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En el margen
“Ganar el Goya con ‘Los cayucos de Kayar’ implicaría que el mundo del cine español valora historias diversas”
Nacido en Kayar, Senegal, y migrado a España después de su cuarto intento, Thimbo Samb, nombre artístico que eligió porque los policías que le filiaron en la frontera escribieron mal su nombre real, es uno de los actores negros más reconocidos del país. Estudió interpretación en la Fundación William Shakespeare de Valencia y empezó realizando videos humorísticos con un personaje estereotipado como crítica a muchas de las realidades con las que no estaba de acuerdo. Más tarde le empezaron a salir papeles en cortos y películas, pero el gran salto le llegó tras protagonizar la obra El sueño es vida.
ARTivista convencido de que la lucha antirracista pasa por poner en el centro a las personas migrantes, se ha involucrado de forma activa en el proceso de cambio político que se ha desarrollado en Senegal en los últimos años. Ahora está inmerso en la promoción del último documental que ha protagonizado, Los cayucos de Kayar, el proyecto más personal e intimista de todos los que ha realizado y que está preseleccionado como candidato a mejor documental para la próxima edición de los Premios Goya.
En el margen
Marcelo Ndong “Yo soy un niño fang que se hizo gallego”
Naciste en Kayar, en Senegal. Es un pueblo eminentemente de pescadores, ¿no?
La gran mayoría se dedica a la pesca, pero también hay gente que se dedica a la agricultura.
Sí, nací en Kayar y esa ha sido la mejor infancia que he podido tener. La gente del pueblo era muy amable y entonces el pueblo era muy verde. Me acuerdo perfectamente de saltar, jugar al futbol, hacer teatro o ir a pescar.
Kayar es, además, un pueblo de luchadores. Hay muchas personas provenientes de allí implicadas en el antirracismo.
Sí, somos un pueblo de luchadores, gente que siempre ha defendido sus valores.
Te he escuchado decir en alguna entrevista que durante el viaje en patera tenías “miedo a no morir”. ¿Cómo es eso?
En el último viaje, porque lo intenté hasta cuatro veces, cuando llevábamos cinco días de travesía, algunas personas dijeron que iban a hacer un motín si el cayuco no llegaba al día siguiente. Yo sabía que, si lo hacían y el barco se hundía, las personas que no sabían nadar iban a morir fácilmente, pero yo no. Eso es el miedo a no morir.
Dices que descubres que eres negro cuando llegas a España.
A lo que me refiero con esto es que cuando estaba en Senegal no era consciente de ser diferente a los demás, no vivía ni discriminación ni racismo. Pero al llegar aquí te hacen sentir que eres diferente, que no eres de aquí, que eres negro, que eres pobre, que eres MENA. Ahí me di cuenta de que era diferente.
¿Qué implicaciones tienen esas visiones de los otros en ti?
Al principio me generaba tristeza, me daba pena que la gente no viese mi potencial, pero más tarde empezó a producirme rabia. Vas caminando por la calle, uno gira y te ve y se cambia de acera, como si no se quisiera cruzar, o en el metro nadie quiere sentarse a tu lado, como si le fueses a robar. Lo tercero es el odio, llega un momento que te odias a ti mismo y te sientes culpable, aunque no lo seas. Esas tres sensaciones son las que solía tener hasta que me empezó a dar igual, al final los ignorantes son ellos. Si un negro hace mal, no me representa. Yo sé quién soy, de dónde vengo y a dónde quiero llegar. La gente que hace las cosas mal, no me representa sean negros o blancos.
Ya estando en España, sobreviviste un tiempo durmiendo en la calle en Valencia y llegaste a buscar comida en los contenedores de basura. ¿Cómo te sentías en ese momento?
Decepcionado. Cuando llegué a España, seguía teniendo esa idea que, ya que por fin había llegado, iba a triunfar. Es decir, iba a tener un buen trabajo, iba a ganar dinero y lo iba a enviar a mi familia. Luego te das cuenta de que hay gente durmiendo por la calle, hay gente que pide, gente que busca comida en los contenedores…
En esa época estaba muy desesperado, me veía muy vulnerable, abriendo contenedores para poder comer y comiendo naranjas casi todos los días. Pero, te digo una cosa, renunciaría a todo lo que he conseguido aquí, en España, menos a esos tres meses que estuve durmiendo por la calle porque creo que hoy en día soy la persona que soy gracias a esos tres meses. Sé quién soy y lo que puedo aguantar.
