los muertos y con Dios; diciendo que fue llamado a cumplir la misión de ser presidente.

El teatrero “plan motosierra; todo contra el gasto público” es parte del culto de la década de 1990 en la que en Argentina se evangelizó fuertemente acerca de que todo gobierno debe nomás limitarse a administrar la oferta monetaria para evitar o mantener a raya a la inflación. Sin embargo, la acción coordinada de gobiernos y banqueros tiene como eje de su repertorio ritual la creación de recesiones y crisis (obviamente auspiciadas por lo que llaman tasas de crecimiento, desempleo y sufrimiento “naturales”).

El propio Milei convenció de su ‘expertise’ para gobernar hablando de su don sobrenatural para comunicarse con los muertos y con Dios

El plan motosierra no es económico: está centrado en la idea de que las instituciones públicas son catalizadoras de algo llamado “marxismo cultural”. Menos imaginación política que un telegrama de despido. El plan de destruir el Banco Central tampoco parece ser enteramente económico, ni refutar al monetarismo ni a los supuestos psicológicos básicos en los que se basa la economía neoclásica. Se dice que en lugar de una rebuscada fórmula anarcocapitalista y liberal-libertaria, más bien tiene que ver con la frustración de que al candidato de la La Libertad Avanza (LLA) no le renovaron la pasantía por gestionar un estilo “diferente” de ser burócrata. La admiración por Margaret Thatcher tampoco parece ser económica y el candidato mismo ha relatado que su padre le propinó una terrible golpiza por haberse referido al tema desafiando cierto marco hermenéutico. La cantinela cruel de “no fueron 30.000 los desaparecidos; son 8.753“ no es matemática ni una ridícula comprensión del concepto de desaparecidos. Lo que discuten al desconfiar de los números es la forma no económica sino ideológica de banalizar los delitos de lesa humanidad. Incluso la admiración por Carlos Menem y la casta del neoliberalismo argentino hijo del consenso de Washington no parece surgir sine ira et studio de un análisis de la economía política ligada a la convertibilidad, sino de una figuración idealizada (un fetiche, digámoslo) del dólar americano. Se hablaría más de Dinero y Gobierno (y su relación) y menos oferta y demanda si estuviéramos frente a un gobierno que cumplirá la máxima “Es la economía”. Pero de lo que se habla es de que habrá sufrimiento (como en 2001) y que todas las crisis las causan los “políticos” que roban al mismo tiempo que los llaman a ocupar cargos centrales (bueno, no a todos los políticos, a los amigos de la ruleta financiera y la represión). Eso que bien define Carlos Busqued, convertido por estos meses en un oráculo precioso que nos habla desde el más allá tras su repentina muerte en marzo de 2021: “la derecha siempre es a favor del dolor”.

En lo mejor los mensajes de la LLA parecen políticos (fuera la casta y sus profundos antiperonismos); en lo esperable, ideológicos (apología de la dictadura, negacionismo de las desigualdades esenciales); en lo real son inexplicablemente esotéricos. Milei está convencido (y lo repite una y otra vez) de que los males de este mundo se deben a la intervención del Estado en la vida de la gente. No llega a explicarlo como lo hacen los anarquistas comunitaristas ni puede explicarlo desde la lógica de la economía capitalista (un modo de producción forjado al amparo jurídico y coactivo del Estado). Se trata de un auto de fe, un dogma. Y si alguien pide que explaye sus argumentos dogmáticos vocifera tormentas de improperios poseídas de malhumor (¡mucho más si la persona que pregunta es mujer!). De nada sirve que prestigiosos economistas de todo el mundo advirtieran lo endeble de su “proyecto” económico. Las exégesis de Murray Rothbard y otros autores de la Escuela austríaca de economía, especialmente la defensa de los monopolios, se parecen más a un fandom del darwinismo social de Spencer que a algo llamado teoría económica (y recordemos que el darwinismo social es previo y se aleja bastante de los planteos de Darwin). Cada vez que escucho la apología antisocial de la relación de “mercancía” entre padres e hijos me alegro de que no hayan leído A Modest Proposal. En ese ensayo satírico, Jonathan Swift proponía que los ricos se comieran a los hijos de los pobres para solucionar los dos problemas de su Irlanda natal: el hambre y la indigencia.

Cada vez que escucho a Milei tengo una sensación de atragantamiento epistemológico y de profunda infelicidad. Porque resulta que, además de tergiversar el término “libertad”, de propagandizar el sufrimiento de las mayorías como beneficio de unos pocos y de invertir el “avance” como destino esotérico, la ultraderecha más loca del mundo ha llegado a pauperizar el vocablo libertario (pobre Élisée Reclus, que creía en la felicidad individual y colectiva en una sociedad fraterna y en armonía con el planeta), llevando al paroxismo la figura del sofismo. Mi amigo Juan apodó al candidato cooptado por Macri como “El Falacias”. Me parece un nomenclador perfecto porque va directo al corazón de su liderazgo, que atenta contra el destino de quienes queremos una sociedad más justa, más feliz, más solidaria y libre.

Sobre o blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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