¿Cómo empiezas con la interpretación?
Llegué a CEAR y después de registrarme y demás, me preguntaron qué quería ser. Les dije que me gustaría ser actor, que yo ya hacía teatro en Senegal y que me gustaría seguir haciéndolo. Allí tenían un grupo de teatro del oprimido y estuve haciendo teatro con ellos hasta que me formé en la Fundación William Shakespeare de Valencia.
Luego empecé a hacer mis primeras películas: El silencio de pantano, Black beach, una película que está en Netflix, y Antidisturbios, y después ya me mudé a Madrid.
En todas las películas en las que he salido o me matan o me envían de viaje, ojalá eso pueda cambiar. Además, siempre hago papeles de migrante, delincuente o traficante
¿Tus primeros papeles fueron, entonces, en películas?
Bueno, no. Lo primero que hice fueron cortos y documentales, luego ya vinieron las películas.
A partir de que te trasladas a Madrid, ¿qué papeles te empiezan a ofrecer?
Sinceramente, los papeles que me salen siempre son los mismos: el negro sale primero, el negro muere primero. En todas las películas en las que he salido o me matan o me envían de viaje, ojalá eso pueda cambiar. Además, siempre hago papeles de migrante, delincuente o traficante.
¿Qué piensas de esta estereotipación de las personas negras en el cine?
Creo que, cuando hablamos de cine, no es mucha nuestra presencia, por no decir prácticamente nula.
Además, en la cultura del cine español está pasando lo mismo que pasaba con el cine de Estados Unidos, que siempre el negro moría primero. Todavía falta mucha concienciación en la sociedad, saber que España no es sólo blanca, que tenemos profesores de Universidad negros, enfermeros negros, médicos negros… Luego también cuando coges un libro o un guion, lo lees y el personaje se llama José, seguimos pensando que es un blanco por fuerza.
¿Te ha costado mucho como hombre negro y migrante abrirte paso en el mundo de la interpretación, entonces?
A ver, una cosa es cierta: cuando hablamos de cine, siempre es difícil, siendo blanco o negro. Por supuesto que yo tengo que esforzarme más y esto pasa porque no estoy en mi país; lo cual, aunque lo entiendo, no lo comparto. Pero yo me he esforzado y sigo esforzándome mucho. En mi promoción de estudios yo era el único negro y soy el único que ha destacado en este mundo.
Este mundo es duro. Por eso creo hay que trabajar mucho y crear también tus propios proyectos, no esperar que te den siempre los mismos personajes, como lo hice en su momento creando videos.
Hablando de eso. Empezaste también haciendo vídeos de humor con los que te hiciste muy conocido entre la comunidad senegalesa en la diáspora.
Sí, cuando estaba estudiando en la Fundación todos decían que era muy difícil prosperar en este mundo, así que decidí crear un canal de Facebook para mostrar que soy actor, que tengo códigos y expresiones de actor y que puedo también crear mis propios contenidos. La verdad es que funcionó muy bien y me ha ayudado mucho a estar donde estoy hoy. De hecho, estoy retomando ese proyecto porque me parece muy interesante.
¿Qué contabas en esos videos?
El personaje que interpretaba lo creé para explicar y también para ridiculizar muchos comportamientos que tenemos. Mi idea era plasmar todas esas realidades a través de ese personaje y así desahogarme. Muchos jóvenes me decían que veían a su padre reflejado en ese personaje.
También, en ese sentido, estaba haciendo algo novedoso, crear contenido para personas africanas, y eso ayudaba mucho a hablar de determinados temas en familia. Creo que con ellos he contribuido a que haya muchos más actores racializados. Hay gente que me ha dicho que se ha metido en el mundo del cine o en el del modelaje gracias a mí. Sinceramente, me quedo con eso.
En el margen
Jeanne Rolande Dacougna “El activismo lo traigo de casa”
¿Por qué te parece importante que una persona africana cree contenido para personas africanas?
Primero, para que nos puedan valorar en el cine español. Para que esta gente pueda invertir, tienen que saber que tenemos un público que va a ir al cine o al teatro. Las productoras al final quieren vender su producto y por eso tenemos que dejarles claro que tenemos gente, que es un público muy importante que también consume contenido.
¿Qué crees que pueden aprender los españoles blancos sobre esos vídeos?
Vuelvo a repetirlo, este personaje lo he creado para ridiculizar situaciones con las que no estoy de acuerdo, como el machismo o el rechazo a la homosexualidad, y para demostrar que, aunque africanos, somos humanos y creamos contenido. También para dar información, porque siempre acompañaba los videos con un mensaje final a modo de reflexión.
Creo que tanto gente africana como gente afrodescendiente y gente blanca han aprendido viéndolos sobre cómo es la realidad de algunas personas migrantes.
Con ese personaje he tocado todo tipo de temas: apropiación cultural, choque cultural, religión, feminismo, inmigración… Pero siempre teniendo muy claro que la idea del personaje es abrir un debate sobre los temas de los que trataba.
¿En qué momento te das cuenta de que estás empezando a ser muy conocido como referente entre la diáspora senegalesa y entre la comunidad afrodescendiente?
Normalmente, esperaba a que los videos tuvieran 1.000 reproducciones antes de subir otro nuevo. Después de unos cuantos, hice un video donde contaba una experiencia que me pasó. Un día estaba vendiendo, vino la policía, salí corriendo y me metí en el mar. Todas las cosas se estropearon y ya no servían para nada. Cambié el final y, en vez de en el mar, me metía en un cubo de basura. Cuando lo subí, en menos de una hora tenía 20.000 reproducciones. Ahí es cuando me di cuenta de que empezaba a ser conocido. Me paraban por la calle y me pedían fotos, me invitaban a charlas, empecé a hacer colaboraciones en videos de otras personas...
La obra ‘El sueño es vida’ marcó un antes y un después en mi carrera como actor. Llegó un momento en el que yo me frustraba mucho porque me llamaban “el chico que hacia los vídeos”
Un salto muy importante en tu carrera es cuando protagonizas la obra El sueño es vida, escrita por Moisés Mato, en la que estás solo en el escenario con un papel protagonista.
Sí, la obra El sueño es vida marcó un antes y un después en mi carrera como actor. Llegó un momento en el que yo me frustraba mucho porque me llamaban “el chico que hacia los videos” y yo quería que me reconociesen como actor. Cuando llegué a Madrid, dejé un poco de lado los videos por eso mismo, pero fue esta obra la que hizo que mucha gente empezara a reconocerme como actor.
Viviendo en Valencia ya había escuchado el nombre de Moisés Mato, el autor de la obra. Cuando llegué a Madrid, por casualidad, conocí a un chico que estaba en su compañía, me lo presentaron y justo tenían la obra Boza, a la que me incorporé. Después de eso, le dije que quería hacer una obra de teatro contando mi historia y de ahí surgió el guion, él me preguntaba cosas, yo le contaba y lo iba elaborando.
Te defines como aRTivista, ¿por qué?
Sí, yo denuncio el racismo a través del arte, por eso soy aRTivista y no activista. Además, hay mucha gente que últimamente se está tomando el activismo como una moda y lo hago también para diferenciarme con esa gente. Creo que hay alguna gente afro que utiliza el activismo para ganar dinero y eso es algo que no me gusta. Para mí el activismo es una cuestión de humanidad y no de líderes. Por ejemplo, si creas empresas donde contratas a gente negra y la tratas con dignidad, estás haciendo activismo, como hace Omar el Pretinho, que no habla de racismo, de negros o blancos, pero está creando empleos. A mí no me vale que porque seas famoso tengas que hablar de todo.
¿Qué es la comunidad afro, por ejemplo? Hay muchos hermanos y hermanas durmiendo en Lavapiés por la calle, ¿quién les ayuda? Yo pertenezco a un grupo de más de 700 personas en el que nos ayudamos mutuamente. Si alguien viene a Madrid y necesita ir al consulado o darse una ducha o dormir una noche en una casa, entre todos nos ayudamos.
Para que los cayucos dejen de salir hay que empezar a dar visados y crear vías seguras de migración, pero también, y sobre todo, que nuestros gobiernos dejen de vender nuestros recursos
Hace un par de años impartiste una conferencia en la Universidad de Dakar contando tu experiencia migratoria y explicando muy claramente las dificultades de la migración en España. Aun así, cuando al terminar preguntaste al alumnado si seguían queriendo migrar, la gran mayoría levantaron la mano. ¿Cómo entiendes tú esto?
Sí, todos la levantaron menos la profesora. Algunos me decían: “Yo prefiero ir a Europa que vender buñuelos”. El problema es que en las escuelas de Senegal aprendemos la educación europea y nos cuentan que son los europeos los grandes ejemplos de la Historia. Luego, enciendes la televisión y te enseñan lo mejor de Europa.
También está el hecho de que, como controlamos el tiempo de distinta manera, a menudo vuelve alguien al cabo de varios años en Europa y tiene una casa o un coche y acabas pensando que es verdad todo lo que dicen de Europa, que allí te haces rico.
Además, está el tema de que los gobiernos europeos tampoco ayudan a acabar con el fenómeno de la migración irregular, porque no dan visados. Si dieran visado y la gente pudiese venir y ver lo que en realidad hay aquí, la gran mayoría vendría y volvería. De eso estoy seguro. Para que los cayucos dejen de salir hay que empezar a dar visados y crear vías seguras de migración, pero también, y sobre todo, que nuestros gobiernos dejen de vender nuestros recursos, que creen empleos y que nos respeten como ciudadanos.
¿Qué supuso para ti, una persona que salió en cayuco de Kayar, volver a la Universidad de Dakar a dar una conferencia?
¡Fue increíble! Fui con mi hermana y estaba flipando. Me decía: “Alguien que no ha estudiado en su puta vida y viene aquí a dar una charla a gente que puede llegar a ser el presidente del país”. Estaba muy orgullosa y para mí fue también un orgullo poder dar una charla en la Cheikh Anta Diop porque hay muchísima gente migrante a la que no la han llamado ni la llamarán nunca para eso. Para mí es un honor.
¿Cómo viste entonces a la juventud senegalesa y cómo la ves ahora después de todos los procesos de revolución y cambio que se han llevado a cabo en el país?
La juventud senegalesa está muy preparada actualmente, pero tenemos el mismo problema que había aquí en España hace unos años: tienen formación, pero no tienen trabajo. Aquí también se ve, ¿cuánta gente conoces que son enfermeras o directores de cine y están trabajando en la hostelería? Lo mismo pasa en Senegal, hay mucha gente formada que no tiene donde trabajar. Esta gente acabará yendo a Francia y los franceses sacarán beneficios de ellos. Ten en cuenta que todos los años Francia beca a las mentes más privilegiadas de Senegal.
Con respecto a los cambios que se han producido en el país con la llegada del nuevo gobierno, te diré que hace seis meses la gente no tenía esperanza, pero ahora hay mucha esperanza. Hay mucha gente joven diciendo que no va a emigrar, que se va a quedar porque saben que el país va a cambiar.
Tú has estado especialmente implicado en la lucha política en Senegal desde la diáspora, ¿por qué te implicaste de una manera tan directa?
Yo tenía las mismas ideas que Sonko y, cuando le descubrí, me veía a mí mismo en él y pensaba: “Joder, hay una persona que nos puede devolver la esperanza”. Una persona como Nelson Mandela, como Gadafi, como Cheikh Anta Diop. Creo que Sonko junta todo lo que tenían ellos, incluso lo que tenía Amadou Bamba. Lo primero porque ama su país, le denunciaron por robo y lo primero que hizo fue presentar todos sus bienes para demostrar que era totalmente falso.
Como te digo, nos ha devuelto la esperanza, creo que es una persona que puede cambiar muchísimo Senegal. La mayoría de los senegaleses le aman por sus discursos, pero también porque la represión del gobierno de Macky Sall se ha encargado de darle aun más publicidad. Le han acusado de cosas que todo el mundo sabemos que no eran verdad, incluso le han metido a la cárcel para frenar su carrera política. Por eso, todos, jóvenes y mayores, le apoyamos.
Yo tenía las mismas ideas que Sonko y, cuando le descubrí, me veía a mí mismo en él y pensaba: “Joder, hay una persona que nos puede devolver la esperanza”
¿Crees que será capaz de llevar a cabo todo lo que se espera de él?
Todo tampoco, todo el mundo sabemos que la política es así, antes de ser presidente prometes y prometes. Pero la juventud senegalesa ya sabe que el país no lo va a cambiar Sonko ni Diomaye, lo cambiaremos nosotros mismos.
Yo, por ejemplo, confío en que la relación con Francia sea mucho más digna y equitativa. Senegal tiene mucho petróleo y eso cambia las cosas. Todos los contratos de explotación con empresas extranjeras que teníamos antes los estamos volviendo a negociar, las empresas francesas que trabajan en Senegal tienen que pagar impuestos en Senegal. Hay que apostar también por la agricultura, consumir antes que exportar.
Confío en que de aquí a cinco años se verá un gran cambio. Mientras tanto, lo que tenemos que hacer es acompañar al gobierno. Acompañarlos y vigilarles.
Análisis
Análisis Nuevo ciclo político en Senegal: consolidación de una alternativa popular
¿Nunca te han dicho que no te involucres tanto en política, que te puede perjudicar?
Sí, me lo dicen desde Senegal y me lo dicen desde aquí: que no me meta tanto en política porque me puede cerrar muchas puertas, como actor y como inmigrante. Pero la política forma parte de mi vida. Es lo que te decía antes, hay gente afro ganando dinero como si el activismo fuera un trabajo, a mí me nace implicarme en el cambio social y la mejora de las condiciones de vida de mi país.
También te has implicado mucho en la lucha antirracista en la comunidad afro en España, participas en muchas manifestaciones y visibilizas muchas iniciativas.
Sí. Cuando llegué aquí me hubiese gustado conocer activistas de verdad, que me dijesen: “Thimbo, estoy aquí si necesitas ayuda”. Hay mucha gente que está haciendo las cosas muy bien, pero mucha otra está olvidando a los hermanos y hermanas africanas que no hablan bien el idioma, que no saben empadronarse o ir al médico.
He decidido hacer este sacrificio, recibir todos los golpes e insultos, para que la gente joven no tenga que sufrir todo lo que hemos sufrido nosotros y que la nueva generación pueda vivir tranquilamente aquí. Si el feminismo o el colectivo LGTBIQ han avanzado algo en sus reivindicaciones, aunque todavía quede mucho, es porque alguien ha dado la cara y ha recibido los golpes.
Tenemos que hacer que los protagonistas de la lucha antirracista sean las personas migrantes, los protagonistas tienen que ser los manteros y la gente que acaba de venir y nosotros acompañándolos
¿Qué retos tiene por delante el antirracismo en el Estado español para que se produzca un cambio real en el imaginario colectivo de la sociedad española?
Lo que falta es hablar de las personas, hay que dejar de vender el antirracismo como si fuera una moda y no sólo salir a las calles cuando pegan a alguien o cuando matan a alguien. El antirracismo debe convivir dentro de nosotros. Dejemos de hacernos las victimas y empecemos a hacer las cosas que hemos venido a hacer. Existe el racismo, pero también hay mucho clasismo e ignorancia. Tenemos que hacer que los protagonistas de la lucha antirracista sean las personas migrantes, los protagonistas tienen que ser los manteros y la gente que acaba de venir y nosotros acompañándolos. No tenemos que olvidar a esta gente.
Ahora estás inmerso en la promoción del documental Los cayucos de Kayar, cuéntame cómo surge la idea.
Surge cuando conozco al director del proyecto en otro proyecto que no salió adelante. Teníamos cosas en común, él había vivido también fuera de España y el tema del desarraigo no le era lejano. Así que decidimos grabar en mi pueblo, en Kayar, un documental sobre la identidad del que vuelve tras el éxito, así como sobre cómo le ve la gente, con esa mezcla de admiración y envidia, después de haber cogido una patera y haber encontrado la prosperidad.
Hablando de esa mezcla de admiración y envidia hacia las personas migrantes que regresan de vacaciones a sus países. ¿A ti cuando vuelves, qué te dice la gente?
Me reciben bien. Me admiran, aunque a veces tengo la sensación de que mi familia me odia un poco porque piensan que vuelvo con costumbres extranjeras y que quiero cambiarles. De alguna manera, hay algo que ha cambiado en mí y cuando les digo que hay que hacer algunas cosas de otra manera, algunas de las cuales se muestran en el corto, a veces les molesta. Pero me quieren y me admiran porque también saben que he conseguido llevar el nombre de Kayar a muchas partes del mundo.
Las personas que salen de tu familia en el documental son todo mujeres. No sé si está hecho aposta.
Sale también mi hermano, que tiene una importancia narrativa importante al final.
Es verdad, no me acordaba. Bueno, pero sí puede decirse que hay una presencia femenina mayoritaria.
Sí, pero no está hecho aposta, lo que pasa es que en mi familia son más mujeres que hombres y también que muchas de las escenas las grabamos cuando los hombres estaban trabajando. En ese sentido, en el documental se alude a algo muy cierto, que los hombres se van y los que se quedan son las mujeres y los niños.
Lo estrenasteis en el Festival Internacional de Cine de Lanzarote, ¿en qué otros festivales lo habéis proyectado y qué premios habéis ganado?
Estrenamos en Lanzarote, sí, donde estuvimos a punto de ganar el premio del público.
En el Festival de Cine de Madrid ganamos el primer premio y conseguimos el premio del público y del jurado en un pueblo de Lleida. También hemos ganado en Armedo, en un festival con mucha tradición que se llama Octubre Corto, en el Festival Cine Horizontes de Marsella y acabamos de ganar otro premio en un festival en La Rioja.
¿Cómo acoge el público el documental?
La gente que ve el documental ya no ve una persona desconocida, ya no ve “peligro”. Se dan cuenta de que el mantero que está en la calle vendiendo tiene una historia detrás y una familia. Este tipo de documentales pueden contribuir a cambiar muchas cosas.
Para mí, es lo más personal que he hecho porque se trata de mi vida, mi familia y mi pueblo. Todo lo que amo está en este documental y estoy seguro de que acercará muchas realidades a muchas personas.
Hay también gente migrada de Latinoamérica a la que muchos temas le resuenan, temas como la disolución de la identidad tras el proceso migratorio o sobre cómo dejas de sentir que tu casa está en alguna parte, porque al final no eres ni de aquí ni de allí.
¿Habéis pensado en proyectarlo en Senegal?
A principios de noviembre hemos estrenado en un festival de Nigeria y luego lo llevaremos a un festival de Gabón. Para 2025 nuestra idea es llevarlo también a Senegal.
Hemos estrenado también en Polonia y en Francia y ahora también se puede ver en Filmin.
En estos momentos estamos centrados con la campaña de los Goya, porque nos han preseleccionado como mejor documental y estamos muy ilusionados de entrar en la selección final de los cinco candidatos. Ganar el Goya con Los cayucos de Kayar significaría que el mundo del cine español valora y apuesta también las historias diversas.
¿Cuáles son tus sueños en el mundo de la interpretación?
Tengo unos cuantos. Dos de ellos eran hacer una obra de teatro y un documental contando mi vida y ya los he cumplido. Me falta la película, que se hará el año que viene y estamos también trabajando en un libro. Pero mi gran sueño seria ganar el Goya al mejor actor.
¿Crees que un actor senegalés negro podría ganar un Goya tal y como está el mundo del cine español?
Creo que sí, simplemente me falta un personaje potente para que se den cuenta de que soy un muy buen actor. Cuando de pequeño jugaba al futbol, decían que había una brujería que nos podía impedir marcar el gol y yo siempre pensaba que, si lo tiras donde tienes que tirarlo, no hay brujería que te pueda impedir marcar. Con esto quiero decir que, si me dan un personaje y lo trabajo bien, puedo ganar un Goya. Estoy seguro de ello. Simplemente me falta este director o este guionista que me diga: “Este personaje es para ti”.
¿En qué otros proyectos estás trabajando ahora?
El año que viene voy a rodar dos películas de las que no puedo decir el nombre todavía. También estoy escribiendo una comedia romántica con Bea de Silva, candidata a los Oscar el año pasado, inspirada en mi historia con Irene, una persona blanca con la que salía en Valencia. Además estoy con la obra Blanco, que ha escrito también Moisés Mato.